Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

12.10.2018

Estado en calamidad


¿Qué pasaría si los tributarios declaráramos en calamidad a nuestro Estado, con el objetivo de recobrar el control de nuestro dinero? Los impuestos que nos son expoliados para financiar la corrupción, tanto de los gobernantes como de la burocracia estatal, la cual es innecesaria en su mayor parte. Lo más trágico, dentro de este contexto, es que la poca burocracia que es necesaria, es ineficiente. La burocracia inexistente corresponde a las plazas para fantasmas de quienes llegan al ejercicio del poder.

El Estado es débil porque, como dice el refrán, el que mucho abarca poco aprieta. Tal es el caso del Estado Benefactor/Mercantilista que impera en nuestro país y en la mayor parte de países del tercer mundo. Un Estado considerado por sus promotores como un Estado todopoderoso, cuasi Divino, que de todo debe hacerse cargo, que todo lo va a resolver y que todas las necesidades de la gente va a satisfacer. Un Estado con el cual pretenden hacer de todo y al final, o no hacen nada, o lo poco que hacen, lo hacen mal. Terminan entorpeciendo el progreso, precisamente, de aquellos a quienes buscan beneficiar. Me refiero a los pobres, el objeto principal (al menos eso dicen) de su cruzada por el Estado.

La ironía es que hoy, aún en aquellos países donde se creó riqueza que les permitió a sus habitantes mejorar exponencialmente su calidad de vida, este obstaculizador Estado logró penetrar las estructuras republicanas poniendo en riesgo el futuro de sus habitantes. Tal es el caso de los EE.UU., como lo describió Andrew J. Napolitano en The Glenn Beck Show (2009):

"Todo lo que el gobierno maneja está en bancarrota. Medicare está quebrado. Medicaid está quebrado. La oficina de correos está arruinada. Amtrak está arruinado. La Seguridad Social es el esquema Ponzi más grande que hay y un fraude mayor que cualquier cosa que Bernie Madoff haya soñado, además de que también está en quiebra. El gobierno solo consume riqueza. La empresa privada produce riqueza.

“El gobierno y la empresa privada son lo opuesto. Piénselo: si la empresa privada no produce lo que los consumidores quieren o no devuelve una ganancia a los inversionistas, se cierra el negocio. El gobierno no comprende la necesidad de satisfacer a los consumidores o inversionistas porque no produce nada. Simplemente sigue consumiendo nuestros impuestos, y nosotros, como ovejas, seguimos recurriendo a los burócratas para gastar.

“Cuando los votantes lleguen a la conclusión de que el tesoro público se ha convertido en un canal público, entonces enviarán a DC solo a aquellos que les darán tantos freebies (regalos) como puedan y nuestros valores constitucionalmente garantizados de la empresa privada y la propiedad privada desaparecerán para siempre. Si quieres más de algo, hazlo rentable y no los graves, y crecerá y prosperará. Si desea menos de algo, deja que el gobierno lo regule y limite sus costos y se requerirán subsidios de los tributarios para mantenerlo con vida".

La única manera de cambiar las cosas para bien, es declarar lo obvio: que el Estado es una calamidad y debemos reformarlo radicalmente.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el lunes 10 de diciembre de 2018.

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6.25.2018

Los inmigrantes, la nueva droga

La imagen la baje de Time.com La edición es mi responsabilidad.


Los gobernantes de EE.UU. buscan desesperadamente las nuevas drogas a prohibir, al ver cómo avanza la descriminalización de la producción, la distribución y el consumo de las sustancias que hoy están prohibidas, gracias a las elecciones de los ciudadanos y la legislación de los Estados obligados por los primeros a eliminar esas restricciones a su libertad. Prohibiciones que esperan con ansiedad aquellos que felices van a suplir su demanda en el mercado estadounidense.

En los años veinte del siglo pasado, la droga prohibida fue el alcohol. Y es en esa prohibición donde se encuentra el origen de las fortunas de muchos gringos que ahora mantienen sus ingresos con la prohibición de la mariguana, la cocaína, la heroína…, asociados con narcos mexicanos, guatemaltecos, colombianos…. Pero como estas prohibiciones están en vías de extinción, ya encontraron en las personas que sueñan con vivir en Estados Unidos un nuevo medio para mantener el crecimiento de sus haciendas. Gente que está dispuesta a pagar lo que pidan y pasar por cualquier cantidad de peligros, violaciones y abusos, con tal de llegar a su destino final. Así de terrible es la alternativa que tienen: quedarse en su tierra. Y entre más difícil sea el proceso de inmigración, más alto será el precio que tendrán que pagar y mayor la ganancia de quienes los van a ayudar.

Si hay individuos que libremente deciden consumir las sustancias prohibidas por el gobierno de EE.UU., no es responsabilidad de los gobernantes de ese país ni de ningún otro país reducirlo y, menos, evitarlo. Con sus buenas intenciones lo único que logran es agravar el problema. Lo mismo sucede con el caso de los inmigrantes. No importa cuán difícil sea llegar a EE.UU. y cuánto les cobren los coyotes, seguirán emigrando, porque el motivo que los lleva a tomar esa decisión se encuentra en los países en los cuales nacieron.

¿Cómo terminar con la crisis migratoria? Terminando con la crisis económica que la provocó. ¿Cómo terminar con la crisis económica? Eliminando todos los obstáculos a la creación de riqueza. ¿Cómo terminar con los obstáculos a la creación de riqueza? Eliminando toda la legislación arbitraria, discrecional y violatoria de los derechos individuales. ¿Cómo acabar con la legislación positivista y antojadiza? Reduciendo el ejercicio del poder. ¿Cómo reducir el ejercicio del poder? Cambiando el sistema de incentivos perversos vigente.

¿Cómo cambiar el sistema de incentivos perversos vigente? Reconociendo que el estatismo y el intervencionismo promovido por el sistema benefactor/mercantilista es contrario a la naturaleza del gobierno. ¿Cómo reconocerlo? Aclarándonos las ideas. ¿Cómo nos aclaramos las ideas? Cuestionando nuestros prejuicios, desechando nuestras creencias falsas y emitiendo juicios verdaderos, o sea, basados en hechos. Persuadiendo a la mayoría indiferente de que la realidad política, independientemente de que elijan ignorarla, los afecta a ellos y a sus seres queridos. Convenciéndolos de que es en esa actitud indiferente donde van a encontrar la raíz de sus problemas y de las condiciones en las que viven: los motivos por los que deciden emigrar.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el lunes 25 de junio de 2018.

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12.04.2017

Celebración patética



El jueves pasado, 30 de noviembre, me encontraba alrededor de las doce y media de la tarde comentando con Jorge Jacobs en nuestro programa radial, “Todo a Pulmón”, las noticias del día, cuando nos avisaron que se había suspendido la sesión en el Congreso en la cual debían aprobar en tercera lectura el Presupuesto General de malgasto y despilfarro del Estado para el próximo año. Ambos celebramos tal hecho, conscientes de que la propuesta del gobierno para 2018 era la más absurda que habíamos visto en toda nuestra vida. Absurdo que, tristemente, crece año con año.

Era tan absurda la propuesta presupuestaria que, por primera vez que yo recuerde, hasta organizaciones estatistas e intervencionistas se pronunciaron en  contra de ésta. Un presupuesto que, si hubiera sido aprobado por el Congreso, hubiera acabado con las pocas esperanzas de muchos emprendedores de recuperar el año entrante parte de lo que hemos perdido en los últimos dos años. Por supuesto, que si se hubiese aprobado, lo hubieran celebrado un montón de corruptos que soñaban con la piñata de 2018.

No obstante la felicidad que me embargaba, a los pocos minutos de haber celebrado la suspensión de la sesión plenaria en el Congreso, me di cuenta de lo patética que era nuestra celebración. Poco me duró la euforia. Al final, el presupuesto de este 2017, que seguirá vigente en 2018, es también un absurdo casi catastrófico. ¡Qué triste celebración! La celebración de que nos libramos de un mal mayor pero, igual, podemos esperar un mal para el próximo año.

Lamentablemente, hemos llegado a este paradójico estado, en el cual celebramos la prevalencia de un mal menor, pero siempre un mal, porque pareciera que no tenemos forma de presionar, pacífica y legítimamente, a los politiqueros que ejercen el poder. Que seguirán haciendo lo que se les antoje a ellos y a los miembros más influyentes de los grupos de presión que, sin pena alguna, violan los derechos de los otros para reclamar privilegios que fácilmente les otorgan los gobernantes. Total, para eso sirve en la realidad el poder casi sin límites que otorga el Estado Benefactor/Mercantilista a quienes lo ejercen.

¿Y todo por qué? Por todos aquellos que se dejan embaucar por las promesas populistas de quienes quieren llegar al ejercicio del poder. ¿Por qué aceptan ser esclavos de tal engaño? ¿A qué le temen? ¿Tienen miedo a ser libres y decidir sobre su vida? ¿Cuántos prefieren morir engañados a enfrentar sus miedos? ¿Qué necesitan para liberarse?

Ojalá superemos la sentencia de Carl Sagan, según la cual "una de las lecciones más tristes de la historia es que si hemos sido engañados por tiempo suficiente, tendemos a rechazar cualquier evidencia del engaño. Ya no estamos interesados en descubrir la verdad. El engaño nos ha capturado. Es demasiado doloroso reconocer, incluso para nosotros mismos, que nos han tomado el pelo. Una vez que le das a un charlatán poder sobre ti, casi nunca lo recuperas". Patético. Rompamos esas cadenas y cambiemos nuestro futuro para bien.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 4 de diciembre de 2017.

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10.31.2016

Payasos terroríficos



De niña los payasos me eran indiferentes. Ni me provocaban risa ni me daban miedo. Si mucho me hacían sonreír de vez en cuando. Al crecer, me di cuenta de que había ciertas similitudes entre los payasos y la mayor parte de los que buscan llegar al ejercicio del poder. Ambos pretenden entretener a un público cuya mayoría no tiene interés en pensar y mucho menos cuestionar la veracidad de lo que presentan en sus shows. Al menos en el primer caso, si nos aburría la presentación, nos podíamos ir a jugar a otro lado. En el caso de los segundos, todos pagamos los errores de quienes les aplauden y votan por ellos.

Por supuesto, mi sentimiento en lo que corresponde a quienes han convertido la política en un circo es diferente a la indiferencia que me producen los payasos en general. Los farsantes que terminan de gobernantes me indignan, ya que la terrorífica actuación de los payasos en el ejercicio del poder se convierte en la realidad, más allá de la comedia, en una tragedia de la cual nadie tiene escape. Hay algunos a los que les va peor que a otros, pero nadie se salva de estos bufones que, irónicamente, se ríen de nosotros en la cara, sin importar si votamos por ellos o no.

¿Cuánta gente, de la que nunca nos vamos a enterar, ha muerto a consecuencia de esos payasos terroríficos, que pueden ser desde directores de tercera categoría en entes estatales hasta presidentes de organizaciones supranacionales, pasando por los presidentes del país? Una pregunta que, a pesar de que nunca vamos a saber la respuesta exacta, vale la pena plantear para que quienes queremos vivir en condiciones diferentes a las presentes reaccionemos.

Son los politiqueros los que provocan terror, y no las personas que se disfrazan en Halloween o en carnaval para tratar de evadir la realidad o, simplemente, pasar un rato feliz riendo y compartiendo con amigos. Sin embargo, a pesar del miedo, debemos dar las batallas que sean necesarias para cambiar las cosas en el bienestar de todos aquellos que queremos convivir en paz, que queremos cooperar e intercambiar con los demás en pos de nuestros objetivos personales. En beneficio de todos aquellos que hacemos el esfuerzo mental y físico por vivir la mejor vida posible sin violentar la vida, la libertad y la propiedad de los otros. Debemos enfrentar nuestros temores, ya que como bien respondió David Bowie en el cuestionario de Marcel Proust, vivir con miedo es la más baja de las miserias.

Cuando el estándar para diferenciar el bien del mal es el bienestar de las personas en el largo plazo, el cual se refleja en la mejora de las condiciones de vida sostenidas en el tiempo, los sistemas que propician la destrucción de la vida humana son la máxima expresión de la maldad. Y malvados son todos aquellos, payasos o no, que promueven medidas que la destruyen o le impiden al ser humano florecer. Y aún es peor cuando consiguen el apoyo para sus propuestas basados en una mentira, como es el caso del socialismo y su derivado, el Estado Benefactor/Mercantilista.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 31 de octubre de 2016.

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7.25.2016

El origen de la tragedia venezolana



El origen de la tragedia venezolana es el mismo de la mayoría de tragedias. Un origen que viene del olvido de algunos, de la negación de muchos o del desconocimiento de otros de que las ideas tienen consecuencias. ¿Cuáles eran las ideas que predominaban en la mente de los venezolanos a finales del siglo pasado cuando decidieron apoyar el socialismo promovido por Hugo Chávez y su gente? ¿Cuáles creían que eran las obligaciones de los gobernantes? ¿Sabían que el Estado es sólo una ficción, un ente de razón, un término por medio del cual se identifica a un conjunto de personas, que viven dentro de un mismo territorio y conviven bajo un mismo sistema de normas? ¿Que ese ente de razón, cuya existencia sólo es mental, no puede hacerse cargo de las necesidades de nadie?

¿Sabían los venezolanos a finales del siglo pasado que quienes actúan en nombre del abstracto Estado son aquellos que llegan al ejercicio del poder? Políticos que, en la mayoría de los casos, la gente desprecia por mentirosos, corruptos y ladrones. Políticos que son el producto del sistema de incentivos perversos que fue impuesto en casi todo el mundo en la primera mitad del siglo veinte. En el caso de Guatemala, ese sistema fue adoptado en 1945. Un sistema que proclamó a los cuatro vientos sus buenas intenciones pero que, al final, terminó empedrando el camino al infierno para millones que no lograron superar los obstáculos que pone en el camino para la creación de riqueza y superación de la pobreza.

Más allá de las etiquetas que algunos usan de muletillas, ante la falta de argumentos y evidencias para sostener sus juicios obviamente falsos, lo que aquellos que buscamos la verdad (y entendemos que ésta es una cualidad de los juicios mentales que emitimos, los cuales serán verdaderos si concuerdan con los hechos de la realidad) debemos hacer es enfocarnos en cuáles son las características del sistema dentro del cual convivimos.

El sistema será injusto y de incentivos perversos, independientemente de cómo lo llamen, si el sistema es intervencionista (otorga poder a los gobernantes para inmiscuirse en muchas o todas las actividades humanas y las distintas facetas de la vida de todo individuo), es estatista (los gobernantes, en nombre del Estado, se supone que se hacen cargo de la mayoría o todas las necesidades de la población) y colectivista (se privilegian las demandas de los grupos de presión por encima de los derechos de los individuos).

Los venezolanos de finales del siglo pasado, no se aclararon las ideas ante el fracaso del Estado Benefactor/Mercantilista en su país. Y en lugar de hacer un cambio radical, optaron por radicalizar el intervencionismo, el estatismo paternalista y el colectivismo, apoyando el socialismo impulsado por Chávez. He ahí el origen de la tragedia que hoy los ha llevado a una situación en la cual no tienen ni qué comer. ¿Cuántos hoy en Venezuela entienden el origen de su problema? ¿Cuántos en Guatemala entendemos que caminamos una senda tan peligrosa como la de los venezolanos?


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 25 de julio de 2016.

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1.28.2013

Empresarios contra mercantilistas




Una de las batallas humanas más importante, clave para el progreso de todos, es la batalla entre los creadores y los saqueadores, la cual nos toca pelear permanentemente. Este enfrentamiento se remonta al inicio del tiempo del homo sapiens, miles de años atrás cuando los creadores originales se toparon con los saqueadores ancestrales. Cuando nuestros antepasados descubrieron la razón: la facultad que nos permite identificar la realidad. El tiempo en el cual un grupo de cromañones decidieron convivir para alcanzar sus objetivos. Los creadores, ocupados trabajando y produciendo con el propósito de vivir mejor. Los saqueadores, al acecho de los creadores para quitarles a la fuerza lo que es legítimamente de ellos.

Gracias al esfuerzo y la mente de quienes crean bienes y servicios valorados por otros en todos los campos de la vida humana (empresarial, artístico, académico, filosófico, social…), el hombre como especie ha logrado progresar, a pesar de la carga que representan los parásitos y los antisociales que utilizan la violencia para apoderarse de lo que es de los demás o impedir el desarrollo de otros por simple envidia y un complejo de inferioridad generalmente oculto bajo un manto de arrogancia seudointelectual.

Dentro de este contexto, el enfrentamiento que decide el futuro de todos se da entre empresarios y mercantilistas, injustamente confundidos por muchos que no conocen la diferencia entre unos y otros. Una confusión conceptual que solo favorece a aquellos que viven a costillas de los demás. Los empresarios, a diferencia de los mercantilistas, han creado riqueza a partir de su propio ingenio, esfuerzo y riesgo, compitiendo con otros SIN PRIVILEGIOS, como es el caso de los mercantilistas. La pregunta clave para entender la diferencia es: ¿hiciste tu fortuna por medio del fraude? Si la respuesta es "NO", entonces SÍ eres un empresario. De lo contrario, eres solo un saqueador más.

Los mercantilistas acumulan fortuna, como lo hacen los gobernantes, expoliando a quienes trabajan y crean. Los mercantilistas lo hacen por medio de privilegios que buscan, entre otras cosas, eliminar la competencia. También lo hacen negociando con los gobernantes, dividiéndose con quienes ejercen el poder el dinero recaudado por medio del sistema impositivo. Es por eso que los políticos buscan convencer a los ciudadanos que el abstracto Estado les va a proveer todo aquello que necesiten en la vida: salud, educación, recreación, seguro de desempleo (les pagan por no trabajar)… y todo lo que les permita convencer al votante para llegar al ejercicio del poder. Es así como surge el matrimonio indisoluble entre el Estado Benefactor y el Mercantilismo.

Hoy en Guatemala, la batalla entre los empresarios y los mercantilistas es evidente. Apoyemos a los empresarios. Que prevalezcan nuestros derechos individuales que son protegidos por la Constitución, y no la ambición de los corruptos que nos gobiernan y sus socios mercantilistas.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 28 de enero de 2013.

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10.17.2011

De mandantes a siervos




Cuando los empresarios dejan de admirar a los creadores de riqueza y se dedican a alabar a los distribuidores de ésta, a los políticos que han ejercido el poder medianamente regular, personajes con un discurso políticamente correcto (en pro de la educación y la democracia) es una clara señal de que algo anda mal, muy mal.

Cuando los empresarios demandan que los candidatos a gobernante cumplan sus promesas (la mayoría de éstas populistas, además de nefastas en el largo plazo), podemos estar seguros de que nuestras condiciones de vida van a empeorar.

Cuando los empresarios creen que la pobreza tiene causas, y que “los factores que inciden en ésta son la mala infraestructura, la desnutrición, la deficiencia educativa y la falta de seguridad” (consecuencias de un sistema de normas injusto) es una muestra más de que andamos en el camino equivocado.

Cuando los empresarios opinan que la solución es un gran acuerdo nacional (entre veinte individuos que pretenden que hablan por el resto), es un indicio de que las circunstancias no van a cambiar para el bien de todos.

Cuando los empresarios, renunciando a su calidad de mandantes, aceptan que es la voluntad política la que manda, permiten que los saqueadores sigan reinando y consienten convertirse en siervos. Reino que acaba cuando los creadores dejan de crear o emigran a un lugar donde puedan disfrutar del fruto de su trabajo, de su mente y de los riesgos que asumen.

Cuando los empresarios se confunden con los mercantilistas, y los creadores de riqueza son sustituidos por malos herederos en busca de su espacio y de diferenciarse de sus antepasados en lugar de honrarlos con trabajo productivo, es casi una sentencia final al destino fatal de una sociedad.

En mi artículo titulado “Guatemala, ¿es una sociedad condenada?” (9/1/2008), compartí la siguiente cita de “La rebelión de Atlas”, escrita por Ayn Rand: “Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada. Cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores. Cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted. Cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada."

Pienso que, a pesar de la evidencia, Guatemala aún es rescatable. Pero este rescate no será producto de la intervención de los gobernantes ni del cabildeo de las elites en decadencia y los oportunistas de los grupos de presión. Tampoco será obra de gente bien intencionada pero mal informada: estos pueden hacer aún más daño que los pícaros que mienten descaradamente. El cambio necesario será el resultado de que el resto nos aclararemos las ideas y actuemos coherentemente con la realidad.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno” el lunes 17 de octubre de 2011. La imagen de la escultura "Hombre de rodillas" de Jean Lepêtre la bajé de Internet.

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