El martes pasado,
10 de julio, a pocas horas de haber regresado a Guatemala después de un viaje
de 10 días, me encuentro al leer los matutinos nacionales con la columna de
Marta Altolaguirre titulada “Reformas Constitucionales II”. Aclaro que leo a
pocos columnistas de mi país: puedo contarlos con las manos y me sobran dedos
al hacerlo. Lo digo sin pena. Elijo leer a aquellos que considero parten de
premisas verdaderas y contribuyen a mi proceso de aclararme las ideas. Marta
forma parte de este grupo. No siempre coincidimos en nuestras valoraciones,
pero hoy aparentemente nos encontramos en puntos totalmente opuestos, hecho que
me sorprendió.
Tampoco suelo
meterme a discusiones interminables en los espacios de opinión. Más aún, en
cualquier campo solo dialogo con personas que son intelectualmente honestas:
aquellas cuyo objetivo es encontrar la verdad (concordancia de lo que se piensa
con la realidad). Todos nos equivocamos, y la única forma de encontrar el
origen de nuestro error es identificando nuestras premisas y determinando cuál
o cuáles son falsas. La discusión entre gente que elige usar su razón (facultad
que nos permite identificar la realidad) nos facilita el proceso y su fin:
emitir nuevos juicios sustentados con evidencia y argumentos verificables.
Creo que Marta es
una intelectual y académica honesta, profesional y bien intencionada, por eso
he decidido comentar su artículo, por ser yo una de las personas que
públicamente ha rechazado el “Proyecto de Reforma a la Constitución Política de
la República de Guatemala” presentado por el actual Presidente, Otto Pérez
Molina, decisión que sigo sosteniendo. Lamento que Marta haya caído en la
falacia de la generalización a la hora de criticarnos. Pienso que los motivos
por los cuales me opongo han sido sustentados con argumentos y evidencia
objetiva.
Sí, algunos cambios
pueden ser positivos (por ejemplo, la eliminación del artículo 160). Pero el
problema, Marta, es que el proyecto es uno y como un todo quiere Pérez Molina
que sea aprobado, como lo ha declarado en varias ocasiones. Y los cambios
propuestos, cuando se analizan como un todo, apuntan a un fin específico:
fortalecer el sistema presidencialista, aumentar el poder del Presidente del
Organismo Ejecutivo que, por cierto, dejaría de ser mandatario del pueblo de
Guatemala (modificación al artículo 182). ¿Considera que esto contribuye a
alcanzar el objetivo del “fortalecimiento de los pesos y contrapesos y no el
ejercicio prepotente y abusivo de ninguno de los Organismos del Estado”?
(elPeriódico, 3 de julio de 2012, pág. 21).
Muchas cosas más
tengo que decir, pero el espacio se me acaba. Espero tener la oportunidad de compartirlas
con usted personalmente en una próxima oportunidad. Pero por hoy, quiero
terminar recordándole el sabio refrán que hace ver que “de buenas intenciones
está empedrado el camino al infierno”. No muerda el anzuelo. No caiga en la
trampa.
El presente artículo fue
publicado el lunes 16 de julio de 2012 en el diario guatemalteco Siglo
Veintiuno. La imagen la bajé del blog “El
diario de Chaucer”.Etiquetas: Guatemala, intereses, Marta Altolaguirre, Otto Pérez, reforma constitucional, sistema presidencialista
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