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Igualdad ante la ley versus la "equidad" |
La llamada movilidad
social vertical (poder pasar de pobres a ricos y viceversa) depende del
sistema político y la forma de gobierno que impere en una sociedad. A más
libertad, más respeto a la propiedad privada de los medios de producción y más
seguridad en lo que respecta a la vida y el cumplimiento de los contratos,
mayor es la probabilidad de que aquellos que nacen en una familia con pocos
recursos económicos puedan crear riqueza y mejorar sustancialmente su calidad
de vida. Por supuesto, lo anterior a partir de las metas que cada uno se fije,
del riesgo que se esté dispuesto a tomar y del esfuerzo, tanto mental cómo
físico, que cada quien esté dispuesto a hacer.
Por el contrario, a más intervención, más
estatismo, más colectivismo y más privilegios a los distintos grupos de
presión, mayores serán los obstáculos para la superación personal de la
mayoría, en particular de los más pobres. Los únicos que por un tiempo se
benefician de un status quo basado en
la idea de que los gobernantes, en nombre del abstracto Estado, pueden
violentar los derechos de unos para favorecer a otros, son aquellos que llegan
al ejercicio del poder, sus parientes y sus amigos.
Hace un par de semanas leí un artículo firmado
por Sarah O’Connor en el Financial Times
(elP 28 de junio de 2016), titulado “Los ricos tienen que ceder su lugar para
que los pobres salgan adelante”, el cual me motivó la presente reflexión. En el
escrito de O’Connor, lleno de falacias, la autora asegura que casi nada ha
cambiado desde el siglo quince, lo que salta a la vista que no es cierto.
Obvia, no sé si intencionalmente o por ignorancia, todo el progreso que hubo
para los miembros de nuestra especie a partir del siglo diecinueve y de la
revolución industrial.
La mencionada reportera termina su artículo de
una forma que me parece funesta: “Si no encontramos una manera de impulsar la
productividad y el crecimiento, entonces tendremos que aceptar la alternativa:
si queremos que avancen más niños pobres, algunos niños ricos tendrán que bajar
de nivel”. O’Connor propone sacrificar a unos niños para el supuesto beneficio
de otros, apelando a la confusión que existe en lo que respecta al origen de la
riqueza y, me atrevo a apostar, que confía en la envidia y el resentimiento de
otros para fortalecer el apoyo a su propuesta.
El argumento principal de O’Connor, muy
difundido en ambientes burocráticos estatales, se basa en la falacia de que lo
que importa es la brecha entre ricos y pobres, y no en el juicio verdadero de
que lo importante es la mejora constante en la calidad de vida, sostenida en el
tiempo, de todos. ¿Qué podemos inferir de aquellos que les preocupa más la
brecha de la desigualdad, que la mejora en la calidad de vida de la gente?
En fin, una de las cosas
que podemos hacer es aprender de los errores de nuestros antepasados y de
nuestros contemporáneos (los venezolanos, por ejemplo), para no cometerlos
nosotros también. Debemos aclararnos las ideas.
Artículo publicado en el diario
guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 11 de julio de 2016.
Etiquetas: equidad, Financial Times, igualdad, injusticia, ley, pobreza, progreso, sacrificio, Sarah O'Connor, Venezuela