El origen de la tragedia venezolana es el mismo
de la mayoría de tragedias. Un origen que viene del olvido de algunos, de la
negación de muchos o del desconocimiento de otros de que las ideas tienen
consecuencias. ¿Cuáles eran las ideas que predominaban en la mente de los venezolanos a finales del siglo pasado cuando decidieron apoyar el socialismo
promovido por Hugo Chávez y su gente? ¿Cuáles creían que eran las obligaciones
de los gobernantes? ¿Sabían que el Estado
es sólo una ficción, un ente de razón, un término por medio del cual se
identifica a un conjunto de personas, que viven dentro de un mismo territorio y
conviven bajo un mismo sistema de normas? ¿Que ese ente de razón, cuya
existencia sólo es mental, no puede hacerse cargo de las necesidades de nadie?
¿Sabían los venezolanos a finales del siglo
pasado que quienes actúan en nombre del abstracto Estado son aquellos que llegan al ejercicio del poder? Políticos que,
en la mayoría de los casos, la gente desprecia por mentirosos, corruptos y
ladrones. Políticos que son el producto del sistema de incentivos perversos que
fue impuesto en casi todo el mundo en la primera mitad del siglo veinte. En el
caso de Guatemala, ese sistema fue adoptado en 1945. Un sistema que proclamó a
los cuatro vientos sus buenas intenciones
pero que, al final, terminó empedrando el camino al infierno para millones que
no lograron superar los obstáculos que pone en el camino para la creación de
riqueza y superación de la pobreza.
Más allá de las etiquetas que algunos usan de
muletillas, ante la falta de argumentos y evidencias para sostener sus juicios
obviamente falsos, lo que aquellos que buscamos la verdad (y entendemos que
ésta es una cualidad de los juicios mentales que emitimos, los cuales serán
verdaderos si concuerdan con los hechos de la realidad) debemos hacer es
enfocarnos en cuáles son las características del sistema dentro del cual convivimos.
El sistema será injusto y de incentivos perversos,
independientemente de cómo lo llamen, si el sistema es intervencionista (otorga
poder a los gobernantes para inmiscuirse en muchas o todas las actividades
humanas y las distintas facetas de la vida de todo individuo), es estatista
(los gobernantes, en nombre del Estado,
se supone que se hacen cargo de la mayoría o todas las necesidades de la
población) y colectivista (se privilegian las demandas de los grupos de presión
por encima de los derechos de los individuos).
Los
venezolanos de finales del siglo pasado, no se aclararon las ideas ante el
fracaso del Estado Benefactor/Mercantilista en su país. Y en lugar de hacer un
cambio radical, optaron por radicalizar el intervencionismo, el estatismo
paternalista y el colectivismo, apoyando el socialismo impulsado por Chávez. He
ahí el origen de la tragedia que hoy los ha llevado a una situación en la cual
no tienen ni qué comer. ¿Cuántos hoy en Venezuela entienden el origen de su
problema? ¿Cuántos en Guatemala entendemos que caminamos una senda tan peligrosa
como la de los venezolanos?
Artículo publicado en el diario guatemalteco
“Siglo Veintiuno”, el lunes 25 de julio de 2016.Etiquetas: benefactor, colectivismo, Estado, estatismo, Hugo Chávez, ideas, incentivos, intervencionismo, juicio, mercantilista, perversos, sistema, Socialismo, Venezuela, verdad
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