En la reciente reunión de medio
año de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), Iván Velázquez, jefe actual
de la CICIG, hizo una declaración en la
cual coincido en principio. Dijo Velázquez que Guatemala fue diseñada para la
impunidad. No obstante, como bien dice el refrán que el diablo está en los detalles, me pregunto ¿a qué “diseño” se
refiere el Comisionado? Si se refiere al sistema político, continúo estando de
acuerdo con él.
Ahora, ¿cuál es el sistema
político que impera en Guatemala desde hace más de 70 años? Hasta hace unos
días que leí por enésima vez nuestra Constitución, el sistema que prevalece es
el de Estado Benefactor/Mercantilista, que es estatista e intervencionista y
otorga grandes poderes a los gobernantes, no sólo para proteger los derechos
individuales, sino para satisfacer las demandas de los grupos de presión y
otorgar privilegios.
Esto me lleva a preguntarme si las
acciones legales y los cambios constitucionales que promueve Velázquez, más
allá de sus intenciones sean éstas cuales sean, que asumo son buenas,
¿profundizan ese sistema de incentivos perversos o lo cambian radicalmente?
Según lo que investigué antes de escribir este artículo, lamentablemente, en
lugar de corregir de raíz el problema, lo profundiza proponiendo en la mayoría
de los casos más de lo mismo. Repito: estatismo e intervencionismo, además de
la concentración del poder judicial en pocas manos. Terrible.
Siguiendo el hilo anterior, pienso
que José Ugaz, presidente de Transparencia Internacional, en la misma reunión mencionada,
se equivocó al decir que la corrupción provoca la pobreza. La pobreza no tiene
causas, solo la riqueza. En otras palabras, la corrupción NO genera pobreza,
pero sí impide que la gente la supere porque la corrupción es parte de ese sistema
de incentivos perversos que le roba fondos a la gente productiva para
repartirlo entre aquellos que viven parasitariamente dentro de la burocracia
estatal (nacional, internacional y supraestatal), los gobernantes, sus
familiares, sus amigos y los miembros de los grupos de presión influyentes, en
particular en los medios de comunicación. Nos debe de preocupar (y ocupar)
quitar los obstáculos que impiden la creación de riqueza y facilitan la
corrupción.
Lo anterior explica la
preocupación de Fernando del Rincón, en lo que respecta a por qué no existe una
lucha real de los Estados contra la
corrupción, sino lo que existe es complicidad. Es lógica esa complicidad, al
final, los Estados son sólo
abstracciones. Quienes actúan con el poder del Estado son los gobernantes y todos los que ya mencioné que se
benefician del diseño político que no sólo asegura la impunidad: también
facilita la corrupción, o sea, la acumulación de fortunas y, en el largo plazo,
la destrucción de la riqueza que podría ayudar a la mayoría a superar la
pobreza.
Por tanto, termino preguntando a
Juan Francisco Solórzano Foppa, jefe de la SAT, ¿para qué debemos pagar
impuestos? ¿Para sostener ese nefasto diseño?
Artículo publicado en el diario guatemalteco
“Siglo Veintiuno”, el lunes 17 de abril de 2017.Etiquetas: corrupción, estatismo, Fernando del Rincón, intervencionismo, Iván Velásquez, José Ugaz, Lord Acton, poder, sistema político, Sociedad Interamericana de Prensa, Transparencia Internacional