Hasta la fecha, lo más importante que nos dejan los
distintos testimonios de los colaboradores
eficaces en contra de los exgobernantes del “Partido Patriota”, son las
declaraciones de Salvador Estuardo González, más conocido como Eco, sobre cómo se organizaban las finanzas de la ex vicepresidente, Roxana
Baldetti, para no pagar impuestos.
Un entramado de sociedades
de cartón, improductivas, constituidas en varios países, que le permitieron
malgastar a ella y a sus familiares alrededor de Q400 mil al mes. Monto que
sería irrelevante, a no ser porque éste salió del bolsillo de los tributarios y
de las extorsiones que ella y el expresidente, Otto Pérez Molina, hicieron a
otros que sí intentaban ser, la mayoría de ellos al menos, gente
productiva.
¿Por qué Roxana no quiere pagar impuestos? Porque Roxana
sabe, a ciencia cierta, cuál es el verdadero destino de los impuestos. Conoce
de primera mano lo que en la realidad sucede con el dinero que es expoliado a
la gente que se esfuerza, mental y físicamente, por generar riqueza. Como se
dice en la jerga popular: “tiene los pelos de la burra en la mano para decir de
qué color es”.
Roxana sabe, sin ninguna duda, que el dinero recaudado por
la “Superintendencia de Administración Tributaria” (SAT), ese dinero que tanto
trabajo les costó a otros adquirir, termina perdido entre los bolsillos de
quienes llegan al ejercicio del poder (además de sus familiares y amigos) y de
una enorme burocracia estatal parasitaria. Burocracia innecesaria en su
mayoría, inexistente en muchos casos, e ineficiente la poca necesaria.
Roxana sabe que los discursos en contra de la desigualdad económica, la solidaridad hacia los pobres y el desarrollo producto del consenso entre burócratas ¿bienintencionados? de organismos
internacionales y supranacionales, no son nada más que palabras ajenas a la
verdad. Palabras que se las lleva el viento. Palabras cuyo objetivo es asegurar
los empleos bien remunerados de aquellos que viven de repartir la riqueza que
OTROS producen. Repartición que
cumple con la enseñanza de que “quien parte y reparte, se queda con la mejor
parte”.
Poco les importa el destino de los demás. Es secundario qué
tan pobres o qué tan ricos sean el resto, lo que les interesa es asegurar su
existencia sin la necesidad de trabajar y arriesgar. Poco les importa que ese
estilo de vida, en muchos casos propio de millonarios, lo lleven a costa del
capital de esos ricos, contra los que
tanto les gusta denostar, que pudieron haberlo invertido en la creación de
fuentes de trabajo productivo y la transformación de recursos en riqueza. ¡Vaya
que eso sí hubiera contribuido en la realidad a mejorar la calidad de vida de casi
todos, en particular de los más pobres! Pero bueno, para estos funcionarios eso
es intrascendente.
En fin, ¿por qué Roxana no quiere pagar impuestos? Porque sabe
que el sistema de incentivos perversos que prevalece atrae a los peores
representantes de nuestra sociedad. Porque sabe que se los roban corruptos, así
como lo hizo ella.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo
Veintiuno”, el lunes 5 de junio de 2017.
Etiquetas: burocracia, corrupción, Eco, impuestos, incentivos, Roxana Baldetti, Salvador Estuardo González, SAT