Los actuales diputados,
enfermos de una legislorrea al
parecer incurable, se han dedicado a aprobar más legislación intervencionista,
estatista y colectivista, cuyo objetivo es darle más poder a quienes lo
ejercen, los gobernantes, a costa de nuestros derechos. La mayoría de los
decretos legislativos de lo que va del año obstaculizan el progreso y promueven
la violación de la vida, la libertad y la propiedad de los habitantes de
Guatemala. En lugar de fortalecer a quien deben servir, al mandante, se otorgan
más poder a sí mismos y a la burocracia estatal en general.
Son despreciables quienes
se quedan callados ante esta situación a pesar de que se dan cuenta de que el
poder que se les otorga a los gobernantes para interferir en nuestras vidas y
decidir sobre nuestros bienes es proporcional a los niveles de corrupción,
impunidad y abusos. O sea, a mayor poder discrecional de los gobernantes y
funcionarios públicos, existe más corrupción, más impunidad y más abusos por
parte de éstos. Y peores son aquellos
que reconocen lo anterior, y se asociación para delinquir con quienes hacen de
la política un negocio infame.
A los proestatistas y los neomercantilistas
influyentes les conviene a sus intereses hacer creer que la solución a las carencias
de nuestra sociedad se encuentra en quienes, en la mayoría de los casos, son
los causantes del problema: los gobernantes.
Por supuesto, también se avocan luego a ellos para cobrarles la factura
del apoyo solicitando privilegios. En nuestro país los gobernantes y los
buscadores de rentas promueven una ciega carrera hacia el abismo de la miseria
perenne.
Me da pena pensar en el
futuro de los más pobres, aquellos por quienes dicen velar los neopopulistas, neonacionalistas y
neosocialistas, porque no sólo no logran superar la pobreza en la que
viven, sino que cada ley que aprueban los diputados reduce sus probabilidades
de que logren mejorar honradamente su calidad de vida. La opción que les queda es
la de emigrar a países en los cuales se goza de una mayor libertad, respeto a
la propiedad, justicia y seguridad.
Tenga cuidado con quienes
proponen más de lo mismo: más allá de las consignas ideológicas desgastadas,
agotadas… más allá de los ataques falaces (non
sequitur, hombre de paja, ad hominem)
enfoquémonos en lo que es nuestro sistema político: ¿qué nos enseña la
realidad? Los hechos, ¿qué nos dicen del tipo de sistema que impera en
Guatemala? ¿Por qué se ha caracterizado? ¿Por la intervención gubernamental en
nombre del abstracto Estado o por el respeto a los derechos individuales de
cada uno de los miembros de la sociedad y la igualdad ante la Ley para todos?
¿Hasta dónde llega el control de los gobernantes sobre nuestras vidas? ¿Hasta
dónde pretenden llegar con los cambios
que intentan aprobar?
El sistema que tiene más de siete
décadas de prevalecer en Guatemala es el Estado Benefactor/Mercantilista. Es
este el origen del problema. Más de lo mismo, sólo va a empeorar las
condiciones en las cuales vivimos.
Artículo
publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 25 de abril de 2016.Etiquetas: Congreso, corrupción, Estado, intervencionismo, legislación, ley
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