Si queremos cambiar las condiciones en la cuales vivimos en
Guatemala, para bien de los habitantes respetuosos, responsables y productivos,
debe prevalecer la razón por encima de la emoción. La discusión debe ser
intelectualmente honesta, basada en los hechos de la realidad,
independientemente de si estos nos agradan o nos disgustan. En particular en el
principal tema de los debates en las redes sociales, en los medios de
comunicación y en casi todo tipo de reunión: Iván Velásquez y la CICIG.
En estos enfrentamientos que han llegado al seno familiar,
se pueden identificar con facilidad tres grupos: los ivanlovers, los ivanhaters
y los indiferentes. Los últimos, como un reflejo de lo que sucede en nuestra
sociedad, suelen ser la mayoría que, harta de la política, creen que
ignorándola no los afecta. Lamentable error que pagamos todos. Existe un cuarto
grupo, el de la minoría en la que me incluyo, que no encajamos en ninguno de
los tres señalados. Los grupos más notorios suelen ser los dos primeros, entre
los cuales encuentro más coincidencias que diferencias. El problema principal
es la intensidad emocional que los ciega a la hora de intentar evaluar imparcialmente
a Iván Velásquez, la principal diferencia, más que la misma CICIG.
En ambos grupos, lovers
y haters, hay gente que lo único que le interesa es ejercer el poder.
También, en ambos grupos hay gente corrupta, envidiosa y comprada cuyo propósito
es, o mantener el statu quo, o cambiarlo en beneficio de ellos mismos y en
detrimento del resto de la población. Sin embargo, en la mayor parte de las
veces, lo que observo es a gente hastiada de la corrupción, deseosa de vivir
dentro de circunstancias diferentes y con la esperanza de que algún día vivamos
dentro de una sociedad justa.
¿Por qué tantos han perdido el juicio, han dejado de ser
objetivos, si alguna vez lo fueron, y se dejan llevar por sus pasiones en lo
que respecta a Velásquez? ¿Por qué confunde la mayoría la lucha en contra de la
corrupción con defender o atacar a Velásquez? ¿Es Velásquez el principal
obstáculo para construir un Estado de Derecho? ¿Quién o quiénes ganan con los
enfrentamientos que, en varios casos, ya rayan en lo absurdo? ¿Estarían hoy
presos Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti si no existiera la CICIG? ¿Por qué
el trato que se le da a Álvaro Colom y su gabinete es diferente al que se le da
a los otrora patriotas? ¿Por qué hay
personas presas sin evidencia contundente de los delitos que se les imputa?
¿Qué evidencia respalda las acusaciones de abuso de poder y violación al debido
proceso por parte de la CICIG?
En fin, para unos Velásquez es un héroe. Para otros es el
mismo diablo encarnado. Para mí es sólo un hombre que, como cualquier otro,
debe pagar las consecuencias de sus acciones. Recordemos que la batalla va más
allá de encarcelar a los corruptos. La batalla vital es contra el mismo origen
de la corrupción. Espero que pronto predomine en la discusión la calma y la
búsqueda de la verdad, para que aquellos que hemos elegido Guatemala como
nuestro hogar podamos objetivamente ponernos de acuerdo en los medios e
instituciones que necesitamos para vivir en paz, con la confianza de que en
nuestro país podemos progresar honestamente, con seguridad y dentro de un
sistema justo.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el
lunes 7 de mayo de 2018.
Etiquetas: Alfred Adler, Álvaro Colom, CICIG, corrupción, debido proceso, Iván Velásquez, justicia, obsesión, Otto Pérez Molina, Roxana Baldetti