Al final de mi artículo de la semana pasada pregunté qué
hace falta para que todos entiendan que debemos respetar la propiedad, la vida
y las decisiones de los otros, una vez sus acciones no violenten nuestros
derechos individuales. Porque si queremos que se respeten nuestras elecciones
personales, debemos respetar las de los demás aunque sean opuestas a las
nuestras. Aunque creamos que se equivocan, no podemos ¡ni debemos por nuestro
propio bien en el largo plazo! obligar a vivir a los otros según nuestra propia
escala de valores. Sólo podemos exigir que nos respeten, si nosotros aprendemos
a respetar.
No hay que confundir lo moral con las creencias religiosas.
“Lo moral es lo escogido, no lo forzado; lo comprendido, no lo obedecido.
Lo moral es lo racional…”, escribió Ayn Rand. Lo moral es tomar las decisiones
correctas (actuar bien) para asegurar nuestra felicidad. Es saber diferenciar
entre lo que es bueno y lo que es malo. No se necesita creer en un dios ni
formar parte de una religión para reconocer que es incorrecto robar,
extorsionar, defraudar, engañar, violar, secuestrar, torturar, asesinar… Más aún,
es lamentable que a lo largo de la historia, casi todas las religiones hayan
promovido muchos de los crímenes que recién listé.
Usted es libre de creer lo que quiera creer. Pero no tiene
derecho a imponerle sus creencias a otros y menos utilizar el poder del Estado
para alcanzar ese objetivo. Acepte que mañana la voluble, la caprichosa mayoría puede cambiar, y no le gustaría
que otros le impusieran sus creencias. A nadie le agrada que otros le obliguen
a vivir su vida según sus estándares y/o dispongan de sus bienes. Tarde o
temprano, lo que se termina provocando es, en el menos peor de los escenarios, la hipocresía y las vidas basadas en
mentiras. Y en otros casos, tristemente, ha llevado a muchos a optar por el
suicidio.
La naturaleza humana es racional y volitiva. Violentar las
decisiones de los otros, solo porque chocan con nuestras creencias (no
violentan nuestra vida, libertad y propiedad) es antinatural. Es falsear la Ley
de Identidad: aquello que nos hace ser humanos y nos diferencia del resto de
los seres vivos. No es cuestión de agredirnos los unos a los otros. Es cuestión
de respetarnos como seres independientes, con voluntad propia. Todos
diferentes. Es entender que la única igualdad posible es ante la Ley, la cual descansa
en el respeto a los derechos individuales de todos: la base de una sociedad
justa.
Puede llegar a ser una magni
sudoris opus (una obra muy trabajosa) para algunos, pero vale la pena
intentarlo si queremos vivir en una sociedad donde sea posible alcanzar nuestro
proyecto de vida, aun cuando no coincidan nuestras creencias. Para lograr la
igualdad de todos ante la Ley, debemos eliminar los privilegios, tanto los que
tienen que ver con el intercambio libre de bienes como con los aspectos comúnmente
llamados sociales. Para progresar
necesitamos paz. Y para que haya paz, necesitamos respeto.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo
Veintiuno”, el lunes 8 de julio de 2013.Etiquetas: Ayn Rand, Benito Juárez, creencias, derechos individuales, igualdad ante la ley, Ley de Identidad, naturaleza humana, progreso, razón, respeto, voluntad
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