Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

12.30.2010

Días de Pax



Aunque más que sólo días, quisiera que nuestra vida toda transcurriera dentro de un ambiente pacífico. Que prevaleciera la paz entre los hombres de buena voluntad y que estos últimos no sólo fueran la mayoría, sino que las normas vigentes protegieran su derecho a buscar la felicidad: su derecho a la vida, la libertad y la propiedad. Aparentemente fácil de decir, y seguro casi todos vamos a coincidir. Sin embargo, definir qué es la “Paz” (con mayúscula, como la deseo) implica ahondar en las ideas de grandes pensadores de la Historia. Aún más difícil: implica ahondar en nosotros mismos, en nuestra vida, en nuestros actos y en nuestros anhelos.


Según el diccionario de filosofía de Nicola Abbagnano (actualizado y aumentado por Giovanni Fornero) la definición más famosa de “Paz” es la dada por Cicerón en la “Filípicas”: “Pax est tranquilla libertas”. Sin duda, lo anterior me recuerda el refrán citado por Aristóteles en “La Política”: “no existe paz para los esclavos”. Para los liberales clásicos, tal y como lo explica Ludwig von Mises en “Liberalismo”, la paz es una condición sine qua non para la cooperación y el progreso: para que alcancemos nuestras metas y fines individuales, sin violentar los derechos de los otros.

Es obvio, probablemente redundante, que para vivir en sociedades pacíficas necesitamos evitar la guerra. Y previo a alcanzar este objetivo debemos reconocer que parte del problema es la ambición de los gobernantes que suelen utilizar el poder para conquistar espacios y aumentar su poderío. Por eso, es vital el ejercicio del poder sea sólo para las funciones básicas. Que sea limitado. Que aquellos que gobiernan sean solamente lo que dicen ser, mandatarios, y se dediquen a obedecer el mandato de los mandantes: nosotros, los ciudadanos libres. Teniendo en cuenta de que el mandato mismo deber ser limitado por los derechos individuales de todos los miembros de la sociedad. Resumiendo: leyes generales, universales, impersonales, abstractas y pocas.

Si conquistamos la Paz en sociedad, se hará menos difícil la búsqueda de la otra “Paz”: la interior. La de cada uno de nosotros, insustituible, que se consigue cuando logramos el equilibrio: la justa medida. Cuando podemos armonizar nuestra vida. Cuando vivimos una vida bella. Cuando tenemos clara nuestra escala de valores y practicamos las virtudes necesarias para alcanzarlos y retenerlos. Tranquilidad, sosiego, serenidad. Paz que no sea ajena a la risa y a una que otra lágrima derramada en el momento oportuno. Esa lágrima que en ocasiones suele darnos Paz.

Voy a terminar mi artículo repitiendo mi estado en Facebook del pasado 24 de diciembre de 2010: “Hoy quisiera que mi saludo difiera de la tradicional letanía de todos los días veinticuatro del mes doce del año que termina. Letanía que será propia de cada año de mi vida. Hoy quisiera simplemente desearles a todos dos cosas: muchas bendiciones siempre y que siempre sean felices, muy pero muy felices”. Pax.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 27 de diciembre de 2010. La imagen la bajé de la Internet.

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