Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

4.09.2012

Semana sin noticias



Semana Santa es una semana sin noticias. Por supuesto, acepto que la anterior puede ser una afirmación considerada por varios una exageración. Sin embargo, dentro del contexto que a mi me interesa es una semana en la cual los escuálidos diarios que circulan se concentran en hechos irrelevantes, en reportes refritos o en las noticias que están en vías de construcción.

El diario que usted sostiene en sus manos, probablemente presentará entre sus noticias principales el número de muertos durante el feriado. Lo mismo de todos los años, aunque no los mismos muertos, aclaro. Habrá alguna mención a las hermosas y efímeras alfombras de aserrín, flores y frutas hechas durante la Semana Santa. ¿Qué más? Sin duda, nos prepararán para lo que nos espera después de un período de evasión de la realidad política. Tiempo que la mayoría sentirá que fue demasiado breve.

Hoy que escribo este artículo, que usted leerá el lunes 9 de abril, por ejemplo, las notas que resaltan tienen que ver con los candidatos a Procurador de los Derechos Humanos. ¡Un montón! Veinte candidatos. Era de esperarse, más conociendo los ingresos de quien ostenta este puesto decorativo: ¡arriba de los cien mil quetzales mensuales! Vaya, y luego hay quienes insisten tontamente en que debemos pagar más impuestos porque los recursos no alcanzan. Si así los malgastan, nunca habrá dinero suficiente para satisfacer a los gobernantes.

También vienen comentarios sobre la situación económica, el precio de los productos y el poco interés que hay de invertir en Guatemala debido a los impuestos y las trabas que hay para la creación de riqueza. Más aún después del paquetazo fiscal del patriota, aunque de inspiración uneísta. ¡Nadie sabe para quién trabaja! ¿O Juan Alberto Fuentes Knight logró negociar bien su propuesta y colocar estratégicamente a sus empleados? En fin, espero que algún día rinda cuentas de verdad, sobre todo a los pobres que seguirán siendo pobres por obra y gracia de su propuesta.

¿Qué más? Ummm… ¿Las notas de la farándula? Podrán ser chismes interesantes para más de uno, pero a mí en lo particular no me generan emoción alguna. Poco me llamó la atención saber que Ashton Kutcher va a interpretar a Steve Jobs en una próxima producción cinematográfica sobre la vida de este famoso creador de bienestar para muchos. Pienso que, más allá del supuesto parecido físico, podrían haber escogido a alguien con mejores dotes de actor para representarlo. En fin…

¿Llegué al final de mi artículo? ¡Ve pues! Ni cuenta me di. Una muestra más de que divagar es una actividad que nos puede llevar, de vez en cuando, a cumplir un objetivo. ¿Y cuál era mi objetivo al escribir esta columna? No fallar a mi cita de los lunes con usted, apreciable lector, que espero haya aprovechado la semana pasada, como lo hice yo, para descansar, leer, reflexionar, comer, disfrutar… ¿En resumen? Que haya aprovechado el tiempo siendo feliz.


El presente artículo fue publicado el lunes 9 de abril de 2012 en el diario guatemalteco Siglo Veintiuno. La fotografía la tomé en diciembre de 2008.

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4.05.2010

SS


¿Sólo Santos? No. Nadie asistiría a la cita. Los santos no existen. Es algo ajeno al humano tal cual es, a pesar de los siglos de los siglos que tienen de repetirlo los religiosos, independientemente de su creencia y los ritos que practiquen. Y, por favor, quisiera que no malinterpretara mis palabras. No es mi intención herir sensibilidades, aunque sé que es casi imposible no hacerlo. Lamentablemente, hay quienes leen o escuchan lo que quieren leer o escuchar, y ponen poca atención a lo que en verdad escribo o digo. Y lo anterior no es condición exclusiva mía. Nos suele pasar a todos, más allá de la profesión u oficio que practiquemos.

Perfecto y libre de toda culpa: la primera acepción que da la RAE a la palabra santo, un vocablo íntimamente relacionado con lo sagrado: digno de veneración por su carácter divino o por estar relacionado con la divinidad, según la misma Academia, también en su primer significado. ¿Tendré que definir perfecto y culpa? Cito para tal efecto, al “Breve diccionario etimológico de la lengua española” cuyo autor es Guido Gómez de Silva: perfecto es algo “muy bueno, excelente, sin defecto… completo, acabado”; y culpa “falta cometida voluntariamente… hecho de ser responsable de una falta o infracción de la ley”.

Por supuesto, podría irme ad eternum definiendo los términos que utilizo, pero por el momento los que presento son suficientes para enfatizar el punto que hoy me interesa: la imposibilidad de ser perfectos y alcanzar la felicidad si intentamos hacerlo a partir de requisitos impuestos que contradicen nuestra naturaleza. Idea aplicable tanto en el campo espiritual como en la esfera social, regida por legislación arbitraria producto del capricho de los legisladores y no de la experiencia que nos dejan milenios de evolución y progreso.

Es un anhelo legítimo pretender SER lo mejor que podemos SER, con nuestras virtudes, cualidades y características propias, reconociéndonos como seres teleológicos (que tienen fines individuales), con estilos de alma únicos e irrepetibles. Culpa sólo debemos sentir, y pagar las consecuencias de las acciones que hayan provocado ese sentimiento, cuando violentamos los derechos de otros al buscar nuestros valores o intentar conservarlos. En cualquier otro caso o situación, no somos más que títeres manipulados por políticos o por aquellos que se han erigido como portavoces de lo divino, obviando que son tan humanos como usted o como yo. Falibles. No existe el pecado. Existen los delitos y los crímenes que deben de ser penados.

Si prevalecieran la razón y el respeto a la vida, a la propiedad y a la libertad de todos ¡qué diferente sería el mundo! Sin embargo, la pereza de pensar, de cuestionar, de buscar la evidencia que sustente nuestras premisas termina convirtiendo a muchos en seres tristes y resentidos, personas que sólo esperan el final de sus días viviendo una existencia vacía en lugar de disfrutar de la irreemplazable bendición que es la vida.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 5 de abril de 2010. La fotografía la tomé el viernes 1 de abril de 2010 por la noche, en el Centro Histórico de la capital de Guatemala. Un día más conocido como “viernes santo”, durante el asueto de la Semana Santa.

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3.29.2010

Nunca cerramos


Hace algunos días, para ser exacta el lunes pasado, almorcé con un grupo de amigos muy queridos en Churrasco Centroamericano de la zona 10. Celebrábamos el equinoccio de primavera y conmemorábamos mi natalicio, gracias a la invitación que nos hizo Hugo González. Dejábamos libres nuestros gustos sibaritas. Disfrutábamos de una jugosa carne, acompañada de una fresca ensalada y un vino tinto mendocino que probaba por primera vez. Y a mí las experiencias primigenias generalmente me producen mucho deleite. Al terminar de comer catamos cafés. Ansina es, cafés, no bebidas espirituosas. Cafés. Pero, como suele ser en este tipo de ocasiones irrepetibles, lo que más placer me provocó es la plática variada que enriquece mi vida.

En algún momento de la charla, una conversación muy similar a esas que estoy segura usted también ha disfrutado en más de una ocasión, Hugo mencionó una farmacia no por su nombre comercial, sino por el letrero que la ha dado a conocer: “Nunca cerramos”. Por supuesto, a una persona enamorada del lenguaje, como suelo ser yo, en esas dos palabras dichas al azar, en una conversación inconexa, encontré poesía, fantasía y pesadilla. Y antes de que piense que ya se apoderó de mí el alma de don Federico Nietzsche, ese espíritu que lo calló en su última década de existencia sin vida (opinión expresada por varios de sus admiradores, no yo), procedo a explicarme, ya que loca aún no estoy, aunque desde que tengo uso de razón he sido de una imaginación desbordada. La loca de la casa será ella, según Teresa de Jesús.

Primero pensé en lo imposible tanto del “nunca”, como de su antagonista, el “siempre”. Sólo es atrevernos a afirmar lo uno o lo otro para irremediablemente caer en lo negado o alejarnos de lo prometido. Por eso considero que una de las falacias más peligrosas, más dañinas, es la de la generalización. Es mejor nunca caer en ella, porque siempre terminamos tragándonos nuestras palabras. ¿O no?

Al fin, como si adoleciéramos de un vicio que queremos superar, la meta a alcanzar en el futuro presente se logra día a día, minuto a minuto, segundo a segundo. Sólo del instante que vivimos podemos estar seguros. Claro, esto no debe ser un impedimento para vivir y ser feliz. Todo lo contrario. El mío es simplemente un reconocimiento a una realidad ineludible. Total, como lo escribió Ayn Rand, otra filósofa a quien respeto mucho, aunque no coincida en todo con ella, “cualquiera que luche por el futuro, vive en el presente”. Lo anterior lo encuentran en la introducción de “El Manifiesto Romántico”, uno de mis libros preferidos de la autora mencionada.

Segundo, recordé que los popularmente llamados malos, aquellos cuyo lema de vida es “el fin justifica los medios”, (vaya, los pragmáticos que no son iguales a los prácticos), podrían ser la excepción a la aludida imposibilidad “del nunca y del siempre”. Esos personajes, aunque no sean siempre los mismos, nunca descansan. Cuidado en Semana Santa, buen amigo.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 29 de marzo de 2010. La fotografía del letrero la bajé de la Internet. El autor del la misma se identifica en el blog que aparece en la imagen.

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4.10.2009

Acquarella


Si quisiera nombrar esta época del año la llamaría acuarela. Una temporada de muchos colores diluidos en el agua que camina de la mano del calor propio de un tiempo que invita a la reflexión. Al menos en mi caso.

Sé que a otros los lleva a disfrutar de una chela, oscura y bien fría, a orillas de la piscina. O alberca, como usted prefiera. O vodka con jugo de naranja. (Una sugerencia: pruebe a mezclar el jugo con el amarrillo almendrado del amaretto. Y, por supuesto, mucho hielo). Disfrutando de la vista cercana (o lejana, da igual), de un mar vestido de turquesa. Escuchando el caer de las olas sobre la arena gris. Sintiendo la brisa incolora que recorre su piel y aspirando una multiplicidad de olores sazonados con sal blanca en su versión primera. Una delicia para los cinco sentidos que nos permiten conocer la realidad y disfrutar de la vida.

¿Será el estanque frente al cual va a descansar similar al que había en Jerusalén, inmediato al templo de Salomón? ¿El depósito que servía para lavar y purificar las reses destinadas a los sacrificios? ¿Un tanque teñido de rojo? Sería una ironía en el país de la eterna agonía, Guatemala. Tierra mestiza que recorre mis venas. ¿O serán simplemente los seres queridos que en ella habitan los que me retienen en una sociedad de eterno peligro? Al fin, si de mis recuerdos se trata, esos los llevo conmigo adonde quiera que vaya.

Que quede claro que lo anterior lo escribo al margen del imperativo religioso a la penitencia y la compenetración con el dolor que, según cuenta la historia, vivió Jesús los días previos a su muerte. Y aclaro que hoy no pretendo enfrascarme en una discusión infructuosa, la mayoría de las veces irracional, sobre la que debe ser la elección más íntima de todo individuo: la elección de creer o no en un Dios. O, simplemente, en Dios.

¿Soy deísta? ¿Soy agnóstica? ¿Soy atea? ¿Qué les importa a los demás? Me debe importar sólo a mí. Y lo anterior ojalá fuera entendido por todos. Se facilitaría mucho la convivencia humana y el respeto de los unos a los otros. Evitaría la manipulación de una gran mayoría que sufre culpas ajenas. O trabaja por los intereses particulares de sus guías espirituales. Sin duda, facilitaría la búsqueda y encuentro de nuestra felicidad: fin primero y último de todos, aún de aquellos que dedican su frustrada existencia a amargar la de los demás.

Dolor hemos sufrido todos. Físico, mental y anímico. Sin embargo, mi experiencia, y la de amigos y familiares queridos, me ha enseñado que las lesiones más difíciles de sanar son aquellas que poéticamente se conocen como las heridas del corazón. Esas que sangran sin que el líquido que recorre nuestro cuerpo de norte a sur se derrame. Esas cuyas cicatrices nos pueden marcar o ayudar a madurar. Las que pasan a formar parte de nuestro acervo personal. Las que una ilusión que nos invita a soñar podría curar. Una paleta de posibilidades que sólo nosotros podemos identificar y aprovechar.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 6 de abril de 2009. La fotografía la tomé el domingo 22 de marzo de 2009, en el Hotel Sheraton Presidente de San Salvador.

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