Será una experiencia de vida
maravillosa. Ideal. Será una manera esplendida de vivir nuestra vida
irrepetible, al menos para todos aquellos que nos esforzamos, mental y físicamente,
por hacer realidad nuestros sueños, nuestras metas personales. Hombres y
mujeres que actuamos con visión de largo plazo para mejorar nuestra calidad de
vida y la de nuestros seres queridos. Que sabemos que obtendremos aquello que
merecemos a partir de lo que nosotros hemos escogido y dependiendo de cuánto
hayamos trabajado para obtenerlo. En resumen, viviremos cosechando cada uno lo
que ha sembrado y gozando de nuestros logros.
Un paraíso en todos los sentidos:
armonioso, respetuoso y pacífico. Un paraíso en el cual podamos convivir,
compartir e intercambiar en paz con los demás, respetando los unos a los otros
el derecho de todo individuo a su vida, a su libertad y a su propiedad. En el
paraíso no van a existir parásitos que pretendan vivir de la productividad de
otros. Los habitantes del paraíso sabemos que el almuerzo gratis de hoy que
ofrecen los populistas en el infierno se paga con el hambre de mañana.
Reconoceremos que es injusto pretender vivir a costa de los demás.
Un grupo de gente será contratada
por nosotros, reconocidos como los mandantes, para velar por la justa
convivencia en sociedad, a los cuales llamaremos mandatarios y no gobernantes
como los llaman en el infierno, para que, en caso de que se cuele en el paraíso
algún antisocial que cree que puede impunemente violentar los derechos de los
demás, sean los responsables de atraparlos, recabar la evidencia que muestre la
veracidad de la acusación en su contra y presentarlos ante los jueces a cargo
de velar porque haya justicia, los que se asegurarán de que las víctimas de los
delincuentes y los criminales sean compensadas por estos.
En el paraíso no habrá tributarios
que sean extorsionados para satisfacer los deseos de otros. Seremos
contribuyentes que, por voluntad propia, vamos a pagar en igual proporción lo
estrictamente necesario para que los mandatarios cumplan satisfactoriamente con
los servicios de seguridad y de justicia que están obligados a prestar, lo cual
será estipulado por medio de una Constitución breve, de principios y cuyo
principal objetivo sea limitar el ejercicio del poder.
Los puestos en el Congreso serán
ocupados por quienes hayan probado a lo largo de su vida que son personas
virtuosas, productivas y honestas. Los senadores se encargarán de velar porque
no se aprueben decretos violatorios de los derechos individuales de los
miembros de la sociedad, y los diputados se encargarán de fiscalizar las
cuentas que les entreguen los miembros del poder ejecutivo y del judicial. No
necesitarán reunirse más que dos veces al año: una para aprobar el presupuesto
y la otra para revisar cómo se ejecutó. Si es rechazado, los funcionarios
responsables de tal hecho deberán pagar con su propio patrimonio las
consecuencias de sus errores.
¿Es posible el paraíso? Sí. Cuán
probable sea dependerá de nosotros.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo
Veintiuno”, el lunes 16 de mayo de 2016.
Etiquetas: derechos individuales, fiscal, impuestos, justicia, mandantes, mandatarios, Paraíso, Paz, seguridad, sociedad
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