Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

7.08.2013

Falta el respeto



Al final de mi artículo de la semana pasada pregunté qué hace falta para que todos entiendan que debemos respetar la propiedad, la vida y las decisiones de los otros, una vez sus acciones no violenten nuestros derechos individuales. Porque si queremos que se respeten nuestras elecciones personales, debemos respetar las de los demás aunque sean opuestas a las nuestras. Aunque creamos que se equivocan, no podemos ¡ni debemos por nuestro propio bien en el largo plazo! obligar a vivir a los otros según nuestra propia escala de valores. Sólo podemos exigir que nos respeten, si nosotros aprendemos a respetar.

No hay que confundir lo moral con las creencias religiosas.  “Lo moral es lo escogido, no lo forzado; lo comprendido, no lo obedecido. Lo moral es lo racional…”, escribió Ayn Rand. Lo moral es tomar las decisiones correctas (actuar bien) para asegurar nuestra felicidad. Es saber diferenciar entre lo que es bueno y lo que es malo. No se necesita creer en un dios ni formar parte de una religión para reconocer que es incorrecto robar, extorsionar, defraudar, engañar, violar, secuestrar, torturar, asesinar… Más aún, es lamentable que a lo largo de la historia, casi todas las religiones hayan promovido muchos de los crímenes que recién listé.

Usted es libre de creer lo que quiera creer. Pero no tiene derecho a imponerle sus creencias a otros y menos utilizar el poder del Estado para alcanzar ese objetivo. Acepte que mañana la voluble, la caprichosa mayoría puede cambiar, y no le gustaría que otros le impusieran sus creencias. A nadie le agrada que otros le obliguen a vivir su vida según sus estándares y/o dispongan de sus bienes. Tarde o temprano, lo que se termina provocando es, en el menos peor de los escenarios, la hipocresía y las vidas basadas en mentiras. Y en otros casos, tristemente, ha llevado a muchos a optar por el suicidio.

La naturaleza humana es racional y volitiva. Violentar las decisiones de los otros, solo porque chocan con nuestras creencias (no violentan nuestra vida, libertad y propiedad) es antinatural. Es falsear la Ley de Identidad: aquello que nos hace ser humanos y nos diferencia del resto de los seres vivos. No es cuestión de agredirnos los unos a los otros. Es cuestión de respetarnos como seres independientes, con voluntad propia. Todos diferentes. Es entender que la única igualdad posible es ante la Ley, la cual descansa en el respeto a los derechos individuales de todos: la base de una sociedad justa.

Puede llegar a ser una magni sudoris opus (una obra muy trabajosa) para algunos, pero vale la pena intentarlo si queremos vivir en una sociedad donde sea posible alcanzar nuestro proyecto de vida, aun cuando no coincidan nuestras creencias. Para lograr la igualdad de todos ante la Ley, debemos eliminar los privilegios, tanto los que tienen que ver con el intercambio libre de bienes como con los aspectos comúnmente llamados sociales. Para progresar necesitamos paz. Y para que haya paz, necesitamos respeto.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 8 de julio de 2013.

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7.30.2012

El poder de la naturaleza



La naturaleza humana es más poderosa que cualquier intento del hombre por cambiarla. Nuestra naturaleza, que es teleológica. O sea, de fines propios, elegidos por cada individuo. Nuestra naturaleza que es egoísta y de nosotros depende que ese egoísmo sea racional o irracional. Egoísmo cuyo significado es que todo ser humano vela por su interés propio. Por supuesto, al ser el hombre el ser vivo con una capacidad racional superior, exponencialmente mayor que la del resto de animales, lo hace capaz de actuar en contra de sí mismo, en detrimento de su vida y, en mucha ocasiones, en perjuicio de otras personas. Todo por un error sin sentido: el error de falsear la realidad.

Pero, ¿quiénes le tienen miedo a la naturaleza humana y por qué le temen? ¿Cuál es el problema de aceptarla? ¿Por qué prefieren vivir en una fantasía, que suele terminar en una pesadilla, en vez de disfrutar de su vida? ¿Por qué no se promueven las normas que vayan de acuerdo con lo que somos, y no lo que algunos quisieran que fuéramos? ¿Para qué desean tantos cambiar nuestra naturaleza? ¿Los intereses de quiénes favorece esta confusión? ¿Por qué la mayoría acepta, casi sin discutir, esta situación? ¿Por qué hay tanta gente que tan fácilmente se deja manipular?

Las anteriores preguntas, y muchas más, me las hago constantemente. Lo que hoy me lleva a compartirlas con ustedes es un artículo reciente del escritor nicaragüense Sergio Ramírez titulado: “La derrota de las ilusiones”. A continuación copio las ideas que me parecieron más interesantes del escrito mencionado:

"...los antiguos combatientes... convertidos en prósperos burgueses, dueños de la riqueza que con las armas arrebataron de otras manos. Es como si la ley de la historia fuera esa, que los ideales solo pudieran subsistir en tiempos de lucha, y empezaran fatalmente a revertirse, pervertidos por el ejercicio del poder que tiene sus propias reglas, la peor de ellas convertir a los oprimidos en opresores… Más que un agente del cambio será en adelante un agente del poder… El poder, que se vuelve contra los ideales que lo engendraron…  Las reglas del poder son milenarias y funcionan lo mismo bajo cualquier sistema como queda explícito en los dramas de Sófocles y en los de Shakespeare, bajo las tiranías griegas o bajo el feudalismo, bajo la revolución francesa o bajo la revolución cubana, o la fenecida revolución nicaragüense… La realidad nunca miente…”

Me parece sumamente importante el reconocimiento que hace el exVicepresidente de Nicaragua a que la historia del fracaso de las revoluciones violentas ha sido la misma desde siempre. Pero, mal que bien, la civilización avanza, el hombre como especie progresa, gracias al reconocimiento que pensadores preclaros hacen de hechos propios de la naturaleza humana. Entre ellos puedo citar el infinitamente repetido axioma de Lord Acton: “El poder tiende a corromper. El poder absoluto corrompe absolutamente”… a todos.


El presente artículo fue publicado el lunes 30 de julio de 2012 en el diario guatemalteco Siglo Veintiuno. La imagen la bajé del blog atcomunicacion.blogspot.com

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10.05.2010

The big picture


Ambicioso fin el mío.

Bueno, al menos quisiera cavilar sobre la parte del big picture que yo puedo conocer. En algunos casos mi saber es más profundo que en otros así que, sin duda, harán falta piezas para completar el rompecabezas. Además del breve espacio con el que cuento para reflexionar sobre un tema inconmensurable. Tal vez mañana le de prioridad a la escritura por encima de la lectura, lo cual me permitiría abordar tan crucial asunto como pienso que debe ser abordado. Por ahora, me conformo con invitarlo a que no sólo nos preocupemos por el árbol que tenemos enfrente, sino que nos percatemos del bosque al cual pertenece.

Al fin, para entender la actualidad, tenemos que conocer el contexto en el cual transcurre. Identificar la realidad ES la condición sine qua non para encontrar los medios idóneos, correctos, para cambiar aquello que podemos cambiar y aceptar lo que va más allá de nuestra capacidad, tanto en lo individual como en lo que nos concierne como especie. No podemos cambiar nuestra naturaleza. Sólo podemos reconocerla y promover normas que vayan de acuerdo con ésta. Reglas que faciliten la cooperación e intercambio entre nosotros, seres teleológicos.

El tiempo que compartimos es un tiempo plagado de contradicciones. Probablemente así fue en gran medida en los tiempos de nuestros abuelos, bisabuelos, tatarabuelos… Y la principal diferencia sea que hoy contamos con infinitamente más bienes y conocimientos para satisfacer nuestras necesidades y deseos. Lo anterior gracias a la Revolución Industrial, la cual se pudo haber llevado a cabo desde la época de los griegos.

¿Dónde estaríamos en nuestro siglo veintiuno si no hubiera sido por la ignorancia, superstición y temor infundado de algunos personajes poderosos a la razón y los consiguientes descubrimientos e inventos producto de su uso? Por supuesto, no me refiero a quienes confundieron tan vital facultad humana con la imaginación desbordada que los llevó a alejarse del objetivo del uso de la razón: distinguir la realidad de la ficción. Aunque algunos de ellos sean considerados filósofos por los temas que abordaron y los sistemas que crearon.

Es importante apuntar que, a pesar de todos esos avances, continuamos insatisfechos. Hecho que considero una bendición, ya que el día que no tengamos un aliciente para actuar, ese día, nuestra vida terminó. Y no sólo la propia. La de todo homo sapiens que no tenga incentivos que lo motiven a actuar, ya que es el ánimo de pasar de un estado de insatisfacción, a uno de menor insatisfacción después de breves instantes de realización, parafraseando a Ludwig von Mises, lo que movió, nos mueve y moverá a progresar.

Veo el reloj. Me acerco al mediodía de otro enriquecedor viernes. En poco más de media hora estaré pensando en voz alta y “Todo a Pulmón” con mis oyentes. Espero que al llegar el atardecer, las Hespérides guarden las manzanas, que espero sean de oro, que hoy haya producido. Me retiro.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 4 de octubre de 2010. La imagen la bajé de la Internet.

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