Los impuestos, en particular los
que castigan directamente a la inversión de capital y a quien es exitoso en la
creación de riqueza, son los primeros responsables de la miseria que no puede superar
la mayoría con menos recursos para satisfacer sus necesidades básicas y mejorar
su calidad de vida.
Los impuestos solo benefician a los oportunistas que llegan
al ejercicio del poder, a aquellos que parasitan dentro del aparato burocrático
estatal y a los familiares y amigos de estos que se acomodan en una plaza
innecesaria e improductiva o se las agencian para negociar jugosos contratos
con el abstracto Estado.
Debido a la incapacidad de muchos
de aceptar la realidad, ya que desde muy pequeños han sido programados a
aceptar cosas que los mayores les dicen que son posibles a pesar de su
imposibilidad, cuando llegan a adultos y un politiquero cualquiera les ofrece
solucionarles la existencia y hacerse cargo no solo de los requerimientos esenciales
para asegurar su supervivencia, sino además cumplir sus deseos, sobre todo el
de no trabajar, fácilmente lo aceptan casi sin chistar. Se tragan el cuento de
que van a tener comida, educación, salud, vivienda… y todo lo que se les ocurra
pedir. Y, lo que es peor, se convencen a sí mismos que fuera de votar por el
ungido, prácticamente no tendrán que hacer nada. Creen que se merecen todo lo
anterior y más sin haberlo ganado.
Una de las ironías de este engaño
es que cuando se dan cuenta de que una bolsita
de víveres al mes, una promesa incumplida de darles casa, educar a sus hijos y
velar por su salud les sirve de poco, salen a exigir su supuesto derecho al trabajo, como si alguien
tuviera la obligación de dárselos. Pero lo que es peor, aquel que pudo en su
momento crear empleos productivos que les permitieran dignamente satisfacer sus
necesidades y aumentar sus ingresos reales, ya quebró su empresa ante la dificultad
de salir adelante dentro de un sistema enemistado con el progreso y violatorio
de los derechos individuales.
Cito a Ludwig von Mises en el
capítulo XXVIII de “La acción humana” en el cual aborda el tema del
intervencionismo fiscal: “Cuando proliferan desmesuradamente los impuestos, se
desnaturalizan y se convierten en arma que puede fácilmente destruir la
economía de mercado. Esta metamorfosis del mecanismo impositivo en instrumento
de destrucción es la nota característica de las finanzas públicas actuales. No
se trata de juicios arbitrarios de valor respecto a si la elevada imposición fiscal
implica daños o beneficios, como tampoco si los gastos financiados de este modo
son o no acertados y, en definitiva, remuneradores. Lo fundamental es que
cuanto mayor es la presión tributaria más fácilmente se puede desbaratar la
economía de mercado… el Talón de Aquiles del mecanismo fiscal radica en la
paradoja de que cuanto más se incrementan los impuestos, tanto más se debilita
la economía de mercado y, consecuentemente, el propio sistema impositivo”.
No más impuestos: son el alimento
de los corruptos.
Artículo publicado en el diario
guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 2 de febrero de 2015.
Etiquetas: capital, corrupción, derechos individuales, economía de mercado, estatismo, impuestos, inversión, La acción humana, Ludwig von Mises, pobreza, riqueza