Con o sin la CICIG, debemos continuar la persecución de
corruptos y, espero, la mayoría tome en serio la verdadera lucha contra la
corrupción. La persecución de corruptos se debe dar dentro del marco del frágil
Estado de Derecho en Guatemala, que implica el respeto al debido proceso, para
que se haga justicia y no sea aprovechada la legítima indignación de muchos
para impulsar una cacería de brujas con el objetivo de que gente aviesa,
algunos de ellos líderes de grupos de presión, llegue al ejercicio del poder.
Ese poder casi ilimitado que otorga el Estado
Benefactor/Mercantilista, populista, que se basa en un sistema de incentivos
perversos. Un sistema político que promueve el bienestar de abstractos
“colectivos” por encima de los individuos reales. Un sistema político que
promete a los ingenuos que lo apoyan que el divino
Estado les va a satisfacer todas sus necesidades y deseos. Un sistema
político que otorga el poder a quienes lo ejercen de intervenir en casi todo
aspecto de la vida de los ciudadanos, no se diga el control sobre la propiedad
de los miembros de la sociedad a quienes deja poco margen de acción para
alcanzar sus legítimos fines. Un sistema político que es el origen de todos
nuestros males.
La decisión legal y legítima, le guste a quien le guste… o
le disguste, que tomó el presidente Jimmy Morales de no renovar el mandato de
la CICIG que termina el 3 de septiembre de 2019, le da el tiempo a quien
corresponda dentro de la organización, a trasladar las capacidades a las entidades
con las que colabora, hacer el cierre administrativo correspondiente y llevar a
buen fin los casos fundamentales que han perseguido. Entre estos son
primordiales las acusaciones contra los expresidentes Otto Pérez Molina y Álvaro
Colom. Por supuesto espero también que terminen, después de cumplidos los
procesos legales, con la condena que le toque, los casos contra la
exvicepresidenta Roxana Baldetti.
Considero que en los casos de los mencionados, incluidos la
mayoría de los funcionarios de sus gobiernos que también se encuentran
acusados, sobra la evidencia que permita, sin lugar a duda, una condena que
retribuya mínimamente a sus víctimas. Al menos, a los tributarios que
defraudaron, a los ciudadanos que engañaron y a quienes hayan extorsionado. Pienso
que la Fiscalía de Crímenes Internacionales en el Ministerio Público, que va a contar
con la ayuda de agencias estadounidenses tales como el FBI, la DEA y la ICE, puede
también asumir la tarea de perseguir a los corruptos de todos los gobiernos,
incluidos los actuales y los que estén por venir. Este último un hecho que será
inevitable una vez no cambiemos el sistema descrito con anterioridad.
Después de la conferencia de prensa que dio Morales el
pasado 31 de agosto, queda claro que la minoría de los guatemaltecos que
estamos interesados en lo que sucede, políticamente hablando, en nuestro país,
estamos divididos en tres grupos, no dos como creen algunos. Lamento el
innecesario despliegue militar que permitió el Presidente ese día, lo que se
prestó a la elucubración y difusión de cualquier cantidad de teorías de la
conspiración que no abonan en nada el terreno de la reconciliación necesaria
para que nos enfoquemos en lo importante: la construcción de una verdadera
República.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el
lunes 3 de septiembre de 2018.
Etiquetas: Alvaro Colom, CICIG, corrupción, Jimmy Morales, justicia, Ministerio Público, Otto Pérez Molina, Roxana Baldetti
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