Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

2.26.2018

La ley de la atracción



Sin leyes objetivas, respetadas e iguales para todos, no vamos a atraer la inversión que necesitamos para transformar nuestros recursos en la riqueza imprescindible para que aquellos que se esfuercen, mental y físicamente, puedan superar la pobreza, progresar y mejorar su calidad de vida. Aún los menos aptos y los más perezosos pueden vivir mejor dentro de un sistema de normas propias de un verdadero Estado de Derecho.

¿Qué tipo de inversión se necesita para que haya crecimiento económico? La única a la cual aplica correctamente el término: la inversión de capital. Los gobernantes no invierten en nada: sólo gastan lo que es de otros. Y ese gasto, para que contribuya a la prosperidad de todos, debe ser de acorde a la naturaleza del gobierno, no según los reclamos, exigencias o caprichos de los grupos de interés o la gente bien intencionada, pero equivocada. La evidencia de que la redistribución de la riqueza sólo aumenta la pobreza en el largo plazo, es abrumadora. Sólo falta que sea reconocida por quienes promueven medidas estatistas y por quienes sufren las consecuencias de esas medidas.

¿Cuándo van a recuperar los capitalistas la confianza en nuestro país? Cuando los dejen trabajar y se respete la propiedad privada de los medios de producción. Cuando se les deje de agredir. Cuando termine el terrorismo fiscal. Cuando haya certeza jurídica. Cuando los colectivos que promueven la destrucción, el conflicto y la injusticia, cuyos líderes viven cómodamente de la miseria de los pobres, pierdan la influencia política y el poder que tienen en las cortes y demás organismos del Estado.

Es una tontería creer que para aumentar el crecimiento económico, hay que aumentar la carga tributaria. Así como es una tontería pretender aprobar, como sugirió Jimmy Morales, otra ley de expropiación, sin importar la excusa, ya que ésta sólo serviría para facilitar a los gobernantes apropiarse de las propiedades de cualquiera. También es una tontería aprobar una ley anticompetencia, solo por complacer a burócratas internacionales.

Todo lo anterior lo que logra es alejar a esos capitalistas que necesitamos atraer, porque sin su capital NO podemos aumentar la productividad y por tanto alcanzar el ansiado progreso. Por eso es que, a pesar de la enorme cantidad de emprendedores que hay en nuestro país, Guatemala es percibida como un país antiempresarios. Es nuestro sistema político el que obstaculiza el progreso, NO la corrupción, la cual es una consecuencia más del sistema de incentivos perversos engañosamente llamado Estado Benefactor/Mercantilista. Un sistema que impide, irónicamente, el bienestar de la mayoría.

En fin, es importante recordar que, para que la inversión rinda frutos, necesitamos trabajar y ser productivos. Todo crecimiento, en todo sentido, depende de nuestra actividad. No hay desarrollo intelectual o físico sin esfuerzo, y el esfuerzo implica trabajo. Bien lo dijo Calvin Coolidge: “El trabajo no es una maldición, es una prerrogativa de la inteligencia… es la medida de la civilización".


Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el lunes 26 de febrero de 2018.

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2.02.2015

Impuestos: perpetuadores de miseria



Los impuestos, en particular los que castigan directamente a la inversión de capital y a quien es exitoso en la creación de riqueza, son los primeros responsables de la miseria que no puede superar la mayoría con menos recursos para satisfacer sus necesidades básicas y mejorar su calidad de vida. Los impuestos solo benefician a los oportunistas que llegan al ejercicio del poder, a aquellos que parasitan dentro del aparato burocrático estatal y a los familiares y amigos de estos que se acomodan en una plaza innecesaria e improductiva o se las agencian para negociar jugosos contratos con el abstracto Estado.

Debido a la incapacidad de muchos de aceptar la realidad, ya que desde muy pequeños han sido programados a aceptar cosas que los mayores les dicen que son posibles a pesar de su imposibilidad, cuando llegan a adultos y un politiquero cualquiera les ofrece solucionarles la existencia y hacerse cargo no solo de los requerimientos esenciales para asegurar su supervivencia, sino además cumplir sus deseos, sobre todo el de no trabajar, fácilmente lo aceptan casi sin chistar. Se tragan el cuento de que van a tener comida, educación, salud, vivienda… y todo lo que se les ocurra pedir. Y, lo que es peor, se convencen a sí mismos que fuera de votar por el ungido, prácticamente no tendrán que hacer nada. Creen que se merecen todo lo anterior y más sin haberlo ganado.

Una de las ironías de este engaño es que cuando se dan cuenta de que una bolsita de víveres al mes, una promesa incumplida de darles casa, educar a sus hijos y velar por su salud les sirve de poco, salen a exigir su supuesto derecho al trabajo, como si alguien tuviera la obligación de dárselos. Pero lo que es peor, aquel que pudo en su momento crear empleos productivos que les permitieran dignamente satisfacer sus necesidades y aumentar sus ingresos reales, ya quebró su empresa ante la dificultad de salir adelante dentro de un sistema enemistado con el progreso y violatorio de los derechos individuales.

Cito a Ludwig von Mises en el capítulo XXVIII de “La acción humana” en el cual aborda el tema del intervencionismo fiscal: “Cuando proliferan desmesuradamente los impuestos, se desnaturalizan y se convierten en arma que puede fácilmente destruir la economía de mercado. Esta metamorfosis del mecanismo impositivo en instrumento de destrucción es la nota característica de las finanzas públicas actuales. No se trata de juicios arbitrarios de valor respecto a si la elevada imposición fiscal implica daños o beneficios, como tampoco si los gastos financiados de este modo son o no acertados y, en definitiva, remuneradores. Lo fundamental es que cuanto mayor es la presión tributaria más fácilmente se puede desbaratar la economía de mercado… el Talón de Aquiles del mecanismo fiscal radica en la paradoja de que cuanto más se incrementan los impuestos, tanto más se debilita la economía de mercado y, consecuentemente, el propio sistema impositivo”.

No más impuestos: son el alimento de los corruptos.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 2 de febrero de 2015.

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