Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

5.02.2011

Amor, Filosofía y… Vida



Momento. Espere. No cambie la hoja ni piense que voy a fallar a la principal regla que debe seguir quien escribe, según me enseñó el respetado escritor Francisco Pérez de Antón: toda narración debe entretener. Claro, también debe tener quien escribe algo que decir que considere importante compartir con otros. Al menos, en la mayoría de los casos. Porque no tengo ninguna pena en confesar que, como parte de mi filosofía del buen vivir, hay cosas que sólo escribo para mí. Total, ¿a quién más le pueden interesar?

Y, como quien dice nada, este es el décimo suelto, tal vez fuera de contexto, que escribo para la Revista nuChef. Mi dedicatoria será para el genial Jimmy Wales que, siguiendo los pasos de Denis Diderot y los enciclopedistas de la segunda mitad del siglo dieciocho, se le ocurrió empezar una tarea titánica, como la emprendida en su tiempo por los ilustrados mencionados. El resultado de esa aventura representa hoy el centro de consulta más popular en todo el planeta. Me refiero a la Wikipedia que el pasado sábado 15 de enero cumplió diez años de existir. La enciclopedia virtual que es más exacta de lo que algunos docentes imaginan. Un producto del orden espontáneo. Orden explicado por el ganador del Premio Nobel de Economía de 1974, Frederic A. von Hayek.

En fin, hoy quiero escribir sobre uno de los temas universales que fue, es y será un hilo conductor de la vida de todo ser humano, nos guste o no: el amor. Aclaro que es un asunto que no voy a tocar poética ni fantasiosamente. Me voy a atrever a enfrentarlo desde el punto menos convencional: el racional. Principio diciendo que el sentido de la vida es la suma integrada de nuestros valores básicos. ¿Por qué? Porque ese registro personal, del cual no podemos ocultar nada ni siquiera a nosotros mismos, que comienza a crearse desde que entramos en contacto con la realidad que nos incluye, explica nuestras reacciones y decisiones. Lo anterior lo aprendí leyendo (y cuestionando cuando es necesario) a la filósofa Ayn Rand. El tema del sentido de la vida lo aborda principalmente en “El Manifiesto Romántico”, una colección de ensayos que constituyen uno de mis libros predilectos de la autora mencionada. ¿Por qué mi preferencia por esta obra? La dejo hablar por sí misma: “Existen dos aspecto de la existencia del hombre los cuales son un territorio especial y expresión de su sentido de la vida: el amor y el arte”.

“Aquí me refiero al amor romántico en el sentido trascendental de ese término, para distinguirlo de los apasionamientos fugaces, de aquellos cuyo sentido de la vida carece de cualquier valor consistente, es decir, de alguna emoción duradera a excepción del miedo. El amor es una respuesta a valores. Es el sentido de la vida de una persona de lo que uno se enamora, de esa suma esencial, de esa postura fundamental o actitud ante la vida, la cual es la esencia de la personalidad. Uno se enamora de la corporización de los valores que dan forma al carácter de una persona, los cuales están reflejados en sus mayores logros o los pequeños gestos, que crean el estilo de su alma, el estilo individual de una conciencia única, irrepetible e irremplazable”.

“El amor es la expresión de la filosofía, de una suma filosófica subconsciente y, quizá, ningún otro aspecto de la existencia humana necesita el poder consciente de la filosofía tan desesperadamente… cuando el amor es una integración consciente de razón y emoción, de mente y valores, entonces, y sólo entonces, es la mayor recompensa en la vida de una persona”. Las citas compartidas con ustedes las encuentran en el segundo capítulo del texto mencionado. El capítulo entero, es una maravilla.

¿Habrá algo más que decir por el momento? Sólo desearles, como siempre, que sean felices, muy pero muy felices. Le haim.

El anterior ensayo breve fue publicado en la Edición 29 de la Revista nuChef, correspondiente al bimestre marzo – abril 2011. La fotografía de la escultura de Mars and Venus”, que se cree fue hecha en 1575 por Hans Mont (original de Flandes, hoy Bélgica), la tomé en el “J. Paul Getty Museum” de Los Ángeles el 28 de abril de 2007.

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3.29.2010

Nunca cerramos


Hace algunos días, para ser exacta el lunes pasado, almorcé con un grupo de amigos muy queridos en Churrasco Centroamericano de la zona 10. Celebrábamos el equinoccio de primavera y conmemorábamos mi natalicio, gracias a la invitación que nos hizo Hugo González. Dejábamos libres nuestros gustos sibaritas. Disfrutábamos de una jugosa carne, acompañada de una fresca ensalada y un vino tinto mendocino que probaba por primera vez. Y a mí las experiencias primigenias generalmente me producen mucho deleite. Al terminar de comer catamos cafés. Ansina es, cafés, no bebidas espirituosas. Cafés. Pero, como suele ser en este tipo de ocasiones irrepetibles, lo que más placer me provocó es la plática variada que enriquece mi vida.

En algún momento de la charla, una conversación muy similar a esas que estoy segura usted también ha disfrutado en más de una ocasión, Hugo mencionó una farmacia no por su nombre comercial, sino por el letrero que la ha dado a conocer: “Nunca cerramos”. Por supuesto, a una persona enamorada del lenguaje, como suelo ser yo, en esas dos palabras dichas al azar, en una conversación inconexa, encontré poesía, fantasía y pesadilla. Y antes de que piense que ya se apoderó de mí el alma de don Federico Nietzsche, ese espíritu que lo calló en su última década de existencia sin vida (opinión expresada por varios de sus admiradores, no yo), procedo a explicarme, ya que loca aún no estoy, aunque desde que tengo uso de razón he sido de una imaginación desbordada. La loca de la casa será ella, según Teresa de Jesús.

Primero pensé en lo imposible tanto del “nunca”, como de su antagonista, el “siempre”. Sólo es atrevernos a afirmar lo uno o lo otro para irremediablemente caer en lo negado o alejarnos de lo prometido. Por eso considero que una de las falacias más peligrosas, más dañinas, es la de la generalización. Es mejor nunca caer en ella, porque siempre terminamos tragándonos nuestras palabras. ¿O no?

Al fin, como si adoleciéramos de un vicio que queremos superar, la meta a alcanzar en el futuro presente se logra día a día, minuto a minuto, segundo a segundo. Sólo del instante que vivimos podemos estar seguros. Claro, esto no debe ser un impedimento para vivir y ser feliz. Todo lo contrario. El mío es simplemente un reconocimiento a una realidad ineludible. Total, como lo escribió Ayn Rand, otra filósofa a quien respeto mucho, aunque no coincida en todo con ella, “cualquiera que luche por el futuro, vive en el presente”. Lo anterior lo encuentran en la introducción de “El Manifiesto Romántico”, uno de mis libros preferidos de la autora mencionada.

Segundo, recordé que los popularmente llamados malos, aquellos cuyo lema de vida es “el fin justifica los medios”, (vaya, los pragmáticos que no son iguales a los prácticos), podrían ser la excepción a la aludida imposibilidad “del nunca y del siempre”. Esos personajes, aunque no sean siempre los mismos, nunca descansan. Cuidado en Semana Santa, buen amigo.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 29 de marzo de 2010. La fotografía del letrero la bajé de la Internet. El autor del la misma se identifica en el blog que aparece en la imagen.

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1.06.2010

2010


Diez por dos veinte. ¿Acaso hace la relación anterior de 2010 un año cabalístico? ¿O el cero, el uno y el dos anuncian algo más que el principio de un nuevo año? Lo que sí es seguro es que ni los profetas de Hollywood ni los mayas recientemente salidos del closet predicen nada fuera de lo común para el período de 365 días que ya empezó su cuenta regresiva. Todavía no se va a acabar el mundo ¡qué alivio! Claro, alguno que otro clarividente de algún banco central estatal, con sus fieles corifeos y los seguidores de estos últimos, vieron en su chibola de cristal que en 2010 acabará la crisis financiera que ellos mismos provocaron. En fin, ¡vaya Dios a saber qué va a pasar a ciencia cierta en los próximos meses!

Yo, sin lugar a dudas, no practico ninguna disciplina del arte propio de los nigromantes. Sin embargo, presiento que este año que inicio alumbrado por la Luna Azul, que visita la tierra en Nochevieja cada diecinueve años, será un año inolvidable. Al menos en la esfera de mi vida que depende principalmente de mí y mis decisiones. Me refiero a la privada, a la íntima, a la cercana. La que esta compuesta por esos círculos entrañables, pegados al alma, que enriquecen sobradamente mi existencia. Familiares y amigos. Grupo al cual agrego entes inertes cuya trascendencia depende de mí acción decidida de aprovecharlos: mis libros, mi música, mis vinos…

Tenía cierto tiempo de no sentir la esperanza que hoy llena mi espíritu. Tal vez porque los años pasados me sirvieron para aprender de mis errores, llorar mis dolores y enmendar mis culpas. Tiempo que me permitió cultivar una facultad que no poseía: la paciencia. La virtud necesaria para vencer, superar, sobrellevar la angustiante espera. Tal vez porque a pesar de sentirme llena de juventud y sus consiguientes anhelos, pasiones y desvelos, me reconozco como una persona que decidió caminar su ruta aprendiendo en el camino, aprovechando el trecho recorrido. Responsable. Tal vez no tengo ni la menor idea de qué me hace pensar que 2010 será un año extraordinario para ésta aprendiz de escribidora y permanente inquisidora. De lo único que sí estoy segura es que será una etapa de muchos retos.

Una época de mayor incertidumbre de la que nos invadió en el primer lapso del siglo veintiuno. Da igual si nos encontramos en los albores de la segunda o en los estertores de la primera década. Lo indiscutible es que los riesgos que vamos a enfrentar en nuestra otra esfera, esa donde usted y yo sin conocernos nos encontramos, nuestro espacio público, serán muchos más. Pero, no obstante esta certeza, no debemos aminorar nuestro andar.

En la introducción de junio de 1969 de “El Manifiesto Romántico”, Ayn Rand acota una verdad evidente: “cualquiera que luche por el futuro, vive en el presente”. Es esa sucesión finita de instantes, y lo que con esos instantes hagamos, lo que nos permite perfilar el mañana, cuando esa aún una ilusión, sólo una posibilidad, se convierta en nuestro hoy, una realidad. Bendiciones por siempre, mis apreciables lectores.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 4 de enero de 2010. La fotografía de la “Blue Moon” la tomé el viernes 1 de enero de 2010, cuatro minutos después de la una de la mañana.

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