Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

6.04.2018

Jimmy, el globito




Jimmy Morales, además de ser el Presidente del Ejecutivo, es el globito predilecto para captar la atención de los ciudadanos distraídos. Literalmente, sin ánimo de ofender pero usando la metáfora correcta, es el payaso preferido del circo. La ironía del asunto es que los asistentes a la función son incapaces de darse cuenta que los engañados en el espectáculo son ellos mismos y que, en el largo plazo, los más dañados también serán ellos. Total, el payaso, independientemente de quién sea o de que sea aplaudido o abucheado, tarde o temprano será reemplazado y podrá retirarse a vivir del pago que recibió por su actuación, sin importar, dentro del contexto actual, si esa actuación fue buena o mala. Y, como dice el refrán, “el que ríe el último, ríe mejor”.

En lugar de estar perdiendo el sueño por cada suspiro que da Morales y su corte de ineptos, al menos en su mayoría, debemos enfocarnos primero, en identificar claramente el origen común de nuestras tragedias políticas. Esta identificación debemos hacerla de forma objetiva y basada en los hechos comprobables, no en falsas expectativas, sesgos o excusas para justificar nuestra amargura o frustración. No se diga la envidia que, irónicamente para quienes los carcome, es a quienes más daño hace.

Segundo, debemos honestamente discutir las posibles soluciones al problema y decantarnos por apoyar aquellas que la evidencia a lo largo del tiempo muestre que son las idóneas para que podamos vivir en una Guatemala diferente. Al menos, en el caso de quienes visualizamos una Guatemala donde podamos cooperar, intercambiar y convivir en paz, respetándonos los unos a los otros y cada quien persiguiendo sus anhelos propios en pos de su felicidad, no la de los demás.

Es imprescindible para que la mayoría deje de falsear la realidad, que reconozcamos que nos estamos jugando las condiciones en las cuales vivimos en nuestro país. Que si estas condiciones no cambian para bien, muchos más de nuestros compatriotas van a morir en búsqueda de mejorar su calidad de vida en EE.UU. Porque sí, es a EE.UU. donde van a emigrar en búsqueda de esa mejora, no a Nicaragua, a Venezuela o a Cuba.

Y lo más lamentable de esta historia es que los principales culpables de la muerte de nuestros compatriotas no serán los coyotes, los narcotraficantes y los patrulleros en las fronteras. Los principales culpables son aquellos que les da pereza hacer el esfuerzo mental por aclararse las ideas. Por supuesto, aquellos que saben que están equivocados pero prefieren la miseria para todos por igual, antes que el progreso diferenciado, merecen un apartado especial en los círculos del infierno de Dante.

La última línea de defensa en apoyo del progreso somos nosotros mismos. Si queremos ser libres y prósperos, debemos librarnos de un aparato estatal asfixiante que amenaza nuestros derechos, malgasta nuestros recursos, destruye el valor de nuestro dinero y nos impide crear riqueza. Reconocer la obviedad de que el común denominador de la inseguridad, de la corrupción, de la injusticia es el poder. Y una vez este no sea limitado, nos toparemos en todos lados con una interminable propaganda sobre lo indispensable que es y cuán perdidos estaríamos sin el Divino Estado. Y no habrá fuerza que pueda detener a quienes quieren llegar al ejercicio del poder para vivir a costa de los sufridos tributarios. Eso sí, bien entretenidos y burlados con los globitos políticos.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el lunes 4 de junio de 2018.

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5.28.2018

¿Por qué murió Claudia Patricia?




¿Murió Claudia Patricia Gómez González porque en Guatemala no podía vivir como ella quería vivir? ¿Murió Claudia Patricia porque en Guatemala, a pesar de haberse graduado de perito contador, no podía encontrar un trabajo que le permitiera mejorar su calidad de vida? ¿Murió Claudia Patricia porque en Guatemala no encontró la posibilidad de progresar? ¿Por qué Claudia Patricia y millones de personas más, no pueden hacer realidad sus sueños en Guatemala?
                             
¿Por qué Claudia Patricia decidió emigrar a EE.UU. a pesar de los peligros que sabía que iba a encontrar en el camino? ¿Por qué decidió irse de Guatemala sabiendo que podía morir, como muchos otros murieron antes que ella intentando llegar a EE.UU.? ¿Por qué eligió irse a EE.UU. y no a Venezuela, Cuba o Nicaragua, por ejemplo? ¿Qué hace la diferencia, entre estos países, en la calidad de vida de la gente? ¿A cuál de estos países se asemeja Guatemala y por qué?

Después de conocer la historia de Claudia Patricia Gómez González, similar a la de tantos que han tomado la misma decisión que ella tomó de abandonar nuestro país, repito con más vehemencia, si acaso se puede, la pregunta que nos dejó Matt Ridley a los guatemaltecos cuando visitó nuestro país: “¿Qué tema puede ser más importante que el origen de la prosperidad?”

¡Cuántas historias de éxito habrá escuchado Claudia Patricia antes de tomar la decisión de emigrar! Historias de compatriotas nuestros que llegaron a EE.UU. y acrecentaron sus ingresos. Por eso, tantos como ella optan por hacer la maleta e irse a vivir al otro lado de la frontera, con la certeza de que van a encontrar trabajo productivo, condición sine qua non para la supervivencia de todo ser humano, ya que si quiero incrementar mis ingresos reales, debo aumentar mi productividad. Y, ¿quién no va a querer contratar a aquel que sabe que su mejora de vida depende de su productividad?  .

El hambre que sufren incontables compatriotas nuestros, el cual a duras penas logran saciar precariamente, no es consecuencia del cambio climático, ni de los avorazados empresarios, ni de la falta de programas sociales estatales: es producto de todos los obstáculos que hay para crear riqueza. Y la peor de las ironías es que la mayoría de esos obstáculos son puestos con la excusa de ayudar al desarrollo. ¿El desarrollo de quién? Una tragedia promovida por aquellos que creen que apoyan, y que lo único que logran en el largo plazo es más miseria para los más pobres. ¡Ah! Y facilitar la corrupción para aquellos que llegan al ejercicio del poder.

Para que no decidan más claudiapatricias emigrar, tienen que confiar de que en Guatemala pueden prosperar. Para poder prosperar necesitan contar con un trabajo productivo. Para que haya trabajo, necesitamos inversión. Para que haya inversión por lo menos debe haber certeza jurídica, respeto a la propiedad privada y un sistema impositivo bajo y competitivo. Bien lo dijo Dwight E. Lee: “Las decisiones políticas equivocadas, que ignoran lo que hemos aprendido de la economía REAL, afectan a los más pobres”. ¿Cuántos más morirán antes de que la mayoría reconozca la realidad?


Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el lunes 28 de mayo de 2018.

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2.26.2018

La ley de la atracción



Sin leyes objetivas, respetadas e iguales para todos, no vamos a atraer la inversión que necesitamos para transformar nuestros recursos en la riqueza imprescindible para que aquellos que se esfuercen, mental y físicamente, puedan superar la pobreza, progresar y mejorar su calidad de vida. Aún los menos aptos y los más perezosos pueden vivir mejor dentro de un sistema de normas propias de un verdadero Estado de Derecho.

¿Qué tipo de inversión se necesita para que haya crecimiento económico? La única a la cual aplica correctamente el término: la inversión de capital. Los gobernantes no invierten en nada: sólo gastan lo que es de otros. Y ese gasto, para que contribuya a la prosperidad de todos, debe ser de acorde a la naturaleza del gobierno, no según los reclamos, exigencias o caprichos de los grupos de interés o la gente bien intencionada, pero equivocada. La evidencia de que la redistribución de la riqueza sólo aumenta la pobreza en el largo plazo, es abrumadora. Sólo falta que sea reconocida por quienes promueven medidas estatistas y por quienes sufren las consecuencias de esas medidas.

¿Cuándo van a recuperar los capitalistas la confianza en nuestro país? Cuando los dejen trabajar y se respete la propiedad privada de los medios de producción. Cuando se les deje de agredir. Cuando termine el terrorismo fiscal. Cuando haya certeza jurídica. Cuando los colectivos que promueven la destrucción, el conflicto y la injusticia, cuyos líderes viven cómodamente de la miseria de los pobres, pierdan la influencia política y el poder que tienen en las cortes y demás organismos del Estado.

Es una tontería creer que para aumentar el crecimiento económico, hay que aumentar la carga tributaria. Así como es una tontería pretender aprobar, como sugirió Jimmy Morales, otra ley de expropiación, sin importar la excusa, ya que ésta sólo serviría para facilitar a los gobernantes apropiarse de las propiedades de cualquiera. También es una tontería aprobar una ley anticompetencia, solo por complacer a burócratas internacionales.

Todo lo anterior lo que logra es alejar a esos capitalistas que necesitamos atraer, porque sin su capital NO podemos aumentar la productividad y por tanto alcanzar el ansiado progreso. Por eso es que, a pesar de la enorme cantidad de emprendedores que hay en nuestro país, Guatemala es percibida como un país antiempresarios. Es nuestro sistema político el que obstaculiza el progreso, NO la corrupción, la cual es una consecuencia más del sistema de incentivos perversos engañosamente llamado Estado Benefactor/Mercantilista. Un sistema que impide, irónicamente, el bienestar de la mayoría.

En fin, es importante recordar que, para que la inversión rinda frutos, necesitamos trabajar y ser productivos. Todo crecimiento, en todo sentido, depende de nuestra actividad. No hay desarrollo intelectual o físico sin esfuerzo, y el esfuerzo implica trabajo. Bien lo dijo Calvin Coolidge: “El trabajo no es una maldición, es una prerrogativa de la inteligencia… es la medida de la civilización".


Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el lunes 26 de febrero de 2018.

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11.27.2017

Desigualdad: pobreza y corrupción



Tanto la pobreza como la corrupción, junto con otros muchos males, son consecuencia de la desigualdad. Pero no de la desigualdad económica como algunos repiten irresponsablemente desde tiempos de Karl Marx. La pobreza y la corrupción son consecuencias de la desigualdad ante la ley, cuando ésta pierde su razón de ser y se convierte en un medio para otorgar privilegios a unos a costa de los otros.

Sé que reconocer lo anterior es ir en contra de la idea predominante en el mainstream intelectual, que apoya esa desigualdad ante la ley para buscar la igualdad en las condiciones de vida de la gente. Sin embargo, yo elijo ser políticamente incorrecta, porque lo que me interesa es estar en lo correcto: que los juicios que emita sean verdaderos, o sea, que coincidan con los hechos de la realidad. Total, si nos vamos a dejar guiar por las opiniones de los demás, ¿qué sentido tiene tener opiniones propias?

Quienes hoy sufren los estragos de la miseria, irónicamente, están sufriendo más “por las buenas personas que quieren preocuparse por los negocios de otros hombres que por las malas personas que están dispuestas a dejar que todos se preocupen por sus propios asuntos individuales”, como declaró Clarence Darrow, en su discurso de 1908 a los miembros de la Liga de la Libertad Personal. Hecho que podemos corroborar con sólo ver los resultados trágicos que el intervencionismo en búsqueda de la igualdad económica ha provocado.

El origen de la pobreza NO es la desigualdad per se. La desigualdad es propia de nuestra naturaleza. No existen dos personas idénticas. Todo ser humano es único e irrepetible: un fin en sí mismo. Respetarnos implica reconocer que cada quién es libre de elegir su proyecto de vida y, además, es responsable de realizarlo. Y es en esa diversidad de individuos y de elecciones en donde encontramos el origen del progreso de nuestra especie. Lamentablemente, quienes pretenden acabar con tal desigualdad, que entre otras cosas se refleja en la consecuente diferencia en ingresos, promueven medidas estatistas que obstaculizan la creación de riqueza que permite la mejora en la calidad de vida de todos. En fin, de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno.

Y la ironía de lo anterior es que con esas medidas que invocan la intervención del omnipotente, Estado, terminan favoreciendo a los gobernantes otorgándoles poderes casi ilimitados. Poder que utilizan para favorecer a amigos o extorsionar a la gente productiva y creadora de riqueza. El origen de la corrupción NO es el financiamiento a los políticos como pretenden algunos que creamos. El origen de la corrupción es ese PODER que gozan dentro del Estado Benefactor/Mercantilista aquellos que llegan a su ejercicio.

“El hombre verdaderamente educado es ese individuo raro que puede separar la realidad de la ilusión”. Eduquémonos y ayudemos a otros en ese proceso. Demos la batalla de las ideas, previamente aclarando las propias, para que cambiemos efectivamente lo que debemos cambiar, si es que nuestro objetivo es superar la pobreza, acabar con la corrupción y progresar.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 27 de noviembre de 2017.

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5.29.2017

El poder de las ideas



Es el mayor de los poderes. Es un poder propio de la naturaleza del ser humano. Puede utilizarse para el bien o para el mal. Lamentablemente, sólo una minoría es consciente del poder de las ideas. Dentro de esa minoría, hay quienes deseamos fervientemente que la mayoría se dé cuenta del significado trascendental que tienen en sus vidas las ideas. Sin embargo, hay otros que prefieren que esa mayoría permanezca ajena a la importancia de éstas. Ignorancia que les facilita manipular a quienes renuncian a pensar por sí mismos.

Somos la única especie capaz de abstraer, de integrar a nuestro conocimiento conceptos de índole superior que nos han permitido crear bienes y servicios que, en particular en los últimos doscientos años, han mejorado exponencialmente nuestra calidad de vida, además de permitir nuestra reproducción por miles de millones, sin agotar los recursos con los que se cuentan. Más aún, contrario a la falsa creencia popular de que estamos acabando con éstos, el esfuerzo mental y físico de muchos nos ha permitido multiplicarlos.

Para poder progresar y vivir la mejor vida posible, las ideas a partir de las cuales vamos a actuar deben estar basadas en juicios verdaderos: juicios basados en hechos de la realidad, y no en opiniones, creencias o deseos sin evidencia que pruebe su veracidad.

Dentro del sistema de normas prevaleciente, hay quienes consideran que es peligroso buscar la verdad, ya que ésta no es conveniente para quienes ejercen el poder político y los grupos de presión privilegiados, ya que mantienen ese poder y sus prebendas gracias al apoyo de la mayoría confundida. Pero, aún peor que el peligro que implica buscar y decir la verdad, son las consecuencias de ignorar o falsear la realidad: esto equivale a un suicidio lento, doloroso y sostenido en el tiempo. Recuerde: el ser humano puede falsear la realidad, pero no puede evitar las consecuencias de falsearla.

Parte del proceso implica identificar a aquellos que lo engañan y cómo logran su objetivo. Aprenda a identificar las falacias, lo que no es complicado de hacer una vez se conocen las más comunes: la falacia ad hominem, la falacia de la generalización apresurada y la falacia del hombre de paja. Es todavía más fácil de identificar a quiénes mienten descaradamente y ponen en boca de otros cosas que nunca han dicho: sólo pídales la evidencia de lo que sostienen, y su mentira caerá casi inmediatamente.

¿Qué implica el proceso de aclararnos las ideas y por qué es vital para todo ser humano cuyo propósito moral más alto es ser feliz? ¿Por qué es importante vencer nuestros miedos, independientemente de cuáles estos sean, y dar la cara y el nombre en la batalla de las ideas? ¿Por qué es importante superar el resentimiento, la frustración o la envidia que lo puedan invadir? La respuesta a estas preguntas, y a muchas más, es la misma: por su bien y el bien de sus seres queridos.

Las ideas no mueren. Las ideas tienen consecuencias. Las ideas son poderosas. Use correctamente su mente. Razone. Elija ser un #LiberHéroe.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 29 de mayo de 2017.

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7.11.2016

Movilidad social

Igualdad ante la ley versus la "equidad"

La llamada movilidad social vertical (poder pasar de pobres a ricos y viceversa) depende del sistema político y la forma de gobierno que impere en una sociedad. A más libertad, más respeto a la propiedad privada de los medios de producción y más seguridad en lo que respecta a la vida y el cumplimiento de los contratos, mayor es la probabilidad de que aquellos que nacen en una familia con pocos recursos económicos puedan crear riqueza y mejorar sustancialmente su calidad de vida. Por supuesto, lo anterior a partir de las metas que cada uno se fije, del riesgo que se esté dispuesto a tomar y del esfuerzo, tanto mental cómo físico, que cada quien esté dispuesto a hacer.

Por el contrario, a más intervención, más estatismo, más colectivismo y más privilegios a los distintos grupos de presión, mayores serán los obstáculos para la superación personal de la mayoría, en particular de los más pobres. Los únicos que por un tiempo se benefician de un status quo basado en la idea de que los gobernantes, en nombre del abstracto Estado, pueden violentar los derechos de unos para favorecer a otros, son aquellos que llegan al ejercicio del poder, sus parientes y sus amigos.

Hace un par de semanas leí un artículo firmado por Sarah O’Connor en el Financial Times (elP 28 de junio de 2016), titulado “Los ricos tienen que ceder su lugar para que los pobres salgan adelante”, el cual me motivó la presente reflexión. En el escrito de O’Connor, lleno de falacias, la autora asegura que casi nada ha cambiado desde el siglo quince, lo que salta a la vista que no es cierto. Obvia, no sé si intencionalmente o por ignorancia, todo el progreso que hubo para los miembros de nuestra especie a partir del siglo diecinueve y de la revolución industrial.

La mencionada reportera termina su artículo de una forma que me parece funesta: “Si no encontramos una manera de impulsar la productividad y el crecimiento, entonces tendremos que aceptar la alternativa: si queremos que avancen más niños pobres, algunos niños ricos tendrán que bajar de nivel”. O’Connor propone sacrificar a unos niños para el supuesto beneficio de otros, apelando a la confusión que existe en lo que respecta al origen de la riqueza y, me atrevo a apostar, que confía en la envidia y el resentimiento de otros para fortalecer el apoyo a su propuesta.

El argumento principal de O’Connor, muy difundido en ambientes burocráticos estatales, se basa en la falacia de que lo que importa es la brecha entre ricos y pobres, y no en el juicio verdadero de que lo importante es la mejora constante en la calidad de vida, sostenida en el tiempo, de todos. ¿Qué podemos inferir de aquellos que les preocupa más la brecha de la desigualdad, que la mejora en la calidad de vida de la gente?

En fin, una de las cosas que podemos hacer es aprender de los errores de nuestros antepasados y de nuestros contemporáneos (los venezolanos, por ejemplo), para no cometerlos nosotros también. Debemos aclararnos las ideas.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 11 de julio de 2016.

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5.23.2016

Emérita crea riqueza en EE. UU.



Y disfruta de la riqueza que ella ha creado, la cual comparte con sus seres queridos tanto en EE. UU. como en Guatemala. Me enteré de la historia de Emérita gracias a un artículo de Mario Vargas Llosa titulado “Un muro de mentiras”, el cual fue publicado el 22 de octubre de 2006 en el diario “El País” de España:

“La conocí hace tres años, cuando pasé aquí en Washington otro semestre, como ahora. Nos la recomendaron unos vecinos a los que Emérita venía a limpiarles la casa dos veces por semana. La contratamos y nos prestó un magnífico servicio, porque en las dos horas que pasaba entre nosotros con sus lustradoras y barredoras eléctricas y plumeros, dejaba la casa tan pulcra como una carnicería suiza. Nos cobraba entonces 60 dólares por aquellas dos horas. Ahora, hemos tenido la suerte de volverla a contratar, nos cobra 90 dólares, cada vez. En verdad nos hace una rebaja, porque todos nuestros vecinos le pagan por este servicio… 100 dólares.

“Emérita es una centroamericana que lleva ya 10 años en Estados Unidos y se desempeña bastante bien con el inglés. Tiene una camioneta Buick último modelo y una parafernalia ultramoderna para barrer, lustrar, limpiar, baldear y sacudir. Los sábados -trabaja seis días por semana y el domingo descansa- la ayuda su marido que, el resto de la semana, trabaja como jardinero. No sé cuánto gana él, pero Emérita limpia cada día un promedio de cuatro casas, y a veces cinco, lo que significa que tiene un ingreso mensual que no baja de los 8.000 dólares. Por eso ella y su marido han podido ya comprarse una casa aquí en Washington y otra en su país de origen.

Antes de venir a Estados Unidos, la pareja sobrevivía a duras penas, viviendo en condiciones de mera subsistencia. Pero, lo peor, dice Emérita, no era eso ‘sino que no había ninguna esperanza de mejorar en el futuro. Ésa es la gran diferencia con Estados Unidos’. Sí, en efecto, ésa es la enorme, la sideral diferencia, y ésa es la razón por la que miles, decenas de miles, millones de latinoamericanos, que conocen muy bien la historia de Emérita y su marido, les siguen los pasos, y escapan de esos países-trampa, donde no hay esperanza”.

¿Por qué Emérita no pudo progresar en Guatemala? ¿Por qué Emérita en EE. UU. se convirtió en una exitosa empresaria que presta servicios de limpieza? Para responder estas preguntas, debemos remontarnos al último cuarto del siglo dieciocho en Estados Unidos, período de tiempo en el cual los padres fundadores de este país debatieron por un década sobre cuál sería el sistema político y la forma de gobierno ideal para que los habitantes del naciente país tuvieran, a partir de su esfuerzo propio, la oportunidad de progresar. Optaron por el sistema que ojalá algún día tengamos en Guatemala: por una República cuyo objetivo era proteger los derechos individuales de todos. Es así como nace el capitalismo moderno, ese que, a pesar de los ataques falaces en su contra, aún permite que la gente que se esfuerza pueda mejorar su calidad de vida.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 23 de mayo de 2016.

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8.04.2014

Deshonesto deterioro



Más de una vez en nuestra vida hemos escuchado la expresión “en franco deterioro”, para enfatizar que una situación en lugar de mejorar, empeora. Sin embargo, el uso de la palabra franco me genera cierta inquietud, ya que mi mente la asocia con la franqueza, una virtud que si la mayoría cultiváramos nos facilitaría la búsqueda de la felicidad. Sobre todo en lo que a convicciones trata. Hoy es casi tan difícil encontrarse con una persona intelectualmente honesta, como lo es toparse con un político de profesión que no robe a los tributarios.

Pareciera más probable encontrar una aguja en un pajar que tropezar en la batalla de las ideas con un interlocutor cuyo objetivo sea encontrar la verdad, la cual no depende de la opinión de nadie: depende de la realidad. Y lo anterior es casi imposible en especial entre los representantes del mainstream académico, intelectual y periodístico; no solo en Guatemala sino en todo el mundo. Aquellos formadores de opinión que descaradamente mienten, sacan de contexto los hechos y la mayoría de su argumentación la basan en falacias ad hominem, falacias non sequitur y la más usada en los últimos tiempos: la falacia del hombre de paja.

Es lamentable reconocer que entre la mayoría de personas que no forman parte de los, en muchas ocasiones, arrogantes círculos académicos e intelectuales - o sea, entre la población en general - prevalece la pereza mental. Y de esto último se aprovechan tanto los estatistas como los populistas politiqueros para avanzar sus intereses personales sin importarles, como es de esperar, las consecuencias trágicas que su ambición, su necedad o sus problemas de ego acarrean al resto, sobre todo cuando estos tienen el poder de imponer sus caprichos a los demás o han logrado cautivar a ingenuos que, por no hacer el esfuerzo mental por aclararse las ideas, son presas fáciles de aquellos que los van a manipular por medio de las emociones.

Es de vital importancia para todos (aún aquellos a quienes no les interesa aprender) reconocer que la única manera de detener el proceso de franco deterioro en el cual se encuentra la calidad de vida de muchos, es despertando a la mayoría que ha sido embaucada, o que se engaña sí misma, de la pesadilla en la cual nos van a sumir a todos si no se preocupan por encontrar el porqué de la situación actual, atreviéndose a buscar sus premisas y a cuestionarse sobre la falsedad o verdad de estas a la luz de la evidencia.

Hay quienes piensan que necesitamos tocar fondo (otra frase coloquial común) para que la situación cambie radicalmente. Sin embargo, esta creencia me genera ciertas dudas como, por ejemplo, ¿qué significa tocar fondo? ¿Cómo saber que efectivamente hemos tocado ese fondo? ¿Cuál es el sacrificio en vidas humanas que ese tocar fondo representa? ¿Existe un camino menos doloroso que el de la caída en picada en el cual nos encontramos? Tal vez sí. El del honesto reconocimiento de que nos hemos equivocado de camino, si acaso nuestro objetivo es el progreso.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 4 de agosto de 2014.

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7.28.2014

Inversión/Empleo: estrategia errada



Antes que nada quiero dejar claro, como lo he hecho en incontables oportunidades, que estoy totalmente en contra de todo privilegio, no importa la excusa que utilicen para aprobarlo ni las supuestas buenas intenciones de quienes lo promueven. Lo anterior es aplicable a todo grupo de presión: industrial, comercial, ambiental, laboral, social… Es irrelevante el objetivo específico del grupo, una vez los miembros de este pretendan violentar los derechos de otros con tal de satisfacer sus intereses particulares.

Por lo anterior considero que es de vital importancia que sea aprobada por medio de una Consulta Popular la propuesta de modificar la Constitución presentada por la Asociación Civil ProReforma, en especial el cambio al artículo 157, contenido en la Sección Primera, que trata del Congreso de la República y reza lo siguiente: “En ningún caso el Senado o la Cámara de Diputados emitirán leyes o decretos arbitrarios o discriminatorios, en los que explícita o implícitamente se concedan prerrogativas, privilegios o beneficios que no puedan disfrutar todas las personas que tengan la oportunidad de hacerlo”. Una innovación trascendental que haría realidad la deseada igualdad de todos ante la Ley, la única igualdad posible.

Sin embargo, pienso que en la discusión de la Iniciativa 4644, “Ley de Inversión y Empleo”, la mayoría de los interesados, tanto los que la impulsan como los que la adversan, se han equivocado en su estrategia, sobre todo en lo que a la eliminación del Impuesto Sobre la Renta (ISR) trata. En lugar de dividir sus fuerzas, hay que unirse para que la supresión de este dañino tributo sea generalizada, y no un privilegio de unos cuantos. El solo hecho de que los gobernantes respalden la sugerencia de los burócratas que trabajan con ellos de eliminarlo, es un reconocimiento al camino que debemos seguir si queremos atraer capitales y mejorar nuestra calidad de vida.

Es lamentable y un tremendo error que columnistas bienintencionados, al igual que líderes empresariales como Jorge Briz (Presidente de la Cámara de Comercio), al emprender la justa batalla en contra de los privilegios, hayan fortalecido la falaz argumentación de los estatistas que solo les interesa ver cómo logran exprimir más al tributario guatemalteco por medio de más impuestos.

Tal vez peco de ingenua al creer que es posible, todavía, llegar a un acuerdo entre quienes hoy se enfrentan en este asunto para aprovechar la oportunidad que da el mismo gobierno para que se elimine este nefasto impedimento al desarrollo en nuestro país. A lo mejor entre los asesores de Otto Pérez Molina hay alguno lo suficientemente sensato y valiente para explicarle al Presidente que también ellos (y su adorada recaudación) se van a beneficiar más pronto de lo que prevén si toman la decisión de eliminar el mencionado tributo de manera general. Eliminar los obstáculos que han puesto a la creación de riqueza es la estrategia correcta para asegurar el progreso.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 28 de julio de 2014.

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1.06.2014

2014



Empecé este ciclo haciendo un balance de los hechos que más me impactaron, para bien o para mal, en el año 2013, tanto en mi esfera íntima como en la pública. En lo personal, el balance de la etapa recién terminada es positivo. A pesar de los retos que me tocó enfrentar en diversos ámbitos (familiar, empresarial, profesional, emocional, intelectual…) puedo decir con satisfacción que no olvido el año viejo porque me dejó mucho más que una cabra, una burra negra, una yegua blanca y una buena suegra, recordando la célebre composición del colombiano Crescencio Salcedo. Lamentablemente, no puedo decir lo mismo en lo que respecta a los asuntos públicos de nuestro país.

El 2013 fue el año en que se generalizó el descontento de la población con el actual gobierno. Fue un año de constantes denuncias de corrupción, abusos de poder y nepotismo, entre otras cosas. En lo particular, no me sorprendió. Bien lo he afirmado en múltiples ocasiones que el actual sistema político atrae a los peores representantes de nuestra sociedad. Es un imán para aquellos que quieren pasar a mejor vida sin trabajar: para los mentirosos, los ladrones, los parásitos… que suelen pulular en el ambiente político de Guatemala. Y, por supuesto, en todos aquellos lares en los cuales prevalece el Estado Benefactor/Mercantilista por encima de la verdadera República y el Estado de Derecho.

Ahora, ¿Qué nos depara el año 2014? En lo que respecta al área personal, dependerá de las decisiones que tomemos cada uno de nosotros para alcanzar las metas que nos hayamos fijado. En el área política nos espera un año complicado. Por un lado, será un año de elecciones en las cuales no podemos participar de forma directa, pero sí indirecta participando en discusiones en las redes sociales, enviando correos de los lectores a los diarios y llamando a los programas radiales que promueven el debate intelectualmente honesto y la búsqueda de la verdad.

Elegirán los diputados a nuevos magistrados para el Tribunal Supremo Electoral, para la Corte Suprema de Justicia y para la Corte de Apelaciones. También van a elegir al próximo Fiscal General y a quién ocupará en el siguiente período el cargo de Contralor General de Cuentas. Por lo demás, podemos esperar algo similar al año pasado, solo que incrementado: más corrupción, más abusos de poder, aumento de la criminalidad, que se intensifique la campaña política con miras a las elecciones generales de 2015… En fin, las cosas van a empeorar, así que nosotros a actuar inteligentemente para sobrevivir el temporal que se nos avecina.

No obstante, soy optimista y abrigo la esperanza de que en el futuro, aunque tal vez no sea en el cercano, las cosas van a mejorar para la gente responsable, respetuosa y productiva que, creo, es la mayoría. Por eso termino con lo expresado por el director de cine Diego Quemada: “El sueño americano ya no existe, pero el sueño de una vida mejor es universal y eso no va a cambiar. Dónde y cómo cada uno lo tiene que ir descubriendo”.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 6 de enero de 2014. La imagen fue creada por Luis Tuchán.

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7.29.2013

Bono(s)



Es una coincidencia que hoy también uno de los hilos conductores de mi artículo (como lo fue la semana pasada) sea un trío. La diferencia es que ahora no está integrado sólo por personas. El mes de julio que se acaba ha sido un período en el cual varios tipos de bonos han ocupado parte de la discusión nacional en los medios de comunicación tradicional y en las redes sociales virtuales. De estos bonos, el que más alegría causó a quienes lo recibieron fue el Bono 14. ¿Qué puedo decir al respecto? Que ¡ojalá! lo hayan usado inteligentemente por su propio bien en el largo plazo.

El más controversial de los bonos, y el que más debate e indignación ha causado, es la intención de Otto Pérez Molina de legalizar parte de la llamada deuda flotante (compromisos fraudulentos del gobierno actual y de los gobiernos anteriores) por medio de la emisión de bonos del Estado, la cual debe ser aprobada por el Congreso. Lamento que varios constructores bien intencionados (no todos lo son) hayan sido estafados por funcionarios públicos corruptos que deberían estar presos. Pero no por eso debe reconocerse como responsabilidad del Estado (entiéndase: del tributario) esa deuda. Ni por medio de préstamos, ni por medio de bonos, ni de ninguna manera.

Eso sí, quienes fueron estafados DEBEN demandar a aquellos que los engañaron para que cancelen las cuentas pendientes. Esos ladrones deben de estar "forrados de pisto", con todo lo que robaron. Las deudas que fueron legalmente adquiridas, y si los proyectos fueron correctamente terminados y entregados, deben ser canceladas. En esa batalla estoy dispuesta a participar como ciudadana y como periodista. Pero toda aquella deuda que no estaba contemplada en el Presupuesto previamente a ser contratada es ilegal, y la deben de pagar quienes la adquirieron.

Esta tríada la completa el cantante de origen irlandés Bono que, por cierto, en el manejo del dinero que ha ganado con sus discos y conciertos ha sido muy inteligente, hecho que lo ha convertido en un importante capitalista/inversionista y filántropo. Pero bueno, por motivos desconocidos para mí, la semana pasada circuló en las redes sociales parte de lo dicho por el mencionado vocalista del conjunto U2 el 12 de noviembre de 2012 en Georgetown University (EE. UU.) dentro del marco del Global Social Enterprise Event: “…el comercio y el capitalismo emprendedor sacan a más gente de la pobreza que la ayuda… aquí y alrededor del mundo el estado benefactor y la ayuda exterior son sólo Band-Aids [curitas]. La libre empresa ES la cura”. En Dublín (Irlanda, octubre de 2012) ya había declarado que “los creadores de empleos y los innovadores SON la clave y la ayuda es sólo un puente”.

"El espíritu empresarial es la forma más segura de desarrollo", sabias palabras de alguien que no me atrevo aún a llamar libertario, pero sí un hombre exitoso, influyente y con sentido común, que es capaz de enmendar sus errores y reconocer que para superar la pobreza hay que crear riqueza.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 29 de julio de 2013.

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7.08.2013

Falta el respeto



Al final de mi artículo de la semana pasada pregunté qué hace falta para que todos entiendan que debemos respetar la propiedad, la vida y las decisiones de los otros, una vez sus acciones no violenten nuestros derechos individuales. Porque si queremos que se respeten nuestras elecciones personales, debemos respetar las de los demás aunque sean opuestas a las nuestras. Aunque creamos que se equivocan, no podemos ¡ni debemos por nuestro propio bien en el largo plazo! obligar a vivir a los otros según nuestra propia escala de valores. Sólo podemos exigir que nos respeten, si nosotros aprendemos a respetar.

No hay que confundir lo moral con las creencias religiosas.  “Lo moral es lo escogido, no lo forzado; lo comprendido, no lo obedecido. Lo moral es lo racional…”, escribió Ayn Rand. Lo moral es tomar las decisiones correctas (actuar bien) para asegurar nuestra felicidad. Es saber diferenciar entre lo que es bueno y lo que es malo. No se necesita creer en un dios ni formar parte de una religión para reconocer que es incorrecto robar, extorsionar, defraudar, engañar, violar, secuestrar, torturar, asesinar… Más aún, es lamentable que a lo largo de la historia, casi todas las religiones hayan promovido muchos de los crímenes que recién listé.

Usted es libre de creer lo que quiera creer. Pero no tiene derecho a imponerle sus creencias a otros y menos utilizar el poder del Estado para alcanzar ese objetivo. Acepte que mañana la voluble, la caprichosa mayoría puede cambiar, y no le gustaría que otros le impusieran sus creencias. A nadie le agrada que otros le obliguen a vivir su vida según sus estándares y/o dispongan de sus bienes. Tarde o temprano, lo que se termina provocando es, en el menos peor de los escenarios, la hipocresía y las vidas basadas en mentiras. Y en otros casos, tristemente, ha llevado a muchos a optar por el suicidio.

La naturaleza humana es racional y volitiva. Violentar las decisiones de los otros, solo porque chocan con nuestras creencias (no violentan nuestra vida, libertad y propiedad) es antinatural. Es falsear la Ley de Identidad: aquello que nos hace ser humanos y nos diferencia del resto de los seres vivos. No es cuestión de agredirnos los unos a los otros. Es cuestión de respetarnos como seres independientes, con voluntad propia. Todos diferentes. Es entender que la única igualdad posible es ante la Ley, la cual descansa en el respeto a los derechos individuales de todos: la base de una sociedad justa.

Puede llegar a ser una magni sudoris opus (una obra muy trabajosa) para algunos, pero vale la pena intentarlo si queremos vivir en una sociedad donde sea posible alcanzar nuestro proyecto de vida, aun cuando no coincidan nuestras creencias. Para lograr la igualdad de todos ante la Ley, debemos eliminar los privilegios, tanto los que tienen que ver con el intercambio libre de bienes como con los aspectos comúnmente llamados sociales. Para progresar necesitamos paz. Y para que haya paz, necesitamos respeto.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 8 de julio de 2013.

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12.10.2012

El debate sin desarrollo




Casi siempre, el debate público en Guatemala termina siendo una discusión sin desarrollar (DRAE: 3. tr. Explicar una teoría y llevarla hasta sus últimas consecuencias.) y sin integridad (DRAE: íntegro: 2. adj. Dicho de una persona: Recta, proba, intachable.), menos integral (DRAE: 1. adj. Global, total.). Así como no hay desarrollo (DRAE: 3. m. Econ. Evolución progresiva de una economía hacia mejores niveles de vida.) para los habitantes de nuestro país con las leyes (legislación) que han aprobado y pretenden aprobar, tampoco el debate sobre las leyes y las condiciones que necesita todo ser humano y una sociedad entera para progresar se desarrollan en Guatemala.

La descontextualización (sacar de contexto), la confusión conceptual (comenzando porque no  se definen los conceptos) y los intereses multimillonarios que dependen del sistema de privilegios que impera en nuestro país, son los principales problemas por los cuales es prácticamente imposible ponerse de acuerdo con aquellos cuyos objetivos dependen del uso arbitrario del poder. Además de la deshonestidad intelectual de muchos articulistas a quienes la verdad [DRAE: 7. f. realidad (‖ existencia real de algo)] les importa poco, sino nada. Lo único que les interesa es llamar la atención y que se les dé la razón, aunque no la tengan, para alimentar su frágil ego.

Uno de los mejores ejemplos de lo anterior es la discusión de la iniciativa 4084, mal llamada ley del sistema nacional de desarrollo rural integral. Las falaces generalizaciones en el supuesto debate, los ataques ad hominen, la falta de evidencia de lo aseverado y la ignorancia del contenido de la propuesta por parte de algunos de los defensores de la misma son obvios. ¡Hasta el número de iniciativa han confundido! Una legislación que solo favorece a los dirigentes de los grupos que la apoyan y a la burocracia estatal que se va a crear, violenta la igualdad de todos ante la ley y fortalece la dependencia de la gente del abstracto Estado (representado por el gobernante de turno), por mencionar algunos puntos, debería ser rechazada por todo aquel que se ha preocupado por conocer sus fundamentos.

El objetivo del debate público no debe ser ceder o negociar para complacer a grupos de presión. Debe ser encontrar el camino correcto para que haya de verdad progreso para TODOS aquellos que están dispuestos a asumir sus responsabilidades. Y que los vividores y su estrategia de provocar lástima y manipular a otros sea denunciada y rechazada. Y, a los bienintencionados, les recuerdo que es mejor no hacer nada si lo que se va hacer empeora la situación, como es el caso de la mencionada propuesta legislativa.

Termino con la siguiente idea de Ayn Rand, la cual comparto: "Cuando estoy en desacuerdo con un hombre racional, dejo que la realidad sea nuestro árbitro final; si yo tengo razón, él aprenderá; si estoy equivocado, yo aprenderé; uno de nosotros ganará, pero ambos nos beneficiaremos".


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 10 de diciembre de 2012. La imagen la bajé del blog de Nico Colau.

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5.07.2012

Necesito trabajar




Necesito trabajar para alcanzar mis objetivos, el primero de estos, sobrevivir. Si no trabajo, no me puedo alimentar, no puedo comprar vestido que me cubra ni pagar un techo que me proteja de las inclemencias del clima. Necesito trabajar para mejorar mi calidad de vida y velar por mis seres queridos que dependen de mi trabajo, aquellos a quienes he elegido como valores y, por tanto, asumo la responsabilidad de mantenerlos por el tiempo que sea necesario para su buen vivir.

Nadie me puede obligar a trabajar, a menos que sea mi amo y yo su esclava. Nadie me puede obligar a trabajar, a menos que me encuentre presa y privada de libertad. Pero tampoco nadie tiene la obligación de darme trabajo, menos de mantenerme. Aquel que me emplee, lo hará en pleno ejercicio de su voluntad, libremente y porque emplearme le va a representar un beneficio. Es un libre intercambio entre ambos. Los dos ganamos.

Necesito trabajar porque si no trabajo, me muero. Trabajar es una decisión que toma toda persona que elije pensar: usa su razón que le permite identificar la realidad y decidir sin aceptar, menos permitir, presiones de otros. Elecciones personales que hace de manera objetiva, siendo las principales elecciones su escala de valores y los medios adecuados para alcanzar eso valores y conservarlos.

Puedo trabajar por cuenta propia o por cuenta ajena. Necesito trabajar, independientemente de que yo sea quien arriesgue e invierta y, por cierto, dé trabajo a otros que también (como yo) lo necesitan; o alguien más sea quien corra con los riesgos de emprender y me emplee para alcanzar sus metas.

Necesito trabajar, para poder descansar. Necesito trabajar para permitirme un tiempo de ocio, dedicado a enriquecer mi conocimiento o al esparcimiento por el tiempo que sea necesario para reponer la energía que he destinado al trabajo productivo: todo en la justa medida y a la medida de mis propósitos.

Trabajar es una condición necesaria para la vida de todo ser humano. Y va más allá de si tengo o no los suficientes ingresos para satisfacer mis necesidades físicas. El ser humano necesita trabajar para vivir como humano. Para sentirse orgulloso de su existencia única e irrepetible. El ser humano necesita trabajar para sentirse digno: para saber que lo que tiene se lo ha ganado en base a su esfuerzo e ingenio, que no es producto de la laboriosidad de otros. Saber que soy capaz de mantenerme y cumplir con mis compromisos me engrandece ante mis propios ojos: los únicos que plenamente saben quién soy.

La laboriosidad es una virtud. Es la diferencia entre una sociedad de personas exitosas y felices; y una comunidad de gente fracasada y resentida. Es la que hace la diferencia entre la calidad de vida de los primeros y las condiciones de los segundos. Necesitamos trabajar para nosotros y para alcanzar nuestros objetivos. Necesitamos que el gobierno y los gorrones, los grupos de presión, dejen de estorbar el camino del progreso.


El presente artículo fue publicado el lunes 7 de mayo de 2012 en el diario guatemalteco Siglo Veintiuno.

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4.25.2011

Hagamos un trato



Una frase que resume la base del progreso. Un objetivo posible solo en las sociedades que protegen y defienden la asociación libre y voluntaria entre las personas por encima de la intervención estatal y la coerción ejercida por los gobernantes. La cooperación libremente acordada, legítima, entre dos individuos que se basa en el principio de que todos los involucrados ganan. A ambas partes les conviene el intercambio voluntario, sino no la harían. Ambas partes esperan obtener una ganancia.

Por el contrario, en la relación gobernantes-gobernados, cuando los primeros se entrometen en asuntos que no les corresponden y obligan a los segundos a actuar en contra de sus propios intereses, el resultado es un ganar - perder: gana el gobernante y pierde el ciudadano.

Explica Ludwig von Mises que el comercio es la relación social fundamental que teje los nudos que unen a los hombres en sociedad. Mises distingue entre dos tipos de cooperación social: por virtud de contrato privado y coordinación, o por virtud (yo le llamaría vicio) de mando - obediencia o hegemonía. El primer tipo es simétrico y mutuamente ventajoso. El segundo tipo es asimétrico: hay un gobernante y un gobernado, y los gobernados son simples peones de los gobernantes. Cuando la gente acepta ser tratada como siervo y no ciudadano no se les puede llamar personas libres. Este es el tipo de cooperación obligada que promueve y practica el Estado que otorga a sus gobernantes más poder del necesario para cumplir sus funciones primordiales: velar porque haya seguridad y justicia. ¿Sería lo correcto llamarla imposición y no cooperación? A mi parecer, sí.

La civilización es el resultado de los logros de personas que cooperaron contractualmente, tal y como lo enseña Mises. El Estado contractual respeta el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad propio de un Estado de Derecho. En contraste, el Estado hegemónico no respeta los derechos individuales. Gobiernan las reglas antojadizas de los dictadores, sean estos llamados reyes, congresistas o presidentes. Estas directivas pueden cambiar a diario y los súbditos del Estado deben acatarlas sin chistar. Solo son libres para obedecer sin preguntar.

Los ciudadanos libres, que utilizan su razón, que piensan y exigen que respeten sus derechos, representan una amenaza para los gobernantes y los apologistas del Estado Benefactor que, con falacias y sofismas, usurpan un poder casi imperial, casi ilimitado, con subsidios para unos a costillas de los otros. Con privilegios para ellos y aquellos cercanos a quienes ejercen el poder.

Dijo Aristóteles, según la traducción latina de Guillermo de Moerbeke, que “omnes homines natura scire desiderant". Todos deseamos por naturaleza saber, descubrir el por qué de las cosas y qué nos hace felices. Y eso, solo lo descubrimos cuando somos libres e intercambiamos y cooperamos voluntariamente. Hagamos un trato: cooperemos para defender nuestra Libertad.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 25 de abril de 2011. La fotografía de la Estatua de la Libertad la tomé el 28 de noviembre de 2007.

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5.07.2007

Touché




Después de una inolvidable travesía al otro lado del mundo, regreso a encontrar en mi terruño que el acontecer público diario parece congelado fuera del tiempo: los temas no cambian y mucho menos la forma en que los abordan quienes aspiran a gobernarnos. Peor aún, en algunos momentos, parece que involucionan. Caso cardíaco. Por cierto, de infarto, precisamente, son unas declaraciones del conocido cardiólogo, wanabe vicepresidente, Rafael Espada. Sin duda son prueba irrefutable de que el galeno sabe de de economía, lo que yo sé de cirugía: nada.

En la sección “En la mira” de Siglo Veintiuno del 22 de abril encontré frases de antología atribuidas al compañero de formula de Álvaro Colom. No voy a mencionar la mayoría de éstas, porque me faltaría espacio para comentarlas. Sin embargo, hay unas en especial que considero importante resaltar porque, lamentablemente, la falta de preparación de Espada en el área económica lo hace repetir el error que tantos han cometido antes que él: proponer castigar aún más a la gente productiva del país. ¿Cómo? Con más impuestos. Y no cualquier tributo, sino los más dañinos de todos: impuestos directos progresivos.

“En Guatemala debe haber una reforma fiscal progresiva, que pueda evitar una confrontación de grupos, en la que tanto el empresariado y el Gobierno trabajen”. ¿Acaso no es lo anterior un galimatías? ¿Habrán citado de forma equivocada al candidato? No sé. Usted dirá.

Si Espada se anima a dedicar unas horas a conocer la historia fiscal reciente de nuestro país, descubrirá que gracias a la reforma de 1997, que eliminó y redujo impuestos (diferente a lo que él propone), se logró no sólo atraer inversiones al país, sino, además, aumentó la recaudación en un porcentaje no visto en años por estos lares. Eso sólo para nombrar el ejemplo más cercano. También sería recomendable que estudiara los casos recientes de Estonia y sus vecinos bálticos de la Europa del Este. Y, retrocediendo en el tiempo próximo, le recomiendo investigar también sobre Irlanda y Nueva Zelanda.

Y esta información, y el éxito obtenido con estas medidas, no los encuentra únicamente en los libros de la Marro (algunos de los cuales debería de leer, no sólo citar, para no meter la pata): lo viven los habitantes de los países que han llevado a cabo las reformas fiscales buscando, al menos, lo que se conoce como flat tax. Nunca por medio de la propuesta de Marx (lea el Manifiesto Comunista de 1848) de impuestos progresivos cuyo objetivo es confiscar el capital.


“Lo que no queremos es destruir la iniciativa privada”, declaró Espada. Qué ironía: precisamente eso es lo que se logra con ese tipo de sistema que, casualmente, es el vigente en Guatemala desde hace décadas. Por eso hoy más del 75 por ciento de la economía en nuestro país se lleva a cabo de forma paralela al sistema formal.

En fin, como en un duelo de espadas, no me resta más que decir… touché.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno” el lunes 7 de mayo de 2007.

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4.21.2007

La romántica educación

Hay quienes todo lo quieren arreglar con educación. La educación sentimental, y no me refiero a la obra de Gustave Flaubert, aunque vale la pena citar a Georg Lukács, que consideró ésta “la novela psicológica de la desilusión”. Total, la educación en manos de los gobernantes ha sido una decepción. Sin embargo, hoy escribo sobre esa educación en abstracto, sin importar para muchos qué clase de educación se imparte. La educación como simple discurso manipulador de las emociones.

Aprendamos: así como la religión debe ser separada del Estado (visto este último como un conjunto de normas que otorgan poder a unos para hacer valer los derechos individuales a la vida, la libertad y la propiedad), igualmente, para asegurar que se respeta a todos, debe ser separado el gobierno del Estado de la educación. Esa obligación que corresponde a los padres de familia mientras los hijos son menores de edad, y luego, ya siendo adultos, es nuestra propia responsabilidad continuar ese proceso que termina hasta que morimos.

Las decisiones relacionadas con la educación son de las más importantes que hacemos en la vida. Como explica Alberto Benegas Lynch (h) en su ensayo “La educación en una sociedad abierta”: “La vida es un proceso de aprendizaje, los contenidos específicos respecto de qué tipo de educación se adquirirá depende de la vocación individual, de los talentos, de las potencialidades y de los deseos de cada uno”. ¿Vamos a dejar esas decisiones en manos de los políticos que ostentan el poder?

La educación estatal es lo mismo que educación controlada. En el ensayo ya citado, Benegas Lynch (h) también argumenta, de forma acertada a mi parecer, que los sistemas educativos controlados políticamente, tarde o temprano inculcan doctrinas vinculadas a la supremacía del estado, ya sea el derecho divino de los reyes o a través de la voluntad popular de la democracia. Una vez esa doctrina ha sido aceptada, se constituye en una tarea sobrehumana el intento de frenar la influencia decisiva que ejerce el poder político en la vida de los ciudadanos. Y si algo ha experimentado el ser humano en los últimos 150 años, y ha sufrido las consecuencias de esa experimentación, es la educación manejada por dictadores que, dicen, actúan en beneficio de los pobres. Qué ironía: terminan convertidos en miserables esclavos con el cerebro lavado.

¿Es la educación un medio o un fin? ¿Qué es primero: la creación de riqueza o la educación? ¿Cuál es causa y cuál es consecuencia? ¿Debe ser responsabilidad de los gobernantes? ¿Debemos promover el monopolio de la filosofía de la masificación en materia educativa?

¿Alguna vez ha pensado en quiénes son los encargados de educar en este Estado guatemalteco? ¿Qué ideas inculcan a los estudiantes? ¿Cuáles son los principios que los sustentan? ¿Y cuáles sus fines?

En fin, "La única ventaja de jugar con fuego es que uno aprende a no quemarse“, como dijo Oscar Wilde.


Articulo publicado en el diario guatemalteco "Siglo Veintiuno" el lunes 23 de abril de 2007.

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