Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

5.02.2010

Evasión virtual


Hoy me enfrento a la hoja en blanco con pocas ganas de escribir. Ya sé, ya sé… ya sé que en realidad tengo enfrente una pantalla y un teclado de computadora el cual se niegan a tocar mis dedos. O les cuesta mucho hacerlo, si no ¿cómo hubiera escrito lo que usté lee en este momento? No hay de otra: tengo que usar las extremidades superiores, porque si uso las inferiores, rápidamente se darían cuenta que escribí con los pies: los extremos que, es sabido, muchos han usado para alejarse de lo que “ocurre verdaderamente” en Guatemala y otros países de Latinoamérica.

Me gusta imaginar que tengo una pluma en la mano, que la mojo en el tintero y al apoyarla en el papel una extraña fuerza mueve mis manos. Mis manos convertidas en simples instrumentos para escribir, parafraseando a Pablo Neruda, los versos más graciosos esta mañana. Aunque sea el primer verso: me falta mucho para llegar al veinte. A lo mejor, ya que no los haré reflexionar, al menos los hago reír. Más si en lugar de pluma uso un cálamo. ¡Cuántos lapsus cálami cometería!

No sé si no deseo escribir sobre la realidad concreta o simplemente no sé por dónde empezar de tantos temas que hay que abordar. ¡Cómo si fuera una obligación de la presente escribidora sin inspiración! Total, tanto en la esfera pública de todos como en la esfera privada mía, restringida y nunca agotada, me sobran issues vitales que suelen casi siempre intrigarme, inquietarme a veces y ocuparme la mayor parte del tiempo.

Para agarrar aviada (¿es este un localismo de nuestro país, un chapinísmo?) me sumerjo en la realidad virtual de las redes sociales en la Internet. ¿Será que lo hago para evadir el “estado actual de las cosas”? Y no me refiero a mi status en Facebook. Al final creo que me lleva a ese espacio creado por los mind freaks (los Gates, los Von Ahn, los Zuckerberg) el ánimo de compartir con otras personas. Lo extraño es que a la mayoría de los miles de internaútas con los que me topo no los conozco, pero siento su presencia.

Por cierto, no es la primera vez que me encuentro con más ganas de leer que de escribir. O divagar en lugar de concentrarme o afanarme en cambiar el mundo. Aclaro: nunca conquistarlo Pinky. En fin, en otras ocasiones me sucede lo contrario: muero por escribir y lo hago en lo que tenga cerca: una servilleta, un libro o mi misma mano. Y lo enfatizo: me refiero al deseo de escribir. Porque cambiar el mundo ¡es imposible! Al menos para una persona que actúe en solitario, cual llanero más perdido que el hijo de la Llorona en el día de las madres. Aunque, me pregunto ¿no es la única constante, el constante cambio?

Probablemente, muchos individuos, juntos pero no revueltos, partiendo de las ideas correctas… Puede ser… Tal vez podríamos influir para bien en el progreso humano tanto en el presente como en el largo plazo. Pero para que esto sea una verdad indiscutible, muchos habrán de superar el irreal postmodernismo y sus creencias falaces. ¿Se atreverán a pensar fuera del mainstream?
Hasta la próxima y btw: BAZZINGA.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 3 de mayo de 2010. La imagen la bajé de la Internet.

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