Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

6.11.2018

Después del Fuego

La imagen es de RepúblicaGt. La edición es responsabilidad mía.


Viene el duelo, no la calma. Viene el dolor, no la paz. Viene la lágrima, no la risa. Viene la angustia, la confusión, la indefensión. Vienen las preguntas sin respuestas, los reclamos, la búsqueda de culpables… viene el rostro que refleja el espejo. Después del fuego que quema, también puede venir más fuego. Puede venir el fuego que destruye lo poco que quedó en pie, o puede venir el fuego que calienta el hogar que se logra integrar. ¿Qué hará la diferencia entre uno u otro escenario?

¿Qué hacer frente a una catástrofe? ¿Cómo continuar viviendo? ¿Qué se necesita para entender las palabras que dejó escritas José Antonio Castillo a su esposa, Gloria Cojolón? “No todo es para siempre. Sigan adelante, la vida sigue…la vida es así”. Es una verdad indiscutible que la vida termina algún día. Pero, ¿tiene que ser la vida trágica, infeliz, plagada de obstáculos insalvables? ¿Qué podemos cambiar para que la vida, independientemente de la muerte, sea diferente?

¿Por qué arriesgar la vida por unos pocos bienes, tal y como hicieron tantos que no abandonaron sus casas? Porque, ante las circunstancias que enfrentamos en Guatemala, esos pocos bienes les ha costado mucho acumularlos. Porque ante tantas dificultades que encuentran en el inhabilitado camino de la prosperidad en nuestro país, cualquier bien que posean es indispensable para seguir viviendo.

Porque, sin más rodeos, el origen de esta tragedia, ¡cómo de la mayoría de tragedias que se dan en Guatemala! se encuentra en nuestro sistema político, basado en incentivos perversos que castigan al productivo y facilitan la corrupción de los peores representantes de la sociedad. Un sistema basado en la fe irracional en el Divino Estado, todopoderoso, que todo lo resuelve y de todo se debe hacer cargo.

Un sistema que ha fracasado. Un sistema que impide la mejora en la calidad de vida. Un sistema que estorba la existencia misma. Qué mejor forma de ejemplificarlo, que con las declaraciones de Héctor Pozuelos Illescas - un sobreviviente de San Miguel Los Lotes que asumió la búsqueda de su mamá, María de Jesús Illescas-, de que las autoridades en lugar de ayudarlos a encontrar a sus parientes los hacen caminar más al restringir el acceso.

La zona cero del desastre es toda Guatemala, y los damnificados somos los que en esta tierra vivimos. La ruta que con urgencia debemos habilitar es la que nos permita progresar. Debemos derribar los muros que hemos permitido que levanten quienes ejercen el poder, apoyados por grupos de presión que, brevemente, son los únicos que se benefician de la miseria del resto. Debemos detener la búsqueda de excusas para seguir sosteniendo un sistema inmoral que solo beneficia a unos pocos. Que promueve el paternalismo, la mediocridad y el conformismo.

Los expertos opinan que tomará 50 años para que los terrenos cubiertos de material volcánico se recuperen. Espero que no sea ese el tiempo que nos lleve hacer los cambios urgentes al sistema, porque de lo contrario, ¿cuántas tragedias más vamos a vivir? ¿Cuántos más van a morir por la decisión de la mayoría de falsear la realidad para seguir aferrados a fantasías que terminan convirtiéndose en pesadillas?


Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el lunes 11 de junio de 2018.

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4.23.2018

El fin del financiamiento




Si queremos cambiar las condiciones en la cuales vivimos en Guatemala, para bien de todos los habitantes respetuosos, responsables y productivos, debe prevalecer la razón por encima de la emoción. La discusión debe ser intelectualmente honesta. Motivo por el cual hago mía la aclaración que hace J.J. Rousseau al principio del Libro Tercero de “El contrato social”: “desconozco el arte de ser claro para quien no quiere prestar atención”.

La semana pasada, la Fiscal General, Thelma Aldana, y el titular de la CICIG, Iván Velásquez, presentaron la segunda acusación por financiamiento ilícito en contra del Presidente Jimmy Morales y el partido que le permitió llegar al ejercicio del poder, FCN-Nación. En esta ocasión, los señalan de recibir de varios empresarios del país apoyo financiero anónimo y no declarado para la campaña política de 2015.

Las dos acusaciones contra FCN-Nación suman alrededor de Q15 millones. Si ambas o alguna de estas acusaciones se prueban ante los tribunales de justicia, Jimmy Morales DEBE disculparse por mentir en lo que respecta a cuánto apoyo monetario recibió en su campaña, reconocer sus errores y pagar las consecuencias de éstos, incluidas las multas y las penas que correspondan. Lo mismo aplica a TODOS aquellos que se pruebe que estuvieron involucrados en los hechos mencionados.

Ahora, para emitir juicios justos y verdaderos, debemos delimitar objetivamente el contexto dentro del cual estamos deliberando. Es importante diferenciar los hechos evidenciados (demostrados sin duda razonable) de los chismes y de las falacias (ad hominem, fuera de contexto, generalizaciones, etcétera).

En el caso de las denuncias relacionadas con la política, debemos separar la corrupción de la extorsión: por ejemplo, no es el mismo contexto el caso del Transurbano (robo de impuestos) que el de La Línea (extorsión). Luego, debemos diferenciar los dos anteriores, que implican estar en el ejercicio del poder y abusar de éste para violentar derechos individuales o apropiarse del dinero de los tributarios, del financiamiento a los políticos, el cual se hace, en la mayoría de los casos, con dinero propio.

Después, debemos separar el financiamiento político legítimo (para financiar ideas) del financiamiento espurio (para comprar favores y privilegios). Como bien dijo Velásquez, el problema no es el financiamiento privado: el problema es que éste sea anónimo. Observación correcta dentro del sistema de incentivos perversos que prevalece. El financiamiento se debe separar por quién lo da, por qué lo da y el origen del dinero que se da. Si el apoyo financiero se otorga con el fin de obtener prebendas, algún contrato con el gobierno o continuar descaradamente cometiendo crímenes (en el caso de los narcos y los mareros), este financiamiento debe ser evidenciado y castigado.

Al fin, el financiamiento fraudulento a los políticos es sólo una consecuencia más del sistema estatista e intervencionista que impera. Les dan ese dinero a los politiqueros porque saben que estos tendrán el poder para concederles sus deseos. Y para que este se acabe, se debe reformar radicalmente el sistema político entero, comenzando por la Legislación Electoral y de Partidos Políticos.

Lo que no podemos permitir es que, con la excusa del financiamiento “ilícito”, nos obliguen a los tributarios a financiar a los políticos. El respeto a los derechos individuales de todos, incluye el derecho de cada quien a hacer con su dinero lo que se le antoje, incluido el financiar a un político o a las ideas que un partido declare sostener, sin obligarlo a financiar a otros con quienes no comparte valores.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el lunes 23 de abril de 2018.

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7.10.2017

Un mundo justo



Es uno de los eslóganes más comunes. En su nombre los artistas hacen conciertos, los burócratas estatales (nacionales y supranacionales) organizan cumbres, los miembros de los grupos de presión exigen privilegios… En fin, ¿quién en su sano juicio no desea vivir en un “mundo justo”? El problema no se encuentra en el anhelo de que prevalezca la justicia. El problema se encuentra en la definición ambigua del término “justicia” y el poco entendimiento de la mayoría de lo que es justo. Es por eso que en nombre de ese “mundo justo” se terminan cometiendo tremendas injusticias.   

¿Cómo sería un “mundo justo”? ¿Por qué sería un “mundo justo”? ¿En qué nos basamos para decir que es un “mundo justo”? ¿Qué necesitamos para vivir en un “mundo justo”? Primero, reconocer que “justos” sólo podemos ser los seres humanos que decidimos cultivar el hábito de darle a cada quién lo que le corresponde. Y segundo, así como buscamos ser justos en nuestra vida diaria, debemos buscar esa justicia en la sociedad en la que vivimos, lo que significa que el sistema político que impere en nuestro país debe ser justo.

¿Cómo debe ser ese sistema justo que respete la máxima de darle a cada quien lo que le corresponde? ¿Debe ser un sistema que discrimine y beneficie a unos a costa de los otros? ¿O debe ser un sistema de leyes iguales para todos? ¿Un sistema que vele por igual para que se respeten los mismos derechos y las mismas obligaciones a todo miembro de la sociedad? ¿Debe ser un sistema que reconozca y respete el éxito a quien le corresponda y, por otro lado, castigue a los delincuentes y criminales, los cuales deben ser obligados a compensar a sus víctimas?

Lamentablemente, en el mundo actual, en diferentes grados, el sistema que predomina es el que discrimina. El sistema de incentivos perversos, injusto, que favorece a los que engañan, roban, destruyen… y castiga a los productivos, responsables, que se superan y respetan la vida, la libertad y la propiedad de los demás. Los trágicos sucesos recientes en el correccional “Las Gaviotas” y la decisión de los magistrados de la “Corte Intermedia de Injusticia” en el caso de la Minera San Rafael son una muestra más del fracaso de ese sistema que sólo beneficia en el corto plazo a gente acostumbrada a violentar los derechos de otros y vivir parasitariamente del trabajo del resto. Otra tragedia provocada por quienes promueven el Estado Benefactor/Mercantilista.

Dentro de ese contexto, es perder el tiempo preguntarse por qué tantos de nuestros compatriotas deciden emigrar y por qué son pocos, cada vez menos, los que se atreven a invertir en Guatemala. Más que medidas superficiales para promover “un mundo justo”, lo que necesitamos es que más personas se decidan a cuestionarse y, después de aclararse las ideas, cambiar de raíz lo que hay que cambiar y podemos cambiar por ser creación humana: el sistema político estatista e intervencionista.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 10 de julio de 2017

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6.26.2017

¿Qué es lo normal?



¿De qué depende lo normal? ¿Depende de la persona? ¿Depende de la naturaleza del objeto? ¿Depende del contexto? Bueno, a estas alturas ya saben que mi artículo de hoy nace del lamentable reconocimiento público del Presidente Jimmy Morales sobre la normalidad de la corrupción. “Tal vez todo eso es parte de una corrupción que se ha vivido en el país, una corrupción que, de una u otra forma en Latinoamérica en Guatemala y en muchas partes del mundo se han considerado como normales”, respondió el Presidente a la pregunta que le hizo el periodista Jorge Ramos sobre la culpabilidad de su hijo y hermano acusados de participar en actos de corrupción.

Debemos recordar que no es Morales el primer mandatario que se expresa de una manera similar. Una de las afirmaciones más descaradas sobre lo normal que es la corrupción es de la exvicepresidente, hoy presidiaria, Roxana Baldetti, cuando declaró a un noticiero radial que los corruptos son parte del paisaje y no se pueden destituir. Casi logra igualar el cínico reconocimiento que hizo el expresidente Alfonso Portillo, cuando en una entrevista por televisión, sin ninguna pena, dijo que todos los políticos mienten para llegar al poder. Lo patético es que los tres dicen, en este caso, la verdad. No hay día que abra el diario y no me tope con alguno de esos especímenes corruptos que desmerecen el hermoso paisaje de Guatemala.

Sin embargo, más allá de las pasiones que desataron estas declaraciones, a menos que uno sea hipócrita, tristemente debemos aceptar que así es la corrupción para muchos: algo normal. Eso sí, no para todos. Ni siquiera lo es para la mayoría. Pero el punto importante al cual nos invita a reflexionar la cándida respuesta de Jimmy, una vez calmadas las aguas, es por qué tanta gente considera la corrupción, la estafa y el engaño como algo normal. ¿Se han convertido estos delitos, estos crímenes, en la regla y no la excepción? ¿Cuál es el origen de ese juicio falso sostenido por una importante parte de la población? ¿Es lo normal pagar extorsiones y sobornos para que nos dejen trabajar? ¿Son normales las negociaciones espurias entre los gobernantes y aquellos que se prestan para éstas transas o se las proponen a quienes ejercen el poder?

Según el Diccionario de la Lengua Española, en su primera y segunda acepción, el término “normal” es un adjetivo que significa que una cosa se halla en su estado natural o que sirve de norma o de regla. Entonces, ¿dentro de qué sistema político lo normal es el engaño? ¿Qué sistema normativo promueve la corrupción, la colusión y la comisión? ¿En qué sistema quien quiere trabajar suele ser extorsionado? ¿En qué sistema se vende el poder gubernamental al mejor postor? En el sistema que otorga a los gobernantes poderes ajenos a la naturaleza del gobierno: en el Estado Benefactor/Mercantilista.

Por cierto, espero que John Kelly, Secretario de Seguridad Interna de EE. UU, nos cuente quiénes son los corruptos. Porque no es normal que lo sepa y no lo comparta con los más interesados en saberlo: los guatemaltecos.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 26 de junio de 2017.

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