Y hace droga a quien se droga. Pero no es un crimen: no hay daños a la vida, la libertad y la propiedad de otros. Sí, quien se droga va a preocupar a quienes lo valoran (evidentemente, más de lo que él o ella se valora), pero no daña los derechos de nadie. Solo se daña, lamentablemente, a sí mismo. Decide usar irresponsablemente SU libertad, y aunque la mayoría no compartamos SU decisión, debemos respetarla porque ES suya. Solo el o ella deben pagar las consecuencias de sus acciones. Y, en el mejor de los escenarios, aprender de sus errores.
Por supuesto, lo ideal es que logremos hacer ver al drogadicto el daño que se hace, con la esperanza de que al comprenderlo decida dejarlo. Pero, al final, quien tiene la última palabra es quien decidió consumir droga. Consumir droga es un vicio, y como tal debe ser enfrentado. Aquel que quiera dejar las drogas recibirá el apoyo de quienes lo aman bien y deberá seguir los procesos necesarios para abandonar el vicio. Pero, persiguiéndolo como apestado y metiéndolo a la cárcel, lo único que se logra es hundirlo más en su miseria.
La prohibición de la producción, la comercialización y el consumo de ciertos estupefacientes, prohibición impulsada desde hace décadas por el gobierno estadounidense, lo único que ha logrado es atraer la atención de más consumidores que les encanta lo prohibido, y enriquecer a políticos, burócratas y mafiosos que se han beneficiado de los precios a los cuales se venden por el riesgo que implica la prohibición. Y lo anterior a un costo altísimo: la muerte de millones de personas, muchas de estas inocentes. Los que llaman despectivamente casualties of war.
Como dijo Nucky Thompson, celebrando la prohibición del alcohol durante la década de los años veinte del siglo pasado en la primera temporada de la serie Boardwalk Empire de HBO: “In less than two hours, liquor will be declared illegal by decree of the distinguished gentlemen of our nation’s Congress. To those beautiful, ignorant bastards.” ("En menos de dos horas, el licor será declarado ilegal por decreto de los distinguidos caballeros del Congreso de nuestra nación. Brindo por esos hermosos e ignorantes bastardos"). Por cierto, el personaje de Thompson está basado en un político que existió en la realidad: Enoch Lewis "Nucky" Johnson.
Drogarse es un vicio fatal, pero no es un crimen. Criminalizar el consumo de las drogas no lo ha disminuido. Por otro lado, aumentó exponencialmente su producción y el surgimiento de grupos criminales dedicados a la extorsión, el secuestro y el asesinato. Condenable es la muerte de millones a causa de aquellos que continúan falseando la realidad. Para acabar con tanta insensatez, hay que despenalizar para que se acabe el negocio de los mafiosos. Por supuesto, aquellos que hayan secuestrado, extorsionado o asesinado (los cuales sí son crímenes: causan daños a terceros) deben de ser perseguidos, juzgados y castigados: deberán compensar a sus víctimas.
El presente artículo fue publicado el lunes 27 de febrero de 2012 en el diario guatemalteco Siglo Veintiuno. La imagen la baje del blog “Prevención a la droga”.
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