Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

5.14.2018

¿En quién creer?




Las declaraciones de Juan Carlos Monzón contra varios miembros de la prensa, han agudizado la crisis de confianza en las instituciones que enfrentamos en la actualidad. También contribuye a la pérdida de confianza en los medios de comunicación, particularmente los vistos como tradicionales, el exitoso cabildeo de varias de las facciones interesadas en el ejercicio del poder (que no necesariamente involucra sobornar a alguien por medio de la llamada fafa), al igual que el poco cuestionamiento al intervencionismo promovido tanto por burócratas nacionales como internacionales.

Por cierto, el testigo estrella de la CICIG es ya de por sí un personaje poco confiable que, como aquellos a los que acusa, debe pagar las consecuencias de sus acciones. Y por esa poca confiabilidad que inspira un criminal confeso como Monzón, espero que las pruebas científicas y documentales que aporten al proceso citado, al igual que a otras causas justificadas como la del Transurbano, sean suficientes para condenar sin lugar a dudas a corruptos que, como Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti, salta a la vista la fortuna que acumularon abusando del poder que se les delegó como gobernantes.

Ahora, ¿quiénes son los principales responsables de la crisis de confianza que crece en nuestro país? ¿Cuáles son las consecuencias esperadas de esta crisis de confianza que empeora? ¿Cuándo y qué debemos de creer a los colaboradores eficaces? ¿A los medios de comunicación? ¿A los comentaristas y/o analistas? ¿Qué hacer con los rumores? Y aún más importante, ¿cuál es la realidad de la mayoría en Guatemala? ¿La que se refleja en los medios, en las redes o en la calle? O, ¿es esa realidad una mezcla de las tres?

Precisamente, entre los principales responsables de la creciente desconfianza se encuentra el grupo de analistas mencionados, ya sea que estén a sueldo de intereses de terceros o por simple conveniencia personal, que opinan desconectados de la señalada realidad, elevando sus oraciones al Divino Estado como responsable de proveer todo lo que el pueblo demande, ya sea una necesidad o un capricho. Un Divino Estado fracasado, convertido en violador de los derechos individuales de la mayoría, fuente de desilusiones y origen de la corrupción. ¿Por qué promueven medidas que sólo facilitan la corrupción?

¿En quién creer? Primero que todo, en nosotros mismos. En fin, de cada uno de nosotros depende hacer una evaluación justa y verdadera para determinar qué es cierto y qué es falso. Segundo, podemos confiar en quien emita juicios basados en los hechos de la realidad, que contextualice los hechos que describe o analiza y aporte la evidencia que demuestre la verdad de las afirmaciones que sostiene. O sea, quien tenga los pelos de la burra en la mano para decir de qué color es. Y, por supuesto, no debemos caer en la falacia de la generalización apresurada: no todo en el mundo del periodismo está podrido. Depende de usted como lector, espectador u oyente objetivo, diferenciar el trigo de la paja y apoyar a quienes, les guste o no los resultados de su trabajo, cumplen con su misión: la búsqueda de la verdad de los hechos.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el lunes 14 de mayo de 2018.

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3.06.2017

Choque de prejuicios



Los inciertos y confusos tiempos presentes, y la recomendación en Facebook de un amigo, me hicieron recordar una de las mejores películas que vi en el año 2005, Crash. Una producción estadounidense de 2004, cuyo director es Paul Haggis quien, con el apoyo de Bobby Moresco, escribió el guión. Crash es una película que se presta a muchas lecturas, dependiendo del contexto en que la analicemos. Dan ganas de verla más de una vez.

Cuenta con un reparto fabuloso, una fotografía memorable y un guión inteligente con diálogos retadores y políticamente incorrectos. Es un ejemplo del fracaso de las leyes que privilegian a unos a costa de otros. Un ejemplo más del descalabro ocasionado por las affirmative actions (acciones afirmativas) que en lugar de beneficiar en el largo plazo a los privilegiados con éstas, los condena a acomodarse a la mediocridad.

Los prejuicios son producto de la ignorancia y los mantiene presentes la desidia de pensar. Es más sencillo creer las mentiras difundidas por unos para manipular a los demás, que esforzarse en buscar en la realidad las respuestas verdaderas a nuestras dudas. Las respuestas que nos permitan aclararnos las ideas y así confirmar o desechar por falsos nuestros prejuicios. Muchos creen que les facilitan la existencia explicaciones tan descabelladas como que todo latino tiene que ser mexicano, que todo asiático es chino, que todo musulmán es árabe, que todo blanco es racista y que todo negro es un haragán ladrón.

“Es el sentido del tacto. En una ciudad real, la gente te roza, te golpea al caminar. En Los Ángeles nadie te toca. Estamos detrás del metal y el vidrio. Extrañamos tanto ese roce que chocamos contra el otro para sentir algo”. Además de los prejuicios, Crash nos confronta con nuestros miedos, con el rencor, el resentimiento, el poder, la inseguridad… pero no de la ciudad, sino la propia. Todas estas emociones se convierten en los hilos conductores de la trama. Es una historia que cuestiona estereotipos.

“Vivir en constante choque”, y reconocer que los temidos monstruos no se esconden debajo de la cama: se llevan por dentro. “Estoy enojada todo el tiempo y no sé por qué”, el choque que producen las contradicciones sin resolver. Descubrir que, al final, no importan tanto las circunstancias, como nuestra respuesta ante éstas. La decisión depende de nosotros, que somos capaces de cometer las más bajas y deleznables acciones, así como también de actuar de forma justa. Y en ambos casos, para bien o para mal, somos responsables de las consecuencias de esas acciones. Admitir que es imposible amarnos los unos a los otros, pero que sí tenemos la obligación de respetarnos mutuamente, más allá de nuestras creencias.

Crash nos deja en el paladar un sabor a esperanza al confrontar nuestros prejuicios y miedos, al mostrarnos que es posible superarlos. Es probable que, como fue mi caso, le deje haciéndose aún más preguntas de las que tenía al principio.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 6 de marzo de 2017.

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9.12.2016

¿Qué es la Libertad?



¿Qué significa ser libre? ¿Qué se necesita para ser libres? ¿Cuáles son las responsabilidades que adquirimos al reclamar nuestro derecho a la Libertad? ¿Cuáles son las obligaciones de los otros? ¿Para qué queremos y debemos actuar en base a nuestro juicio propio? ¿Dentro de qué contexto es necesario reconocer el derecho a ser libres?

¿Qué es la libertad? Es la condición sine qua non, junto con la propiedad privada, para vivir en sociedad. Las decisiones que cada persona toma en lo que respecta a su vida y a sus bienes deben ser respetadas, una vez esas decisiones no violenten los mismos derechos de los otros que reclama para sí mismo. Para poder alcanzar nuestros fines, debemos ser libres de actuar según nuestro juicio propio, les parezca o no a los demás. Sólo así lograremos convertirnos en quien queremos ser.

Necesitamos muchas cosas para sobrevivir y vivir la mejor vida posible. Necesitamos un trabajo productivo, educación, gozar de una buena salud, un techo que nos cubra de las variaciones del clima, un vestido que nos proteja, tiempo de ocio… y muchas cosas más, dependiendo de lo que deseamos para vivir como nosotros queramos. El único responsable de satisfacer tales necesidades es uno mismo. Es injusto pretender cargar a otros con nuestras responsabilidades individuales.

Es una falacia decir que necesitamos tener satisfechas nuestras necesidades para ser libres. Aquellos que piensan de esa manera, también creen que hay unos que deben ser en cierta medida esclavizados para mantener a otros, lo que es una clara contradicción en una sociedad de personas libres. Para ser libres necesitamos que los demás nos respeten y no interfieran con nuestras decisiones, una vez éstas no violen los derechos de otros. Cada uno de nosotros es responsable de esforzarse, mental y físicamente, para satisfacer sus necesidades y la de sus seres queridos.

Para poder satisfacer nuestras necesidades nos debemos respetar los unos a los otros. Todos aquellos que no pretendemos vivir a costa de los demás, que somos respetuosos de los derechos de los otros y asumimos la responsabilidad de nuestra vida y nuestras acciones, tenemos la solvencia moral de exigir a los demás que nos respeten. Todos, no importa nuestra edad, sexo, nacionalidad, etnia, escolaridad… tenemos la oportunidad de corregir nuestro camino y decidir nuestro destino.

Sobran historias de individuos que, independientemente de las condiciones miserables en las cuales nacieron, en base a su ingenio, empeño y trabajo lograron crear la riqueza necesaria para vivir cómodamente y mejorar su calidad de vida y la de sus familias. Casos como el de Steve Jobs que mejoraron su propia vida y la de millones de personas. “Nadie me ayudó. Nadie me regaló nada. Nadie me ha dejado nada. Todo lo que tengo, me lo gané”, declaró la escritora inglesa Taylor Cadwell a un entrevistador en 1976. Una meta a la cual podemos aspirar para sentirnos orgullosos de nosotros mismos y vivir una vida digna de recordar por otros.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 12 de septiembre de 2016.

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7.04.2016

Libertad sin fronteras



La libertad no debe tener límites. Sobra, a lo largo de toda la historia de la humanidad, evidencia de que, entre más se respeta la libertad individual en general, más prospera el ser humano. Por supuesto, a estas alturas del debate, parto de la premisa de que queda claro a la mayoría que no es lo mismo la libertad que el libertinaje. Toda persona debe ser libre de hacer lo que se le antoje con su vida y sus bienes, una vez no violente la vida, la libertad y la propiedad de los demás. En otras palabras, para ser verdaderamente libres debemos responsabilizarnos plenamente de nuestras acciones y merecer la vida que llevamos.

Cada uno es responsable de su vida. Y para que todos seamos libres de perseguir nuestros valores, metas, fines… nace la idea moderna de cuáles deben ser las responsabilidades de los gobernantes: velar por el respeto a los derechos individuales de todos y asegurar de que, en caso algún antisocial atente contra alguien más, éste sea aprendido, juzgado en los tribunales competentes, respetuosos del debido proceso y, si es probada su culpabilidad, que sea obligado a compensar a su o sus víctimas para que haya justicia.

Vale la pena recordar que lo anterior fue bien entendido por los llamados padres fundadores de Estados Unidos, a pesar de las discusiones que sostuvieron por casi once años a partir del 4 de julio de 1776, fecha en la cual proclamaron su independencia del imperio inglés. Once años en los cuales discutieron la que es hoy considerada la primera constitución moderna, la cual sigue vigente, con todo y enmiendas, desde su promulgación en 1787. En aquel año llegaron al acuerdo de que la mejor forma de gobierno era la República, o Nomocracia como la llamaría posteriormente Friedrich Hayek, ya que la democracia terminaba inevitablemente en dictaduras que ejercían minorías corruptas en nombre de la mayoría.

Hoy, que vivimos tiempos interesantes, de mayor incertidumbre política a nivel mundial, es importante recordar eventos históricos que han configurado el desarrollo de nuestra especie. Parafraseando a George Santayana, si no aprendemos de los errores de nuestros antepasados, estamos condenados a repetirlos. Más aún con la confusión conceptual que impera y la manipulación que pretenden algunos, haciéndose pasar por eruditos e intelectuales, de los conceptos, sus orígenes y las consecuencias que han tenido a lo largo de nuestra historia la imposición de normas contrarias a nuestra naturaleza, gracias al abuso de los gobernantes del poder coercitivo del abstracto Estado.
                                                                                                                
Más allá de lo que los doctos académicos pregonan, ya sea porque efectivamente no entienden o simplemente porque son intelectualmente deshonestos, cada uno de nosotros debe usar su propio juicio para llegar a conclusiones que sean coherentes con los hechos de la realidad. De lo contrario, nos estamos jugando nuestro futuro y el de nuestros seres queridos. Es indiscutible la sentencia de Thomas Jefferson de que el precio de la libertad es una eterna vigilancia de la misma.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 4 de julio de 2016.

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2.15.2016

Carta al mandante



Hoy te escribo a ti. Sí, a ti que estas harto de la situación en la cual vives. Que estás cansado de levantarte antes de que salga el sol y llegar a tu casa horas después de que este se ocultó. Tú, ciudadano que empiezas a aceptar, aunque sea a regañadientes, que esa situación no va a cambiar a menos que TÚ decidas intervenir. Que TÚ decidas ejercer como mandante. Que TÚ decidas aclararte las ideas. Que TÚ asumas tus responsabilidades contigo mismo y con aquellos seres queridos a quienes libremente has decidido apoyar. Que te des cuenta que la raíz del problema se encuentra en ti mismo y la actitud que has tomado frente a los retos propios de tu decisión de vivir en sociedad con otros.

Hoy que dedico a ti mi artículo, ya sabes que, de nuevo, te mintieron aquellos que te prometieron hacer las cosas diferentes al resto. Ese cambio significativo que esperabas para ti y tus seres queridos se esfuma conforme avanzan los días. ¿Cómo iban a ser diferentes si llegaron al poder con un discurso similar al de sus antecesores? Sí, analiza bien lo que te ofrecieron en las elecciones pasadas y compáralo con lo que ofrecieron la mayoría de quienes traicionaron tu confianza en administraciones pasadas. Cuando están en campaña, todos están en contra de la corrupción, todos se venden como diferentes a los demás, todos juran y perjuran que como ellos no hay ningún otro.

Pero al final, resulta que no es verdad. Sin duda te preguntas, ¿por qué? Lo primero que debes hacer para responder esta pregunta es cuestionarte a ti mismo. ¿Alguna vez, honestamente, creíste que iban a cumplir lo que creías que te ofrecían cuando te enamoraban para que les dieras tu voto? ¿Qué creías que te iban a dar? ¿Te mintieron sabiendo tú, aunque no lo quisieras reconocer, que te mentían? ¿Fuiste cómplice del engaño? ¿Por qué?

Sufres en carne propia los horrores del sistema inmoral que priva en nuestra sociedad. Un sistema que es el producto de las ideas erradas de nuestros antepasados, pero que si continúa vigente es con tu venia, con tu aprobación. Cada vez que aceptas que aquellos que elegiste como mandatarios violenten los derechos de unos para satisfacer las demandas de otros, estás siendo partícipe de una injusticia que tarde o temprano te va a golpear en la cara. Sí, mañana la injusticia la cometerán contigo.

¿Eres de los que creen que es trabajo de otros el dar la batalla por el bienestar de todos? ¿Crees que hay quienes tienen la obligación de sacrificarse por el resto, entre ese resto tú? Si es así, estás equivocado. La tarea es de todos los que queremos seguir viviendo en Guatemala, pero en condiciones diferentes. Si eres, como lo soy yo, parte del grupo que desea vivir en una sociedad en paz, donde todos seamos libres de buscar nuestra prosperidad a partir del esfuerzo que estemos dispuestos a dar, donde la probabilidad de que atenten contra tu vida, la vida de aquellos a quienes amas y contra tus bienes sea la mínima posible, debes pelear por ese objetivo. Sólo así lo vamos a alcanzar.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 15 de febrero de 2016.

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8.27.2012

I




Yo soy yo para mí misma, pero hoy no hablaré de mi circunstancia. Tampoco escribiré sobre cómo nos salvo, a mí y mi circunstancia, a cada instante que decido vivir. Hoy, me atreveré a invitarlo a usted a reflexionar sobre “YO”, ya que para mí usted es usted, pero para usted, usted es yo. Y lo anterior no es un trabalenguas. Aquel que me quiera entender, facilitará su propio camino de salvación y aumentará exponencialmente las posibilidades de alcanzar SU felicidad.

Son dos cosas las que principalmente me motivaron a escribir sobre la palabra prohibida para tantos: YO. Lo primero fue escuchar a Erick Barrondo, el personaje más celebre del momento en Guatemala, repetir muchas veces que su futuro depende de lo que diga el profe, Rigoberto Medina. Lo segundo fue ¿la tercera o la cuarta? vez que leo la más breve de las novelas de Ayn Rand: “Anthem”. Un poema para la escritora Rose Wilder Lane, y una fantasía dramática para Cecil B. De Mille. Un himno para el individuo que se valora a sí mismo.

El porvenir de Erick Barrondo lo decide solo él, al igual que todo ser humano. Ya el profe Medina declaró en los medios que: “Ahora que en mi currículum tengo una medalla olímpica me voy a poner más caro”. Y está en todo su derecho, como lo está cualquier persona, de decidir por aquello que sea lo mejor para él. Felicito a Medina por tener la valentía de decir la verdad en medio de todas las declaraciones políticamente correctas (del diente al labio), que se han hecho por el éxito de su discípulo.

Reconocernos como “YO”, además de ir en contra del hipócrita discurso socialmente reiterado del nosotros, implica asumir la responsabilidad de nuestras acciones y aceptar que somos, para bien o para mal, el resultado de nuestras decisiones. Lamentablemente a lo que más teme la mayoría es precisamente a ser responsable. Como escribió en “Conceptos y Categorías” Isaiah Berlin: “…la elección encierra responsabilidad, y algunos seres humanos las más de las veces… desean sacudirse esta carga. Existe la tendencia a buscar excusas y pretextos… a atribuir demasiado a la acción inevitable de las leyes naturales o sociales”. O lo que es peor, responsabilizar de nuestras vidas y las consecuencias de nuestras acciones a otras personas.

“Yo soy. Yo pienso. Yo quiero… Éste, mi cuerpo y espíritu, este es el final de mi búsqueda… No necesito justificación para existir, ni ninguna palabra de permiso para hacerlo. Yo soy la justificación y el permiso. Es mi voluntad la que elige y la elección de mi voluntad es el único mandato que debo respetar… No daré mi amor sin motivo a cualquier oportunista que lo reclame. Honro a los hombres con mi amor. Pero el honor es algo que debe ser ganado”. Rand con la voz de Prometeo, protagonista de “Anthem”.

El profe Medina se ha ganado el amor y el agradecimiento de Erick, pero solo Erick puede decidir qué hacer con su vida, así como el resto de nosotros lo hacemos reafirmando nuestro YO.


El presente artículo fue publicado el lunes 27 de agosto de 2012 en el diario guatemalteco Siglo Veintiuno. La imagen la bajé de la Internet.

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5.07.2012

Necesito trabajar




Necesito trabajar para alcanzar mis objetivos, el primero de estos, sobrevivir. Si no trabajo, no me puedo alimentar, no puedo comprar vestido que me cubra ni pagar un techo que me proteja de las inclemencias del clima. Necesito trabajar para mejorar mi calidad de vida y velar por mis seres queridos que dependen de mi trabajo, aquellos a quienes he elegido como valores y, por tanto, asumo la responsabilidad de mantenerlos por el tiempo que sea necesario para su buen vivir.

Nadie me puede obligar a trabajar, a menos que sea mi amo y yo su esclava. Nadie me puede obligar a trabajar, a menos que me encuentre presa y privada de libertad. Pero tampoco nadie tiene la obligación de darme trabajo, menos de mantenerme. Aquel que me emplee, lo hará en pleno ejercicio de su voluntad, libremente y porque emplearme le va a representar un beneficio. Es un libre intercambio entre ambos. Los dos ganamos.

Necesito trabajar porque si no trabajo, me muero. Trabajar es una decisión que toma toda persona que elije pensar: usa su razón que le permite identificar la realidad y decidir sin aceptar, menos permitir, presiones de otros. Elecciones personales que hace de manera objetiva, siendo las principales elecciones su escala de valores y los medios adecuados para alcanzar eso valores y conservarlos.

Puedo trabajar por cuenta propia o por cuenta ajena. Necesito trabajar, independientemente de que yo sea quien arriesgue e invierta y, por cierto, dé trabajo a otros que también (como yo) lo necesitan; o alguien más sea quien corra con los riesgos de emprender y me emplee para alcanzar sus metas.

Necesito trabajar, para poder descansar. Necesito trabajar para permitirme un tiempo de ocio, dedicado a enriquecer mi conocimiento o al esparcimiento por el tiempo que sea necesario para reponer la energía que he destinado al trabajo productivo: todo en la justa medida y a la medida de mis propósitos.

Trabajar es una condición necesaria para la vida de todo ser humano. Y va más allá de si tengo o no los suficientes ingresos para satisfacer mis necesidades físicas. El ser humano necesita trabajar para vivir como humano. Para sentirse orgulloso de su existencia única e irrepetible. El ser humano necesita trabajar para sentirse digno: para saber que lo que tiene se lo ha ganado en base a su esfuerzo e ingenio, que no es producto de la laboriosidad de otros. Saber que soy capaz de mantenerme y cumplir con mis compromisos me engrandece ante mis propios ojos: los únicos que plenamente saben quién soy.

La laboriosidad es una virtud. Es la diferencia entre una sociedad de personas exitosas y felices; y una comunidad de gente fracasada y resentida. Es la que hace la diferencia entre la calidad de vida de los primeros y las condiciones de los segundos. Necesitamos trabajar para nosotros y para alcanzar nuestros objetivos. Necesitamos que el gobierno y los gorrones, los grupos de presión, dejen de estorbar el camino del progreso.


El presente artículo fue publicado el lunes 7 de mayo de 2012 en el diario guatemalteco Siglo Veintiuno.

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2.27.2012

La droga es una droga



Y hace droga a quien se droga. Pero no es un crimen: no hay daños a la vida, la libertad y la propiedad de otros. Sí, quien se droga va a preocupar a quienes lo valoran (evidentemente, más de lo que él o ella se valora), pero no daña los derechos de nadie. Solo se daña, lamentablemente, a sí mismo. Decide usar irresponsablemente SU libertad, y aunque la mayoría no compartamos SU decisión, debemos respetarla porque ES suya. Solo el o ella deben pagar las consecuencias de sus acciones. Y, en el mejor de los escenarios, aprender de sus errores.

Por supuesto, lo ideal es que logremos hacer ver al drogadicto el daño que se hace, con la esperanza de que al comprenderlo decida dejarlo. Pero, al final, quien tiene la última palabra es quien decidió consumir droga. Consumir droga es un vicio, y como tal debe ser enfrentado. Aquel que quiera dejar las drogas recibirá el apoyo de quienes lo aman bien y deberá seguir los procesos necesarios para abandonar el vicio. Pero, persiguiéndolo como apestado y metiéndolo a la cárcel, lo único que se logra es hundirlo más en su miseria.

La prohibición de la producción, la comercialización y el consumo de ciertos estupefacientes, prohibición impulsada desde hace décadas por el gobierno estadounidense, lo único que ha logrado es atraer la atención de más consumidores que les encanta lo prohibido, y enriquecer a políticos, burócratas y mafiosos que se han beneficiado de los precios a los cuales se venden por el riesgo que implica la prohibición. Y lo anterior a un costo altísimo: la muerte de millones de personas, muchas de estas inocentes. Los que llaman despectivamente casualties of war.

Como dijo Nucky Thompson, celebrando la prohibición del alcohol durante la década de los años veinte del siglo pasado en la primera temporada de la serie Boardwalk Empire de HBO: In less than two hours, liquor will be declared illegal by decree of the distinguished gentlemen of our nation’s Congress. To those beautiful, ignorant bastards. ("En menos de dos horas, el licor será declarado ilegal por decreto de los distinguidos caballeros del Congreso de nuestra nación. Brindo por esos hermosos e ignorantes bastardos"). Por cierto, el personaje de Thompson está basado en un político que existió en la realidad: Enoch Lewis "Nucky" Johnson.

Drogarse es un vicio fatal, pero no es un crimen. Criminalizar el consumo de las drogas no lo ha disminuido. Por otro lado, aumentó exponencialmente su producción y el surgimiento de grupos criminales dedicados a la extorsión, el secuestro y el asesinato. Condenable es la muerte de millones a causa de aquellos que continúan falseando la realidad. Para acabar con tanta insensatez, hay que despenalizar para que se acabe el negocio de los mafiosos. Por supuesto, aquellos que hayan secuestrado, extorsionado o asesinado (los cuales sí son crímenes: causan daños a terceros) deben de ser perseguidos, juzgados y castigados: deberán compensar a sus víctimas.


El presente artículo fue publicado el lunes 27 de febrero de 2012 en el diario guatemalteco Siglo Veintiuno. La imagen la baje del blog “Prevención a la droga”.

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5.09.2011

El apellido


El acompañante inseparable de nuestro nombre propio: el nombre de la familia a la cual pertenecemos. Lo heredamos de nuestros ancestros y lo legamos a nuestros descendientes. Algunos de ellos nos hacen sentirnos honrados y orgullosos de portar el mismo apellido. Otros, quisiéramos que fueran parientes de cualquiera menos de nosotros. Pero, en fin, es un hecho innegable que no escogemos a aquellos con los que nos unen lazos de sangre. Eso sí, tenemos la dicha de elegir a nuestras amistades, quienes en la mayoría de los casos llegan a ser más cercanos a nosotros que aquellos con quienes no tenemos relación, ninguna relación, más allá del apellido. Personas con quienes no compartimos valores.

La anterior reflexión la hago para dejar de una vez en claro y por escrito que, fuera de compartir uno de mis apellidos con el anunciado candidato vicepresidencial de la UNE, Roberto Díaz-Durán Quezada, no tengo ningún otro vínculo. Además de que descendemos de ramas diferentes (yo de la rama de Joaquín Díaz-Durán y Durán y él de la rama de José Carlos Díaz-Durán y Durán) también somos frutos distintos. Aunque pienso que pertenecer a ramas diferentes no nos hace frutos diferentes. Nos diferencian nuestras elecciones.

Para enfatizar el punto, a continuación comparto con ustedes una conversación que sostuve con un amigo virtual en mi muro en Facebook:

“– RO: Marta Yolanda, hola. Te quería preguntar si ya hablaste del vice de Sandra. ¿Es tu pariente? – MY: No he hablado del tema. Sí, es tío lejano mío ya que su papá era primo en segundo grado consanguíneo de mi abuelo. No lo he hecho porque no considero relevante hablar de él solo porque compartimos apellidos. Pienso que son obvias las diferencias en nuestras escalas de valores. – RO: Sí, pero me imagino que no seré el único con la duda. ¡Qué mal por él!

MY: Qué mal que haya quienes piensen que tengo que opinar de otros solo porque compartimos apellidos. Y lo digo sin ánimo de generar una polémica. Pienso que tenemos que aprender que cada individuo es responsable de sus acciones. Y que las decisiones de tus amigos o familiares son de ellos. Solo las tuyas son las que, si lo deseas, vas a divulgar y comentar [además de asumir las consecuencias de éstas]. Eso sí, si llega a ocupar un cargo público y violenta los derechos de los habitantes de Guatemala, pueden tener la seguridad que seré de las más críticas y combativas. [Lo afirmo] con toda la seguridad de que sé quién yo soy”.

Yo, que no necesito ocupar un puesto público por ningún motivo. Yo, que no ambiciono llegar al ejercicio del poder. Yo, cuyo mayor anhelo es seguir siendo quien es, cada vez mejor. Repito: compartir apellido no implica compartir valores. Yo, Marta Yolanda Díaz-Durán Alvarado, sé quien soy y vivo a partir de mi propia escala de valores: la que yo he elegido. Soy coherente y busco ser íntegra. Solo soy responsable de mis actos y asumo las consecuencias de los mismos.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 9 de mayo de 2011. La imagen es “del abuelo de mi abuelo, Coronel Joaquín Díaz-Durán y Durán, hijo de José María y Ana Josefa. Fue cónsul de Guatemala en San Francisco durante el gobierno de Reyna Barrios y estuvo auto-exilado en Nueva York durante el de Justo Rufino Barrios. Este retrato a carbón fue hecho en Nueva York” tal y como escribe mi hermano Constantino en Facebook.

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3.11.2009

Arráncame la vida


Arráncame el corazón. Todas las vísceras. Vacía mi cráneo, tira mis sesos. Arroja mis restos al patio de enfrente. Destroza mi cabeza. Regenérate antisocial. Para eso vine: para ayudarte en el correccional. Mi nombre: Jorge Emilio Winter Vidaurre. Dedicado a la educación. Muerto el pasado martes 3 de marzo de 2009. La razón de mi deceso fue ser el más viejo de los presentes. Fui asesinado por mis alumnos en el “Centro Juvenil para Privados de Libertad, Etapa II”. ¿Privados de libertad, pero entregados al libertinaje? ¿Segunda etapa de qué? ¿De cómo mejorar en la carrera de criminal y no fracasar en el intento? Graduados con doctorados en la materia. Magna Cum Laude.

Arráncame la vida, es el titulo de la novela más conocida de la escritora de origen mexicano, Ángeles Mastretta. Bello nombre. Antítesis de los pandilleros presos que acabaron con la vida de aquel que quería ayudarlos (a ellos, a sus asesinos) a encauzar su existencia por otro sendero. Motivarlos a que eligieran otro destino. Qué ironía: quien se topo con el final de su camino fue él. Ingenuo como otros.

De buenas intenciones esta empedrada la ruta al infierno… donde hoy vive la familia del muerto. Ya que no sólo le arrancaron el corazón al profesor. Se lo arrancaron a su esposa, a sus hijos, a sus hermanos, a sus demás familiares y amigos. El infierno donde viven un montón de habitantes de nuestra convulsa nación. Y demostraron con su acción que muchos en nuestro país se han acostumbrado a vivir en medio de la muerte ajena. Aquellos que se quedaron impávidos ante semejante realidad, no ficción. Atroz crimen de hombres que lo único que les interesa es tener sexo todos los días y ver televisión.

Viles criminales. Eso son estos engendros, independientemente de su edad, y como tales debe de ser tratados y juzgados. No son víctimas de ningún abstracto colectivo. Me refiero al manido discurso oportunista de las “estructuras opresoras de la sociedad”, entre tantas otras tonterías que solemos leer o escuchar. Sólo son excusas para mantener a gorrones, miembros de los grupos de presión que nacen, crecen, se multiplican y no desaparecen dentro del sistema de incentivos perverso del Estado Benefactor/Mercantilista, que, como he mencionado hasta el cansancio, sólo beneficia a unos cuantos: a quienes forman parte del círculo del poder.

El vil asesinato del profesor Winter es una trágica metáfora de lo que sucede en nuestra Guatemala. Hace más de seis décadas, se aprobó la muerte lenta de una de las más importantes virtudes humanas. La elección vital para el progreso de los miembros de una sociedad. Me refiero a la responsabilidad individual. Así como hoy dejaron a un hombre sin corazón, nos dejaron años atrás sin el órgano que le permite latir a una sociedad. Por eso, si queremos seguir viviendo en Guatemala, pero en condiciones diferentes, es urgente apoyar el cambio radical que propone Proreforma.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 9 de marzo de 2009. La fotografía la tomé el pasado domingo 22 de febrero de 2009, en la Ermita de la Santa Cruz, Antigua Guatemala, para la clausura del Festival Internacional de Cultura Paiz, en la presentación del ballet de "La bella durmiente".

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1.21.2008

¿Qué culpa tiene Dios?


¿Por qué tienen los políticos que dejar todo en manos de Dios? ¿Esperan que los ilumine, que los guíe, que los bendiga… que se haga responsable de sus errores? En fin, ¿cuál es esa manía de dejar a la voluntad de Dios lo que es tarea de los hombres? ¿Será una excusa más? Al final, probablemente ellos, al igual que muchos que los eligieron, siguen buscando un papá que asuma las obligaciones que como adultos tienen. O, en este caso, los deberes adquiridos como gobernantes de un pueblo.

Y, lo que es peor, pareciera que detrás de esta actitud se esconde el deseo de que alguien más (quién mejor que Dios) se haga cargo de sus equivocaciones y las consecuencias que los actos incorrectos que cometan les acarreen a ellos y los gobernados. “Fue culpa de Dios, no mía”. “Yo tenía la mejor de las intenciones”: la más común de las excusas tras los fracasos.

Dos de las más efectivas maneras de manipular al ser humano es apelar, precisamente, a dos conceptos místicos de gran relevancia en la esfera íntima del individuo: Dios y la abstracta Nación. Por supuesto, no debemos obviar la idea del Robin Hood cuyo objetivo primordial en la vida es robarle a los ricos para repartir el botín entre los pobres. Y de estos tres elementos escuchamos repetidamente durante el discurso de toma de posesión de Álvaro Colom. Aunque casi al final del mismo haya declarado tener un “profundo respeto por la propiedad privada”. Por cierto, la existencia de propiedad privada en nuestro “país mágico”, como describió a Guatemala su recién estrenado Presidente, es sólo una ilusión más. Pero explicar por qué será tema de un posterior artículo.

Cualquier sociedad (sin duda, un vocablo que prefiero por encima del desacreditado termino de Nación) que base su progreso en ilusiones, percepciones (la mayoría de las veces equivocadas) y simple doxa, sin base objetiva cimentada en la realidad, no pasará de pollo a Gavilán. Por más que los estrategas políticos de la UNE hayan considerado a esta ave rapaz, de unos tres decímetros de largo desde el pico a la extremidad de la cola, como el animal con el cual deseaban identificar al otrora candidato, hoy rey quiché, Colom. ¿Sabrán sus asesores, los geniales creadores del apodo, que la hembra de esta especie es un tercio mayor que el macho? ¿Conocerán el significado de rapaz? Según el Diccionario de la Real Academia Española, rapaz es un adjetivo que describe a un ser inclinado o dado al robo, hurto o rapiña.

En fin, sólo espero que no se necesite de un verdadero milagro para que la gente productiva y respetuosa que sueña con un supuesto segundo despertar a la primaveral democracia, se de cuenta que para que exista un cambio real en las condiciones de vida de todos es urgente cambiar el sistema socialdemócrata de Estado Benefactor/mercantilista, al cual llevamos más de 60 años dándole el beneficio de la duda. ¿Acaso no es ya hora de decir basta, el socialismo no funciona?

Articulo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 21 de enero de 2008.


La fotografía la tomé el 14 de octubre de 2007, en la Iglesia Ortodoxa de Guatemala, situada a orillas del lago de Amatitlán.

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10.01.2007

En lo alto del cerro


Paredes contó que subió a encontrarse con Dios, pues el Señor lo llamó desde el monte y le dijo: anúnciales mis palabras a los habitantes de Cerro Alto. Paredes relató el linchamiento de un delincuente en San Juan Sacatepéquez. Paredes, aferrado a su inseparable Biblia, describió cómo, ante la amenaza de la pena de muerte, más de cien pandilleros entregaron sus armas:

“Lastimosamente, ya estábanos cansados de tanta situación que vivía nuestra población, tanta intimidación, tanto robo, tanto asalto, y sucesivamente esto fue una situación que le oramos mucho a Dios... Fue una fecha inolvidable, que fue el día 9 de septiembre del 2007… Nosotros nos organizamos y le pedimos la guianza a Dios, primeramente, verdá, para poder actuar…

Unos niños me dijeron: Paredes, fíjese que aquí abajo hay unos tres muchachos que no son de acá. Entonces nosotros organizamos un grupito como de unos ocho o diez, y bajamos al sector y les pedimos documentos de identificación... Yo les dije están seguros muchachos que son de aquí. Y me dijeron: pues así es. Entonces les dije yo: vamos a ir con sus papás para que tomen cartas en el asunto. Y sucesivamente así lo hicimos. En eso tres niñitos, que decirle, de unos ocho, diez años, pegaron la carrera a un lugar céntrico… e intentaron dar la alarma acerca de lo que nosotros estábanos agilizando…

Proseguimos y lastimosamente en ese momento salió este muchacho [Mynor Cotzayaj] y actuamos y le dijimos, muchacho, queremos hablarte en el amor de Dios… Entonces él me dijo: pues a mí nadie me manda… Dialogando estábanos cuando soltaron un disparo… Por un momento nos intimidamos… En ese momento Dios, pues usó medios… seguimos con la persecución.

El muchacho volvió a tratarnos mal y la turba se enojó tanto… El problema fue berlo soltado. Cuando lo soltamos, él inmediatamente pegó la carrera, y gritó un grito fuerte pidiendo auxilio y que no teníamos la capacidad y pantalones para dominarlo. Entonces la turba enardecida lo persiguió y le dio caída o lo agarraron, para más claro, en un terreno baldío. Ya iba bastante golpeado. Ya le habían dado ciertos golpes como para hacerle reflexionar… él gritaba que nosotros no éramos competentes. Entonces yo le dije, hay competencia porque Dios está con nosotros… el muchacho, de una y otra manera, decía que no había quién lo dominara… Cuando nosotros vimos el centro estaba totalmente lleno de la población y dijeron: estamos con todos. Nosotros queremos que haya paz y tranquilidad…y lastimosamente tuvieron que actuar en prenderle fuego.

Nosotros lo que queremos es una población tranquila como hace muchos años lo era. Entonces seguimos el proceso y les dije: Señores, hoy más que nunca reflexionemos… y entonces la población acató el llamado… con la ayuda de Dios están entrando a una vida mejor”.

Lo que Paredes no mencionó es que Dios está cansado de ser responsable de las acciones sin consecuencias de los hombres.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 1 de octubre de 2007.



La fotografía fue publicada en el diario guatemalteco "elPeriódico".

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2.13.2007

Rebelde con causa




Albert Camus, en “El hombre rebelde” afirmó que: “El humanitarismo va acompañado del odio al mundo. Se ama a la humanidad en general para no tener que amar a lo seres en particular”. Impresionante. Impactante. Certero.

Más allá del pesimismo o del cuestionamiento a la existencia humana, es importante decantar y dejar respirar, como a un buen vino tinto, el pensamiento de personajes como Camus para disfrutar de su escritura, hurgar en sus reflexiones y entender sus paradojas. Estas últimas, una muestra más, precisamente, de su humanidad falible como la de todos.

¿Es la existencia un absurdo, una casualidad, un accidente más? No sé. Tampoco pongo mucho empeño en intentar responder una pregunta propia del ámbito subjetivo que nos lleva a nuestra misma existencia: esa que es única e irrepetible. No obstante, es imprescindible reconocer que nuestros actos sí causan eventos: resultados imprevistos en nuestra vida y, dependiendo de nuestro circulo de influencia, en la vida de otros.

La vida, por cierto, se acerca más a un claroscuro en constante evolución, que a un negro profundo o un blanco puro. Un arco iris de infinitas tonalidades. Ni tragedia ni comedia: tragicomedia. De cada uno de nosotros depende disfrutar y aprender de los matices de nuestra realidad. Y a cada uno de nosotros corresponde aceptar la responsabilidad que ese vivir implica.

En fin, sólo podemos ser justos por nuestros actos respetuosos de las elecciones, los bienes y la vida de los demás. Parte de mi definición de amar a seres concretos y no construcciones etéreas. Amor de todos los días, incluidos los martes 13. Aunque mañana sea 14 de febrero.

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