La libertad no debe tener límites. Sobra, a lo
largo de toda la historia de la humanidad, evidencia de que, entre más se
respeta la libertad individual en general, más prospera el ser humano. Por
supuesto, a estas alturas del debate, parto de la premisa de que queda claro a
la mayoría que no es lo mismo la libertad que el libertinaje.
Toda persona debe
ser libre de hacer lo que se le antoje con su vida y sus bienes, una vez no
violente la vida, la libertad y la propiedad de los demás. En otras palabras,
para ser verdaderamente libres debemos responsabilizarnos plenamente de
nuestras acciones y merecer la vida que llevamos.
Cada uno es responsable de su vida. Y para que
todos seamos libres de perseguir nuestros valores, metas, fines… nace la idea
moderna de cuáles deben ser las responsabilidades de los gobernantes: velar por
el respeto a los derechos individuales de todos y asegurar de que, en caso
algún antisocial atente contra alguien más, éste sea aprendido, juzgado en los
tribunales competentes, respetuosos del debido proceso y, si es probada su
culpabilidad, que sea obligado a compensar a su o sus víctimas para que haya
justicia.
Vale la pena
recordar que lo anterior fue bien entendido por los llamados padres fundadores
de Estados Unidos, a pesar de las discusiones que sostuvieron por casi once
años a partir del 4 de julio de 1776, fecha en la cual proclamaron su
independencia del imperio inglés. Once años en los cuales discutieron la que es
hoy considerada la primera constitución moderna, la cual sigue vigente, con
todo y enmiendas, desde su promulgación en 1787. En aquel año llegaron al
acuerdo de que la mejor forma de gobierno era la República, o Nomocracia como
la llamaría posteriormente Friedrich Hayek, ya que la democracia terminaba
inevitablemente en dictaduras que ejercían minorías corruptas en nombre de la
mayoría.
Hoy, que
vivimos tiempos interesantes, de
mayor incertidumbre política a nivel mundial, es importante recordar eventos históricos
que han configurado el desarrollo de nuestra especie. Parafraseando a George
Santayana, si no aprendemos de los errores de nuestros antepasados, estamos
condenados a repetirlos. Más aún con la confusión conceptual que impera y la
manipulación que pretenden algunos, haciéndose pasar por eruditos e
intelectuales, de los conceptos, sus orígenes y las consecuencias que han
tenido a lo largo de nuestra historia la imposición de normas contrarias a
nuestra naturaleza, gracias al abuso de los gobernantes del poder coercitivo
del abstracto Estado.
Más allá de lo
que los doctos académicos pregonan,
ya sea porque efectivamente no entienden o simplemente porque son
intelectualmente deshonestos, cada uno de nosotros debe usar su propio juicio
para llegar a conclusiones que sean coherentes con los hechos de la realidad.
De lo contrario, nos estamos jugando nuestro futuro y el de nuestros seres
queridos. Es indiscutible la sentencia de Thomas Jefferson de que el precio de
la libertad es una eterna vigilancia de la misma.
Artículo publicado en el diario guatemalteco
“Siglo Veintiuno”, el lunes 4 de julio de 2016.Etiquetas: Democracia, Estados Unidos, Frederic A. von Hayek, George Santayana, Independencia, libertad, Nomocracia, República, responsabilidad, Thomas Jefferson
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