Todo aquel del cual haya sospecha de que cometió un delito o
un crimen debe ser investigado. Si las sospechas son confirmadas y se recaban
las evidencias suficientes para ir a juicio, debe ser juzgado. Y si en ese
juicio, una vez cumplido con el debido proceso, no queda ninguna duda de que es
el responsable de las violaciones de las cuales se le acusa, debe de pagar las
consecuencias de sus acciones y compensar a sus víctimas. Sin importar quién
sea el imputado. En especial, si el imputado es parte del gobierno. Aunque éste
sea el mismo Presidente del Ejecutivo, el Presidente del Congreso, el Presidente
de la Corte Suprema justicia o el Presidente de la Corte de Constitucionalidad.
O quién sea. Nadie debe estar por encima de la ley.
Una vez hay indicios de que alguien cometió un crimen debe
ser investigado. ¿Por qué van a tener una prerrogativa especial aquellos que
están en el ejercicio del poder? Al contrario, precisamente por eso deben ser
más fiscalizados. Por eso es primordial que se elimine, de una vez por todas,
el privilegio del antejuicio. Ni los magistrados de la Corte de Constitucionalidad,
ni los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, ni el Procurador de los Derechos
Humanos, tienen ninguna aureola de santos
para que no se les pueda investigar y acusar si el resultado de la
investigación lo justifica. Si se sospecha que han cometido alguna
arbitrariedad, deben de ser investigados como cualquier otra persona.
En el caso de los magistrados de la Corte de Constitucionalidad,
es obvio que han violentado las normas en múltiples ocasiones. Uno de esos
casos es el de la Mina San Rafael, por el que queda claro que es justo que se
les inicie un proceso. En el caso del Procurador de los Derechos Humanos,
habría que preguntarse por qué su defensa de los derechos humanos, es selectiva.
No dudo de que le preocupa muchísimo la situación del señor Anders Kompass
o de Iván Velásquez, pero no entiendo, solo por dar un ejemplo, por qué no ha
movido un dedo por los miles de compatriotas nuestros que se han quedado sin
trabajo a causa de la injusta suspensión de operaciones de la mencionada
empresa minera.
Como lo señalé hace unas semanas,
debemos continuar luchando porque se elimine este y todos los privilegios
existentes, si es que queremos vivir en un Estado de Derecho en el cual todos
seamos iguales ante la Ley. Este privilegio en particular, les permite hacer
impunemente lo que se les antoje a quienes se les otorga, incluido beneficiar a
quienes quieran o fregar a quienes lo
deseen. En el caso de los gobernantes debe haber un mayor control, ya que se
les ha delegado el monopolio del uso legal de la fuerza, el cual dentro del
sistema político interventor y estatista que prevalece, usan para violentar los
derechos individuales de los soberanos: los ciudadanos.
El privilegio del antejuicio provoca más desigualdad ante
las normas y promueve el sistema de
incentivos perversos que atrae a los peores representantes de la sociedad al
ejercicio del poder. E, irónicamente, se basa en una desconfianza del sistema
de justicia al cual pretenden que nos sujetemos el resto. El privilegio del
antejuicio no debe ser reformado: debe ser eliminado.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “El
Siglo”, el lunes 10 de septiembre de 2018.
Etiquetas: antejuicio, Corte de Constitucionalidad, Estado de Derecho, igualdad ante la ley, Jordán Rodas, magistrados, poder, Privilegios, Procurador de los derechos humanos, Thomas Jefferson
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