Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

1.06.2010

2010


Diez por dos veinte. ¿Acaso hace la relación anterior de 2010 un año cabalístico? ¿O el cero, el uno y el dos anuncian algo más que el principio de un nuevo año? Lo que sí es seguro es que ni los profetas de Hollywood ni los mayas recientemente salidos del closet predicen nada fuera de lo común para el período de 365 días que ya empezó su cuenta regresiva. Todavía no se va a acabar el mundo ¡qué alivio! Claro, alguno que otro clarividente de algún banco central estatal, con sus fieles corifeos y los seguidores de estos últimos, vieron en su chibola de cristal que en 2010 acabará la crisis financiera que ellos mismos provocaron. En fin, ¡vaya Dios a saber qué va a pasar a ciencia cierta en los próximos meses!

Yo, sin lugar a dudas, no practico ninguna disciplina del arte propio de los nigromantes. Sin embargo, presiento que este año que inicio alumbrado por la Luna Azul, que visita la tierra en Nochevieja cada diecinueve años, será un año inolvidable. Al menos en la esfera de mi vida que depende principalmente de mí y mis decisiones. Me refiero a la privada, a la íntima, a la cercana. La que esta compuesta por esos círculos entrañables, pegados al alma, que enriquecen sobradamente mi existencia. Familiares y amigos. Grupo al cual agrego entes inertes cuya trascendencia depende de mí acción decidida de aprovecharlos: mis libros, mi música, mis vinos…

Tenía cierto tiempo de no sentir la esperanza que hoy llena mi espíritu. Tal vez porque los años pasados me sirvieron para aprender de mis errores, llorar mis dolores y enmendar mis culpas. Tiempo que me permitió cultivar una facultad que no poseía: la paciencia. La virtud necesaria para vencer, superar, sobrellevar la angustiante espera. Tal vez porque a pesar de sentirme llena de juventud y sus consiguientes anhelos, pasiones y desvelos, me reconozco como una persona que decidió caminar su ruta aprendiendo en el camino, aprovechando el trecho recorrido. Responsable. Tal vez no tengo ni la menor idea de qué me hace pensar que 2010 será un año extraordinario para ésta aprendiz de escribidora y permanente inquisidora. De lo único que sí estoy segura es que será una etapa de muchos retos.

Una época de mayor incertidumbre de la que nos invadió en el primer lapso del siglo veintiuno. Da igual si nos encontramos en los albores de la segunda o en los estertores de la primera década. Lo indiscutible es que los riesgos que vamos a enfrentar en nuestra otra esfera, esa donde usted y yo sin conocernos nos encontramos, nuestro espacio público, serán muchos más. Pero, no obstante esta certeza, no debemos aminorar nuestro andar.

En la introducción de junio de 1969 de “El Manifiesto Romántico”, Ayn Rand acota una verdad evidente: “cualquiera que luche por el futuro, vive en el presente”. Es esa sucesión finita de instantes, y lo que con esos instantes hagamos, lo que nos permite perfilar el mañana, cuando esa aún una ilusión, sólo una posibilidad, se convierta en nuestro hoy, una realidad. Bendiciones por siempre, mis apreciables lectores.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 4 de enero de 2010. La fotografía de la “Blue Moon” la tomé el viernes 1 de enero de 2010, cuatro minutos después de la una de la mañana.

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