El uso de los avances tecnológicos, principalmente en el
área de las comunicaciones, y las ventajas que la inteligencia artificial traen
a la misma, representan hoy los principales retos a vencer en el proceso de
diferenciar la información falsa de la verdadera. Lo anterior pareciera ser una
ironía, sin embargo, es una consecuencia lógica de la acción humana y la libertad
que la Internet nos ha dado para expresarnos. El abuso que hacen muchos de esa
libertad, es parte del proceso de aprender a ser libres: entender que la
libertad implica asumir la responsabilidad de nuestros actos.
Todos estos avances tecnológicos a los que hago mención,
garantizan que las noticias, o los artículos que dicen ser noticias, sean una
presencia casi permanente en nuestras vidas. Somos constantemente bombardeados
con información, tanto relevante como irrelevante, las 24 horas del día, los
siete días de la semana, los 365 días del año. Todo gracias a las supuestas noticias de última hora que llegan a
nuestros teléfonos inteligentes por medio de las redes sociales.
Hay un problema aún mayor con la adicción a estar informado, sin importar que las noticias que recibamos sean o no hechos
confirmados. Los noticieros de los medios tradicionales, televisión y radio, rara
vez brindan la información en detalle que una sociedad necesita para estar
verdaderamente enterada de la realidad. En un segmento en los programas de
noticias, cuando mucho de tres minutos, no pueden brindar un análisis en
profundidad de lo que sucede local e internacionalmente, y menos ahondar en las
consecuencias que esos hechos pueden tener en la vida de la gente y en el
progreso en general. Y es poco probable que nos proporcionen los datos
relevantes a la hora de decidir por quién votar.
Es cierto que encontramos en los medios espacios que, se supone,
buscan ahondar en los temas complejos, particularmente los políticos, pero,
lamentablemente, la objetividad que estos programas deben mantener se pierde en
aras del entretenimiento para atraer una mayor audiencia, lo cual se hace a
costa del detrimento del análisis, perdiendo así estos programas su razón de
ser. Las historias más extensas y profundas se descartan en favor de la diversión
y la controversia. La política de entretenimiento ha sustituido a la búsqueda
de la verdad de los hechos, la cual es, precisamente, la misión del periodismo.
No obstante todos los cuestionamientos que podamos hacer a
la forma en la cual algunos abusan de su libertad de expresión, sea un
periodista o cualquier otro individuo, coincido con lo escrito por John Stuart
Mill en el segundo capítulo de “On
Liberty” en el que señala las consecuencias de regular o intentar controlar
las opiniones de las personas, y concluye que las opiniones nunca deben ser
reprimidas, afirmando que “Tal prejuicio, o descuido, cuando ocurre, es en
conjunto un mal, pero es uno del que no podemos esperar estar siempre exentos,
y debe considerarse como el precio pagado por un bien inestimable”. Tolerar los
excesos de la libertad de expresión de algunos, es el costo que pagamos para
conservar esa libertad, que es nuestra principal defensa contra la tiranía.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el
lunes 25 de marzo de 2019.
Etiquetas: John Stuart Mill, libertad, libertad de expresión, medios de comunicación, noticias, On liberty, periodismo, tiranía, verdad