Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

2.23.2015

La Guatemala feudal



La Guatemala en la cual las condiciones de vida de la mayoría dependen de caudillos, autoproclamados defensores de los pobladores, más temidos por estos últimos que respetados, gente que aplica a su antojo una supuesta justicia totalmente ajena al debido proceso que suele prestarse para cometer injusticias. Un estilo de vida preindustrial que no es cosa del pasado: está presente y es vigente entre nosotros, aunque gran parte de los capitalinos y aquellos que viven en los municipios aledaños a la ciudad ignoren esta realidad.

Una Guatemala donde cualquiera puede ser condenado a muerte en cualquier momento: una pena que se ejecuta inmediatamente impuesta, se haya o no probado que el acusado es culpable de lo que se le imputa, independientemente de si el delito o crimen del que se le hace responsable amerite semejante castigo fatal.

Una Guatemala donde los pobladores de dos municipios vecinos se enfrentaron por una escuela, cuyo resultado final fue la destrucción del bien que los involucrados en la trifulca anhelaban. ¿Dónde quedó la justicia salomónica? Todos perdieron. Una Guatemala donde prevalece la voluntad del más fuerte, donde millones viven en las antípodas de un Estado de Derecho, donde la violencia es el primer recurso que muchos emplean para alcanzar sus objetivos.

Una Guatemala donde el poder local es ejercido por reconocidos delincuentes que apaciguan ¿narcotizan? a los habitantes del área que controlan con medidas populistas, imitando a los políticos corruptos que gobiernan desde las más altas esferas. Políticas a las cuales también recurren aquellos que se encuentran en campaña con el objetivo de ocupar algún cargo importante dentro de la ineficiente burocracia estatal, ya sea por medio del  voto o asociándose con alguien que haya logrado el objetivo mencionado o que tenga posibilidades de alcanzarlo.

Un feudalismo contemporáneo que surge por los mismo motivos que nació en la Edad Media en Europa: por la inseguridad e inestabilidad en la cual nos ha sumido el estatismo, colectivista e intervencionista, que ha predominado desde tiempo atrás como sistema político en nuestro país, sin importar quiénes lo impongan o que se declaren de izquierda o de derecha. Un feudalismo más que pareciera aún más castrante que aquel que imperó entre los siglos IX y XV en el viejo continente. Al menos en ese tiempo los vasallos firmaban un contrato sinalagmático con el señor, un compromiso que en muchas ocasiones era cumplido.

Sé que la mayoría de la población urbana, en especial aquellos que pertenecen a grupos donde la situación no es crítica, eligen ignorar o falsear la realidad. Creen, tontamente, que al desentenderse de los problemas que enfrentamos como miembros de una misma sociedad estos desaparecerán ¿por arte de magia? ¡Qué ilusos! Por no utilizar otros adjetivos que describirían mejor su actitud. El resultado de esa irresponsabilidad ha sido, es y será trágico para todos, incluidos los ignorantes por elección.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 23 de febrero de 2015.

Etiquetas: , , , , ,

2.16.2015

La obsesión por la recaudación



Cuánto dinero nos logran exprimir por medio de impuestos y préstamos es una obsesión que comparten los politiqueros corruptos que llegan al ejercicio del poder con los burócratas estatales, nacionales e internacionales, que también viven del trabajo de otros: casi todos ellos viven como multimillonarios sin haber creado nada más que obstáculos para los que sí somos productivos. Hasta las llamadas compañías calificadoras de países, como es el caso de Moody’s, se prestan al juego del engaño colectivo según el cual la recaudación es lo más importante para el funcionamiento del abstracto Estado. La recaudación fiscal que debe ser un medio y no un fin. Y es este último el punto más importante a discutir, ¿para qué pagamos impuestos?

¿Se sacrifica usted durante todo el mes para mantener a la partida de saqueadores que llegan al ejercicio del poder? ¿Se levanta de madrugada y viaja todos los días de la semana durante más de una hora (si tiene suerte) para llegar puntual a su trabajo con el objetivo de satisfacer las necesidades de otros, gente anónima, desconocida para usted? ¿Repite la misma historia en la noche en el viaje de regreso a su hogar por los parásitos que no quieren esforzarse y correr riesgos? ¿Cree, ilusoriamente, que algún día quienes le ofrecieron que iban a ayudarlo a vivir mejor cumplan sus promesas? ¿Creyó al votar por ellos que otros iban a pagar la factura por todo lo que le ofrecieron durante la campaña política? ¿Ya se dio cuenta que no solo no cumplieron lo que le ofrecieron, sino que ahora está todavía más fregado que antes porque USTED resultó pagando los caprichos de los gobernantes y su círculo cercano?

Reality bites: por eso no debemos falsear la realidad. Tragarse el cuento de los populistas de que le van a dar educación, salud, recreación, vivienda, ¿viajes a Europa ya que son más baratos que al Petén?, es hoy la mayor tontería que puede cometer en su vida. No solo lo poco que le den va a ser de pésima calidad (basta con nombrar el desastre nacional que son los sistema de salud y educación estatales en Guatemala), sino que usted va a terminar pagando por otros que en su vida van a mover un dedo por el bienestar suyo. Y aquí no solo me refiero a quienes gobiernan, sino a todos los oportunistas que los rodean que incluyen, por supuesto, a los líderes de los grupos de presión como lo son, por ejemplo, los sindicalistas y los empresaurios.

Llegó la hora de que acepte la realidad para que cambiemos lo que debemos de cambiar para que de verdad usted y sus seres queridos tengan una oportunidad de prosperar. Para lograr esta meta debe aceptar que ser partícipe de un engaño colectivo basado en una injusticia y una inmoralidad (como lo es el Estado Benefactor/Mercantilista) es el peor error que puede cometer. Aceptar que para mejorar nuestros ingresos reales y nuestra calidad de vida necesitamos trabajar y eliminar los obstáculos que nos han puesto en el camino para crear riqueza. Debemos acabar con el intervencionismo/estatismo.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 16 de febrero de 2015.

Etiquetas: , , ,

2.09.2015

La necesidad de trabajar



Si elijo vivir necesito trabajar. Si no trabajo, no podré ni siquiera sobrevivir, no digamos mejorar mi calidad de vida. Nadie tiene el derecho moral de impedirme trabajar en lo que yo decida, una vez mi elección no violente la vida, la libertad y la propiedad de otros. Los otros, ciudadanos y gobernantes (burócratas estatales y de organismos internacionales), deben respetar mis decisiones en general, incluidas las condiciones que haya negociado con mi empleador. La única persona que sabe cuál es MI canasta básica, los bienes y los servicios mínimos que necesito para mi supervivencia, soy yo: yo decido qué incluyo en ésta y a qué me voy a dedicar para cubrirla.

Más aún, si decido trabajar a cambio de víveres, vivienda, vestido, educación, salud… y otras necesidades, sin importar lo que me den en efectivo, ES decisión mía. De nadie más. La obligación de los gobernantes es velar porque nadie violente mis derechos individuales. NO es obligación de los gobernantes protegerme de lo que ellos crean son malas decisiones en lo que respecta a cómo manejo mi vida y mis bienes. NO tienen el derecho de protegerme de mi misma, sólo porque ellos eligen de manera distinta.

Los bienintencionados, que generalmente poseen una bondadosa alma de dictadores, que creen que protegen a los trabajadores impidiéndoles trabajar, no solo son cómplices de los políticos que promueven leyes que violan nuestra libertad, sino que son responsables de la miseria en la cual muchos mueren de inanición ante la imposibilidad de conseguir empleo en las condiciones que, según los activistas sociales, son las ideales. No me canso de reconocer la sabiduría del refrán que dice: “De buenas intenciones está empedrado el camino al infierno”. El principal problema en la mayoría de los casos, tal vez por eso no aprenden los bienintencionados, es que quienes sufren las consecuencias de las acciones de los mencionados no son ellos, sino aquellos a quienes se suponen pretendían ayudar.

Trabajar no es un derecho: es una actividad necesaria para ejercer mi derecho a la vida. Trabajar corresponde al ámbito de mi libertad: ese es el derecho que violan todos aquellos que impulsan y aprueban legislación antiprogreso, como lo son los salarios mínimos y los impuestos directos que castigan a quienes son exitosos en la creación de riqueza. Todas son medidas que ahuyentan el capital que URGENTEMENTE necesitamos que venga a nuestro país para que todos podamos mejorar nuestros ingresos reales y, por tanto, sean pocos los que opten por emigrar.

Los colectivistas/socialistas, entre los que hay muchos resentidos y envidiosos, pueden decir cualquier tontería pero la realidad es que con sus acciones cuyo objetivo es promover la intervención de los gobernantes en nuestras vidas en nombre del abstracto Estado, dañan irremediablemente la existencia de la mayoría, en especial la de los más pobres a quienes no dejan más opciones que vivir al margen del sistema en la economía informal o buscar trabajo en otro país.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 9 de febrero de 2015.

Etiquetas: , , , ,

2.02.2015

Impuestos: perpetuadores de miseria



Los impuestos, en particular los que castigan directamente a la inversión de capital y a quien es exitoso en la creación de riqueza, son los primeros responsables de la miseria que no puede superar la mayoría con menos recursos para satisfacer sus necesidades básicas y mejorar su calidad de vida. Los impuestos solo benefician a los oportunistas que llegan al ejercicio del poder, a aquellos que parasitan dentro del aparato burocrático estatal y a los familiares y amigos de estos que se acomodan en una plaza innecesaria e improductiva o se las agencian para negociar jugosos contratos con el abstracto Estado.

Debido a la incapacidad de muchos de aceptar la realidad, ya que desde muy pequeños han sido programados a aceptar cosas que los mayores les dicen que son posibles a pesar de su imposibilidad, cuando llegan a adultos y un politiquero cualquiera les ofrece solucionarles la existencia y hacerse cargo no solo de los requerimientos esenciales para asegurar su supervivencia, sino además cumplir sus deseos, sobre todo el de no trabajar, fácilmente lo aceptan casi sin chistar. Se tragan el cuento de que van a tener comida, educación, salud, vivienda… y todo lo que se les ocurra pedir. Y, lo que es peor, se convencen a sí mismos que fuera de votar por el ungido, prácticamente no tendrán que hacer nada. Creen que se merecen todo lo anterior y más sin haberlo ganado.

Una de las ironías de este engaño es que cuando se dan cuenta de que una bolsita de víveres al mes, una promesa incumplida de darles casa, educar a sus hijos y velar por su salud les sirve de poco, salen a exigir su supuesto derecho al trabajo, como si alguien tuviera la obligación de dárselos. Pero lo que es peor, aquel que pudo en su momento crear empleos productivos que les permitieran dignamente satisfacer sus necesidades y aumentar sus ingresos reales, ya quebró su empresa ante la dificultad de salir adelante dentro de un sistema enemistado con el progreso y violatorio de los derechos individuales.

Cito a Ludwig von Mises en el capítulo XXVIII de “La acción humana” en el cual aborda el tema del intervencionismo fiscal: “Cuando proliferan desmesuradamente los impuestos, se desnaturalizan y se convierten en arma que puede fácilmente destruir la economía de mercado. Esta metamorfosis del mecanismo impositivo en instrumento de destrucción es la nota característica de las finanzas públicas actuales. No se trata de juicios arbitrarios de valor respecto a si la elevada imposición fiscal implica daños o beneficios, como tampoco si los gastos financiados de este modo son o no acertados y, en definitiva, remuneradores. Lo fundamental es que cuanto mayor es la presión tributaria más fácilmente se puede desbaratar la economía de mercado… el Talón de Aquiles del mecanismo fiscal radica en la paradoja de que cuanto más se incrementan los impuestos, tanto más se debilita la economía de mercado y, consecuentemente, el propio sistema impositivo”.

No más impuestos: son el alimento de los corruptos.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 2 de febrero de 2015.

Etiquetas: , , , , , , , , , ,