Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

12.29.2014

Herencia de 2014



¿Qué me dejó este año que está a un punto de terminar? ¿Fue un año extraordinario como lo visualicé al finalizar 2013? ¿Qué gané? ¿Qué perdí? ¿Qué aprendí? Estas y muchas preguntas más suelo hacerme a finales del mes de diciembre. Pienso que es un examen que varios hacemos bajo la influencia de la idea de que acaba un ciclo y estamos a pocos días de empezar uno nuevo. Todo principio genera esperanza, pero para que nuestros sueños de hoy se hagan realidad mañana, primero debemos analizar objetivamente el período que cerramos, los errores que cometimos, los aciertos que tuvimos y responder a la pregunta evadida por muchos, ¿alcancé mi más alto propósito moral? ¿Fui feliz?

Sin enfrentar la última pregunta será muy difícil lograr o conservar el año que viene la felicidad alcanzada, el fin primordial de todo ser humano. Un fin que se renueva, que cambia cada vez que logramos un valor. Un estado que, para mantenerlo, demanda de nuestro enfoque en las cosas que nos son importantes. Mantenernos firmes en nuestro proceso de integración: en el reto de resolver satisfactoriamente nuestras contradicciones para poder llegar cada vez más lejos en nuestras aspiraciones. Aprender a diferenciar cuándo decir sí y cuándo decir no: a distinguir entre aquello que depende de nosotros y lo que depende de otros y de hechos que no se supeditan a nuestra voluntad.

Para facilitar mi proceso, lo divido en cuatro ámbitos: el laboral, el intelectual, el físico y el de las relaciones personales. Durante esta etapa en casi todas las áreas, a excepción de mi salud que no me dio ningún problema sino todo lo contrario, me tocó enfrentar retos desafiantes. A pesar del desaliento que en algún momento pude experimentar, mi deseo de salir adelante prevaleció y hoy, con mucha satisfacción, puedo decir ¡gané! Gané nuevas experiencias, nuevo conocimiento, nuevas amistades. Renové mis principios filosóficos con la seguridad de que la evidencia que los respalda es irrefutable, y que la elección de basar mi vida en la realidad y dejar la ficción y las creencias mitológicas para la imaginación (el ámbito al cual pertenecen), ha sido una de las mejores decisiones que he tomado en mi existencia. Es precisamente gracias a esa elección consciente que en los últimos años mi calidad de vida, en todos los sentidos, ha mejorado exponencialmente.

La única pérdida irreparable que me deja 2014 es la muerte de mi abuelita, mí bien amada Mamita. Aunque sé que siempre vivirá junto a mis otros abuelos en mi memoria, lo que representa un aliciente más para conservarme en la mejor de las condiciones para no olvidarlos. Adquirir el hábito del ejercicio diario me permitió disfrutar más de la vida y todo aquello que contribuye a mi felicidad. Compartir con mis seres queridos me llenó de alegría. La Maestría en Filosofía que estudio enriqueció mi mente. Sumando a lo anterior los éxitos en mi trabajo académico, el periodístico y el empresarial me permiten confirmar que 2014 fue un año excepcional, como lo será 2015.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 29 de diciembre de 2014.

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12.31.2012

El eterno retorno del año nuevo




Cada trescientos sesenta y cinco días, trescientos sesenta y seis en año bisiesto, regresamos el calendario al 1 de enero, cambiando nada más el último dígito del año. Al menos esa es la costumbre en occidente (hoy en casi todo el mundo) desde 1582, cuando Ugo Buoncompagni, el máximo jerarca de la iglesia católica en esa fecha, más conocido como Gregorio XIII, sustituyó el calendario juliano (vigente desde el año 46 a. C.,  instaurado por Julio Cesar) por un cálculo más adecuado con el año trópico, aunque haya utilizado como excusa del cambio la adecuación al calendario litúrgico. ¡Cuánto poder tenía el Papa en esos tiempos que decidió cuál sería la medida que utilizaríamos para contabilizar nuestra vida!

Pero, más allá de mis consideraciones anteriores las cuales podrían ser tema de otro escrito, al punto que quiero llamar la atención suya es al tema del eterno retorno. Por supuesto, aclaro por cualquier cosa, que no dudo de que el tiempo es lineal y que nuestra vida avanza, si lo podemos decir de tal manera, hacia adelante, nunca hacia atrás. Sin embargo, reconozco la necesidad que tenemos la mayoría de humanos, sino todos, de principios y finales. Total, así es nuestra existencia misma, de la cual conocemos cuando inicia, pero no cuando termina. Con la excepción de aquellos que deciden cuándo terminarla. Como yo me atrevo a asegurar que es poco probable, improbable a mi parecer, de que alguna vez llegue a pertenecer al anterior grupo mencionado, mi ocupación primera es en cómo vivo cada instante de mi vida.

Y son los finales de períodos los que nos permiten analizar lo que hemos hecho, recordar los éxitos logrados y analizar nuestros fracasos con el objetivo de encontrar los motivos por los cuales fallamos en el intento, si es que aún estamos interesados en alcanzar las metas pendientes. Varios haremos este ejercicio con alguna especie de orden lógico. Otros, aunque no lo planifiquen, no podrán evitar pensar en su vida, a pesar de que se encuentren inmersos en las celebraciones propias de estas fechas. Nuestra voz interior es la voz que nunca calla. Hay quienes, quizá muchos, que arrogantemente se la adjudican a un ser divino. Otros, talvez pocos, reconocemos que somos nosotros mismos con quien dialogamos eternamente (eternidad finita), retornando constantemente a las preguntas necesarias para vivir (“¿Dónde estoy? ¿Cómo puedo saberlo? ¿Qué debería hacer?”, Ayn Rand, “Filosofía, ¿quién la necesita?”). Y, la más importante de todas las preguntas: ¿por qué vivir?

Todos queremos ser felices. No todos lo logran. ¿Dónde está el error? Solo cada uno de nosotros lo puede encontrar. Eso sí, contamos con la misma, llamémosla herramienta, para hacerlo: la razón, la facultad que nos permite conocer y entender la realidad. Si todos perdieran el miedo a usarla y superaran la confusión conceptual a la cual la han condenado aquellos que no quieren que pensemos… ¡qué diferente sería la vida de todos!

En fin, regreso al principio: desearle un exitoso año 2013.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 31 de diciembre de 2012. La fotografía la tomé el 29 de diciembre de 2012 en las playas de Monterrico (Guatemala). La edité hoy, lunes 31 de diciembre de 2012.

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12.24.2012

La llama de mi hogar




El de hoy será un escrito para pocos lectores. Sé que la mayoría de gente se encuentra envuelta en la vorágine de las fiestas de fin de año. Cada quien con sus propias costumbres (suyas o heredadas de sus antepasados), muchas con rasgos comunes a la cultura occidental, al menos por estos lares. Pienso que a todos, aún a los más duros de corazón, alguna emoción los embarga por estos días de correrías, en los cuales tantos deciden dedicar un tiempo a la reflexión propicia al cierre de períodos. Un objetivo que no siempre cumplen, cansados de un año intenso, y deseosos de simplemente descansar.

Es curioso que menciono lo anterior escribiendo este artículo el 21 de diciembre de 2012, solsticio de invierno y el día con menos luz solar del año. Y digo que es curioso porque según el calendario de los extintos mayas, hoy comienza una nueva era. En fin, principios y finales representan la excusa perfecta para pensar sobre lo que hemos vivido y lo que queremos vivir. Quién somos y quién queremos ser. Qué nos falta para ser la mejor versión posible de nosotros mismos, únicos e irrepetibles.

Por cierto, para alcanzar ese objetivo de construirnos a nuestro gusto y antojo, es importante recordar el sabio consejo que da  Aristóteles en la “Ética a Nicómaco”, en el capítulo I del Libro II Titulado “Teoría de la virtud”: “…las cualidades solo provienen de la repetición frecuente de los mismos actos”.  Una idea que muchos repiten, a mi parecer de manera correcta, como: "Somos lo que hacemos día a día; de modo que la excelencia no es un acto, sino un hábito".

Reflexionar es un acto que hago constantemente. En esta época en especial, disfruto hacerlo en mi hogar, cuya llama me calienta, me abriga y me protege de las inclemencias del clima y de la maldad de algunos que deambulan haciendo daño a otros en su caminar por las tierras de mi patria.

Es en mi hogar donde leo las siguientes líneas que envió mi admirado amigo Giancarlo Ibargüen: “Nunca debemos perder la esperanza. Ante las múltiples amenazas que atentan contra ‘los principios éticos, jurídicos y económicos de una sociedad de personas libres y responsables’, no debemos claudicar: la esperanza de construir un mundo mejor debe ser nuestra fuerza y en parte nuestra consigna. Tampoco debemos olvidar que la esperanza no es una simple pasividad: un estar ahí, como postes, esperando que las cosas nos caigan del cielo. La mejor forma de esperar es moverse, porque la verdadera esperanza –preñada siempre de anhelo– solo puede entenderse como dinamismo y energía.  ‘Manos a la obra –dijo don Quijote– que en la tardanza está el peligro’…”.

Espero que, independientemente del calendario que usted siga, las tradiciones que practique y cuál sea su forma preferida de medir el tiempo, el pasar de su vida, esta sea siempre exitosa. Que usted elija sus valores, encuentre los medios idóneos para alcanzarlos, y los conserve a lo largo de toda su existencia. Felices fiestas. Feliz vida, hoy y siempre.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 24 de diciembre de 2012. La foto pertenece a mi colección privada y representa el corazón del Asteroide B506, mi hogar.

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12.01.2012

Seré yo




Hace algunas noches viví una pesadilla. Fue una experiencia horrorosa. Soñé que no era yo. Que era una impostora. Que me había robado la vida de Marta Yolanda Díaz-Durán. Todos me reconocían como ella, pero yo sabía que no lo era. Vivía su vida, bebía sus vinos, disfrutaba de su comida, pero no era ella. Leía sus libros, dormía en su cama, reía con sus amigos, pero no era ella. ¿Por qué? ¿Qué había pasado? ¿En qué momento me habían cambiado? ¿Quién era responsable? ¿Cuándo volvería a ser yo? ¿Quién era yo?

En esta historia incontable que intentaré contar, solo sabía que estaba viviendo la vida de alguien más, motivo por el cual decidí hacer un viaje por el globo en búsqueda de mí. Decidí ser una especie de émulo de Anthony Bourdain. Viajaba sin reservaciones, y a la hora de arribar al hotel no tenía donde hospedarme. ¿Cómo me iban a dar un cuarto si no lo había reservado? Pensé que la traducción del inglés al español había cambiado el doble sentido de no reservations. Sin embargo, a pesar del mal entendido, continué mi viaje. Total, en mi sueño era una Marta Yolanda que iniciaba una nueva etapa de su vida: había conseguido que alguien financiara un programa de televisión que le permitiera conocer de primera mano la cultura, el paisaje, la gastronomía… de inolvidables rincones del planeta.

Recuerdo que llegué a Hong Kong, entusiasmada de comer no solo platos orientales, sino aprovechar la mezcla de culturas expresada en la cocina del territorio de los libres en China. La velocidad de la gente en la ciudad me dejó pasmada. Sin moverme en la acera en la cual todo y todos se movían. Imagino que sabían a dónde iban. Yo, me dediqué a observar mientras decidía por dónde caminar. Y luego comer. Por supuesto beber. Después de saciar mi hambre de nuevos sabores, olores y texturas, decidí que era el momento ideal de partir: no entendía el cantonés.

Tomé la ruta de la Toscana. Creí que los colores intensos de la región despertarían en mí a mi verdadero yo. Divagaba entre el verde de la tierra y el rojo sobre el azul del cielo. Probé el lardo en un pan hecho en casa de no sé quién, mientras observaba una impresionante escultura hecha en mármol de Carrara que me recordó al David de Miguel Ángel. Aclaro que no me encontraba en Florencia, sino en alguno de los pueblos perdidos y olvidados, como yo, en el centro de Italia. Después de disfrutar de un pan bañado en aceite de oliva extra virgen con prosciutto (lo sé un delicioso exceso), acompañada por una botella de vino tinto casero elabora por alguien que olvido su nombre, como olvidé el mío, decidí continuar mi periplo.

Brinqué a Nueva York, en cuestión de un instante me encontré en la capital del mundo donde están representadas todas las etnias que lo habitan. Aterricé en pleno Times Square. Ya sé, un lugar común, como lo es también el hecho de reconocer que no pensaba dormir hasta solucionar el misterio. Recordé que mi hermano ¿o él hermano de MY? vive en la gran manzana. Lo fui a buscar, y al llegar a su apartamento en Manhattan me dijeron que él también se encontraba de viaje por todo Estados Unidos con el objetivo de escribir su primer libro: Walk like an american. En fin, tal vez me quede en Nueva York, una de mis ciudades preferidas, hasta que despierte.

Eso de no ser uno mismo está fregado. O tal vez no. Pero es aún peor no saber quién es uno, porque, entonces, da igual ser cualquiera. O tal vez no. Que los demás decidan quién soy. ¡Imaginen esa tremenda situación! Eso sí está fregado. Ir por la vida sin saber adónde voy o qué quiero hacer con esa existencia que se va. Que se me va. Es evidente que si no soy yo, no sólo engaño a los otros, me engaño a mí misma que, a mi parecer, es el peor de los engaños. ¡Vaya, tengo un parecer al respecto! Espero que lo anterior signifique que al despertar, seré de nuevo yo. O tal vez no. Decidí que si no voy a ser yo, seré Marta Yolanda Díaz-Duran. Al fin, me encantó su vida. Habibi.


Artículo publicado en la edición 36 de la Revista NuChef, correspondiente al bimestre agosto-septiembre 2012. La imagen de Anthony Bourdain la bajé de Internet.

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10.29.2012

Todos nos equivocamos




Es un hecho humano que todos nos equivocamos. Y no solo lo hacemos una vez, sino varias veces a lo largo de nuestra vida. Y, sin duda, este hecho nos acarrea problemas. La buena noticia es que la mayoría de las veces, si encontramos la raíz de nuestro error, podemos corregirlo en futuras ocasiones en las cuales nos veamos inmersos en un contexto similar a aquel en el cual nos equivocamos. Lo anterior, por supuesto, parte del principio de que estamos dispuestos a reconocer nuestro error y deseamos enmendarlo. De lo contrario, vamos a seguir cosechando las consecuencias de nuestra necedad.

Reconocer que nos equivocamos es difícil, a menos que hayamos pasado por un proceso de introspección en el cual aprendemos que somos nosotros los más interesados en integrarnos: corregir nuestras premisas falsas, corregir nuestras contradicciones. Solo por medio de este proceso podemos enderezar nuestra ruta y caminar con seguridad en pos de nuestros valores. Se necesita ser verdaderamente valiente (no solo del diente al labio) para reconocer que cometemos errores e intentar rectificarlos, aunque fracasemos en el intento.

El motivo por el cual comparto hoy esta reflexión, es porque después de la corrupta aprobación del Presupuesto General de Malgasto y Despilfarro de los Gobernantes para el año 2013, muchos se han comunicado conmigo arrepentidos de haber votado por Otto Pérez Molina para Presidente del Organismo Ejecutivo y por los diputados propuestos por el Partido Patriota para el Congreso. Vaya, en resumen: lamentándose por haber votado en línea. Y, además, me preguntan qué hacer ahora, ya que algunos creen que el voto cruzado tampoco resuelve las cosas.

El voto cruzado no nos asegura que no vayan a existir abusos del poder. Pero el voto en línea sí nos asegura que esos abusos se van a dar. La peor de las opciones es votar en línea. Por supuesto, hay que meditar muy bien por quién votar al Congreso. Pienso que había mejores opciones en 2011 que el PP y sus aliados. Y espero que las haya para las próximas elecciones. El voto cruzado, aunque no es la solución, es la única opción dentro del sistema actual.

La única forma de cambiar esta situación para bien de todos en el largo plazo es cambiando el sistema. El Estado Benefactor/Mercantilista SIEMPRE (y en todos lados) va a atraer a los peores representantes de la sociedad: los mentirosos, los saqueadores, los oportunistas, los gorrones, los vividores, los resentidos... Claro, hay pocas excepciones a la regla. Y siempre serán pocas y excepciones.

“Un pueblo que elige a corruptos no es víctima: es cómplice”, reza una imagen que circula en las redes sociales virtuales. Y, nos guste o no, es una observación correcta. Sin embargo, no todos los miembros del pueblo hemos votado por los corruptos. Y todos aquellos que se equivocaron tienen el derecho de enmendar sus errores. Hagamos los cambios correctos. Cambiemos el sistema político. Fundemos una verdadera República.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 29 de octubre de 2012. La imagen de Mafalda (Quino) la bajé del blog de “El republicano liberal”.

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8.13.2012

Carta a Bernabé




Esta es una carta dirigida a Erick Bernabé Barrondo, y a todos aquellos que como él se esfuerzan cada día para lograr sus objetivos, que pagan el costo necesario para alcanzar sus valores, que reconocen que nada en la vida es gratis, y que no hay mayor orgullo que saber que lo poco o mucho que tenemos es el producto de nuestro trabajo, nuestro riesgo y nuestro talento.

Así como el alcalde oportunista que ofreció construirte una estatua, nombrar un estadio en tu nombre y darte un puesto en la burocracia municipal, se van a acercar a ti muchos parásitos cuyo único objetivo es lucrar de tus triunfos: utilizarte para satisfacer sus mezquinos intereses. Quiero imaginar que con la dignidad que has mostrado, vas a rechazar todas esas dádivas que en el largo plazo demandarán de ti el sacrificio de tu valor primero: tu vida misma convertida en una existencia dependiente de los caprichos de los gobernantes de turno.

“Las puertas no se abren solas. Las puertas las vamos abriendo nosotros conforme nuestras propias acciones, conforme nuestros propios resultados”, le aseguraste a Elizabeth Pérez de CNN. Hoy has abierto muchas puertas para iniciar una carrera exitosa en el campo empresarial que tú escojas. ¡Cuántas compañías te van a ofrecer jugosos contratos! ¡Cuántos empresarios visionarios, en Guatemala y otros países, te van a ofrecer un trabajo productivo! Ten presente tus propias palabras: “En el mundo hay puertas mucho más grandes que nos pueden llevar a los podios más altos del mundo”.

Es mejor olvidarse del abstracto Estado al que sabiamente Frédéric Bastiat llamó “la gran ficción a través de la cual todo el mundo se esfuerza por vivir a expensas de todo el mundo”. Al final, quienes esperan que ese Estado les satisfaga sus necesidades terminan viviendo existencias mediocres: vidas pobres, material y espiritualmente. Con el carácter que hasta este momento has mostrado esto sería lo peor que podría pasarte: mataría lo que hace de ti un individuo extraordinario, lo que te permitió alcanzar una medalla olímpica, la primera que gana un guatemalteco. ¡Ojalá ganes muchos premios más! ¡Ojalá no te dejes embrujar por los cantos de sirena del Estado Benefactor!

Seguí adelante con tu empuje, con tu entereza, con tu dedicación en pos de tus metas. Con tu credo: “Quieres hacer cosas grandes, tienes que dejar cosas que son grandes para ti también”. Todo en esta vida tiene un costo, pero la recompensa, como también lo declaraste, es “una alegría grande”.

No eres ningún limosnero. Cuidado con la gente bienintencionada que no tiene sus ideas claras: “De buenas intenciones está empedrado el camino al infierno”. Deseo que sigas cosechando victorias, sintiéndote orgulloso, disfrutando del placer de saber que lo tuyo es tuyo porque te lo has ganado y no es parte del dinero que le ha sido expoliado a otros.

“No dejamos de creer lo que podemos hacer”. Sigue creyendo en ti. Sigue la marcha de la felicidad.


El presente artículo fue publicado el lunes 13 de agosto de 2012 en el diario guatemalteco Siglo Veintiuno. La fotografía la bajé del sitio de la CDAG.

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12.27.2011

Vida Real



¿Cómo será la realidad de William y Kate después de su boda real? Real con dos significados: primero, porque es un hecho consumado que se casaron; y, segundo, en el sentido de que el enlace de ellos fue una boda de la realeza, aunque la novia sea de origen plebeyo. Algún día será la reina consorte de Inglaterra, el último de los imperios coloniales en sucumbir. Sin duda, como lo fue su casamiento, también lo será su vida: diferente en muchos aspectos a las vidas del resto. Principiando porque están condenados a vivir gran parte de su vida expuestos públicamente. ¡Y cuántos envidiaran sus existencias sin saber a ciencia cierta cómo se desarrolla en la intimidad! Todo a partir de elucubraciones propias de los cuentos de hadas.

La exagerada atención, en algunos casos casi una obsesión, que se le da a este tipo de situación, ¿es acaso un reflejo, una prueba de la existencia de un vacío existencial, una necesidad vital insatisfecha en el resto que fantasea a partir de la vida de otros? ¿Es señal de una carencia emocional? ¿Será que todos sentimos esa falta de amor en algún momento de nuestras vidas? ¿Es por eso que la mayoría venera ídolos o se entretiene, se distrae, evade la realidad, inmerso en la vida de los demás? Vidas que pueden ser reales como la de William y Kate, o ficticias, producto de la imaginación de un guionista, como en el caso de la telenovelas.

En fin, yo me reconozco ajena al enajenamiento de muchos con este tipo de noticias. Sin embargo, me intriga la pasión que genera en esa mayoría, entusiasmo que llega al extremo de que la ceremonia del matrimonio fue vista por millones de personas alrededor del mundo. Probablemente las nupcias más vistas de todos los tiempos, gracias a los avances tecnológicos con los que contamos hoy. ¿Cuántos no habrán seguido los acontecimientos desde su teléfono móvil, mal llamado inteligente? Imaginen la cantidad que los vieron darse el “sí” por televisión: se calcula que fueron alrededor de dos mil millones de personas. ¿Y cuántos habrán observado el enlace desde su computadora, por Internet? Total, una inmensa cantidad de personas que nunca sabremos con seguridad cuántas fueron.

Gente cuya vida real no es un cuento de hadas con un final feliz que se anuncia desde el principio del fin: “y vivieron felices por siempre”. Final que ni siquiera es seguro para los recién casados mencionados al inicio de este escrito. Como todo en esa vida real a la que hago referencia, lo que pase en el futuro lo desconocemos. Siempre nos enfrentamos al presente, ese que cambia a cada instante. Lo único que debe ser constante son ciertos valores y el lugar que estos ocupen en nuestra escala personal. Valores que son los que nos van a permitir ser felices de verdad.

Por lo general intentamos planificar nuestras acciones para alcanzar nuestros objetivos. Pero al ser todos, en forma individual y colectiva, incapaces de prever todas las variables involucradas (nadie posee un conocimiento universal), muchas veces los hechos no se dan como los esperábamos. Normalmente nos sorprenden los resultados no previstos de nuestras acciones, que en ocasiones pueden ser más beneficiosos que aquellos que buscábamos alcanzar. No obstante, mientras llega el resultado deseado, la incertidumbre, la espera, el miedo a sufrir o a ser rechazados, no valorados, provocan una ansiedad, una inquietud a veces insoportable.

Hay quienes dejan pasar su vida real refugiados en un ideal platónico o ansiando un imposible, una fantasía irrealizable, todo por miedo a arriesgar y reconocer la realidad. Reconocimiento que a veces duele. Sin embargo, como canta el salsero Luis Enrique “Yo no sé mañana… Esta vida es igual que un libro, cada página es un día vivido. No tratemos de correr antes de andar”. Vivamos nuestra vida real. Prost y hasta la próxima.


El presente artículo fue publicado en la revista “Nuchef”, en la edición 30 correspondiente al bimestre mayo – junio de 2011. La fotografía de Kate y William la bajé de la Internet

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4.23.2011

Ecléctica


¿Por qué una gran parte de mi vida transcurre al límite? ¿Siempre al borde? ¿En la frontera del calendario y los deadlines? Por ejemplo, mi compromiso con ustedes, lectores de Le Haim, suele ser uno de mis mayores placeres, pero generalmente lo escribo con las prensas detenidas por mi atraso. ¡Qué paciencia la de Mara! Y ahora la de Adela. En fin, such is my life! ¿Ecléctica? Tal vez lo será mi vida, pero no yo, ya que vivo con un propósito definido: ser feliz. Y para lograrlo, sé que es indispensable ser coherente: separar mis premisas falsas de las verdaderas y corregir mis contradicciones. Sé a ciencia cierta que todavía tengo muchas. Es probable que muera sin resolverlas todas, sobre todo que entre más aprendo, más dudas acumulo. Aunque lograra vivir, como quisiera, por un mínimo de mil años. ¡Qué gran sueño! Si lo alcanzo con mis valores primeros a mi lado: mis amores.

Pero, veamos, antes de que continúe en mi versión hipertexto, con enlaces dispersos a los distintos conceptos que abordo al escribir, regresemos a explorar un término que en muchas ocasiones me han preguntado qué significa: eclecticismo. Para dar una respuesta bien estructurada, decidí consultar el Diccionario de la Real Academia Española, la Wikipedia, el Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Española de Guido Gómez de Silva… y al final me decanté por la explicación dada por Nicola Abbagnano en su Diccionario de Filosofía, actualizado por Giovanni Fornero, según el cual eclecticismo es “la dirección filosófica que consiste en elegir de las doctrinas de diferentes filósofos las tesis que más se aprecian, sin cuidarse mucho de la coherencia de estas tesis entre sí ni de su relación con los sistemas de origen”. Entonces, ¿será una incoherencia de mi parte pensar que mi vida es ecléctica? No. Y creo que va a ser más sencillo explicarme separando, por cuestiones epistemológicas, mis gustos de mis ideas.

En mi pensar soy objetiva. En la forma en que vivo mi vida, ecléctica. Al pensar busco la verdad. Al elegir busco disfrutar. Y para alcanzar esto último, tengo que reconocer mi necesidad de entender todo aquello que llama mi atención en la música, la pintura, la escultura, la literatura, la ciencia, el cine, el teatro… la comida y la bebida. Cuando alguien me pregunta sobre mis “preferidas/os” (canción, película, pintura, novela, poema, vino, plato…) no puedo responder. Tendrían que hacer una clasificación más profunda. Agregar el género, el idioma, la época, el proceso… y aún así dependería de mi estado de ánimo, de la ocasión, de la compañía… Es casi imposible que pueda dar una respuesta que me satisfaga. Siempre sentiré que traicioné a algún creador, a alguna vianda, a alguna cepa… Entiendo que gente querida quisiera que no fuera tan dispersa, otro adjetivo que suelen utilizar al describirme, pero eso sería ir en contra de mi naturaleza inquisitiva, curiosa, con incontables intereses. Es un defecto de origen: nací así. Desde pequeña tuve que hacer un gran esfuerzo para concentrarme en un asunto a la vez. Probablemente por eso hoy la lectura es una de mis actividades primordiales.

Y sin que sea mi meta ir contracorriente, las semanas menos eclécticas de mi discurrir suelen ser las de fin de año. Varias de mis actividades se reducen al mínimo, principalmente las académicas y las culturales. Tampoco aumentan a extremos inimaginables los compromisos fiesteros. Con los regalos no me hago bolas: aprovecho el 24 de diciembre para comprar lo que quiero dar, ya que este suele ser el mejor día para comprar. No corro el riesgo de engentarme ni de toparme con consumidores consumidos por la histeria. Como verán, hasta en esta decisión seré poco convencional. Sin embargo, seré tradicional para desearles la más ecléctica existencia que anhelen y, claro, les sea posible. Cheers!


Este escrito fue publicado en la Edición 28 de la Revista nuChef, correspondiente al bimestre noviembre – diciembre de 2010. La fotografía la tomé en Nueva York el 30 de noviembre de 2007. The city that never sleeps, una de mis ciudades preferidas, una ciudad ecléctica.

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4.22.2011

El tiempo es vida


¿Será todo lo que precisamos? ¿Acaso necesitamos de algo más? ¿Cuál es la cantidad ideal de tiempo? ¿Depende de cada uno de nosotros? ¿Se mide en segundos o en experiencias o en conocimiento? ¿Necesitamos de los tres para ser quien decidimos ser?

Según mis padres y mi memoria, desde que era apenas una cría hago uso de la razón. O intento hacerlo la mayor parte del tiempo. Soy consciente desde mis primeros años de que aquel minuto que pierdo, es un minuto que no volveré a vivir jamás. Vendrán muchos más, al menos eso espero, pero ese instante que dejé ir sin sentir, ese no lo voy a restituir. Los hubiera, me enseñó alguien a quien amo inmensamente, no existen. Puedo pagar las consecuencias de mis errores, corregir mis equivocaciones, pero nunca borrarlas. Eso sí, puedo perdonarlas.

Por supuesto, lo anterior no quiere decir que pase los días inmersa en mi actividad laboral, la que comúnmente identificamos con la vital virtud de producir para vivir de nuestro esfuerzo y no de la producción de otros. Reconozco que es una importante tarea si queremos progresar y no vegetar. Pero, en mi caso, el momento que más disfruto, el clímax de mis días, es ese que tantos han confundido con el vicio del vago. Me refiero al momento del ocio. O, como bien explica mi valorado Aristóteles en la obra “Ética a Nicómaco”, el tiempo de la contemplación. El tiempo del máximo placer. El tiempo de la felicidad plena.

El tiempo ido, una vez ha sido vivido, pasa a enriquecer ese equipaje que llevo a todos lados: mi pasado. Riqueza que espero nunca perder. Lo que trae a mi mente un cuento breve del escritor egipcio Naguib Mahfuz, ganador del premio Nobel de Literatura de 1988. El primer escritor en lengua árabe en recibir tal galardón. Un cuento titulado "Una broma de la memoria" que encuentran en “Diálogos del atardecer”, el cual reproduzco para ustedes: "Vi a una persona enorme, con un estomago tan grande como el océano y una boca capaz de tragar un elefante. Le pregunté anonadado: - ¿Quién eres? A lo que respondió sorprendido - Soy el olvido. ¿Cómo es que me has olvidado?" Maravilloso. Cada vez que lo leo me cautiva de nuevo. Soberbio escrito que, en su aguda simpleza, nos recuerda la trascendencia del recuerdo. Esos hechos que ya vivimos, nosotros los que vivimos. Lo que fuimos. La base de quien somos. El origen de quien seremos.

Lo que ustedes leen hoy, cualquier día que sea en su vida, yo lo escribo en la mañana de un lunes monocromático. El lunes 27 de septiembre de 2010, en el cual el gris prevalece por encima del celeste que suele identificar al cielo. Me atrevo a decir que por la tarde voy a extrañar los celajes de variados colores que pueden ir desde el violeta profundo, pasando por los intensos rojos y terminando en suaves rosados. El gris, color que aparece en pocas ocasiones en la infinita variedad de colores con que veo mi presente. Colores que en su mayoría han dado sentido a mi historia. Colores que simbolizan mi esperanza en el futuro.

Y como al fin, escribir en este espacio bautizado con el nombre de “Le Haim” (el tradicional brindis hebreo que traducido al español sería lo mismo que decir “por la vida”) significa para la autora, yo misma, un dar tiempo mío a ustedes, vida mía para mis lectores, deseo terminar con dos versos (el primero y el tercero) del poema 46 de “Canto a mi mismo” de uno de tantos poetas espléndidos que he elegido para vivir mi tiempo, Walt Whitman:


"Lo mejor del tiempo y del espacio es mío,

del tiempo y del espacio que nunca se han medido,

del tiempo y del espacio que nadie medirá.

Nadie, ni yo ni nadie, puede andar este camino por ti,

tú mismo has de recorrerlo.

No está lejos, está a tu alcance.

Tal vez estás en él sin saberlo, desde que naciste,

acaso lo encuentres de improviso en la tierra o en el mar”.


Vida mía, ¡cómo me gustas!


Este artículo fue publicado en la Edición 27 de la Revista nuChef, correspondiente al bimestre septiembre – octubre de 2010. La fotografía la tomé desde la cumbre de la Danta en el Reino de Kan, el 21 de julio de 2007.

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4.20.2011

Cantando sin lluvia


Mientras duermo, espero lluvia. Mientras leo, espero lluvia. Mientras escribo, espero lluvia. Y a pesar de mi esperanzada espera no cae. La lluvia nos ayudaría a aliviar la tensión que a veces nos aleja de tantas cosas placenteras que día a día nos topamos al vivir. Lluvia, que podrías reducir la presión que la circunstancia aún no salvada ejerce en nuestra vida, evocando a José Ortega y Gasset.

El ambiente pegajoso (¿o lo describe mejor el adjetivo “húmedo”? ¿O ambos?) que por estas fechas envuelve Guanjatan y la mayoría del territorio del poco visto quetzal (tanto en su versión plumífera como de papel), al menos en mi caso, llega a ser casi insoportable. Digo casi, porque con una buena bebida bien fría, una agradable melodía y las ventanas del balcón de mi asteroide completamente abiertas, al igual que las ventanas y si pudiera la puerta de ingreso, en cuestión de minutos regreso a un agradable estado de bienestar que me permite recordar lo maravilloso que es ser y estar. Ser uno mismo, por sí mismo y para sí mismo. Estar donde quiero estar y con quien yo quiero estar.

Quisiera que el anuncio dado por las autoridades del clima en Guatemala de un posible falso invierno se hiciera verdadero. Que la lluvia no cayera sólo un día sí y cinco no. Que lloviera principalmente de noche, cuando ya me encuentro acomodada en la cama, lista para platicar con Morfeo sobre los sueños que me acompañaron durante el día. Aunque en las últimas fechas este dios griego anda muy preocupado y distraído. Me contó que en el Olimpo ya no saben qué hacer con los actuales responsables de la Hélade. Hombres y mujeres que olvidaron lo enseñado por sus antepasados hace poco más de 2,500 años. Que de “cuna de la civilización” pasaron a ser un ejemplo de la mala administración. Y de filosofía ni hablar. En fin, igual yo le exijo al hijo de Hipnos y Nix que cumpla con su obligación y me acompañe al cerrar los ojos.

Regresando al tema del cambio de estaciones, en un país como el nuestro no sabemos (a menos que hayamos viajado a otros lugares) lo que significa el verano en el cual se antoja caminar desnudos por el parque, el otoño de abrigos y campos dorados, y el invierno de bufandas al cuello y el suelo cubierto de nieve blanca. Disfrutamos de una eterna primavera que no llega a ser ni muy fría ni muy caliente. A pesar de los mal ¿o bien? acostumbrados que nos quejamos del insufrible calor. Por algo nuestro terruño es considerado una especie de paraíso para muchos, nacidos o no en esta tierra. Lo que nosotros experimentamos es una temporada seca y otra lluviosa. Al final del primer ciclo a los chapines (consentidos por natura y entre ellos me encuentro yo), la temperatura se nos hace desagradable.

Uno de esos séptimos días pasados, elegí para calmar mi sed un mojito cubano el cual alcé para brindar por las valientes “Damas de Blanco” que domingo a domingo, con o sin obstáculos, salen a marchar en su caliente Habana por la Libertad de sus familiares que fueron privados injustamente del preciado bien mencionado y fueron alejados de sus seres queridos. La Libertad: ese derecho que perdemos poco a poco, casi sin darnos cuenta, y que sólo extrañamos cuando ya no la tenemos. Algo similar nos sucede con la gente que enriquece nuestro blend personal. Tomemos nota. Cuidemos y conservemos nuestros valores.

Bien lo dijo William Shakespeare en la segunda parte del Soneto 91:


“…Thy love is better than high birth to me,

Richer than wealth, prouder than garments' cost,

Of more delight than hawks or horses be;

And having thee, of all men's pride I boast:

Wretched in this alone, that thou mayst take

All this away and me most wretched make.”


Termino pidiendo “que llueva, que llueva, la virgen de la cueva…” porque sin duda el agua limpia, refresca, suaviza… Salut.


Este suelto fue publicado en la edición 25 de la “Revista nuChef”, correspondiente al bimestre mayo-junio de 2010. La fotografía de “El mar de nubes” la tomé desde el avión en el que viajaba a Taiwán el 22 de abril de 2007.

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4.19.2011

Ve



“Vete y ve. Marta Yolanda, ve a escribir y, por favor ves lo que ponés”. ¡Esa voz, esa voz! Esa voz que en mi interior, sea ese interior lo que sea, ordena o intenta poner orden en mi vida. Esa voz que no puedo aplacar y me invita a pensar. Esa voz que veo hasta en mis sueños. En fin, voy a cumplir con la instrucción dada por el Estado Mayor del Interior. Voy a cumplir con mis compromisos, los cuales adquiero por placer, nunca por deber. Inspiración ven a mí porque “mis ojos, sin tus ojos, no son ojos”. Gracias Miguel Hernández, por esa primera línea de tan maravilloso soneto.

“La cicatrización es perfecta. Puede hacer vida normal”. Me dijo el oftalmólogo que operó mis ojos para que ya no necesitara intermediarios al ver. El adiós ¿permanente? a mis lentes. Mis compañeros más constantes en los últimos cinco años. A veces olvidados, pero siempre necesitados. Hoy, extrañamente extrañados. Por supuesto, a pesar de lo anterior sumándole las experiencias vistas junto con mis lentes, la primera parte de su comentario me hizo muy feliz.

Había alcanzado una meta. Había recuperado mi visión sin intervención. Claro, repito, necesité de una intervención quirúrgica para acabar con la ya citada cristalina mediación. Guardando las distancias, algo similar debe haber sentido el ciego de Betsaida cuando pudo ver después de que Jesús mojó sus ojos con saliva y puso sus manos sobre él. Aunque es evidente que yo no vi a la gente como “árboles que caminan”. Por cierto, si era ciego de nacimiento, ¿cómo pudo comparar a los humanos con “árboles” que, además, son capaces de andar? ¡Qué complicado! Uno de tantos misterios de “La Biblia” que sus escritores no resolvieron.

La segunda parte me invitó a dudar. ¿Vida normal? ¡Ve pues, qué cosa tan difícil de definir! Al fin, dependerá de cuál es la normalidad para cada uno: cuál es nuestro estado natural. En mi caso, sé desde niña que mi normalidad se sale de los estándares comunes, a pesar de lo común que soy. ¡Con cuánto descaro y superficialidad tan normalmente usamos la palabra “normal” sin siquiera ponernos a meditar sobre lo profunda que es su definición! Qué incomprendida palabra: parte vital de ese estilo único del alma de cada quien. Indiscutiblemente irrepetible. Algo tan personal como la manera en la cual cada uno nos lavamos los dientes. Yo lo hago sin lentes. No se diga tareas más significativas en nuestro quehacer cotidiano cuyo resultado, consciente o inconsciente, es hacernos a nosotros. Crearnos.

De Tales de Mileto se cuenta que una noche, por estar observando los astros, cayó en un pozo. La anciana criada que lo acompañaba dicen que entre risas le dijo: "¿Cómo es eso Tales, no sabe dónde pone los pies y pretende conocer el cielo?". Lo anterior lo leí en el diario argentino “La Nación”, en un artículo sobre el amor secreto de Macedonio Fernández. En el mismo escrito, más adelante, el autor nos cuenta que Platón creía que el pueblo ve en el filósofo a un pedante o, en el mejor de los casos, a un inútil, y se burla de él. Pero, ¿qué sería de nosotros sin ese personaje extravagante que se hace preguntas sobre la existencia? ¿Será que todos, más que de locos, tenemos de filósofos un poco? ¿Es lo normal cuestionarnos?

Vayan y vean, dilectos lectores. El tiempo no es circular como algunos quisieran. El tiempo es lineal. Avanza inexorablemente. En el camino nos topamos con nuevas oportunidades. Nunca segundas. Como sentencia cantando José José: “Ya lo pasado, pasado”. El tiempo no es eterno. Es nuestra vida misma. Todos tenemos un tiempo finito. La diferencia la hacemos al decidir cómo vivir. Total, cómo y cuándo morir, en la mayoría de los casos, no depende de nosotros. Por eso deseo que cuando yo muera la leyenda que me despida sea: “Fue y vio: vivió intensamente”. ¡Salud!


El presente escrito fue publicado en la edición 24 de la Revista NuChef, ejemplar que corresponde al bimestre marzo-abril 2010. La fotografía la tomé cuando venía de regreso del “Objectivist Conference” (OCON), que se llevó acabo la primera quincena de julio de 2010 en Las Vegas.

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4.18.2011

Paréntesis


Yo celebro la vida. Ese paréntesis entre mi nacimiento y mi muerte. Celebro mi vida todos los días de todas las semanas del año. Poco me preocupa la inevitable muerte que no es otra cosa que el final de mi existencia. ¿Para qué perder esta última elucubrando sobre su término en lugar de vivir ese breve espacio entre uno y otro evento vital? ¿Ese espacio que hace la diferencia entre las personas que dejan un legado y las que pasan sin dejar huella?

Mejor me ocupo de vivir y disfrutar plenamente, en las buenas y en las malas, en sus variadas facetas y estadios. No me refugio en mitos que alejan a tantos de la felicidad terrena, con promesas similares a las que suelen hacer los políticos en campaña, ofreciendo un futuro mejor si hoy el votante se sacrifica por llevarlos a ellos al poder. Lo único que hay que hacer es obedecer. ¿Y mi derecho más preciado después de la vida, mi libertad, dónde queda? ¿Para qué hipotecarla sin garantía de que se vaya a cumplir lo prometido?

Prefiero la realidad a la fantasía. La imaginación, sea o no loca, habite o no mi casa, la reservo para crear escenarios, buscar medios posibles que me permitan alcanzar mis objetivos y gozar de estos. Experimentar profundamente la felicidad de abrazar aquello por lo cual me he arriesgado, trabajado y esforzado por obtener. Saborear el éxito de mis emprendimientos, cuyo costo he pagado con gusto, a la espera de conquistar un bien más valioso para mí.

Los grupos de presión y sus discursos políticamente correctos con los que pretenden manipular a los demás me importan tan poco como pasarme la vida llorando mi final. Discursos basados en palabras y conceptos malentendidos en el mejor de los casos, y la mayoría de veces sobrevalorados o distorsionados. Compromiso social, revolución, entrega… ¡qué larga es la lista de vocablos no cuestionados por aquellos llamados a inmolarse! Y, si no lo haces, serás considerado una especie de paria, un malagradecido saber con quién. Lo que sí sé es quién sale beneficiado con tales arengas: aquel que se encuentra en el ejercicio del poder y quienes lo rodean.

Dentro de ese paréntesis que es nuestra vida misma, encontramos muchos otros paréntesis llamados de distintas maneras: etapas, procesos, períodos. Y de estos, damos testimonio de los momentos pasados. Esos paréntesis en los cuales hemos decidido ser quienes somos hoy. Nos hemos construido, creado, modelado según la imagen que de nosotros tenemos.

Durante ese tiempo hemos acumulado muchos objetos de los cuales nos es difícil separarnos: ya sea porque pensamos que algún día nos pueden servir de nuevo, porque nos recuerdan épocas ya idas o simplemente por dejadez de entrarle al cúmulo de cosas que llenan nuestro clóset. Para salir de bártulos y cachivaches nos sirven otro tipo de paréntesis: los asuetos. Total, lo más importante que nos dejan éstos son los recuerdos que llevamos siempre con nosotros.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 18 de abril de 2011. La fotografía la tomaron el 24 de febrero de 2010, en una de esas memorables veladas que he pasado en compañía de amigos entrañables en el taller “Ars Artis” del maestro Walter Peter, tomando vino y celebrando el arte, la filosofía y la vida misma.

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7.27.2010

"Por querer soy pobre...


Y por amar soy desgraciado”. La anterior aseveración la escuché una noche reciente, mientras circulaba detrás de una patrulla de la PNC, por la primera avenida de la zona 10: casi llegando al final de la misma, vía que topa con un conocido hotel de la “Zona Viva”, la cual, a veces, me parece tan muerta. Continuando con la historia, al hacer el alto el vehículo que me precedía, se bajaron de éste unos policías y se subieron otros. Imagino que se encontraban en una especie de cambio de guardia.

La curiosa afirmación que escogí para nombrar hoy mi artículo, la dijo uno de los relevados, mientras subía a la palangana del pick-up. Sin duda, no sólo llamó mi atención, sino me hizo sonreír. Al fin, era un comentario que, además de reflejar la cultura telenovelesca de una gran cantidad de latinoamericanos, mostraba la idiosincrasia de muchos (producto del sistema de incentivos perversos y de las creencias místicas del sacrificio y la renuncia personal) de que sus miserias son consecuencia del natural deseo humano de alcanzar metas, tener fines y mejorar nuestras vidas. En fin, el legítimo deseo de ser feliz.

En “El nuevo intelectual” (1961) de Ayn Rand, según la traducción de la Editorial “Grito Sagrado”, en el primer párrafo del primer ensayo titulado igual que el libro, la filósofa escribe: “Cuando un hombre, una corporación o una sociedad entera se acerca a la bancarrota, hay dos cursos de acción que los involucrados pueden seguir: [primero] pueden evadir la realidad de su situación y actuar frenéticamente, a ciegas, siguiendo la conveniencia del momento –sin atreverse a mirar hacia delante, deseando que nadie diga la verdad… esperando, contra toda esperanza, que algo los salvará de alguna manera-; o [segundo] pueden reconocer la situación, revisar sus premisas, descubrir sus activos ocultos y comenzar a reedificar”. En los tiempos actuales, mejor consejo que el segundo enunciado, no vamos a recibir. No sólo en Guatemala, sino en la mayor parte del mundo.

Es importante reconocer la realidad y dejar de falsearla, si es que queremos cambiar nuestras vidas, ya sea en lo individual o en lo colectivo. Si el uniformado personaje mencionado al principio es pobre, como lo son tantos, es por querer que otros resuelvan su existencia, por culpar a otros de sus pesares y acomodarse a vivir una existencia mediocre gobernada por otros: condenar sus sueños al fracaso por no escoger los medios idóneos para alcanzarlos.

Los seres humanos, hombres y mujeres, a diferencia del resto de animales, podemos elegir pensar u optar por la evasión. Como explica Rand: “mantener un estado de conciencia completo o ir a la deriva desde un momento al siguiente”. La mayoría de nuestros contemporáneos, al igual que nuestros antecesores, han dejado en manos ajenas sus vidas y las de sus descendientes, nosotros, que estamos pagando las consecuencias de esa decisión. Nosotros, que también podemos cambiar para bien, cambiando nuestro curso de acción.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 26 de julio de 2010. La fotografía la tomó Raúl Contreras, en una visita al Hogar Rafael Ayau, el pasado 31 de enero de 2010. Una muestra de que querer no nos hace pobres: nos enriquece.

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5.02.2010

Evasión virtual


Hoy me enfrento a la hoja en blanco con pocas ganas de escribir. Ya sé, ya sé… ya sé que en realidad tengo enfrente una pantalla y un teclado de computadora el cual se niegan a tocar mis dedos. O les cuesta mucho hacerlo, si no ¿cómo hubiera escrito lo que usté lee en este momento? No hay de otra: tengo que usar las extremidades superiores, porque si uso las inferiores, rápidamente se darían cuenta que escribí con los pies: los extremos que, es sabido, muchos han usado para alejarse de lo que “ocurre verdaderamente” en Guatemala y otros países de Latinoamérica.

Me gusta imaginar que tengo una pluma en la mano, que la mojo en el tintero y al apoyarla en el papel una extraña fuerza mueve mis manos. Mis manos convertidas en simples instrumentos para escribir, parafraseando a Pablo Neruda, los versos más graciosos esta mañana. Aunque sea el primer verso: me falta mucho para llegar al veinte. A lo mejor, ya que no los haré reflexionar, al menos los hago reír. Más si en lugar de pluma uso un cálamo. ¡Cuántos lapsus cálami cometería!

No sé si no deseo escribir sobre la realidad concreta o simplemente no sé por dónde empezar de tantos temas que hay que abordar. ¡Cómo si fuera una obligación de la presente escribidora sin inspiración! Total, tanto en la esfera pública de todos como en la esfera privada mía, restringida y nunca agotada, me sobran issues vitales que suelen casi siempre intrigarme, inquietarme a veces y ocuparme la mayor parte del tiempo.

Para agarrar aviada (¿es este un localismo de nuestro país, un chapinísmo?) me sumerjo en la realidad virtual de las redes sociales en la Internet. ¿Será que lo hago para evadir el “estado actual de las cosas”? Y no me refiero a mi status en Facebook. Al final creo que me lleva a ese espacio creado por los mind freaks (los Gates, los Von Ahn, los Zuckerberg) el ánimo de compartir con otras personas. Lo extraño es que a la mayoría de los miles de internaútas con los que me topo no los conozco, pero siento su presencia.

Por cierto, no es la primera vez que me encuentro con más ganas de leer que de escribir. O divagar en lugar de concentrarme o afanarme en cambiar el mundo. Aclaro: nunca conquistarlo Pinky. En fin, en otras ocasiones me sucede lo contrario: muero por escribir y lo hago en lo que tenga cerca: una servilleta, un libro o mi misma mano. Y lo enfatizo: me refiero al deseo de escribir. Porque cambiar el mundo ¡es imposible! Al menos para una persona que actúe en solitario, cual llanero más perdido que el hijo de la Llorona en el día de las madres. Aunque, me pregunto ¿no es la única constante, el constante cambio?

Probablemente, muchos individuos, juntos pero no revueltos, partiendo de las ideas correctas… Puede ser… Tal vez podríamos influir para bien en el progreso humano tanto en el presente como en el largo plazo. Pero para que esto sea una verdad indiscutible, muchos habrán de superar el irreal postmodernismo y sus creencias falaces. ¿Se atreverán a pensar fuera del mainstream?
Hasta la próxima y btw: BAZZINGA.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 3 de mayo de 2010. La imagen la bajé de la Internet.

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4.05.2010

SS


¿Sólo Santos? No. Nadie asistiría a la cita. Los santos no existen. Es algo ajeno al humano tal cual es, a pesar de los siglos de los siglos que tienen de repetirlo los religiosos, independientemente de su creencia y los ritos que practiquen. Y, por favor, quisiera que no malinterpretara mis palabras. No es mi intención herir sensibilidades, aunque sé que es casi imposible no hacerlo. Lamentablemente, hay quienes leen o escuchan lo que quieren leer o escuchar, y ponen poca atención a lo que en verdad escribo o digo. Y lo anterior no es condición exclusiva mía. Nos suele pasar a todos, más allá de la profesión u oficio que practiquemos.

Perfecto y libre de toda culpa: la primera acepción que da la RAE a la palabra santo, un vocablo íntimamente relacionado con lo sagrado: digno de veneración por su carácter divino o por estar relacionado con la divinidad, según la misma Academia, también en su primer significado. ¿Tendré que definir perfecto y culpa? Cito para tal efecto, al “Breve diccionario etimológico de la lengua española” cuyo autor es Guido Gómez de Silva: perfecto es algo “muy bueno, excelente, sin defecto… completo, acabado”; y culpa “falta cometida voluntariamente… hecho de ser responsable de una falta o infracción de la ley”.

Por supuesto, podría irme ad eternum definiendo los términos que utilizo, pero por el momento los que presento son suficientes para enfatizar el punto que hoy me interesa: la imposibilidad de ser perfectos y alcanzar la felicidad si intentamos hacerlo a partir de requisitos impuestos que contradicen nuestra naturaleza. Idea aplicable tanto en el campo espiritual como en la esfera social, regida por legislación arbitraria producto del capricho de los legisladores y no de la experiencia que nos dejan milenios de evolución y progreso.

Es un anhelo legítimo pretender SER lo mejor que podemos SER, con nuestras virtudes, cualidades y características propias, reconociéndonos como seres teleológicos (que tienen fines individuales), con estilos de alma únicos e irrepetibles. Culpa sólo debemos sentir, y pagar las consecuencias de las acciones que hayan provocado ese sentimiento, cuando violentamos los derechos de otros al buscar nuestros valores o intentar conservarlos. En cualquier otro caso o situación, no somos más que títeres manipulados por políticos o por aquellos que se han erigido como portavoces de lo divino, obviando que son tan humanos como usted o como yo. Falibles. No existe el pecado. Existen los delitos y los crímenes que deben de ser penados.

Si prevalecieran la razón y el respeto a la vida, a la propiedad y a la libertad de todos ¡qué diferente sería el mundo! Sin embargo, la pereza de pensar, de cuestionar, de buscar la evidencia que sustente nuestras premisas termina convirtiendo a muchos en seres tristes y resentidos, personas que sólo esperan el final de sus días viviendo una existencia vacía en lugar de disfrutar de la irreemplazable bendición que es la vida.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 5 de abril de 2010. La fotografía la tomé el viernes 1 de abril de 2010 por la noche, en el Centro Histórico de la capital de Guatemala. Un día más conocido como “viernes santo”, durante el asueto de la Semana Santa.

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3.15.2010

Aguas en marzo


Las aguas de marzo en Guatemala, suelen ser turbulentas, intensas, calientes. Alejadas de la armonía seductora de las brasileñas “Águas de Março” de Antonio Carlos Jobim. Y para nuestra mala suerte, no vemos un bello horizonte cercano ni las aguas de marzo nacionales cierran el verano con una promesa de vida en el corazón de la mayoría de habitantes del país. Más aún, muchos de esos habitantes dejarán de vivir, su corazón dejará de latir, por la viveza de nuestros gobernantes y su círculo cercano cuyo principal objetivo es vivir a costillas de los tributarios.

Marzo generalmente es un mes de muchos contrastes. ¿Será porque sube la temperatura no sólo del ambiente, sino también del temple de la gente? Y al hablar de temple, no me refiero a la sexta acepción que le da el DRAE a esta palabra. ¡Ojalá así fuera! Ojalá que en nuestro terruño muchos más actuaran con fortaleza enérgica y valentía serena para afrontar las dificultades y los riesgos que corremos. Más bien aplico el término “temple” a una parte del quinto significado reconocido por los académicos: “disposición alterada del cuerpo o del humor de una persona”. Marzo parece un mes en el cual los perturbados hacen sentir el olor asqueroso de su sudor por todos lados.

Sin embargo suelen ser las mañanas llenas de luz y esperanza. Azules color verano tropical, que no es igual al verano en otros lares ajenos a nuestro trópico. La ironía es que la fecha climática a celebrar es el equinoccio de primavera, día en el cual conmemoro mi nacimiento y celebro mi contrastante existencia. Mes de sentimientos encontrados. Mes de emociones extremas que van desde una intensa alegría hasta una frustrante cólera producto de los absurdos en los que nos vemos envueltos por la desidia de tantos que prefieren falsear la realidad a asumir su responsabilidad y atacar de una vez por todas la raíz de nuestros males. Al fin, todos somos miembros de una misma sociedad en la cual deberíamos tener los mismos derechos y las mismas obligaciones.

Marzo es un mes en el cual es importante aconsejarle a nuestros seres queridos que estén aguas con los maleantes en todo sentido. Desde los criminales que operan en la clandestinidad propia del antisocial que vive al margen de la ley violentando los derechos individuales de tantos, hasta aquellos descarados que desde las mismas entrañas del poder asaltan a la mayoría productiva, honesta y respetuosa del país. Los delincuentes que operan dentro de la legislación hecha a su medida para facilitarles sus movidas. Los que deberían sufrir las más estrictas penas.

Este marzo de 2010 en especial ha sido sorprendente. Y eso que apenas vamos por la mitad de un período que termina con un peligroso descanso en el cual una importante cantidad de personas prefieren olvidar la creciente incertidumbre en la cual vivimos en el país de la eterna tembladera. Tiempo que los pícaros saben aprovechar. Aguas, apreciados lectores. Aguas.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 15 de marzo de 2010. La fotografía de estas hermosas aguas, la tomé el pasado domingo 7 de marzo de 2010 en la finca “El Zapote”, que se ubica entre Escuintla y La Antigua Guatemala.

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2.27.2010

Blend


¿Por qué me cuesta más asomarme a la escritura cuando me encuentro feliz, muy feliz? No sé. Es uno de esos extraños misterios de la zona desconocida de mi existencia. Tal vez porque tengo tanto de que hablar, escribir, elaborar. Seguro compartir, por lo que termino sin decidir por dónde comenzar. En fin, al menos elegí desde hace unas semanas el título de esta divagación suelta, que viene a ser mi tercera entrega para Le Haim. O, el material, como le llama Mara. ¿El material de una mezcla que no puedo descifrar por completo? ¿Un blend cuya base es el tiempo? ¿Y yo la bartender o la enóloga?

Pienso con los ojos cerrados y sueño con los ojos abiertos, mientras ordeno mentalmente el material que hará de esta mezcla única. Aunque reconozco que es imposible evadir los lugares comunes. Obvio: por eso son comunes. Y, sin duda, tengo mucho en común con usted que me lee algunas semanas después de que terminé de elaborarlo, catarlo y saborearlo. Común seré.

Hoy que escribo en el presente, el pasado martes 20 de octubre, no por casualidad sino por atraso, no logro dejar de observar ese luminoso cielo azul que cubre el espacio capitalino llamado despectivamente por algunos Guanhatan. Azul que deseo cubra hasta el más ínfimo de los rincones de Guatemala. Un azul que contrasta con el rojo que arde en los corazones de muchos. En algunos arde por amor. En otros por rencor. Azul-Paz contra Rojo-Pasión. La segunda, necesaria cuando es producto del ejercicio de la razón.

Considero la Libertad mi más caro derecho. Por supuesto, después de la vida que necesito para ejercerlo. Un tesoro mayor que el anillo de John Ronald Reuel Tolkien que Gollum atesoraba. La capacidad de ser quien quiera ser. Definida: decidida mi vida. Realidad hecha por los hechos. Mis acciones, erradas a veces, correctas en su mayoría si acaso logro alcanzar mi meta. Decidí ser libre, mucho antes de leer esta frase atribuida a Víctor Hugo: "La libertad es, en la filosofía, la razón; en el arte, la inspiración; en la política, el derecho". Y así continúo descubriendo los ingredientes de este blend en proceso de mezcla.

¿Mencioné con anterioridad el tiempo? ¿La magnitud física que se mide por segundos y se vive por instantes? Y es la suma de esos instantes la que nos cuenta nuestra propia historia y la de los demás. Historia construida a partir de lo que hicimos con esos momentos irrepetibles. Esas acciones que un jueves me llevaron, después de disfrutar de la presentación de “Holiday of Musicals”, a celebrar brindando con un buen sake, o vino de arroz, y comiendo Dim Sum. Esas elecciones que al día siguiente me permitieron degustar un Reserva chileno, un blend entre Carménère y Shiraz, que acompañé con un caldo de huevos nocturno, por placer no por deber, y canciones versionadas por el grupo Valtrez en Trova Jazz. Y para completar el trío, el sábado visité al conocido artista Iván Gabriel y a su familia en San Juan Comalapa, donde disfruté del arte expuesto en su galería, tomé cusha, comí Pepián casi hasta reventar y desafiné la marimba y los tambores de los Gabriel, en mi frustrado intento de componer una melodía inédita. ¿Acaso no es la vida una maravilla?

La vida es una combinación de muchos ingredientes. De nosotros depende elegirlos. Y los más importantes componentes de nuestro blend, son las personas con las que elegimos compartirlo. Lo sé desde que tengo uso de razón. Por supuesto que me equivoqué en varias ocasiones a la hora de decidir a quienes dejar entrar en mi espacio íntimo. Otras veces me sentí presionada por complacer precisamente a aquellos a quienes he amado. Aprendí de mis errores. Hoy soy más selectiva. Lo que me permite mejorar mi mezcla que espero llegue a ser algún día un virtuosísimo Gran Reserva de Colección. Y, claro, una edición limitada a una botella etiquetada “Yo”.



La anterior pretensión de ensayo breve, fue publicada en la Edición 22, noviembre-diciembre 2010, de la revista sibarita “NuChef”. Agradezco a Mara Corado, Directora General de la revista mencionada, la imagen de la botella que me permitió jugar hasta llegar al collage que acompaña mi “Blend” que espero hayan disfrutado.

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1.18.2010

Vida sustantiva


¡Qué placer dejar correr el agua por el cuerpo un día de descanso! Y en especial, al menos en mi caso, tiene un extraño encanto cuando es en domingo. Un domingo cuando empecé a escribir este accidentado apartado en Le Haim. Hoy que Le Haim expandió su territorio a 3,800 caracteres. Por cierto, espero que no me vayan a acusar de invadir otra sección, ya que, por el momento, tengo otras querellas que atender. Otras batallas que ganar.

Lo llamo apartado, porque más que dedicarlo a la placentera tarea de compartir con ustedes mis gustos sibaritas, los maridajes que he disfrutado recientemente o las películas que me gustaría recomendarles, entre tantas otras cosas que enriquecen nuestras vidas, voy a dedicarme a reflexionar sobre mi esencia, que puede tener alguna coincidencia con la suya. Por supuesto, si es que acaso logro esbozarla.

Quiero reconocer la ayuda que me dieron para pulir mi escritura la lectura de algunas de las obras de Aristóteles, Ayn Rand y Epicuro. Aunque soy consciente que es tan poco lo que sé, que aún me resta un larguísimo camino por recorrer. Lo que al mismo tiempo es un aliciente para seguir adelante en pos de más de ese placer que experimento al conocer, descubrir, comprender nuevas cosas sobre el ser.

Mi vida es un piélago de oportunidades, ocurrencias y retos. De aciertos y equivocaciones. Como probablemente es también la suya. ¿Imagino o vivo? ¿O ambas cosas? ¿Son actos simultáneos? Cuando duermo predomina la fantasía, que rara vez se convierte en pesadilla. Y cuando estoy despierta, busco el equilibrio entre la razón y la loca de la casa como llamó Santa Teresa de Jesús a la imaginación.

Y aclaro: creo que entre la cordura y la locura, debe existir un balance. La una necesita de la otra para crear. No condeno a ninguna de las dos. Sin embargo, hoy mejor no escribo acerca de condenas ni penas. Por aquello de que alguien ande con la espada suelta y sin control, con ánimo de utilizarla en un duelo sin sentido. Más para mí que sólo porto por arma una pluma que me sirve para escribir sobre una hoja de papel en el cuaderno de MY y no, evidentemente, en el de Saramago, ni en el cuaderno de nadie más.

¿Qué me hace a mí ser Yo? ¿Alguna vez se ha hecho esa pregunta? ¿Cuál es su sustancia? ¿Cuál es su esencia? O, como se diría coloquialmente, ¿de qué material está hecho? No es esta la primera ocasión que me planteo esta cuestión. Pero sí me lo he preguntado más seguido en los últimos días. Quod quid erat esse, dijo Aristóteles. La esencia necesaria. ¿Son parte de mi esencia necesaria, mis valores, mis virtudes y mis retos, por no llamarlos defectos? Sí, respondería Rand, quien me invitaría a vencer los últimos, ayudada de los segundos, para alcanzar los primeros. Y lo más difícil e importante, conservarlos. Al fin, vivimos con un propósito: ser felices.

Termino con una cita del respetado Amable Sánchez, con la cual se despidió el pasado 4 de septiembre en el que tuve el placer de su compañía en “Todo a pulmón”: “No le tengan miedo al lenguaje, no le tengan miedo a las palabras, no le tengan miedo a los adjetivos, no le tengan miedo a la verdad. Los miedos hay que quitárselos de encima, porque los miedos nos enredan y nos llevan a donde no queremos… incluso a dejar de ser lo que cada uno de nosotros debemos ser: hombres enteros y derechos”.

No tengan miedo a la vida. Para algunos seré irreverente e iconoclasta. Suelo ser políticamente incorrecta. Pero, no se confunda, soy respetuosa de la humanidad de todos. Incluida la mía. Y no tengo miedo de utilizar los adjetivos para diferenciar a unos de otros. Es cierto que en boca cerrada no entran moscas, pero tampoco salen versos, declaraciones y suspiros. No salen besos, ni anhelos, ni deseos. No salen verdades. Y si falsea la realidad, le será casi imposible alcanzar su felicidad. Le Haim.



“Vida sustantiva” fue publicado en la edición 21 de la revista “NuChef”, correspondiente a los meses de septiembre y octubre de 2009. La fotografía la tomé el pasado mes de octubre al “Gigante de la Libertad”, regalo de nuestro amigo el artista Walter Peter, que cuelga en los Estudios de Libertópolis y nos acompaña en cada emisión de nuestros programas.

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9.01.2008

La soledad del huérfano



La clave de este escrito no está en el texto. Se lee hacia adentro del lector. Su interpretación va más allá de lo dicho explícitamente. Hermenéutica del texto inédito de nuestra vida, que escribimos en cada instante que se nos va. Y que quede claro: no es ningún texto sagrado. Al contrario, espero que sea profano. Que cuestione el corazón de los prejuicios de toda índole de quienes me leen.

Podría ser un símil, en algunos casos, o una metáfora, en otros, de lo que todos alguna vez hemos sido, como individuos y sociedad. Huérfanos solitarios. ¿Será la soledad, como dice Alfredo Bryce Echenique, una manera incompleta y única de estar en el mundo? ¿Nos percibimos solos, a pesar de pertenecer a una familia, compartir con amigos o encontrarnos emparejados? ¿Cómo es la existencia de quienes no han crecido acompañados por unos padres que mitiguen la experiencia de extrañar al otro que intuimos?

Anoche casi no dormí de tanto pensar. ¿O sentir? ¿Son los sentimientos y las emociones otro producto más de la razón? ¿Alguna vez se han bañado a las 3:30 de la madrugada de un día cualquiera, esperando que el contacto con el agua los haga regresar a la placentera realidad del sueño? ¿Han vivido el despertar de una noche de insomnio? ¿Se han preguntado cómo transcurrirán esa mañana, esa tarde, esa noche en las que pasarán deseando cerrar los ojos para descansar de la pesadilla de no dormir tranquilos? O, simplemente, no dormir. Y tal vez no fue la mía, o la de ustedes, una noche de copas, una noche loca. Sólo una noche de televisión. Una noche ida en un intento fracasado de evasión, de distracción.

Me desvela la hipocresía. Me desvela la mentira. Me desvela la creciente incertidumbre que nos acecha en la esfera pública y que, poco a poco, invade la privada. Me desvela la falta de valentía de quienes no se permiten perdonar y dar una segunda oportunidad a quien admite sus errores y paga las consecuencias de los mismos. Eso, por supuesto, en nuestras relaciones primarias. En las secundarias, es otro el cantar. En este último caso, me quedo con el refrán de “más vale prevenir que lamentar”, y limitar el poder discrecional de quienes deciden por todos sin pagar los platos rotos de sus faltas.

¿A qué tememos? ¿Es el miedo la reacción a un daño posible? ¿Cómo aprender a confiar? ¿No terminamos haciéndonos más daño por ese temor a arriesgar? ¿Somos los principales responsables de nuestro dolor en lo público y lo íntimo? ¿Por qué hay tantos que no se atreven a hacer el esfuerzo mental por aclararse las ideas y, de esa manera, retirar obstáculos de nuestro camino, individual y compartido, en búsqueda de la felicidad? ¿Será que de tanto preguntar corro el riesgo de terminar, como Nietzsche, recluida en el mundo de los cuerdos que fueron capaces de identificar la locura de la mayoría que niega la esencia del ser humano? ¿Es mi obsesión por cuestionar, la culpable de mi orfandad?


Articulo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 28 de julio de 2008. La fotografía se la tomé a Emmanuel el 26 de enero de 2008.

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12.24.2007

Nacidos, nunca escondidos


Una vez nacidos, no tenemos dónde escondernos. Y, mucho menos, escondernos de nosotros mismos. Total, la vida no es cuestión de encontrarse: basta verse en un espejo para reconocernos y encontrarnos. Digo, por si acaso usted conoce de un evento sobrenatural en el cual alguien se perdió de sí mismo, valga la ironía. Lo que generalmente cuesta decidir es qué queremos hacer con nuestra vida, cuáles son nuestras metas y cómo podemos alcanzar el más ansiado fin humano: ser felices. Crearnos y recrearnos con cada decisión tomada, con cada acción realizada.

Vivir nuestra vida es un hecho que sólo usted y yo, en lo individual, y cada hombre y cada mujer que respira con nosotros en la tierra, podemos hacer por nosotros mismo. Reflexión que no implica que vivamos nuestra vida solos, como ermitaños, ascetas, alejados del resto de miembros de la sociedad. Casi todos necesitamos de los otros para alcanzar nuestros objetivos y ser mortales prósperos. Claro, alguno existirá que se considera inmortal, y deja para otro día, que nunca llega, la vida y todo aquello que representa vivirla. Pero lo que es indiscutible es que nadie más vive la vida por nosotros: hermosa tarea personal.

“Quando sei nato non puoi più nasconderti”: título de un largometraje de Marco Tullio Giordan, inspirado en un inclasificable libro de Maria Pace Ottieri, que narra las vicisitudes de un grupo de emigrantes que esperan llegar a Italia para cambiar sus destinos. Vidas miserables si se quedan en su lugar de origen, países del tercer mundo. Personas que prefieren ser inmigrantes ilegales en otro Estado, antes de seguir siendo pobres con nacionalidad, pero desdichados. Nacionalidad que no les representa beneficios.

Emigrar, a pesar de los peligros y riesgos que enfrentan, representa un renacer para quienes el presente gris ofrece un futuro negro, ausente de color. Aunque algunos llegan a pagar la osadía de desafiar a los gobiernos de los países desarrollados con su propia vida, todos esperan encontrar un mejor mañana en tierra ajena. De otra manera, nunca se arriesgarían.

“Quando sei nato non puoi più nasconderti”, frase que me invitó a reflexionar sobre la fracasada intención de algunos de emigrar de sí, buscando refugio en excusas, falsedades y apariencias que les permitan tolerar su cobardía de enfrentar la vida y sus consecuencias. ¿Creerán que son capaces de huir de su conciencia? Podrán tener éxito engañando a otros. Podrán engañar a todos, pero, ¿cuántos lograrán engañarse a sí mismos? Su resentimiento, su amargura, sus complejos, los llevan dentro. Muchos eligen amargar la vida de los demás para que nadie les recuerde que sí se puede ser feliz. Cerca de nosotros encontramos personajes de este tipo. Algunos llegan a gozar de algún poder que les permite obstaculizar la existencia de otros. Sin embargo, al final, no olvide: la última palabra sobre su vida y cómo vivirla, la tiene usted. Utilícela.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 24 de diciembre de 2007.


La fotografía fue tomada por María Dolores Arias, el lunes 3 de diciembre de 2007, en el MOMA de Nueva York. En ella aparece mi silueta como parte de una de las más recientes muestras de artistas japoneses.

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