Smoking Room
Hoy, no fumo. Aunque más de uno opina que escribo (y a veces digo) muchas “fumadas”.
Ayer tampoco fumé mucho. Nada del otro mundo. Uno que otro cigarrillo dependiendo del “mood”. Más aún si me encontraba en buena compañía, y la “conjunción” incluía un expresso caliente, hirviendo, que quemara la garganta. O capuchino en su defecto, y no me refiero a ningún monje en iguales condiciones de temperatura. Qué decir de cuando la conversación era interesante, desafiante y, sobre todo, nocturna, y la acompañaba un buen vino (preferiblemente tinto): puede ser que la cuota superara los cinco. Pero no más.
Hoy, por motivos que no vienen al caso, en similares circunstancias continúo disfrutando del café, el vino y la conversación, pero el cigarro, al menos en mi caso, pasó a mejor vida. En parte, por eso dejé de fumar: para aspirar a una mejor vida. Aunque, ¿no merece una gran fumada definir qué entendemos por una vida mejor?
Una de estas noches pasadas, sólo que sin compañía, sin café y sin vino, vi una película española que llamó mucho mi atención. No tanto por los escenarios, ni por la “belleza” actoral de los actores. Tampoco me impresionó por el argumento enredado ni porque me dejara anonadada. No.
El film me intrigó por sus diálogos, algunas veces monólogos, y los acercamientos al mejor estilo de los “close ups” que permitían apreciar hasta la más ínfima de las arrugas de los artistas.
Me atrajo el planteamiento políticamente incorrecto de defender la decisión individual de fumar, contra la intromisión moralista de algunos en cuestiones propias de nuestra esfera privada.
Pero más me sedujo la lucha infructuosa de uno de los personajes por su derecho a elegir, si ese fuese el caso, cómo morir.
“No se trata sólo del cigarrillo”, dice Ramírez, “ojalá se tratara sólo del cigarrillo. Es mucho más que eso… no nos respetan… ¿Sabes qué es esto? Marginación… ¿Cuántos grados hace aquí afuera? Joder, no lo puedo creer. Esto no está bien. Debemos de pararlo… Si yo quiero morir así es problema mío. Ya soy lo suficientemente mayor para decidir qué quiero hacer en mi vida… Soy bueno en mi trabajo, soy un buen contable. Pero antes que contable soy una persona. UNA PERSONA… primero soy persona. Qué se han creído… Nueva normativa de los cojones. Soy más viejo yo que la normativa. ¿Y cuándo llueve? Aquí en invierno llueve por todos lados. Y no digo que se pueda fumar en todas partes. Digamos que ahora no somos incivilizados y nos respetamos los unos a los otros. Oye, por mi ideal, yo estoy a favor. El respeto es lo primero y eso es lo que estoy pidiendo yo: respeto”.
Por cierto, me hizo reír una escena en la cual alguien le dice al gerente de la empresa que los hombres de antes eran mejores porque, entre otras cosas, no debían preocuparse por la declaración del impuesto sobre la renta.
El argumento, a simple vista, no impacta: la sucursal española de una compañía estadounidense que prohíbe fumar dentro de sus oficinas: quienes quieran hacerlo en horas de trabajo deberán salir a la calle. Uno de los empleados decide juntar firmas contra lo que considera una violación de sus derechos y pide que se utilice un cuarto sin uso como sala de fumadores. Aparentemente muchos están de acuerdo, sin embargo, a la hora de rajar ocote pondrán toda clase de excusas para evitar firmar la petición. Por otro lado, no tendrán mayor problema en inscribirse en la lista del equipo de fútbol que jugará contra los empleados de otra empresa.
Ahora, cuando se profundiza en la trama, dejando a un lado los lugares comunes del anticapitalismo o la critica a los gringos (o yanquis) esta producción independiente de bajo presupuesto nos cuestiona sobre la intromisión del qué dirán moralista e hipócrita en nuestras decisiones individuales, además de mostrar la acción humana tal cual es: interesada y cuyo interés primigenio es el propio.
Duro.
Al fin, nos queda la idea de que “hay que hacerlo”, hay que pelear por las causas justas. Pero que lo hagan otros, porque yo no tengo tiempo, no puedo o me da miedo. Total, todos se quejan (en los pasillos) pero al final ninguno se arriesga. Pocos, o nadie, se comprometen. Praxeología.
Es una película como la vida misma: inconclusa. ¿Qué tenemos a fin de cuentas? El día, la hora, el minuto, el segundo para, simplemente, vivir.
En palabras de Serrat: “Hoy puede ser un gran día, imposible de recuperar, un ejemplar único, no lo dejes escapar. Que todo cuanto te rodea lo han puesto para ti, no lo mires desde la ventana y siéntate al festín. Pelea por lo que quieres y no desesperes si algo no anda bien. Hoy puede ser un gran día y mañana también”.
¿Cursi? Irónicamente, es el final de la película. Y, además, el final del presente escrito, fumada propia de la presente escribiente.