Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

6.12.2017

La bicicleta de Eco



Las declaraciones sin tapujos de Salvador Estuardo González Álvarez, Eco, siguen provocando asombro e invitando a pensar. Ojalá también motiven a escucharlas repetitivamente y, en base a esa repetición, a reflexionar sobre los mitos que prevalecen en lo que respecta a la impunidad con la que delinquen aquellos que llegan al ejercicio del poder y sus asociados, sean estos familiares, amigos o criminales reconocidos.
  
La semana pasada llamó mi atención la confesión de González Álvarez de que, a pesar de que sabía que estaba cometiendo delitos, igual no pensaba cambiar el rumbo de sus decisiones, porque consideraba que nadie podría detenerlo a él y a sus jefes: “Sabía que estaba haciendo algo ilegal, pero decidí seguir. Pensé: ¿quién nos va a cachar en ésta?” Sin embargo, Eco se equivocó, como muchos en el gobierno actual se equivocan creyendo que a ellos no los van a cachar. Más aún, por más que su nombre sea Salvador, no sólo él no podrá salvar a nadie, sino no hay nadie que lo salve a él.

Por más que González creyera que lo único que debía hacer era seguir pedaleando la bicicleta, este cayó, aunque el eco de su caída aún no ha llegado a los oídos de todos. González cayó, y ahora no habrá quién lo calle a él. “Ya en la bicicleta, si dejaba de pedalear yo me caía y por lo tanto decidí continuar. Se sentía bien estar asesorando al señor presidente y a la señora vicepresidenta”. La bicicleta de Salvador, un cuento basado en hechos reales, que de poco ha servido para que cambien los gobernantes actuales.

Y total, ¡quién podrá atraparme! Seguirá siendo la premisa mayor de nuestros gobernantes y los que trabajan con ellos. Seguirá siendo la regla primera de los burócratas de ayer, los burócratas de hoy y los burócratas de mañana. Seguirá siendo la regla, pues al fin, Eco tenía razón hasta cierto punto: son muy pocos los que terminan presos y pagan las consecuencias de sus acciones. Una actitud que sólo va a cambiar cuando cambiemos el sistema de incentivos perversos que prevalece. Un sistema inmoral que promueve injusticias y atrae al ejercicio del poder a los peores representantes de nuestra sociedad. De nada servirá lo poco bien que hasta hoy se ha hecho, porque como bien advierte Johann Wolfgang von Goethe, “el que no se mueve hacia adelante, retrocede”.

Bien lo dijo nuestro compatriota Ricardo Arjona: “hay más sorpresas en la realidad que dentro del circo”. Ojalá más ciudadanos reaccionen y dejen de ser simples espectadores para convertirse en mandantes activos. De lo contrario, los payasos y sus empleados los monos, seguirán haciendo piruetas sobre sus bicicletas. Seguirán reinando en la Guatemala de la eterna indignación, con muy poca acción, los mediocres y corruptos parásitos a los que atrae el poder. Un espectáculo mantenido por la indiferencia de muchos. Un show de tercera categoría aplaudido por la mayoría. Una tragedia, más que una comedia.
           


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 12 de junio de 2017.

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3.28.2016

Caen los corruptos



Caen presos varios de los ladrones que han llegado al ejercicio del poder. Pero continúa la corrupción. Se fueron presos Otto Pérez Molina, Roxana Baldetti Elías y compañía casi ilimitada, y aun así continúa la corrupción. Tal vez se van a ir presos Lula, Dilma, Cristina, Nicolás y varios ex Presidentes de Centroamérica. Y aun así va a continuar la corrupción. ¿Por qué?

Muchos corruptos, además de los mencionados, han estado presos en lo que va del siglo. Y aun así continúa la corrupción. Más aún, hubo quién resucitó, no con la gloria de antes, pero resucitó: tal es el caso de Alfonso Portillo. Lo que no detiene, como debe ser, las investigaciones y las denuncias de corrupción que hacen, entre otros, el Ministerio Público y la CICIG. Cada vez que encuentran pruebas que apuntan a actos de corrupción se arma un alboroto, en particular cuando capturan a los nuevos acusados que casi siempre se van en grupo a la cárcel. Y aun así, continúa la corrupción. ¿Por qué?

“¡Pero por qué!” Se preguntan un sinnúmero de personas que han enarbolado la bandera contra la corrupción y asistieron a, por lo menos, una manifestación, indignados por la situación que en lugar de mejorar parece empeorar. En Guatemala, en Brasil, en Venezuela… Y aun así continúa la corrupción. ¿Por qué continúa la corrupción? ¿Por qué se multiplican los corruptos? Cae un corrupto preso e inmediatamente surgen muchos más que quieren ocupar su lugar. ¿Por qué?

Porque en lugar de cambiar radicalmente el problema que hace posible la corrupción, los legisladores, los politiqueros y los miembros de los grupos de presión (incluidos los representantes de otros gobiernos y los burócratas de organismos internacionales), que ilegítima e ilegalmente se presentan como la voz de la abstracta sociedad civil, profundizan con sus propuestas el sistema de incentivos perversos que ha prevalecido y atrae a los peores representantes de nuestra sociedad al ejercicio del poder.

Tal y como he escrito en varias ocasiones, el origen de la corrupción es el poder, por eso debe ser limitado. Y ese poder lo adquieren los gobernantes gracias a la venia de los ciudadanos que decidieron otorgárselo más allá del necesario para que cumplan con sus obligaciones primordiales: dar seguridad y velar porque haya justicia. Poder que se corrompe al permitir a los mandatarios violar los derechos de unos para complacer a otros.

Quienes esperan que alguien más les resuelva la vida y les satisfaga las necesidades, que votan por quienes les ofrecen más supuestos beneficios, sin importar lo absurdo, lo injusto y lo incumplible de sus promesas, lo que están haciendo es entregándoles un cheque en blanco a los peores representantes de nuestra sociedad. Porque es a estos, a los peores, a quienes va a atraer el sistema de incentivos perversos que impone el Estado Benefactor/Mercantilista, que es populista, colectivista y de inspiración socialista. Acabemos con la corrupción. Cambiemos radicalmente el sistema político.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el martes 29 de marzo de 2016.

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2.15.2016

Carta al mandante



Hoy te escribo a ti. Sí, a ti que estas harto de la situación en la cual vives. Que estás cansado de levantarte antes de que salga el sol y llegar a tu casa horas después de que este se ocultó. Tú, ciudadano que empiezas a aceptar, aunque sea a regañadientes, que esa situación no va a cambiar a menos que TÚ decidas intervenir. Que TÚ decidas ejercer como mandante. Que TÚ decidas aclararte las ideas. Que TÚ asumas tus responsabilidades contigo mismo y con aquellos seres queridos a quienes libremente has decidido apoyar. Que te des cuenta que la raíz del problema se encuentra en ti mismo y la actitud que has tomado frente a los retos propios de tu decisión de vivir en sociedad con otros.

Hoy que dedico a ti mi artículo, ya sabes que, de nuevo, te mintieron aquellos que te prometieron hacer las cosas diferentes al resto. Ese cambio significativo que esperabas para ti y tus seres queridos se esfuma conforme avanzan los días. ¿Cómo iban a ser diferentes si llegaron al poder con un discurso similar al de sus antecesores? Sí, analiza bien lo que te ofrecieron en las elecciones pasadas y compáralo con lo que ofrecieron la mayoría de quienes traicionaron tu confianza en administraciones pasadas. Cuando están en campaña, todos están en contra de la corrupción, todos se venden como diferentes a los demás, todos juran y perjuran que como ellos no hay ningún otro.

Pero al final, resulta que no es verdad. Sin duda te preguntas, ¿por qué? Lo primero que debes hacer para responder esta pregunta es cuestionarte a ti mismo. ¿Alguna vez, honestamente, creíste que iban a cumplir lo que creías que te ofrecían cuando te enamoraban para que les dieras tu voto? ¿Qué creías que te iban a dar? ¿Te mintieron sabiendo tú, aunque no lo quisieras reconocer, que te mentían? ¿Fuiste cómplice del engaño? ¿Por qué?

Sufres en carne propia los horrores del sistema inmoral que priva en nuestra sociedad. Un sistema que es el producto de las ideas erradas de nuestros antepasados, pero que si continúa vigente es con tu venia, con tu aprobación. Cada vez que aceptas que aquellos que elegiste como mandatarios violenten los derechos de unos para satisfacer las demandas de otros, estás siendo partícipe de una injusticia que tarde o temprano te va a golpear en la cara. Sí, mañana la injusticia la cometerán contigo.

¿Eres de los que creen que es trabajo de otros el dar la batalla por el bienestar de todos? ¿Crees que hay quienes tienen la obligación de sacrificarse por el resto, entre ese resto tú? Si es así, estás equivocado. La tarea es de todos los que queremos seguir viviendo en Guatemala, pero en condiciones diferentes. Si eres, como lo soy yo, parte del grupo que desea vivir en una sociedad en paz, donde todos seamos libres de buscar nuestra prosperidad a partir del esfuerzo que estemos dispuestos a dar, donde la probabilidad de que atenten contra tu vida, la vida de aquellos a quienes amas y contra tus bienes sea la mínima posible, debes pelear por ese objetivo. Sólo así lo vamos a alcanzar.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 15 de febrero de 2016.

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12.07.2015

Los criminales deben pagar



Los criminales deben pagar las consecuencias de sus acciones. Deben pagar los crímenes que cometieron: es lo justo, es lo correcto. Es el sistema por medio del cual, desde siempre, el ser humano ha aprendido la diferencia entre el bien y el mal. Se castiga a aquel que viola los derechos individuales de otros (vida, libertad y propiedad) y se premia a quién es respetuoso, responsable y racional a la hora de emitir los juicios a partir de los cuales va a actuar. O sea, a quien hace el esfuerzo mental y físico por vivir y convivir con los demás en paz.
                                                               
Sin embargo, lamentablemente, el sistema de incentivos perversos que prevalece en el sistema político es el que también impera en nuestro sistema penitenciario. Un sistema que promueve la solidaridad hacia el reo que, supuestamente, es una víctima (de otros, generalmente sus padres, o de abstracciones, como la sociedad, a las que se les culpa de las malas acciones que el criminal DECIDIÓ cometer), olvidando que ese individuo en particular violentó los derechos de otro ajeno a esa supuesta violación de la que él fue víctima. Un sistema que termina violando, nuevamente, los derechos de aquel que sufrió la agresión del criminal en cuestión.

A la hora de juzgar el daño que una persona comete a otra, es irrelevante lo que a esa persona le haya sucedido con anterioridad. En tal caso, habría que juzgar a quien efectivamente le dañó y que ese individuo en específico lo compense una vez se cumpla con el debido proceso y haya sido vencido en un juicio imparcial. Pero eso no justifica bajo ningún punto de vista objetivo el que se le absuelva de pagar sus delitos o crímenes y de su responsabilidad de compensar a sus víctimas para que haya justicia. Este sistema  de incentivos perversos en el ámbito penitenciario, es promovido por gente en la mayoría de los casos bienintencionada, pero que falsea la realidad y olvida que de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno. Gente que termina siendo cómplice de las fechorías que sus patrocinados cometan desde las cárceles.

Por cierto, los presos DEBEN de trabajar para pagar sus gastos y cumplir con sus compromisos, tal y como lo estipula el Código Penal de nuestro país (Decreto número 17-73), en el libro primero, título VI, Capítulo I, en el artículo 47: “Producto del trabajo. El trabajo de los reclusos es obligatorio y debe ser remunerado. El producto de la remuneración será inembargable y se aplicará: 1º. A reparar e indemnizar los daños causados por el delito. 2º. A las prestaciones alimenticias a que esté obligado. 3º. A contribuir a los gastos extraordinarios y necesarios para mantener o incrementar los medios productivos que, como fuente de trabajo, beneficien al recluso. 4º. A formar un fondo propio que se le entregará al ser liberado”. De lo contrario, como ha sido hasta hoy, los condenados somos de nuevo los tributarios: condenados a soportar a los antisociales que violaron o pueden llegar a violar nuestros derechos. Absurdo.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 7 de diciembre de 2015.

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3.23.2015

Baldizón NO promueve el empleo



Todo lo contrario: con sus promesas populistas y demagogas lo único que va a lograr es que cada vez sea más difícil prosperar. Sus propuestas, la mayoría basadas en la idea de cargar con más costos y gastos a los empresarios que operan formalmente en nuestro país -una especie en vías de extinción-, van a ahuyentar a quienes podrían arriesgarse a invertir. En lugar de atraer el capital productivo que urgentemente necesitamos para transformar los recursos en riqueza y mejorar los ingresos reales de todos aquellos que trabajamos honestamente y respetamos los derechos individuales de los demás, va a espantar a los emprendedores que podrían crear el empleo que tantos necesitan en nuestro terruño. 

Nada bueno podemos esperar de un individuo que confunde la riqueza con los recursos naturales y sostiene que estos últimos no son escasos. Alguien que cree que el problema de los países subdesarrollados es “la falta de una administración estratégica de sus riquezas”. Un personaje que descaradamente acusa de corruptos a aquellos con los cuales se ha asociado para aprobar nuevos privilegios y más legislación que facilitan el robo de nuestros impuestos. Todas las anteriores, reglas que obstaculizan aún más el progreso de quienes todavía optamos por seguir viviendo en Guatemala.

La propuesta contradictoria de Manuel Baldizón, sin sentido e incoherente, es una revoltijo de lo mismo de siempre con alguna idea descabellada que por casualidad se topó buscando frases célebres en Internet, lo que le facilitó hacer un copy/paste: plagios por los que hoy es célebre más allá de nuestras fronteras el candidato mencionado. ¡En cuántas ocasiones ha sido el hazmerreír, no sólo de los círculos académicos e ilustrados, sino en todos lados! En fin, independientemente de la poca capacidad intelectual de Baldizón, lo más peligroso, si acaso llega a ocupar el cargo de Presidente del Ejecutivo, es su baja autoestima, la cual se refleja en su megalomanía.

No solo lo que dice, escribe y publica es en gran parte un fraude: el mismo es una farsa como persona. El delirio que lo consume lo lleva hasta a referirse a sí mismo en tercera persona: un personaje ficticio, producto de su imaginación, con el que pretende sustituir al sujeto real. De sobra se sabe que detrás de esa aparente grandeza, lo que se esconde es un complejo de inferioridad, lo que conduce a quienes lo sufren a obsesionarse con el ejercicio del poder en un intento fallido por convencerse de su valía y de que merecen más de lo que se les reconoce. Si alguien lo aprecia de verdad, le haría un bien aconsejándole que visite a un buen sicólogo.

Podemos describir a Manuel Baldizón con una sola palabra: deshonesto. Casi todo en él es una impostura. Sería terrible que un tipo como él llegara a gobernar nuestro país. Pero, al final, debemos entender que Baldizón es solo una consecuencia más del sistema de incentivos perversos dentro del cual vivimos. Un sistema que atrae a los peores representantes de nuestra sociedad.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 23 de marzo de 2015.

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12.10.2012

El debate sin desarrollo




Casi siempre, el debate público en Guatemala termina siendo una discusión sin desarrollar (DRAE: 3. tr. Explicar una teoría y llevarla hasta sus últimas consecuencias.) y sin integridad (DRAE: íntegro: 2. adj. Dicho de una persona: Recta, proba, intachable.), menos integral (DRAE: 1. adj. Global, total.). Así como no hay desarrollo (DRAE: 3. m. Econ. Evolución progresiva de una economía hacia mejores niveles de vida.) para los habitantes de nuestro país con las leyes (legislación) que han aprobado y pretenden aprobar, tampoco el debate sobre las leyes y las condiciones que necesita todo ser humano y una sociedad entera para progresar se desarrollan en Guatemala.

La descontextualización (sacar de contexto), la confusión conceptual (comenzando porque no  se definen los conceptos) y los intereses multimillonarios que dependen del sistema de privilegios que impera en nuestro país, son los principales problemas por los cuales es prácticamente imposible ponerse de acuerdo con aquellos cuyos objetivos dependen del uso arbitrario del poder. Además de la deshonestidad intelectual de muchos articulistas a quienes la verdad [DRAE: 7. f. realidad (‖ existencia real de algo)] les importa poco, sino nada. Lo único que les interesa es llamar la atención y que se les dé la razón, aunque no la tengan, para alimentar su frágil ego.

Uno de los mejores ejemplos de lo anterior es la discusión de la iniciativa 4084, mal llamada ley del sistema nacional de desarrollo rural integral. Las falaces generalizaciones en el supuesto debate, los ataques ad hominen, la falta de evidencia de lo aseverado y la ignorancia del contenido de la propuesta por parte de algunos de los defensores de la misma son obvios. ¡Hasta el número de iniciativa han confundido! Una legislación que solo favorece a los dirigentes de los grupos que la apoyan y a la burocracia estatal que se va a crear, violenta la igualdad de todos ante la ley y fortalece la dependencia de la gente del abstracto Estado (representado por el gobernante de turno), por mencionar algunos puntos, debería ser rechazada por todo aquel que se ha preocupado por conocer sus fundamentos.

El objetivo del debate público no debe ser ceder o negociar para complacer a grupos de presión. Debe ser encontrar el camino correcto para que haya de verdad progreso para TODOS aquellos que están dispuestos a asumir sus responsabilidades. Y que los vividores y su estrategia de provocar lástima y manipular a otros sea denunciada y rechazada. Y, a los bienintencionados, les recuerdo que es mejor no hacer nada si lo que se va hacer empeora la situación, como es el caso de la mencionada propuesta legislativa.

Termino con la siguiente idea de Ayn Rand, la cual comparto: "Cuando estoy en desacuerdo con un hombre racional, dejo que la realidad sea nuestro árbitro final; si yo tengo razón, él aprenderá; si estoy equivocado, yo aprenderé; uno de nosotros ganará, pero ambos nos beneficiaremos".


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 10 de diciembre de 2012. La imagen la bajé del blog de Nico Colau.

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4.04.2011

La Supermoon de Ban Ki-moon


Por un momento pensé que era una broma en la cual se habían puesto de acuerdo los jefes de redacción de los diarios más leídos de Guatemala. Que ante las carcajadas que ha provocado uno de los precandidatos a la Presidencia de nuestro país con su promesa de que la selección nacional de fútbol va a llegar al mundial si los incautos votan por él, los propietarios de los medios de comunicación se habían visto en la necesidad de competir por las risas del público chapín.

Sin embargo, no fue así. Lo reportado en los periódicos era, mejor dicho es, cierto: los burócratas de la Organización de las Naciones Unidas, en el capítulo correspondiente al llamado Consejo de Seguridad, están a punto de otorgar un espacio a los gobernantes de una de las sociedades más peligrosas del mundo, quienes designaran al ungido representante que se sentará en el mullido sillón. Imagino que usted ya sabe a qué país me refiero: al nuestro.

Guatemala, donde lo que seguro crece día a día, además de la pobreza de los más pobres, es la incertidumbre provocada por el aumento de los delitos y los crímenes que cometen los antisociales con quienes convivimos. Por cierto, muchos de ellos se encuentran en el ejercicio del poder. La conocida connivencia entre el crimen legalizado y el informal. Los primeros nos extorsionan para que paguemos impuestos sin recibir nada a cambio. Los segundos, sin recurrir a eufemismos, simplemente nos roban.

En el reciente perigeo del Secretario General de la ONU con los guatemaltecos, hizo una declaración con la que coincido: “Nadie esta por encima de la Ley”. No obstante, casi al instante de la anterior afirmación, justificó que sus subordinados de la CICIG sean una excepción a esa regla porque “hay una preocupación de todos por la proliferación del narcotráfico y el crimen organizado”. Otra de las contradicciones que suelen proclamar a los cuatro vientos los miembros del ente mencionado. Sin duda, cuando Ki-moon dijo “Hay quienes no están acostumbrados a la justicia” se refería a ellos mismos. Sí, ellos, los burócratas con el derecho a la impunidad, más allá de los discursos gourmet de cinco tenedores.

Si Ki-moon quisiera acabar con los narcos, presionarían a Obama y compañía para que den marcha atrás en una guerra perdida que ha causado millones de muertes. Un problema que solo va a terminar cuando acabe la prohibición de producir, comercializar y consumir las drogas que arbitrariamente han decidido condenar los gobernantes gringos, sentenciándonos a los latinoamericanos en especial a vivir en una agonía permanente.

Como dijo Mario Vargas Llosa hace unos días: “Estamos cerrando un círculo y regresando a la barbarie por exceso de comprensión y tolerancia”. Yo agregaría que parece ser que estamos en una involución, sobre todo, por la tozudez de algunos, principalmente los poderosos, de falsear la realidad e imponer sistemas normativos ajenos a la naturaleza humana.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 4 de abril de 2011. La fotografía la tomé el sábado 19 de marzo de 2011, día de la “Súperluna”.

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9.24.2007

Caso Pac


Hace unos días reflexionaba sobre el caso Pac, tema que abordamos recientemente en “Todo a pulmón” (100.9FM). Primero me cuestioné por qué me involucro en situaciones complicadas y peligrosas. Al final llegué a la conclusión de que lo hago porque quiero vivir en una sociedad diferente, y no en un país en el que prevalece el linchamiento, informal o formal. Un lugar donde corremos el riesgo de que cualquiera, en cualquier momento, grite a nuestro paso: aquel es el ladrón, el violador, el secuestrador, el asesino… y en cuestión de segundos una turba nos golpee, insulte y bañe con gasolina para condenarnos a la pena de las brujas: morir quemados en la hoguera de un mundo sin derechos ni respeto.

Y, lamentablemente, parece que algo similar sucede en los tribunales. Pasó con el juicio por el asesinato de Juan Gerardi. Pasa hoy con el proceso por el asesinato de Claudia Pac. Dos crímenes execrables que deben ser resueltos por respeto a la memoria de las víctimas y por la tranquilad de todos. No obstante, en estas dos situaciones (deben existir muchísimas más) parece que se impone lo mismo que en infinidad de rincones de Guatemala: alguien que acusa a cualquiera, sin pruebas, basado sólo en su palabra, y los fiscales y los jueces representando el papel de la turba, dispuestos a condenarlos a pesar de las inconsistencias y contradicciones de los testimonios, y la poca credibilidad de los testigos.

Creo que la gente debe ser premiada por su productividad. Pero se debe tener claro cuál es el producto esperado. En el caso de la aplicación de la justicia es precisamente eso lo que esperamos: justicia. Y para que se alcance tan noble ideal, es vital buscar la verdad de los hechos y no el máximo de acusaciones y condenas posibles. Hoy la tarea principal de los fiscales. Labor por la que son premiados. Un sistema incorrecto, inspirado en una idea correcta. Falla una de sus premisas: lo buscado es el mayor número de acusaciones y condenas posibles. Un sistema de incentivos perverso.

El debido proceso es uno de los principales derechos producto de la evolución, de la civilización, que parte de la afirmación de que somos inocentes hasta que se pruebe lo contrario sin duda razonable. Es cierto que bajo ese principio puede ser que algún criminal logre escapar a la justicia. Sin embargo, el debido proceso lo que busca es impedir que en nombre de la justicia se cometa una injusticia: condenar a un inocente.

Los responsables de aclarar los hechos, preparar la acusación y juzgar si el o los acusados son culpables o inocentes, a partir de la evidencia presentada, son los fiscales, los abogados defensores y los jueces. Mi objetivo es conocer cuál es la situación real de nuestro sistema de justicia. Mi objetivo es que nadie sea acusado y condenado por un crimen que no cometió. Mi objetivo es vivir en una Guatemala diferente, no en la actual, donde prevalece el mal y agoniza el bien.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 24 de septiembre de 2007.


La foto de Claudia Pac es de "Prensa Libre".

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4.09.2007

Certeza de Dolores


Por fin, el desfile bufo universitario del primer viernes de Semana Santa dejó de ser un dolor. Por el contrario, a muchos la más reciente Huelga de todos los Dolores les dejó un montón de alegrías. Una de ellas fue saber que, for the first time en un par de décadas, quienes participaron en la actividad respetaron la propiedad estatal y privada: no hubo pintas ni destrucción innecesaria de bienes de otros. Un respeto que, según las noticias difundidas, también hubo en Quetzaltenango y demás centros urbanos en los cuales se llevó a cabo la marcha estudiantil.

Por supuesto que quienes circulan por las áreas donde pasa el desfile siguen, con toda razón, molestos por los inconvenientes que este tipo de manifestaciones les causan. Así como sucede con las procesiones, las caminatas de indígenas, maestros, sindicalistas, feministas, machistas… Total, hasta las visitas de Presidentes de otras naciones, burócratas jetseteros de paraísos fiscales (que terminan sus reuniones sugiriendo más impuestos para los amolados tributarios), y los viajes turísticos de la nobleza a Guatemala son excusas para quebrantar nuestros derechos. ¿Por qué es así la vida en los trópicos latinoamericanos?

Sin duda, hay que lamentar y condenar lo sucedido la noche anterior en el Paraninfo universitario, cuando un grupo de alumnos de ¿Derecho? balearon a estudiantes de Veterinaria, dejando a varios seriamente heridos. Según me contaron, los aspirantes a güizaches pertenecen al grupo de bochincheros que desearían seguir haciendo desmadres tomando por excusa la centenaria celebración sancarlista del Viernes de Dolores. Por cierto, el hecho de que los agresores se echaran sus traguitos y llegaran mareaditos a buscar bronca, no los exime para nada de su culpa. Al contrario, creería que ese detallito es una agravante del delito. Y el problema no son el alcohol ni las armas: el problema es la falta de certeza del castigo que hace de los criminales, impunes diablitos con permiso de transgredir las normas.

No obstante, es obvio que contribuyó al orden en el cual transcurrió la Huelga que hayan metido presos a los vándalos que causaron daños a comercios en Xela: un sistema de incentivos correcto, que premia a los respetuosos y castiga a los antisociales. Al menos, es obvio para cualquiera que acepte la realidad objetiva como algo ajeno a sus preferencias.

“Para el dolor profundo una mano azul… que te de luz… Para la duda oscura un clavo ardiendo que ilumine la noche… mate el miedo y separe lo falso de lo verdadero”: frases de la canción “Para el Dolor” de Ana Laan, la cual me acompaña por la radio cuando expreso todo a pulmón. Lo que me recuerda que para parar el dolor que genera la inseguridad y recobrar la calma perdida, necesitamos certeza en la aplicación de la pena impuesta a quien viole los derechos individuales de los otros. Empezando con quienes los atropellan amparados en la legislación: los gobernantes.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 9 de abril de 2007. Foto Prensa Libre: Mario Linares.

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