Considero importante que cada cierto tiempo cuestionemos las respuestas que hemos encontrado a las preguntas que la vida nos presenta. En algunos casos, las respuestas serán confirmadas y fortalecidas. En otros casos, surgirán nuevas preguntas. Y, claro, como seres en constante evolución que somos, habrá ocasiones en las cuales descartemos paradigmas que consideramos vencidos intelectualmente.
Como parte de ese proceso interminable, al menos mientras uno respire, me gusta especialmente regresar a los porqués primigenios que sustentan mi visión humanista del mundo. Humanista porque se sustenta en cómo actuamos las personas, seres teleológicos, con fines propios, no colectivos.
En este proceso de búsqueda, gracias a
Luis Figueroa, me topé con la siguiente
reflexión, escrita por Ken Schoolland, transformada en una animación flash por Lux Lucre, traducida por Álvaro Feuerman y editada por mí para el presente artículo. Encuentran la presentación en la siguiente dirección electrónica: http://www.isil.org/resources/introduction-spanish.html
Por ese importante hábito que cada quien debe cultivar, el hábito de pensar, de repensar, quiero dedicar algunos artículos a este sencillo, simple y entendible escrito, que hace accesible a todos algo tan único del ser humano: la libertad.
“La filosofía de la libertad se basa, primero que todo, en la propiedad de uno mismo. Tú eres dueño de tu vida. Negar esto implica que otra persona tiene más derecho sobre tu vida que tu mismo. Ninguna otra persona, o grupo de personas, es dueño de tu vida. Tú no eres dueño de las vidas de otros.
Tú existes en el tiempo: futuro, presente, pasado. Esto se manifiesta en la vida, la libertad y el producto de tu vida y tu libertad. Perder tu vida es perder tu futuro. Perder tu libertad es perder tu presente. Perder el producto de tu vida y tu libertad es perder la parte de tu pasado que lo produjo.
Un producto de tu vida y tu libertad es tu propiedad. Tu propiedad es el fruto de tu trabajo. El producto de tu tiempo, energía y talentos. Tu propiedad es la parte de la naturaleza que tú conviertes en algo de valor.
Tu propiedad, fue propiedad de otras personas que obtuviste por intercambio voluntario y mutuo consentimiento. Dos personas que intercambian propiedad voluntariamente se benefician mutuamente. De lo contrario, no realizan el intercambio. Sólo ellos tienen derecho a tomar esa decisión”.
Hago un alto en la meditación, no sólo por cuestión del espacio con que cuento para publicar, sino para hacer énfasis en que la raíces mismas de nuestra existencia están fincadas en la propiedad, comenzando por reconocer que somos los únicos que decidimos sobre nuestra vida. Aún cuando, ante las circunstancias, decidimos a conveniencia de otros y no de nosotros. Hasta no hacer nada para cambiar es una decisión. Es ineludible a nuestra condición. Estamos, como dijo
Sartre, condenados a ser libres. Maravilloso.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 26 de marzo de 2007.