De ronchas y conchas
¿A dónde voy con la anterior digresión? A comentar las “ronchas” (molestias) que causaron, en más de uno, mis dos artículos anteriores, en los cuales comentaba el innegable incremento de la criminalidad en nuestro país y sus causas primigenias: la equivocada forma de priorizar los recursos públicos y la cobardía de la autoridades a la hora de aplicar las condenas impuestas por los tribunales, en especial la pena de muerte.
En pocas palabras: el sistema de incentivos perversos que impera en Guatemala, que castiga al productivo y respetuoso y premia al violador o antisocial. Se criminaliza a las víctimas y se victimiza al criminal. Una paradoja más de la eterna incertidumbre en que vivimos, no importa que sea primavera, verano, otoño o invierno.
También comentaba el inusitado interés que el tema ha generado en algunos medios internacionales. Repito: sólo un alucinado negaría las constantes violaciones a la propiedad, la libertad y la vida de las personas. Sin embargo, llamó mi atención que las notas extrañamente manipulaban la información con el objetivo de “recordar” los hechos violentos del “brutal conflicto armado” del siglo pasado. Pareciera que intentan confundir la gimnasia con la magnesia. ¿Para qué? Para beneficiar a quienes lucran de la miseria de otros con la excusa de ayudarlos.
Es obvio lo que molestó a estos personajes a quienes me refiero: que me haya atrevido a ser políticamente incorrecta y los llame como lo que son: gorrones y vividores cuyo “trabajo” sólo provoca más daño a los individuos más frágiles de nuestra nación.
La sola mención de la palabra “guerrillero” hizo a alguno brincar en defensa de estos seres “míticos” que, en su mayoría, no sólo no pagaron el costo de las consecuencias de sus acciones (violar, secuestrar, robar, matar, destruir…), sino que, además, muchos han formado parte de los gobiernos recientes, llevándose a su bolsillo una gran cantidad de dinero perteneciente a los tributarios (mal llamados contribuyentes) que se vieron perjudicados por las decisiones irresponsables de estos “protectores del pueblo”.
Todos aquellos que atentan contra los derechos individuales deben ser castigados. No importa si lo hicieron bajo el cobijo del poder estatal o fuera de este. Pero en nuestra sociedad pervive una doble moral que pretende inculpar sólo a los miembros del ejército y exculpar a los que iniciaron la guerra y actuaron al margen de la ley, a quienes deberíamos llamar simplemente terroristas.
Más allá de las buenas intenciones que decían tener, lo que lograron fue retrasar el desarrollo de los hombres y las mujeres que querían salvar de la “injusticia social”. Al fin, varios de ellos lograron rescatar a algunos de la pobreza: a sí mismos. No se hagan “conchas”: negar lo anterior es una necedad.
Nota: este artículo fue publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, en la columna semanal “Principios”, el lunes 27 de marzo de 2006.