Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

5.16.2016

Vivamos en un paraíso



Será una experiencia de vida maravillosa. Ideal. Será una manera esplendida de vivir nuestra vida irrepetible, al menos para todos aquellos que nos esforzamos, mental y físicamente, por hacer realidad nuestros sueños, nuestras metas personales. Hombres y mujeres que actuamos con visión de largo plazo para mejorar nuestra calidad de vida y la de nuestros seres queridos. Que sabemos que obtendremos aquello que merecemos a partir de lo que nosotros hemos escogido y dependiendo de cuánto hayamos trabajado para obtenerlo. En resumen, viviremos cosechando cada uno lo que ha sembrado y gozando de nuestros logros.

Un paraíso en todos los sentidos: armonioso, respetuoso y pacífico. Un paraíso en el cual podamos convivir, compartir e intercambiar en paz con los demás, respetando los unos a los otros el derecho de todo individuo a su vida, a su libertad y a su propiedad. En el paraíso no van a existir parásitos que pretendan vivir de la productividad de otros. Los habitantes del paraíso sabemos que el almuerzo gratis de hoy que ofrecen los populistas en el infierno se paga con el hambre de mañana. Reconoceremos que es injusto pretender vivir a costa de los demás.

Un grupo de gente será contratada por nosotros, reconocidos como los mandantes, para velar por la justa convivencia en sociedad, a los cuales llamaremos mandatarios y no gobernantes como los llaman en el infierno, para que, en caso de que se cuele en el paraíso algún antisocial que cree que puede impunemente violentar los derechos de los demás, sean los responsables de atraparlos, recabar la evidencia que muestre la veracidad de la acusación en su contra y presentarlos ante los jueces a cargo de velar porque haya justicia, los que se asegurarán de que las víctimas de los delincuentes y los criminales sean compensadas por estos.

En el paraíso no habrá tributarios que sean extorsionados para satisfacer los deseos de otros. Seremos contribuyentes que, por voluntad propia, vamos a pagar en igual proporción lo estrictamente necesario para que los mandatarios cumplan satisfactoriamente con los servicios de seguridad y de justicia que están obligados a prestar, lo cual será estipulado por medio de una Constitución breve, de principios y cuyo principal objetivo sea limitar el ejercicio del poder.

Los puestos en el Congreso serán ocupados por quienes hayan probado a lo largo de su vida que son personas virtuosas, productivas y honestas. Los senadores se encargarán de velar porque no se aprueben decretos violatorios de los derechos individuales de los miembros de la sociedad, y los diputados se encargarán de fiscalizar las cuentas que les entreguen los miembros del poder ejecutivo y del judicial. No necesitarán reunirse más que dos veces al año: una para aprobar el presupuesto y la otra para revisar cómo se ejecutó. Si es rechazado, los funcionarios responsables de tal hecho deberán pagar con su propio patrimonio las consecuencias de sus errores.

¿Es posible el paraíso? Sí. Cuán probable sea dependerá de nosotros.

                                                                            

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 16 de mayo de 2016.

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