Demacreto
A eso han llegado no sólo los políticos, sino los mismos buscadores de rentas. Gente que se agrupa en organizaciones con un solo objetivo: obtener prebendas de parte del gobierno para “algunos” de sus asociados.
Las hay de muchos tipos: de seudoderechos humanos, sindicales, empresauriales (énfasis en el “saurio”), dedicadas a la industria de la victimización… Para todos los gustos y sabores. Pero todas con el mismo objetivo: búsqueda de privilegios, los cuales son propios del marco de un sistema socialista que impone (más allá de sus “buenas intenciones”) un Estado benefactor/mercantilista. No importa que al mando se encuentre un “derechista” o un “izquierdista”. Ambos trataran de hacer que el “sistema” funcione, a pesar de las décadas ¿o siglos? de fracasos que arrastra.
Los caciques de la Central General de Trabajadores de Guatemala (CGTG) respondieron a los “otros” caciques (los del Cacif) con relación a su propuesta de aumentar el 10 por ciento al salario mínimo: “No nos satisface el ofrecimiento de los [incorrectamente llamados] empresarios… Rechazamos el porcentaje que proponen, pues es insensible y no se ajusta a la realidad en que viven los guatemaltecos, principalmente los campesinos”, señaló José Pinzón, secretario general de la CGTG. Mínimo, opinan estos personajes, se debe aumentar el 50 por ciento. ¿De dónde telas si no hay arañas?
No obstante, se merecen esta respuesta los señores del Cacif. Y es de esperar que continúen en estas conversaciones antediluvianas propias de especimenes de esa época. Rivales pero, paradójicamente, compañeros de cama. Así, dicen, es la política. Los polos opuestos se atraen, aunque no se comprendan.
Sin embargo, me pregunto, ¿cómo es posible que un grupo tan pequeño de jefecitos decidan por todos? Si ellos están en capacidad de subir el salario de sus empleados no necesitan de una ley para hacerlo. Auméntenlo ya. No el año siguiente. Háganlo a partir del mes entrante. Mañana, hoy, no esperen un día más. Pero no pretendan imponerle su parecer al resto de emprendedores de Guatemala.
¿Acaso ustedes conocen las condiciones en que operan los demás? La mayoría de ellos sin protección ni privilegios otorgados por los gobernantes, administradores de esa ficción llamada “Estado”. Recuerden: ustedes apenas representan al 5 por ciento de los empresarios del país (no creo que tengan un mayor porcentaje de afiliados). Talvez ahora son hasta menos, porque la Cámara de Comercio se llevó con ella una gran cantidad de agremiados. Ustedes no representan, ni de asomo, al restante 95 por ciento. No lo olviden. Al menos nosotros, no lo hacemos.
Antes creía que todos merecen el beneficio de la duda. Ahora, lo dudo. Hay quienes, a pesar de ser consientes de ello, no les importa el daño que causan con tal de llevar agua a su molino. Populistas. Demagogos. Talvez actúan como humanos, a veces, demasiado humanos.
Con medidas como las propuestas por los sindicalistas y los empresaurios, encontrar trabajo va a ser una tarea todavía más difícil, y parte de quienes están trabajando terminarán en la calle, como tantos otros. Un salario mínimo sustituye a los salarios bajos por el desempleo. El salario mínimo empobrece a los más pobres.
Al fin, la mejor noticia que le pueden dar a un verdadero trabajador es que hay trabajo. Y ese trabajo lo puede crear la proliferación de empresas productivas, exitosas (que ganan pisto). Sin embargo, para eso se necesita inversión. Y para que haya inversión necesitamos de un estado de Derecho, inexistente en Guatemala.
Con relación al salario mínimo, no olvidemos, más vale tener un quetzal en mano que ver un ciento volar.