Adivina,
adivinico, cuántos pelos tiene el mico. Mal que bien, no en los porcentajes pero sí en los nombres, las encuestas le pegaron,
por un pelo, a los dos contendientes que van a competir por alcanzar el premio mayor de la lotería electoral: la Presidencia de la equivocadamente llamada
república (con minúsculas) de Guatemala. Digo, porque en nuestro país no vivimos dentro de un sistema republicano de gobierno, sino en medio de una especie de
fiambre social y democrático de Estado Benefactor/mercantilista, infestado de gorrones.
Tal vez me adelanto al día de los muertos previo a las elecciones que dejarán
muerto de la pena a uno de los
hombres vivos de la actual política chapina.
¿Quién de los dos se quedará en el camino a la fama, la gloria y la fortuna? No sé. Pregúnteselo a los futurólogos. Yo no tengo ningún presentimiento (acción y efecto de presentir: intuir, tener la sensación de que algo va a suceder, adivinar algo antes que suceda, por algunos indicios o señales que lo preceden). Y sólo tomo café para despertarme: no lo
leo en busca de presagios (señal que indica, previene y anuncia un suceso, especie de adivinación o conocimiento de las cosas futuras por medio de señales que se han visto o de intuiciones y sensaciones).
Eso sí, previo a la primera vuelta electoral, aseguré que en el municipio de Zaragoza, Chimaltenango, no habrían problemas, porque leí el volante que decía textualmente: “ADVERTENCIA: El pueblo zaragozano, por este medio ADVIERTE, a cualquier fuereño que se preste o haya sido comprado para venir a votar a nuestro pueblo este 9 de septiembre, ya que si es sorprendido en el acto será decapitado y fulminado a medio Parque, porque solo el pueblo de Zaragoza puede decidir quienes serán sus próximas autoridades, por eso si usted ha caído en este delito, si aprecia su vida ni piense en poner un pie en nuestro pueblo, porque de los contrario ni siquiera tendrá tiempo de lamentarlo. ATENTAMENTE, ZARAGOZA DONDE LOS MACHETES SON DE PLATA Y LOS CORBAZOS SON DE A CUARTA”. Y parece que acerté: al parecer, no hubo inconvenientes.
¿Será que sí existe certeza del castigo que imponen los ciudadanos en, curiosamente, un país con un montón de legislación pero sin ley?Sin duda, las
declaraciones que dio Gumercindo López, don Chindito, a Prensa Libre, fueron de lo mejor del proceso pasado. A sus tiernos cien años comparte con nosotros su experiencia: “Creo que los políticos de ahora no valen la pena… Son mentirosos y no cumplen las promesas. Ahora no se preocupan de la seguridad, que haya fuentes de trabajo, ni por el bienestar de la población”. Y a la pregunta de que si le afecta el cambio de gobierno, respondió así: “De ninguna manera, porque yo me alimento de lo que trabajo. Soy campesino y no tengo necesidad de mendigar nada de los políticos”. ¿Qué les parece? Que abunde el fríjol, que abunde el maíz… y que abunden, sobre todo, los chinditos.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 17 de septiembre de 2007.
La fotografía de Gumercindo López,
don Chindito, fue tomada por Edgar Girón, reportero de “Prensa Libre”.