¿Cuáles son los programas supuestamente informativos o de
análisis preferidos por la mayoría? Los que entretienen frívolamente o generan
controversia sin profundizar en los temas. Aquellos programas cuyos objetivos
no son promover argumentos lógicos, aclararse las ideas o discutir
honestamente, sino crear polémica y enfurecer a la gente con el objetivo de
aumentar la audiencia.
¿Cómo lo logran? Según Ben Sasse en su libro “Them: Why We Hate Each Other – and How to
Heal” (2018), lo logran por medio del nutpicking.
Este es el proceso mediante el cual los medios de comunicación buscan en las
redes sociales a cualquier individuo que diga algo increíblemente estúpido. Lo
que, lamentablemente, es fácil de encontrar. Luego, los medios de comunicación
usan a esta persona, o nutjob, para
denigrar a toda una comunidad de personas afirmando que el nutjob es representativo de determinado grupo. Básicamente, por
medio de la falacia de la generalización apresurada o por la falacia de la
abstracción congelada, explicada por Ayn Rand en el ensayo titulado “Éticas
colectivizadas”.
La mayoría de las personas son conscientes de que los
programas de noticias emocionales, que promueven la agresión y la ira no son
productivos. Sin embargo, a cualquier cantidad de personas les atraen, en
ocasiones casi de manera adictiva, los programas que se basan en la provocación
y la promoción de emociones destructivas. ¿Por qué? ¿Cuál es la explicación
psico-epistemológica de esta necesidad? ¿Cuáles son las consecuencias que esta
adicción emotiva acarrea?
Para el mencionado autor, Ben Sasse, por medio de la
investigación sociológica se ha encontrado que hay un beneficio psicológico
tangible de tener enemigos. Según estos
estudios, los enemigos (reales o ficticios) ayudan a dar a muchos un mayor
sentido de coherencia. Al fin, una
forma de evadir el esfuerzo mental que implica resolver las contradicciones con
las que nos topamos. Los traficantes de odio tienen éxito porque ayudan a los
espectadores a dar sentido a los eventos aterradores e incomprensibles: les
ayudan a derramar su rabia y frustración en otros. Estos expertos en los medios
siembran en la mente de la gente un ellos
(el otro/los otros) malvados y, por lo tanto, siembran las semillas del
conflicto social. No obstante, este sólo es un paliativo que causa más daño en
el largo plazo.
Una sociedad sana necesita algo más que el reconocimiento a la
libertad de expresión y a la necesidad de debatir asuntos de interés general.
También requiere una cultura que favorezca la discusión y que fomente la empatía, el respeto y la benevolencia, todo lo anterior dentro del marco
de la búsqueda de la verdad. Después de todo, nunca sabremos por qué aquellos
que no están de acuerdo con nosotros piensan de la manera en que lo hacen, sino
escuchamos lo que tienen que decir. Es importante recordar que existe una gran
diferencia entre debatir honestamente y demonizar e insultar a nuestros
oponentes, recurriendo a cualquier tipo de falacia.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el
lunes 8 de abril de 2019.
Etiquetas: Ben Sasse, honestidad intelectual, noticias, política
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home