Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

7.23.2012

Asesinatos Impunes




En Guatemala, como en el resto del mundo, hay asesinatos todos los días. Es obvio que cada ser humano que existe es valioso para alguien. Esa persona que lo llora cuando muere. Es lógico pensar que si esa muerte es violenta y a manos de un criminal, el dolor será mayor. Y la única forma de compensar y ayudar a aliviar la pena de los deudos, en otras palabras, las víctimas que aún viven (no se puede compensar al muerto), es haciendo pagar al asesino por el crimen que cometió. El castigo impuesto al agresor, como todo en la vida, dependerá del contexto. Las consecuencias de sus acciones deberán ser justas: de acorde al hecho del cual, después de ser acusado, se ha probado que es responsable.

En Guatemala, como en el resto del mundo, hay asesinatos que hacen historia y hasta pueden trascender nuestras fronteras. Entre los más recientes se encuentran el de Facundo Cabral, Rodrigo Rosenberg, Marjorie Musa, Khalil Musa y Juan José Gerardi. Todos los anteriores, además de la notoriedad internacional de sus casos, tienen en común varias cosas: en todos aparentemente han encontrado a los responsables del crimen y varios de ellos han sido condenados.

Algunos de los sentenciados hasta ya han sido dejados en libertad, tal es la situación del coronel Byron Disrael Lima Estrada, acusado de la muerte de Juan José Gerardi, a quien, por cierto, nunca pudieron probar su asociación material con el crimen. Y, claro, los colaboradores eficaces que sirvieron bien a entidades como la CICIG para incriminar a otros sujetos en las muertes de Rosenberg y los Musa. El premio por su colaboración fue recuperar su libertad. Una buena negociación para los investigadores y los criminales que fueron dejados libres. Pero, ¿a qué costo? ¿Se hizo justicia o solo se satisfizo el ego de los émulos del Inspector Lestrade?

Es probable que debido a lo anterior, y a la existencia de otras dudas razonables en lo que respecta a la acusación contra varios de los incriminados, la percepción generalizada es que no se ha hecho justicia. La opinión de la mayoría informada es que en el intento de acallar las críticas, los gobernantes y los encargados de velar porque haya seguridad y justicia han cometido más injusticias. En el caso del asesinato de Gerardi, después de haber leído los libros que se han escrito sobre el tema, incluidas las primeras sentencias, llego a la conclusión que al recién liberado coronel Lima, como a los otros acusados, jamás se les probó objetivamente que fueran culpables. Sobre este tema les sugiero leer el libro de Maite Rico y Bertrand de la Grange: “¿Quién mató al Obispo?”

Sobre el caso Rosenberg/Musa he escrito muchos artículos. ¿Qué más puedo decir? Que lamento el cierre que le dieron a sus muertes. Un final en el cual el nombre y la honra de las víctimas terminaron pisoteados por aquellos llamados a redimirlos. Tal vez con Facundo Cabral se logré una excepción: una condena cabal.


El presente artículo fue publicado el lunes 23 de julio de 2012 en el diario guatemalteco Siglo Veintiuno. La imagen la bajé de laprimeraplana.com.mx

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