Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

12.04.2017

Celebración patética



El jueves pasado, 30 de noviembre, me encontraba alrededor de las doce y media de la tarde comentando con Jorge Jacobs en nuestro programa radial, “Todo a Pulmón”, las noticias del día, cuando nos avisaron que se había suspendido la sesión en el Congreso en la cual debían aprobar en tercera lectura el Presupuesto General de malgasto y despilfarro del Estado para el próximo año. Ambos celebramos tal hecho, conscientes de que la propuesta del gobierno para 2018 era la más absurda que habíamos visto en toda nuestra vida. Absurdo que, tristemente, crece año con año.

Era tan absurda la propuesta presupuestaria que, por primera vez que yo recuerde, hasta organizaciones estatistas e intervencionistas se pronunciaron en  contra de ésta. Un presupuesto que, si hubiera sido aprobado por el Congreso, hubiera acabado con las pocas esperanzas de muchos emprendedores de recuperar el año entrante parte de lo que hemos perdido en los últimos dos años. Por supuesto, que si se hubiese aprobado, lo hubieran celebrado un montón de corruptos que soñaban con la piñata de 2018.

No obstante la felicidad que me embargaba, a los pocos minutos de haber celebrado la suspensión de la sesión plenaria en el Congreso, me di cuenta de lo patética que era nuestra celebración. Poco me duró la euforia. Al final, el presupuesto de este 2017, que seguirá vigente en 2018, es también un absurdo casi catastrófico. ¡Qué triste celebración! La celebración de que nos libramos de un mal mayor pero, igual, podemos esperar un mal para el próximo año.

Lamentablemente, hemos llegado a este paradójico estado, en el cual celebramos la prevalencia de un mal menor, pero siempre un mal, porque pareciera que no tenemos forma de presionar, pacífica y legítimamente, a los politiqueros que ejercen el poder. Que seguirán haciendo lo que se les antoje a ellos y a los miembros más influyentes de los grupos de presión que, sin pena alguna, violan los derechos de los otros para reclamar privilegios que fácilmente les otorgan los gobernantes. Total, para eso sirve en la realidad el poder casi sin límites que otorga el Estado Benefactor/Mercantilista a quienes lo ejercen.

¿Y todo por qué? Por todos aquellos que se dejan embaucar por las promesas populistas de quienes quieren llegar al ejercicio del poder. ¿Por qué aceptan ser esclavos de tal engaño? ¿A qué le temen? ¿Tienen miedo a ser libres y decidir sobre su vida? ¿Cuántos prefieren morir engañados a enfrentar sus miedos? ¿Qué necesitan para liberarse?

Ojalá superemos la sentencia de Carl Sagan, según la cual "una de las lecciones más tristes de la historia es que si hemos sido engañados por tiempo suficiente, tendemos a rechazar cualquier evidencia del engaño. Ya no estamos interesados en descubrir la verdad. El engaño nos ha capturado. Es demasiado doloroso reconocer, incluso para nosotros mismos, que nos han tomado el pelo. Una vez que le das a un charlatán poder sobre ti, casi nunca lo recuperas". Patético. Rompamos esas cadenas y cambiemos nuestro futuro para bien.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 4 de diciembre de 2017.

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6.11.2012

El problema del engañado




El pasado martes 5 de junio, publiqué en las redes sociales que frecuento (Facebook y Twitter) una idea que hace tiempo habita en mi cabeza. Compartí con otros cibernautas lo siguiente: “El problema no son los mentirosos. El problema son aquellos que les creen. Aquellos que por miedo a vivir plenamente se acomodan y se dejan engañar”. Pese a que el pensamiento y el orden de las palabras son míos, casi inmediatamente empecé a recibir comentarios sobre una canción de Ricardo Arjona que decía algo similar.

Mi respuesta a quienes me informaron sobre lo escrito por nuestro compatriota fue la misma en todos los casos: que no conocía la canción de Arjona. Reconozco sus logros y la tenacidad con la cual ha buscado sus sueños y los ha hecho realidad. Una actitud loable. No obstante, su música, en la mayoría de los casos, no es de mi agrado. Bien dijeron los escolásticos: “los gustos no son discutibles”. Agregué en mi respuesta que el contexto en el cual ambos habíamos identificado un problema era distinto. Yo me refería al ámbito político, y él al ámbito sentimental. Además, podría asegurar que no somos los únicos que hemos dicho algo similar.

Sin embargo, curiosa como soy, después de responder a las personas que amablemente se habían comunicado conmigo, volé a YouTube a buscar la canción de Arjona, en la cual encontré otras afirmaciones que, pienso, podemos aplicar igualmente a nuestra esfera pública, no solo la privada: “El problema no es que mientas, el problema es que te creo… El problema no es cambiarte, el problema es que no quiero… El problema no es que duela, el problema es que me gusta… El problema no es lo que haces, el problema es que lo olvido… El problema no es qué digas, el problema es lo que callas”. ¿Necesito explicar por qué lo anterior también describe en gran parte la relación entre los políticos y muchos de los ciudadanos? ¿El autoengaño del gobernado que acepta las mentiras del gobernante?

"Puedes ignorar la realidad, pero no las consecuencias de ignorarla" escribió Ayn Rand. Por eso, la condena del engañado es vivir desencantado. Vivir con temor y a la espera de un cambio que no vendrá. Culpando a otros de su fracaso. Renegando de quienes lo engañaron en el pasado, pero cayendo en las mismas trampas en el presente. Total, cree que es más fácil que otros se encarguen de satisfacer sus necesidades. Que se responsabilicen los demás de su existencia.

La verdad del engañado es que se engaña a sí mismo. Quiere ser engañado. Sus motivos son variados. Le gusta ser engañado por desidia, porque desea que otros se encarguen de sus necesidades. Le gusta ser engañado por miedo a asumir las consecuencias de sus acciones: por miedo a ser responsable. Le gusta ser engañado por envidia, por sentirse incapaz de lograr sus objetivos y de alcanzar los éxitos que otros han conseguido, ya sea en el ámbito material o en el mundo intelectual. El engañado es masoquista: le gusta ser engañado. No se engañe.


El presente artículo fue publicado el lunes 11 de junio de 2012 en el diario guatemalteco Siglo Veintiuno. La imagen la bajé de la página de “Libertad Uruguay” en Facebook.

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