Más que miles de indignados, urgen millones de individuos pensantes. Pero no cualquier pensador: no es la imaginación la que necesitamos usar para llevar a cabo la tarea. Necesitamos apremiantemente poner a trabajar a la razón. La indignación debe ser de índole racional, si lo que queremos es mejorar nuestra calidad de vida de manera constante y sostenible en el futuro. Además de vivir en paz y en un contexto cuyo nivel de incertidumbre sea menor al actual: donde cada uno persiga sus propios fines sin violentar los derechos de los otros.
Según el DRAE, indignar, del latín indignāri, significa: irritar, enfadar vehementemente a alguien. Sin duda, muchos en el planeta estamos indignados por la situación actual, no sólo el francés nonagenario Stéphane Hessel y los españoles que protestan por los “recortes sociales” que tiene que hacer su gobierno, quiera o no quiera José Luis Rodríguez Zapatero. Era el resultado esperado al pretender actuar dentro de un marco de reglas ajenas a la naturaleza humana, a pesar de su obvio atractivo. Me refiero a lo que era inevitable: el fracaso del Estado Benefactor en ese mañana de ayer que ya llegó hoy. Ahora, hay que pagar las consecuencias de tal equivocación.
En fin, como bien cuestiona un viejo aforismo, ¿de dónde telas, si no hay arañas? Aunque, si lo desean, podemos exportar a Sandra Torres a la madre patria para que les regale bolsas solidarias a los que se han enojado porque ya no podrán seguir viviendo a costillas del abstracto Estado. Que siendo correctos, sin eufemismos, hay que reconocer que lo que ya no pueden hacer es seguir siendo mantenidos por los tax payers. Para sobrevivir hay que trabajar. Hay que arriesgar. Hay que producir lo que otros demandan para vivir.
A los indignados de todas las naciones, unidos o cada uno por su lado, si su verdadero deseo es habitar un mundo civilizado, les recomiendo leer la obra magna del genial Ludwig von Mises, “La acción humana”, de la cual copio el final, el más sabio consejo que podemos recibir:
“El estudio de estas leyes praxeológicas [de la acción humana] constituye el objeto propio de nuestra ciencia y de su rama hasta el momento mejor desarrollada, la economía. El saber acumulado por la ciencia económica forma parte fundamental de la civilización: es el basamento sobre el que se han edificado el moderno industrialismo y todos los triunfos morales, intelectuales, técnicos y terapéuticos alcanzados por el hombre a lo largo de las últimas centurias. El género humano decidirá si quiere hacer uso adecuado del inapreciable tesoro de conocimiento que este acervo supone o si, por el contrario, prefiere no utilizarlo. Si los hombres deciden prescindir de tan espléndidos hallazgos y menospreciar sus enseñanzas, no por ello ciertamente desvirtuarán la ciencia económica; se limitarán a destruir la sociedad y el género humano”.
Mises rocks, un intelectual siempre digno de admiración.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 13 de junio de 2011. La foto de “El Gigante de la Libertad”, obra de Walter Peter, la tomé en los Estudios de Libertópolis (donde se encuentra la imagen de la obra mencionada, dedicada por el maestro Peter) el 22 de agosto de 2009.
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