Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

4.08.2019

¿Política y noticias o entretenimiento? Cuarta parte



¿Cuáles son los programas supuestamente informativos o de análisis preferidos por la mayoría? Los que entretienen frívolamente o generan controversia sin profundizar en los temas. Aquellos programas cuyos objetivos no son promover argumentos lógicos, aclararse las ideas o discutir honestamente, sino crear polémica y enfurecer a la gente con el objetivo de aumentar la audiencia.

¿Cómo lo logran? Según Ben Sasse en su libro “Them: Why We Hate Each Other – and How to Heal” (2018), lo logran por medio del nutpicking. Este es el proceso mediante el cual los medios de comunicación buscan en las redes sociales a cualquier individuo que diga algo increíblemente estúpido. Lo que, lamentablemente, es fácil de encontrar. Luego, los medios de comunicación usan a esta persona, o nutjob, para denigrar a toda una comunidad de personas afirmando que el nutjob es representativo de determinado grupo. Básicamente, por medio de la falacia de la generalización apresurada o por la falacia de la abstracción congelada, explicada por Ayn Rand en el ensayo titulado “Éticas colectivizadas”.

La mayoría de las personas son conscientes de que los programas de noticias emocionales, que promueven la agresión y la ira no son productivos. Sin embargo, a cualquier cantidad de personas les atraen, en ocasiones casi de manera adictiva, los programas que se basan en la provocación y la promoción de emociones destructivas. ¿Por qué? ¿Cuál es la explicación psico-epistemológica de esta necesidad? ¿Cuáles son las consecuencias que esta adicción emotiva acarrea?

Para el mencionado autor, Ben Sasse, por medio de la investigación sociológica se ha encontrado que hay un beneficio psicológico tangible de tener enemigos. Según estos estudios, los enemigos (reales o ficticios) ayudan a dar a muchos un mayor sentido de coherencia. Al fin, una forma de evadir el esfuerzo mental que implica resolver las contradicciones con las que nos topamos. Los traficantes de odio tienen éxito porque ayudan a los espectadores a dar sentido a los eventos aterradores e incomprensibles: les ayudan a derramar su rabia y frustración en otros. Estos expertos en los medios siembran en la mente de la gente un ellos (el otro/los otros) malvados y, por lo tanto, siembran las semillas del conflicto social. No obstante, este sólo es un paliativo que causa más daño en el largo plazo.

Una sociedad sana necesita algo más que el reconocimiento a la libertad de expresión y a la necesidad de debatir asuntos de interés general. También requiere una cultura que favorezca la discusión y que fomente la empatía, el respeto y la benevolencia, todo lo anterior dentro del marco de la búsqueda de la verdad. Después de todo, nunca sabremos por qué aquellos que no están de acuerdo con nosotros piensan de la manera en que lo hacen, sino escuchamos lo que tienen que decir. Es importante recordar que existe una gran diferencia entre debatir honestamente y demonizar e insultar a nuestros oponentes, recurriendo a cualquier tipo de falacia.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el lunes 8 de abril de 2019.

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