Aunque no tan cerca. A pesar de que por medio de internet me mantengo informada sobre lo que sucede en Guatemala, la lejanía me hace evaluar los hechos recientes en mi país de manera diferente. Al final,
nuestra apreciación de la realidad, siendo nosotros parte de esta, depende del contexto en el cual nos encontremos. Eso no quiere decir que la realidad cambie: la realidad es lo que es. Pero sí es diferente cómo la valoramos si la
vivimos de cerca o si la
observamos de lejos, la que es mi particular circunstancia hoy que escribo mi artículo semanal que se publica en Siglo Veintiuno.
Por supuesto, imagino que en épocas pasadas no quedaba más que atenerse a lo que se lograba conocer, en un principio del siglo pasado, por medio de la radio y luego por la televisión. No pienso remontarme a los siglos anteriores al veinte, donde la comunicación dependía de las cartas que tardaban hasta meses en llegar antes de la invención del telégrafo. Sin embargo en el caso guatemalteco, que sigue siendo un país poco importante en el mundo,
es difícil que se mencione en los medios tradicionales lo que sucede, a menos que decapiten a 20 personas en cualquier rincón olvidado en el campo de batalla de la más trágica guerra de hoy: la guerra (perdida) contra las drogas prohibidas. Y eso que no me encuentro del otro lado del mundo. Apenas estoy a unas horas en avión de la que es mi nación.
No obstante, gracias a las redes sociales virtuales como
Twitter y
Facebook, conozco las noticias más relevantes de esta semana en mi terruño. Sé de la reciente violación al derecho a la libre locomoción de la mayoría, por
una minoría de delincuentes manipulados por la gente del Presidente Álvaro Colom para presionar a los diputados a que aprueben las últimas (espero) locuras del mencionado que en unos meses va a entregar el poder a alguien que, como van las cosas, no va a ser su
exesposa, Sandra Torres, cuyo reciente amparo no va a cambiar el desenlace esperado.
Probablemente tampoco lo sea el protestante (porque el Registro de Ciudadanos rechazó su candidatura), supuestamente
expastor, Harold Caballeros que, por no dejar su negocio religioso
(¿quién cree que Caballeros no influye sobre las decisiones que toma su esposa, actual líder de su iglesia?), tampoco fue inscrito como candidato a la Presidencia.
A lo mejor se cumple lo presentado por las encuestas y el próximo Presidente será un general retirado. Que, por cierto, espero que también haya retirado sus armas (y las de uno de los guardaespaldas de su hija) y no pretenda usarlas para amedrentar a aquellos que no nos
cuadramos ante nadie y
vamos a cuestionar las acciones de los gobernantes siempre que estos abusen del poder, violenten los derechos de los mandantes (quienes mandan) y no cumplan con sus obligaciones de mandatarios (los que obedecen el mandato). Por cierto, los primeros, los mandantes, somos nosotros, los taxpayers. Los ciudadanos.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 11 de julio de 2011. La fotografía la tomé el lunes 4 de julio de 2011 en las playas de Ft. Lauderdale, Fl. EE. UU.
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