Hay quienes todo lo quieren arreglar con educación. La educación sentimental, y no me refiero a la obra de Gustave Flaubert, aunque vale la pena citar a Georg Lukács, que consideró ésta “la novela psicológica de la desilusión”. Total, la educación en manos de los gobernantes ha sido una decepción. Sin embargo, hoy escribo sobre esa educación en abstracto, sin importar para muchos qué clase de educación se imparte. La educación como simple discurso manipulador de las emociones.
Aprendamos: así como la religión debe ser separada del Estado (visto este último como un conjunto de normas que otorgan poder a unos para hacer valer los derechos individuales a la vida, la libertad y la propiedad), igualmente, para asegurar que se respeta a todos, debe ser separado el gobierno del Estado de la educación. Esa obligación que corresponde a los padres de familia mientras los hijos son menores de edad, y luego, ya siendo adultos, es nuestra propia responsabilidad continuar ese proceso que termina hasta que morimos.
Las decisiones relacionadas con la educación son de las más importantes que hacemos en la vida. Como explica Alberto Benegas Lynch (h) en su ensayo “La educación en una sociedad abierta”: “La vida es un proceso de aprendizaje, los contenidos específicos respecto de qué tipo de educación se adquirirá depende de la vocación individual, de los talentos, de las potencialidades y de los deseos de cada uno”. ¿Vamos a dejar esas decisiones en manos de los políticos que ostentan el poder?
La educación estatal es lo mismo que educación controlada. En el ensayo ya citado, Benegas Lynch (h) también argumenta, de forma acertada a mi parecer, que los sistemas educativos controlados políticamente, tarde o temprano inculcan doctrinas vinculadas a la supremacía del estado, ya sea el derecho divino de los reyes o a través de la voluntad popular de la democracia. Una vez esa doctrina ha sido aceptada, se constituye en una tarea sobrehumana el intento de frenar la influencia decisiva que ejerce el poder político en la vida de los ciudadanos. Y si algo ha experimentado el ser humano en los últimos 150 años, y ha sufrido las consecuencias de esa experimentación, es la educación manejada por dictadores que, dicen, actúan en beneficio de los pobres. Qué ironía: terminan convertidos en miserables esclavos con el cerebro lavado.
¿Es la educación un medio o un fin? ¿Qué es primero: la creación de riqueza o la educación? ¿Cuál es causa y cuál es consecuencia? ¿Debe ser responsabilidad de los gobernantes? ¿Debemos promover el monopolio de la filosofía de la masificación en materia educativa?
¿Alguna vez ha pensado en quiénes son los encargados de educar en este Estado guatemalteco? ¿Qué ideas inculcan a los estudiantes? ¿Cuáles son los principios que los sustentan? ¿Y cuáles sus fines?
En fin, "La única ventaja de jugar con fuego es que uno aprende a no quemarse“, como dijo Oscar Wilde.
Articulo publicado en el diario guatemalteco "Siglo Veintiuno" el lunes 23 de abril de 2007.
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