Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

9.24.2007

Caso Pac


Hace unos días reflexionaba sobre el caso Pac, tema que abordamos recientemente en “Todo a pulmón” (100.9FM). Primero me cuestioné por qué me involucro en situaciones complicadas y peligrosas. Al final llegué a la conclusión de que lo hago porque quiero vivir en una sociedad diferente, y no en un país en el que prevalece el linchamiento, informal o formal. Un lugar donde corremos el riesgo de que cualquiera, en cualquier momento, grite a nuestro paso: aquel es el ladrón, el violador, el secuestrador, el asesino… y en cuestión de segundos una turba nos golpee, insulte y bañe con gasolina para condenarnos a la pena de las brujas: morir quemados en la hoguera de un mundo sin derechos ni respeto.

Y, lamentablemente, parece que algo similar sucede en los tribunales. Pasó con el juicio por el asesinato de Juan Gerardi. Pasa hoy con el proceso por el asesinato de Claudia Pac. Dos crímenes execrables que deben ser resueltos por respeto a la memoria de las víctimas y por la tranquilad de todos. No obstante, en estas dos situaciones (deben existir muchísimas más) parece que se impone lo mismo que en infinidad de rincones de Guatemala: alguien que acusa a cualquiera, sin pruebas, basado sólo en su palabra, y los fiscales y los jueces representando el papel de la turba, dispuestos a condenarlos a pesar de las inconsistencias y contradicciones de los testimonios, y la poca credibilidad de los testigos.

Creo que la gente debe ser premiada por su productividad. Pero se debe tener claro cuál es el producto esperado. En el caso de la aplicación de la justicia es precisamente eso lo que esperamos: justicia. Y para que se alcance tan noble ideal, es vital buscar la verdad de los hechos y no el máximo de acusaciones y condenas posibles. Hoy la tarea principal de los fiscales. Labor por la que son premiados. Un sistema incorrecto, inspirado en una idea correcta. Falla una de sus premisas: lo buscado es el mayor número de acusaciones y condenas posibles. Un sistema de incentivos perverso.

El debido proceso es uno de los principales derechos producto de la evolución, de la civilización, que parte de la afirmación de que somos inocentes hasta que se pruebe lo contrario sin duda razonable. Es cierto que bajo ese principio puede ser que algún criminal logre escapar a la justicia. Sin embargo, el debido proceso lo que busca es impedir que en nombre de la justicia se cometa una injusticia: condenar a un inocente.

Los responsables de aclarar los hechos, preparar la acusación y juzgar si el o los acusados son culpables o inocentes, a partir de la evidencia presentada, son los fiscales, los abogados defensores y los jueces. Mi objetivo es conocer cuál es la situación real de nuestro sistema de justicia. Mi objetivo es que nadie sea acusado y condenado por un crimen que no cometió. Mi objetivo es vivir en una Guatemala diferente, no en la actual, donde prevalece el mal y agoniza el bien.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 24 de septiembre de 2007.


La foto de Claudia Pac es de "Prensa Libre".

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9.17.2007

Premoniciones


Adivina, adivinico, cuántos pelos tiene el mico. Mal que bien, no en los porcentajes pero sí en los nombres, las encuestas le pegaron, por un pelo, a los dos contendientes que van a competir por alcanzar el premio mayor de la lotería electoral: la Presidencia de la equivocadamente llamada república (con minúsculas) de Guatemala. Digo, porque en nuestro país no vivimos dentro de un sistema republicano de gobierno, sino en medio de una especie de fiambre social y democrático de Estado Benefactor/mercantilista, infestado de gorrones.

Tal vez me adelanto al día de los muertos previo a las elecciones que dejarán muerto de la pena a uno de los hombres vivos de la actual política chapina. ¿Quién de los dos se quedará en el camino a la fama, la gloria y la fortuna? No sé. Pregúnteselo a los futurólogos. Yo no tengo ningún presentimiento (acción y efecto de presentir: intuir, tener la sensación de que algo va a suceder, adivinar algo antes que suceda, por algunos indicios o señales que lo preceden). Y sólo tomo café para despertarme: no lo leo en busca de presagios (señal que indica, previene y anuncia un suceso, especie de adivinación o conocimiento de las cosas futuras por medio de señales que se han visto o de intuiciones y sensaciones).

Eso sí, previo a la primera vuelta electoral, aseguré que en el municipio de Zaragoza, Chimaltenango, no habrían problemas, porque leí el volante que decía textualmente: “ADVERTENCIA: El pueblo zaragozano, por este medio ADVIERTE, a cualquier fuereño que se preste o haya sido comprado para venir a votar a nuestro pueblo este 9 de septiembre, ya que si es sorprendido en el acto será decapitado y fulminado a medio Parque, porque solo el pueblo de Zaragoza puede decidir quienes serán sus próximas autoridades, por eso si usted ha caído en este delito, si aprecia su vida ni piense en poner un pie en nuestro pueblo, porque de los contrario ni siquiera tendrá tiempo de lamentarlo. ATENTAMENTE, ZARAGOZA DONDE LOS MACHETES SON DE PLATA Y LOS CORBAZOS SON DE A CUARTA”. Y parece que acerté: al parecer, no hubo inconvenientes. ¿Será que sí existe certeza del castigo que imponen los ciudadanos en, curiosamente, un país con un montón de legislación pero sin ley?

Sin duda, las declaraciones que dio Gumercindo López, don Chindito, a Prensa Libre, fueron de lo mejor del proceso pasado. A sus tiernos cien años comparte con nosotros su experiencia: “Creo que los políticos de ahora no valen la pena… Son mentirosos y no cumplen las promesas. Ahora no se preocupan de la seguridad, que haya fuentes de trabajo, ni por el bienestar de la población”. Y a la pregunta de que si le afecta el cambio de gobierno, respondió así: “De ninguna manera, porque yo me alimento de lo que trabajo. Soy campesino y no tengo necesidad de mendigar nada de los políticos”. ¿Qué les parece? Que abunde el fríjol, que abunde el maíz… y que abunden, sobre todo, los chinditos.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 17 de septiembre de 2007.

La fotografía de Gumercindo López, don Chindito, fue tomada por Edgar Girón, reportero de “Prensa Libre”.

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4.09.2007

Certeza de Dolores


Por fin, el desfile bufo universitario del primer viernes de Semana Santa dejó de ser un dolor. Por el contrario, a muchos la más reciente Huelga de todos los Dolores les dejó un montón de alegrías. Una de ellas fue saber que, for the first time en un par de décadas, quienes participaron en la actividad respetaron la propiedad estatal y privada: no hubo pintas ni destrucción innecesaria de bienes de otros. Un respeto que, según las noticias difundidas, también hubo en Quetzaltenango y demás centros urbanos en los cuales se llevó a cabo la marcha estudiantil.

Por supuesto que quienes circulan por las áreas donde pasa el desfile siguen, con toda razón, molestos por los inconvenientes que este tipo de manifestaciones les causan. Así como sucede con las procesiones, las caminatas de indígenas, maestros, sindicalistas, feministas, machistas… Total, hasta las visitas de Presidentes de otras naciones, burócratas jetseteros de paraísos fiscales (que terminan sus reuniones sugiriendo más impuestos para los amolados tributarios), y los viajes turísticos de la nobleza a Guatemala son excusas para quebrantar nuestros derechos. ¿Por qué es así la vida en los trópicos latinoamericanos?

Sin duda, hay que lamentar y condenar lo sucedido la noche anterior en el Paraninfo universitario, cuando un grupo de alumnos de ¿Derecho? balearon a estudiantes de Veterinaria, dejando a varios seriamente heridos. Según me contaron, los aspirantes a güizaches pertenecen al grupo de bochincheros que desearían seguir haciendo desmadres tomando por excusa la centenaria celebración sancarlista del Viernes de Dolores. Por cierto, el hecho de que los agresores se echaran sus traguitos y llegaran mareaditos a buscar bronca, no los exime para nada de su culpa. Al contrario, creería que ese detallito es una agravante del delito. Y el problema no son el alcohol ni las armas: el problema es la falta de certeza del castigo que hace de los criminales, impunes diablitos con permiso de transgredir las normas.

No obstante, es obvio que contribuyó al orden en el cual transcurrió la Huelga que hayan metido presos a los vándalos que causaron daños a comercios en Xela: un sistema de incentivos correcto, que premia a los respetuosos y castiga a los antisociales. Al menos, es obvio para cualquiera que acepte la realidad objetiva como algo ajeno a sus preferencias.

“Para el dolor profundo una mano azul… que te de luz… Para la duda oscura un clavo ardiendo que ilumine la noche… mate el miedo y separe lo falso de lo verdadero”: frases de la canción “Para el Dolor” de Ana Laan, la cual me acompaña por la radio cuando expreso todo a pulmón. Lo que me recuerda que para parar el dolor que genera la inseguridad y recobrar la calma perdida, necesitamos certeza en la aplicación de la pena impuesta a quien viole los derechos individuales de los otros. Empezando con quienes los atropellan amparados en la legislación: los gobernantes.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 9 de abril de 2007. Foto Prensa Libre: Mario Linares.

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