Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

1.13.2014

Desestabilizadores



Hay un tema muy importante que debemos enfrentar este año: la amenaza gubernamental a la libertad de expresión, la cual parece rebasar los límites a los que se habían atrevido a llegar otros gobernantes. Es un común denominador en los aspirantes a dictadores con un ego frágil, considerar sus enemigos a todos aquellos que nos atrevemos a cuestionarlos, no nos plegamos a sus deseos y les recordamos que en los Estados contemporáneos los mandantes (los que mandamos) somos los ciudadanos y los mandatarios (los que obedecen) son los gobernantes.

Parte de esta idea quedó plasmada, entre otros, en el artículo 35 de nuestra Constitución, en especial en el segundo párrafo que reza: “No constituyen delito o falta las publicaciones que contengan denuncias, críticas o imputaciones contra funcionarios o empleados públicos por actos efectuados en el ejercicio de sus cargos”. Cargos que ocupan desde el momento que toman posesión hasta el instante en el que entregan el poder a su sucesor, sin licencias en horas inhábiles, fines de semana, asuetos y feriados. Por tanto, deben aguantar estoicamente la crítica que se les haga, les guste o no lo que de ellos se diga, quién lo diga y cómo lo diga.

Los derechos civiles son reconocidos por las constituciones republicanas para que los ciudadanos se puedan defender del abuso del poder por parte de los gobernantes, y no al revés. Es absurdo, ilegal e ilegítimo que los gobernantes pretendan usar la carta de ciudadanos cuando se encuentran en el ejercicio del poder, e intenten acusar a quienes los critican de desestabilizar el sistema corrupto en el cual vivimos. Un sistema que solo los beneficia a ellos y al pequeño círculo de familiares, amigos y líderes de grupos de presión que los rodean.

Es lamentable la actitud servil del editorialista de Prensa Libre del 8 de enero pasado, que en lugar de defender el derecho fundamental a la libre expresión por el cual derramaron su sangre los fundadores de ese medio, busca quedar bien con dios y el diablo al mismo tiempo aunque eso signifique manipular la Constitución y negociar principios. La ley se debe cumplir al pie de la letra, y no según la caprichosa voluntad de quien la interprete, lo que ha sido, precisamente, uno de los problemas en Guatemala. Y, ¡qué ironía! es esto lo que propone el autor de marras: más arbitrariedad y menos objetividad. Por otro lado, me alegró leer al día siguiente en el Editorial del mismo medio la posición contraria a la del miércoles citado. Al parecer no todo “está podrido en el Estado de Dinamarca”, parafraseando a Shakespeare.

Muchos consideramos el ataque ad hóminen una manera equivocada y despreciable de expresar nuestra opinión. Sin embargo, por el bien en el largo plazo de todos, debemos respetar el derecho de quién así decide manifestarse. Recordemos que es el respeto irrestricto a la libertad individual lo que permite que circule la verdad. Ya dependerá de quien la escucha, y de si es o no intelectualmente honesto, diferenciarla de la mentira.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 13 de enero de 2014.

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11.24.2012

Finales felices




Todos deseamos un final feliz, incluidos los escépticos y los pesimistas. Es parte de nuestra naturaleza. La persona sin propósitos, más que vivir como humano, ve pasar la vida sin mayor expectativa, como un simple observador que desperdicia su valor más importante: su propia vida.

Aunque, el final de los finales no será feliz. Solo será. Será, inevitablemente, lo queramos o no. Está fuera de nuestro alcance cambiar ese final. Lo más que podemos hacer es alargar su llegada. Pero que llegará, es indiscutible. Casi ni cuenta nos daremos cuando llegue: ya no seremos presente. Por eso, los finales antes del gran final son los importantes. Los que hacen la diferencia entre una existencia rica y una vida pobre.

En un artículo reciente de Carlos Fuentes, conocido escritor mexicano, me topé con lo siguiente: “La memoria es el género que se atreve a decir su propio nombre. La biografía nos dice: ‘Eres lo que fuiste’. La novela nos dice: ‘Eres lo que imaginas’. La confesión nos dice: ‘Eres lo que hiciste’. Pero la biografía, la confesión o la novela requieren de la memoria, pues la memoria, dice Shakespeare, es el guardián de la mente. Un guardián, diría yo, que se radica en el presente para mirar con una cara al pasado y con la otra al porvenir”. Deseo que mis memorias sean una colección de finales felices. Eso confieso.

Sé que no es tarea fácil lograr esos finales felices. Más aún, los finales en aquellas circunstancias relacionadas con nuestros más caros anhelos que, en todo sentido, son caros: por quererlos intensamente y por lo costoso que es alcanzarlos. No es cuestión de sentarnos a esperarlos. Es iluso quien cree que las cosas llegarán a él mientras espera sin hacer nada más que soñar.

Los finales felices, al menos la mayoría, suelen ser efímeros. Es cuestión de un momento para que, de nuevo, experimentamos una sensación de insatisfacción que nos impulsa a fijarnos nuevos objetivos en pos de ese instante inefable en el cual alcanzamos aquello por lo cual hemos trabajado, aquello que hemos ansiado poseer: tener en nuestro haber. Parte de nuestra biografía única, que nunca será repetida.

Por supuesto, hay finales que no son felices. Los finales vienen en varios sabores: pueden ser dulces, amargos, salados… O, porque no, agridulces. A veces, alcanzar algo que hemos valorado puede que no nos proporcione la emoción que esperábamos. O, en otras ocasiones, a pesar del tiempo y esfuerzo que hayamos invertido en alcanzar nuestro objetivo, no logremos hacer nuestro el final feliz. Simplemente, en alguna parte del camino nos confundimos y no llegamos al destino que nos habíamos fijado. Es parte de la experiencia única de vivir. Es parte de nuestro proceso de aprendizaje.

En  “De La Brevedad Engañosa De La Vida”, escribe Luis de Góngora y Argote: “que presurosa corre, que secreta / a su fin nuestra edad. A quien lo duda, / fiera que sea de razón desnuda, / cada sol repetido es un cometa”. Sí, para algunos. Para quienes buscan, usando su razón, hacer realidad sus sueños pareciera que la vida vuela, que la travesía tiene muchas escalas que pueden ser finales felices. De mí, de usted, de él, de ella… depende.

Hoy, decido finalizar este viaje por escrito sobre finales felices, con un pensamiento que me parece oportuno. Cito al sabio estoico, Lucio Anneo Séneca, en su epístola “La brevedad de la vida” en la que dice: “El tiempo que tenemos no es corto; pero perdiendo mucho de él, hacemos que lo sea, y la vida es suficientemente larga para ejecutar en ella cosas grandes, si la empleáremos bien”. Los finales felices, repito, dependen de nosotros mismos y de los objetivos que nos proponemos alcanzar: las metas que hemos escogido, libres de toda imposición de otros. Los fines que nos permiten hacer realidad el fin último: ser felices. De por vida, brindo por la vida.


Este artículo fue publicado en la Revista "NuChef" en su edición No. 35 correspondiente al bimestre de abril y mayo de 2012. La imagen corresponde al final de la película "Modern Times" de Charles Chaplin.

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4.20.2011

Cantando sin lluvia


Mientras duermo, espero lluvia. Mientras leo, espero lluvia. Mientras escribo, espero lluvia. Y a pesar de mi esperanzada espera no cae. La lluvia nos ayudaría a aliviar la tensión que a veces nos aleja de tantas cosas placenteras que día a día nos topamos al vivir. Lluvia, que podrías reducir la presión que la circunstancia aún no salvada ejerce en nuestra vida, evocando a José Ortega y Gasset.

El ambiente pegajoso (¿o lo describe mejor el adjetivo “húmedo”? ¿O ambos?) que por estas fechas envuelve Guanjatan y la mayoría del territorio del poco visto quetzal (tanto en su versión plumífera como de papel), al menos en mi caso, llega a ser casi insoportable. Digo casi, porque con una buena bebida bien fría, una agradable melodía y las ventanas del balcón de mi asteroide completamente abiertas, al igual que las ventanas y si pudiera la puerta de ingreso, en cuestión de minutos regreso a un agradable estado de bienestar que me permite recordar lo maravilloso que es ser y estar. Ser uno mismo, por sí mismo y para sí mismo. Estar donde quiero estar y con quien yo quiero estar.

Quisiera que el anuncio dado por las autoridades del clima en Guatemala de un posible falso invierno se hiciera verdadero. Que la lluvia no cayera sólo un día sí y cinco no. Que lloviera principalmente de noche, cuando ya me encuentro acomodada en la cama, lista para platicar con Morfeo sobre los sueños que me acompañaron durante el día. Aunque en las últimas fechas este dios griego anda muy preocupado y distraído. Me contó que en el Olimpo ya no saben qué hacer con los actuales responsables de la Hélade. Hombres y mujeres que olvidaron lo enseñado por sus antepasados hace poco más de 2,500 años. Que de “cuna de la civilización” pasaron a ser un ejemplo de la mala administración. Y de filosofía ni hablar. En fin, igual yo le exijo al hijo de Hipnos y Nix que cumpla con su obligación y me acompañe al cerrar los ojos.

Regresando al tema del cambio de estaciones, en un país como el nuestro no sabemos (a menos que hayamos viajado a otros lugares) lo que significa el verano en el cual se antoja caminar desnudos por el parque, el otoño de abrigos y campos dorados, y el invierno de bufandas al cuello y el suelo cubierto de nieve blanca. Disfrutamos de una eterna primavera que no llega a ser ni muy fría ni muy caliente. A pesar de los mal ¿o bien? acostumbrados que nos quejamos del insufrible calor. Por algo nuestro terruño es considerado una especie de paraíso para muchos, nacidos o no en esta tierra. Lo que nosotros experimentamos es una temporada seca y otra lluviosa. Al final del primer ciclo a los chapines (consentidos por natura y entre ellos me encuentro yo), la temperatura se nos hace desagradable.

Uno de esos séptimos días pasados, elegí para calmar mi sed un mojito cubano el cual alcé para brindar por las valientes “Damas de Blanco” que domingo a domingo, con o sin obstáculos, salen a marchar en su caliente Habana por la Libertad de sus familiares que fueron privados injustamente del preciado bien mencionado y fueron alejados de sus seres queridos. La Libertad: ese derecho que perdemos poco a poco, casi sin darnos cuenta, y que sólo extrañamos cuando ya no la tenemos. Algo similar nos sucede con la gente que enriquece nuestro blend personal. Tomemos nota. Cuidemos y conservemos nuestros valores.

Bien lo dijo William Shakespeare en la segunda parte del Soneto 91:


“…Thy love is better than high birth to me,

Richer than wealth, prouder than garments' cost,

Of more delight than hawks or horses be;

And having thee, of all men's pride I boast:

Wretched in this alone, that thou mayst take

All this away and me most wretched make.”


Termino pidiendo “que llueva, que llueva, la virgen de la cueva…” porque sin duda el agua limpia, refresca, suaviza… Salut.


Este suelto fue publicado en la edición 25 de la “Revista nuChef”, correspondiente al bimestre mayo-junio de 2010. La fotografía de “El mar de nubes” la tomé desde el avión en el que viajaba a Taiwán el 22 de abril de 2007.

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4.19.2010

No resuelto: revuelto


Es el estado en el cual se encuentra la investigación de los asesinatos de Khalil y Marjorie Musa. Revuelto, turbio, enredado. Puede utilizar cualquier calificativo, sinónimo de los anteriores, que se le ocurra. Y si los presagios de algunas musas que me han visitado se cumplen, la hipótesis de Carlos Castresana, titular de la CICIG, será aún menos creíble que la supuesta verdad interina del personaje citado con anterioridad en lo que respecta a la muerte de Rodrigo Rosenberg.

Por cierto, no salgo de mi asombro ante semejante aberración: “verdad interina”. La verdad NUNCA es interina. Si la premisa o proposición presentada es negada por la evidencia (o no es comprobada sin dudas razonables), fue, es y será SIEMPRE falsa. O será siempre una hipótesis nomás. Aunque en este caso pienso que lo presentado por Castresana y sus seguidores es una vil mentira que muchos han preferido creer o hacerse de la vista gorda. Ya sea porque se encuentran hartos del relajo (como me dijo alguien cuyo nombre mantendré en reserva); porque quedaron desilusionados después de haber participado en las manifestaciones posteriores a la presentación del vídeo póstumo de Rosenberg; o porque simplemente conviene a sus intereses darle validez: léase los acusados por el abogado asesinado.

Dediqué cinco artículos a comentar la hipótesis de Castresana. Y apenas mencioné unas pocas de todas las dudas que me surgen al analizarla. Quienes no los hayan leído, los encuentran en mi residencia virtual, http://www.martayolanda.com/ Podría haber continuado escribiendo páginas sobre las falencias de la supuesta resolución de Castresana al crimen del jurista, pero al fin, la vida continúa y había otros temas que quería abordar. Pero eso no significa que en un futuro no decida retomar el tema.

En lo que respecta a los Musa, mis informantes me contaron que es probable que presenten al mismísimo Rosenberg como el cerebro detrás del doble crimen. Por supuesto, continuando con la idea de un thriller romántico, la muerte de Marjorie habrá sido un error de los sicarios contratados para quitar del camino del amor al padre de la desaparecida Julieta que se oponía a sus amores con el Romeo chapín. En fin…

Mis informantes: los mismos que a finales de noviembre de 2009 me contaron que era probable que los acusados por Rosenberg hubieran llegado a un acuerdo con Castresana que les permitía a los primeros salir en caballo blanco como víctimas y no victimarios; y al segundo, además de fingir ser un gran detective, émulo de los protagonistas de muchas novelas, le daba la oportunidad de congraciarse con sus jefes entregándoles una cabeza que les interesa hoy más que la de Colom: la cabeza de Alfonso Portillo. Por eso no me sorprendió la reciente declaración de Castresana, publicada en Prensa Libre, según la cual la red que le interesa perseguir es la del ex Presidente, hoy reo residente del Preventivo de la zona 18. Parafraseando a Cervantes: cosas increíbles vimos, vemos y veremos.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 19 de abril de 2010. La imagen la baje de la Internet.

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10.18.2009

Jaqueca


Hoy, como en otras ocasiones, voy a romper las reglas del periodismo de opinión políticamente correcto. Voy a quebrantar la norma generalmente aceptada de escribir específicamente sobre los temas de actualidad: aquellos asuntos que tienen que ver con la esfera pública. Los hechos que, reconozco, tienen especial relevancia, sobre todo en naciones regidas por sistemas políticos interventores, como lo es el modelito Benefactor/Mercantilista que escogieron para nosotros los constitucionalistas de 1945, el cual ha sido replicado, en el mejor de los copy/paste, por quienes los relevaron en la importante tarea de redactar las leyes que debieran imperar en nuestro país.

Por supuesto, ese grupo de dignatarios incluye a quienes en 1985 nos recetaron el fiambre legislativo que tenemos hoy, al que cariñosamente llamaron “Constitución Política de la República de Guatemala”. Sin duda, acertaron al nombrarla política, pero patinaron bien feo al agregarle lo de República. Nuestra nación poco tiene del gobierno de Leyes propio de una Republica, y le sobra legislación que amplía el poder discrecional del cual gozan los gobernantes, quienes terminan siendo una especie de reyes temporales. Tiempo que aprovechan para enriquecerse y compartir solidariamente su suerte con sus familiares, amigos y socios comerciales (financistas) que los apoyaron en el camino que los llevó a la cumbre del Estado.

Tengo dolor de cabeza y, tal vez, eso me hace ver nuestra realidad presente como una especie de película surrealista capaz de superar la fantasía de Buñuel y Dalí inmortalizada en “Un perro andaluz”. Por cierto, si algo abunda en nuestro terruño son los perros que ladran, y estos sí muerden a los ciudadanos que somos espectadores de una pésima puesta en escena de una mala obra literaria llena de buenas intenciones de algunos y claros intereses de otros, a quienes les conviene mantener el statu quo para llegar al ejercicio del poder y tener al alcance de sus manos las arcas públicas, que no son otra cosa más que nuestros bolsillos. O, podría ser, seguir viviendo de nuestros impuestos, siempre tras bambalinas. Escondiéndose tras las faldas de la sociedad civil.

“Something is rotten in the state of Denmark”. Le dice, en la cuarta escena de la primera parte, Marcellus a Horatio en Hamlet, la célebre obra de William Shakespeare. En el caso chapín, ya no sé en que parte de esta pésima tragedia estamos y mucho menos cuál escena es la que observamos. Lo único que puedo asegurar es que el actual sistema político del Estado de Guatemala ya murió y que el cadáver apesta, ya se pudrió. Y el olor fétido nos recuerda a todos aquellos que son asesinados diariamente. Crímenes que en la mayoría de los casos no van a ser resueltos. Peste que al menos a mí me provoca, entre otras cosas, una tremenda jaqueca que no se cura con un par de aspirinas. Sólo ProReforma puede curar tremenda enfermedad. Démonos la oportunidad de cambiar.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 12 de octubre de 2009. La fotografía del “Guardabarranco” la tomé el sábado 17 de octubre de 2009, en la Galería de Arte de Iván Gabriel, en San Juan Comalapa.

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