Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

8.27.2018

Estado de extorsión




El Estado que prevalece en Guatemala, es el estado de extorsión sin discriminación alguna. Ni por etnia, ni por grupo social o ni por recursos económicos. Difiere en quiénes extorsionan a quiénes, pero, al final, tan extorsionista es el pandillero de la mara Salvatrucha, el del Barrio 18 o el  de los Crazy Gansters, como lo es el funcionario, el burócrata, el fiscal, el juez… que usa el poder que se le delegó para extorsionar a los ciudadanos con la excusa de alcanzar sus objetivos, cualesquiera que estos sean. Ya sea para bien o para mal de la mal llamada “sociedad”.

Lo que, por cierto, me lleva a preguntarme si todavía podemos identificarnos con los términos de “sociedad” y “Estado”, cuando estamos tan lejos de la definición aristotélica de éstos: “Todo Estado es, evidentemente, una asociación, y toda asociación no se forma sino en vista de algún bien, puesto que los hombres, cualesquiera que ellos sean, nunca hacen nada sino en vista de lo que les parece ser bueno… todas las asociaciones tienden a un bien de cierta especie, y que el más importante de todos los bienes debe ser el objeto de las más importante de las asociaciones, de aquella que encierra a todas las demás, y a la cual se llama Estado”.

La extorsión más burda, y más fácil de identificar y condenar, es la que hacen los criminales de cuello azul: o sea, aquellos que usan un arma para amedrentar a sus víctimas y no se tocan el alma para asesinarlos a ellos o a sus familiares, si no les entregan el dinero que les exigen. La extorsión que hacen los delincuentes comunes, los criminales sin organización y los organizados en maras o pandillas.

La extorsión que hacen los burócratas estales, ya sean los empleados de la SAT, de las aduanas o los que piden una comisión para otorgar contratos estatales, es un poco más difícil de señalar ya que como arma usan la discrecionalidad (arbitrariedad) que les da la ley o la legislación decretada a su antojo. Aunque gracias a los avances tecnológicos de la Cuarta Revolución Industrial, se les puede grabar infraganti al cometer la extorsión.

El problema que tienen la mayoría de las víctimas en estos casos es que para acusarlos tienen que pagar, y en el momento en el cual ceden a la presión, los convierten en cómplices. Luego, la abstracta opinión pública (que suele ser la voz de unos pocos dirigentes de los grupos de presión consentidos por los medios de comunicación) en lugar de referirse a ellos como víctimas de una extorsión, los acusan de corruptos y de sobornar a los cándidos funcionarios del gobierno.

No obstante, la extorsión más difícil de señalar por el temor, casi terror, que sienten los extorsionados de ir presos al infierno de las cárceles guatemaltecas, aunque sean inocentes o la falta no lo justifique, es aquella que hacen los émulos de Robespierre de nuestro país, a quienes ni siquiera les aplican las leyes de Guatemala ni de ningún lugar. Aquellos a quienes se les otorgó poderes casi divinos para, en teoría, combatir a los peores criminales de nuestro país.

La ironía es que ese poder no lo han utilizado para combatir a las peores y más peligrosas expresiones del crimen organizado. Sí han capturado a algunos criminales de Estado, que merecen estar presos y que ¡ojalá!, retribuyan justamente a sus víctimas y paguen sus crímenes, particularmente el abuso del poder que se les delegó. Por supuesto, después de que se cumpla con el debido proceso. Sin embargo, hasta que se limite el ejercicio del poder, exista respeto al debido proceso, certeza jurídica y seguridad, en otras palabras, que todos seamos iguales ante la ley y nadie superior a esta, seguiremos viviendo dentro de un Estado de extorsión.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el lunes 27 de agosto de 2018.

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11.20.2017

Extorsión del fiambre al tamal



Veo con tristeza que mi país se ha convertido en el reino de los extorsionistas. Pero no sólo me refiero a los más obvios integrantes de este grupo, los pandilleros, que desde las mismas cárceles extorsionan a la gente responsable, respetuosa y productiva, entre ellos a los pocos que todavía se atreven a invertir en Guatemala, transformando recursos en riqueza y creando fuentes de trabajo que tanta falta hacen para reducir la emigración de nuestros compatriotas. Criminales que no dudan en asesinar a quién sea con tal de que sus víctimas sucumban a sus amenazas. Sicópatas que, en la mayoría de los casos, no tienen redención.

Sin embargo, no son los únicos que viven de la extorsión y de la violación continúa de los derechos individuales de la mayoría. Entre los principales extorsionistas se incluyen a los grupos de presión. Organizaciones, en muchos casos, delincuenciales que, así como los pandilleros tienen a su Smurf, ellos tienen a su Daniel, a su Joviel o a su Telma. Que, al igual que los mareros intimidan, ponen en riesgo la vida de los demás y viven del robo de la riqueza creada por otros. Aunque, a diferencia de los mareros y criminales comunes, ellos no se encuentran presos. Más aún, pareciera que son intocables gracias al apoyo que gozan de burócratas supranacionales y estructuras internacionales de personas que viven de la peor de las extorsiones: la extorsión impositiva.

¿Por qué es la extorsión impositiva la peor de todas? Porque utilizan la ley para extorsionar. Esa ley que llamó Frédéric Bastiat pervertida, porque fue desviada de su objetivo legítimo y dirigida a un objetivo totalmente contrario. Ley que deja de ser ley para convertirse en legislación arbitraria que facilita a los corruptos que llegan al ejercicio del poder expoliar a los creadores de riqueza, y vivir parasitariamente a costa de los tributarios temerosos que claudican ante la amenaza de ir a la cárcel. Ley que termina invirtiendo los papeles entre los mandantes y los mandatarios y, de alguna manera, retrocediendo el reloj a los tiempos del antiguo régimen.

¿Existe una reticencia a pagar impuestos? ¿O una aversión a ser extorsionados del fiambre al tamal? Para responder estas preguntas hay que aclarar el contexto. Es evidente que debemos financiar las funciones propias de la naturaleza de un gobierno si queremos vivir dentro de una verdadera República, donde el poder que gozan los mandatarios está limitado por el respeto a los derechos individuales de aquellos que respetan los derechos de los demás. Derechos que en principio son reconocidos a todos por igual, y que sólo se pierden cuando alguien no cumple con su obligación de respetar la vida, la libertad y la propiedad de otros.

Sobra decir que la realidad de los guatemaltecos no es la propia de una República. Entonces, ¿por qué vamos a pagar impuestos cuando la mayor parte de estos terminan en los bolsillos de burócratas, políticos y oportunistas que negocian con ellos? ¿Por qué aceptamos ser extorsionados? Extorsión que, por cierto, se da todos los días del año, independientemente del menú.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 20 de noviembre de 2017.

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4.24.2017

Desigualdad ante la ¿ley?




¿Vamos a perder la oportunidad de cambiar de raíz nuestro nefasto sistema político? Sí, lamentablemente, si la mayoría no despierta y deja de entretenerse con el circo y todas las distracciones que este ofrece, en lugar de enfocarse en lo importante: lo que está pasando en el Congreso, las nuevas leyes que los diputados están discutiendo y los cambios constitucionales que pretenden aprobar. Por supuesto, hay que estar también atentos a lo que sucede en nuestros tribunales, donde los jueces y magistrados, en particular los de la Corte de Constitucionalidad, están cambiando la legislación a su antojo y al gusto de los poderosos.

Quiero señalar que ya, a pesar del entusiasmo ciudadano a partir de las manifestaciones de abril y mayo de 2015, una gran parte de los cambios que han sido aprobados en el Congreso, en lugar de acercarnos a la necesaria igualdad ante la Ley, nos han alejado de ésta al otorgar más poder a los gobernantes para que, en nombre del abstracto Estado, intervengan en áreas que no les corresponden y tengan más control sobre nuestras vidas y bienes. En otras palabras, en vez de avanzar en una verdadera reforma, hemos retrocedido.

Digo necesaria “igualdad ante la Ley”, porque sin esta igualdad, la única posible y ojalá fuera la única deseable por todos, es imposible el progreso en el largo plazo. Más aún, es imposible la convivencia pacífica entre los miembros de una misma sociedad. Cualquier otro tipo de igualdad no sólo es inmoral e injusta, sino que es contraria a nuestra naturaleza y lo único que trae consigo es más miseria y obstáculos para superar la pobreza… al menos para la mayoría.

Las siguientes son las condiciones sine qua non para la existencia de un Estado de Derecho: 1. el Imperio de la ley; 2. la existencia de leyes auténticas, o sea que sean iguales para todos, generales, abstractas, conocidas, pocas, ciertas...; 3. el respeto al debido proceso: que los ciudadanos disfruten de los derechos contenidos en la ley y que el peso de la prueba dependa de quién acusa; 4. el respeto a los derechos individuales: vida, libertad y propiedad; y 5. la alternabilidad en el ejercicio del poder. En resumen, debemos acabar con todos los privilegios (exenciones especiales, ventajas exclusivas, leyes privadas) de todos los que hasta hoy se han beneficiado de estos privilegios y, lógicamente, no promover ni aprobar más prebendas para unos a costa de los derechos de los demás.

Los cambios que se hagan a la actual legislación y las leyes nuevas que se aprueben, deben ir enfocados al ideal de la igualdad de todos ante la Ley. Eso es, si queremos convivir en paz los unos con los otros, cada uno buscando sus propios fines por medio de la cooperación y el  intercambio libre basados en el respeto que nos debemos los unos a los otros. De lo contrario, sólo estaremos promoviendo una mayor iniquidad en nuestra sociedad y, en definitiva, en nuestras vidas.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 24 de abril de 2017.

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8.24.2015

Estatistas, altruistas y déspotas



Creen en el sacrificio… de otros, por supuesto, no del propio. Creen que los cubre un manto divino que los autoriza a quitarles a unos lo que les pertenece por derecho para dárselo a otros que ellos arbitrariamente han escogido como los beneficiarios del esfuerzo mental y físico de los despojados. Tal acto despótico lo justifican alegando que sus elegidos necesitan más los bienes expropiados que los legítimos propietarios.

Unos pretenden cometer tal injusticia por medio de leyes pervertidas “¡Ley hacedora de iniquidad, cuando su misión era castigar la iniquidad!”, como sentenció Frédéric Bastiat. Otros por medio de medidas de hecho. Ambos se imponen a la fuerza: los primeros utilizan el monopolio de ésta que ejercen los gobernantes en nombre del abstracto Estado y los otros simplemente recurren a la fuerza bruta.

Entre quienes promueven el estatismo encontramos varios grupos. Por un lado están los socialistas de salón, la gauche caviar: cómodos burgueses que se dedican a pontificar sobre las bondades de su ideología y su pretendida superioridad moral. Durante sus opíparos banquetes se convierten en una especie de exégetas, capaces de decidir por los demás qué es lo que les conviene, ya que por algún motivo desconocido al resto nos es imposible escoger qué queremos en nuestras vidas.

Dentro de este colectivo hay quienes pueden llegar a experimentar un éxtasis casi orgásmico al discurrir sobre el sistema injusto e inmoral que alaban. Total, lo hacen plácidamente sentados desde sus pupitres académicos, sus escritorios de burócratas de organismos internacionales o en el cóctel en la casa en La Cañada de algún embajador, mientras degustan de los exquisitos manjares y vinos pagados por los impuestos de otros.

Luego, encontramos a los violentos, a los más irracionales de todos. A aquellos que recurren a la intimidación y amenazan con actos terroristas si no se cumple con sus exigencias. Antisociales que dañan principalmente al pobre ciudadano productivo que ve como violan sus derechos impunemente y se encuentra sin posibilidades de defenderse de estos delincuentes. Gente frustrada, fracasada: desean ardientemente que el resto no sea feliz, que no haya creación de riqueza y que la prosperidad sólo sea un sueño inalcanzable.

Los socialistas de penthouse, promueven más intervención por parte del gobierno por medio de más privilegios y más impuestos. Así logran que prevalezca el sistema de incentivos perversos basado en la violación de los derechos individuales de la mayoría. Estos influyentes personajes, políticamente correctos, ansían llegar al ejercicio del poder sin esfuerzo: esperan que los poderosos representantes de otros países y los directores de los organismos burocráticos supranacionales los nombren salvadores de los pobres. Los segundos están dispuestos a arrebatar ese poder a la fuerza. Unos se consideran brillantes y refinados. Los otros son burdos y vulgares, pero todos buscan lo mismo: imponer su voluntad al resto y vivir a costa de los demás.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 21 de agosto de 2015.

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11.04.2013

Legislación electorera de pandillas politiqueras



Legislación arbitraria que solo refleja la voluntad del legislador y los intereses de los grupos de presión con capacidad de cabildear en el Congreso por privilegios. “¡Ley pervertida!” la llamaría Frédéric Bastiat: “¡Y con ella todas la fuerzas colectivas de la Nación, desviada de su objetivo legítimo y dirigida a un objetivo totalmente contrario! ¡Ley convertida en instrumento de todas las codicias, en lugar de frenar las codicias! ¡Ley hacedora de iniquidad, cuando su misión era castigar la iniquidad!” Normas corruptas, como los son sus autores, para beneficiar a una minoría a costa de la mayoría.

Necesitamos cambiar la ley que regula los procesos eleccionarios. Más aún, necesitamos cambiar de raíz el sistema político completo. Pero eso no implica que debamos hacer cualquier cambio a toda costa. Debemos hacer los cambios que nos permitan vivir dentro de una sociedad donde podamos cooperar e intercambiar en paz, respetando la vida, la libertad y la propiedad de todos. Donde cada uno coseche lo que sembró en base a su esfuerzo y los medios que escogió para producir. Donde las probabilidades de ser felices sean más altas.

Los cambios propuestos recientemente no contribuyen a los objetivos listados en el párrafo anterior. Todo lo contrario. Profundizan el injusto régimen actual. Están diseñados para beneficiar a ciertos grupos, facilitar el expolio del creador/tributario y privilegiar a un sector de individuos ¿o debería decir individuas? que se apropian de una representación que no tienen.

Los politiqueros pretenden duplicar una falsa deuda que nos han endilgado a los ciudadanos: la deuda política. ¡Qué ironía! Si algunos están en deuda con nosotros, los mandantes, son ellos. No obstante, pretenden que les entreguemos 4 dólares por voto recibido, como si los actuales 2 dólares no fueran ya un abuso. Por cierto, ¿por qué no lo decretan en quetzales? ¿No confían en cómo manejan sus colegas la moneda? ¿Prefieren confiar en el Presidente de la Reserva Federal estadounidense? ¿Les preocupa que su patrimonio se devalúe? En fin, lo que pretenden es asegurarle ingresos a su negocito para mantenerlo a flote, sin importar que sus servicios sean o no demandados.

¿Cuán sinvergüenza debe ser alguien para pretender un puesto sin haberlo ganado? ¿Solo por su sexo, su edad o su etnia? ¿Tan poco se valoran para aceptar que solo por medio de favores pueden llegar a ocupar una curul? ¿Cuáles son las intenciones reales detrás de los promotores de semejante aberración? Si fuera cierto que su objetivo es beneficiar a minorías, lo que deberían de promover es la eliminación de privilegios, no la creación de más legislación oportunista.

¿Y que nos ofrecen a cambio de lo anterior? Fijar la cantidad máxima de diputados en 160 parásitos. ¡Cómo si de los actuales 158 no sobraran la mayoría! Tal y como es nuestro sistema actualmente atrae a los PEORES representantes de nuestra sociedad. ¿Qué podemos esperar con las reformas propuestas? Más de lo mismo, solo que en mayor cantidad.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 4 de noviembre de 2013.

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3.21.2011

La explosión del nipón


Explosión que espero solo se de en la forma que la voy a utilizar, como una metáfora de lo que podría pasar después del terremoto y el tsunami que este provocó en la isla del Japón. No me interesa mucho por hoy la “nación”, una sustancia segunda como la llamaría Aristóteles, cuya existencia es conceptual. Me voy a referir principalmente a las sustancias primeras, a los individuos que hacen de la nación una realidad. Y, por supuesto, al futuro de estos si logran superar los retos que la naturaleza y los errores de sus gobernantes les han hecho enfrentar, no solo este año, sino desde tiempo atrás.

Como bien lo escribe George Melloan, exsubdirector de las páginas editoriales del Wall Street Journal, en su columna del jueves 16 de marzo: “A Japón le sobran los problemas: una población envejecida, 20 años de lento crecimiento económico y un gobierno inestable debido a que los reaccionarios en el parlamento se resisten a significativas reformas de libre mercado. Ahora ha sido golpeada por la gran tragedia del terremoto y la crisis nuclear. Un importante peligro post-desastre es que las autoridades japonesas gestionen mal la recuperación, con desafortunadas consecuencias para la economía global”. Y más que para la economía global, será para la economía de los individuos concretos que intercambiamos y hacemos esa economía sobre la que viven cacareando los economistas y los burócratas estatales. En especial a la economía estancada de los nipones.

Melloan cita, acertadamente, a otro célebre periodista e intelectual francés del siglo diecinueve para cuestionar la intervención de los gobernantes nipones, en particular la de Presidente del Banco de Japón, Masaaki Shirakawa: “Como señaló… Frédéric Bastiat en ‘La falacia de la ventana rota’, el crecimiento del PIB que se produce por la reconstrucción no trae ninguna ganancia neta a la [suma de la] riqueza de [los miembros] de la sociedad. Simplemente sustituye, con el tiempo, lo que se perdió”. La destrucción, tal y como la define el DRAE, simplemente es “ruina, asolamiento, pérdida grande y casi irreparable”.

La única diferencia entre la recuperación y el abandono a la miseria y la desolación que provocan la destrucción nace del carácter de los individuos afectados. La mayoría de nipones son gente laboriosa, productiva y respetuosa de ciertas normas que incluyen el respeto a la propiedad de los otros. Hasta la fecha no se han visto, como suele pasar en Latinoamérica, a oportunistas saqueando comercios y casas. Los empleados de la central nuclear de Fukushima en lugar de huir han enfrentado valerosamente la tarea de evitar un desastre de dimensiones mundiales. Los sobrevivientes se encargan de sus vidas y ayudan a recuperar los cadáveres de las víctimas. Esa es la actitud responsable que hace la diferencia. En la irradiación de esa explosión nipona confío para que Japón muestre porque es el origen del sol.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 21 de marzo de 2011. La imagen del cuadro “Nipón 1” del pintor español Alfonso Albacete la bajé de la Internet.

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12.20.2010

A la carrera


El viernes 17 de diciembre, un día antes del cumpleaños de Constantino (mi hermano, no el emperador bizantino fallecido hace casi diecisiete siglos) me levanté a las 5:47 de la mañana para escribir el artículo que quería que ustedes leyeran hoy, lunes 20 de diciembre de 2010. Sin embargo, descubrí que, a pesar de mi inclinación rebelde, para algunas cosas soy metódica: estoy acostumbrada a cumplir con ciertos ritos que me cuesta abandonar de un día para otro. En este caso, no es la hora de levantarme la que varió, sino la actividad que pretendía llevar a cabo.

Así que, después de un par de horas divagando frente al computador, medio escribiendo a regañadientes y pasando más tiempo navegando en las redes sociales virtuales que frecuento (Twitter y Facebook), no había logrado avanzar más de tres líneas en un escrito de largo aliento con el cual quiero iniciar una discusión intelectual (para pensadores honestos cuyo objetivo es separar lo falso de lo verdadero y aclararse las ideas) sobre dos sistemas de gobierno opuestos: la Democracia y la República. Un intento fallido que queda pendiente para una próxima entrega.

Lo único que puedo adelantar es que yo me decanto por la República, no la Democracia. Considero al sistema demócrata como el vehículo ideal para que lleguen al poder oportunistas y vividores, dictadores en el peor de los casos, que confirman la opinión de Frédéric Bastiat de que “el Estado es la gran ficción a través de la cual todo el mundo se esfuerza por vivir a expensas de todo el mundo”. Objetivo insostenible en el largo plazo, tal y como lo evidencia la historia.

A las ocho de la mañana, salí corriendo a arreglarme para irme a la carrera al desayunivivio que organizaron mis compañeros en Libertópolis. Total, es esta una época ideal para disfrutar en compañía de aquellas personas a quien uno valora. Y yo me encuentro entre los muchos que, más allá de una aparente actitud de Grinch, disfrutamos como infantes de las tradiciones propias de fin de año.

¡Cómo me divertí compartiendo con todos ellos! Ellos, a quienes quisiera nombrar uno por uno para agradecerles todo el apoyo, paciencia y comprensión que nos brindan día a día para poder cumplir a cabalidad con las expectativas que de nosotros tienen nuestros amigos invisibles que, de lunes a viernes, nos acompañan al mediodía en “Todo a Pulmón”. A quienes, por cierto, también quiero agradecer esa compañía que nos hace más fácil el camino. No sólo la ruta de “encontrar respuestas a las preguntas que nos hacemos”, sino en el proceso mismo de la vida. Me siento halagada.

Al terminar, pasadas las diez, salí a la carrera de nuestros Estudios ubicados en las torres gemelas de Guanjatan, en donde comimos, celebramos, e intercambiamos regalos. Luego, ya en mi asteroide, regresé al lugar en el que inicié este día mis actividades (frente al computador) para desearles a ustedes, apreciados lectores, aunque sea a la carrera, bendiciones por siempre.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 17 de diciembre de 2010. La fotografía del Porsche Carrera la bajé de Internet.

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11.22.2010

Epístola de Bastiat



Hace un par de días llegó a mi inbox en Facebook, el más extraño de los mensajes que he recibido. El autor de la epístola virtual me pedía encarecidamente (por cierto, en un español afrancesado), que publicara en mi próxima columna extractos de un ensayo que escribió hace algunos años, el cual consideraba trascendental que fuera leído por las gentes de bien del siglo veintiuno. Claro, no hacía referencia sólo a los lectores del diario para el cual escribo. El remitente del correo se refería a todos aquellos que queremos que mejore la calidad de vida de todas las personas, de manera sostenible, en el largo plazo.



El autor de la misiva se llamaba Frédéric Bastiat. Por supuesto, mi desconcierto fue tremendo: el escrito que quería que compartiera se llama “El Estado” y fue publicado por primera vez el 25 de septiembre de 1848, en el “Diario de Debates”. Además, Bastiat murió en 1850. En fin, hace un rato cuando vino a mi memoria el hecho que comparto con ustedes, busqué la carta mencionada y ¡vaya sorpresa! ya no estaba. Sin embargo, como ya me había comprometido con el remitente ¿habrá sido un sueño? decidí cumplir mi promesa:


“¡El Estado! ¿Qué es? ¿Dónde está? ¿Qué hace? ¿Qué debería hacer? Todo lo que nosotros sabemos es que es un personaje misterioso, y seguramente el más solicitado, el más atormentado, el más atareado, el más aconsejado, el más acusado, el más invocado y el más provocado que hay en el mundo”.


“¡Oh! Perdónenme escritores sublimes, a los que no detienen ni siquiera las contradicciones… ustedes ya han descubierto en alguna parte un ser bienhechor e inagotable llamado Estado, que tiene pan para todas las bocas, trabajo para todos los brazos, capitales para todas las empresas, crédito para todos los proyectos, aceite para todas las heridas, alivio para todos los sufrimientos, consejo para todos los perplejos, soluciones para todas las dudas, verdades para todas las inteligencias, distracciones para todos los aburrimientos, leche para la infancia, vino para la vejez, que provee a todas nuestras necesidades, previene todos nuestros deseos, satisface todas nuestras curiosidades, endereza todos nuestros errores y todas nuestras faltas y nos dispensa de toda previsión, prudencia, juicio, sagacidad, experiencia, orden, economía, templanza y actividad”.


“El Estado es la gran ficción a través de la cual todo el mundo se esfuerza por vivir a expensas de todo el mundo… El Estado que puede tomar y no dar por la naturaleza porosa y absorbente de sus manos, que retienen siempre una parte y algunas veces la totalidad de lo que tocan. Pero lo que nunca se ha visto, lo que jamás se verá y ni siquiera puede concebirse, es que el Estado de al público más de lo que de él recibe”.


Ojalá cada día más despierten de la pesadilla del Estado Benefactor/Mercantilista, ya que, como también lo dijo Bastiat: “esta personificación del Estado ha sido y será una fuente fecunda de calamidades y revoluciones”. Genial.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 22 de noviembre de 2010. La imagen la bajé de la Internet.

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5.10.2010

Embonados


Endeudados y abonados. Nuevamente fueron comprometidos por los diputados nuestros ingresos futuros. Los ingresos de nosotros: los tributarios que tendremos que pagar el despilfarro del dinero que recauden con la nueva emisión de deuda. ¿Acaso no es un negocio redondo para los gobernantes? Ellos gastan el pisto y nosotros pagamos los platos rotos. Por eso hay tantos interpretando el papel de alfombra con tal de lograr un hueso en el Congrueso o algún chance de burócrata. Si es una consultoría pagada en dólares, todavía mejor.

Ni ganas tengo de perder mi tiempo y el suyo, valorado lector, enumerando por enésima vez los motivos por los cuales la mayoría de gente pensante en Guatemala estaba opuesta a esta nueva emisión de deuda tributaria. Además de redundante, parece que a quienes ostentan el poder les da igual las consecuencias nefastas que van a tener para la economía de los guatemaltecos. En especial en los bolsillos de los más pobres, a quienes quisieran convertir en miserables mendigos, robots programados para ir a votar, para que los politiqueros en el Gobierno (¿o simulacro de gobierno?) puedan continuar sangrando a la gente productiva, honesta y trabajadora que arriesga y opta por someterse, al menos hasta la fecha, antes que rebelarse. Que prefieren fregarse emigrando a quedarse viviendo como limosneros o criminales.

Por supuesto, espero que sean pocos los que todavía creen en las buenas intenciones del gobierno solidario de Álvaro Colom, apoyado por la orgía político-partidista protagonizada por los diputados de la UNE, la GANA y el FRG, a los que se unen en muchas ocasiones los unionistas y algunos oportunistas de las bancadas minoritarias o independientes (¡qué risa!) que están prestos a meter el diente a las arcas públicas. Total, como dijo Baltasar Gracián: “"El mentiroso tiene dos males: que ni cree ni es creído”. Colom y su grupo podrían terminar como Alfonso Portillo, el único presidente que fue honesto cuando reconoció que el político es un vendedor de ilusiones: miente para ser electo, miente para apropiarse del dinero de los tributarios y miente para permanecer en el ejercicio del poder.

Endeudados y amolados. Y no sólo nosotros. También son comprometidos los ingresos esperados de aquellos que pronto van a pasar a formar parte de los habitantes productivos de nuestro país. Y probablemente a los hijos de ellos. Los tributarios del mañana que aún no han nacido.

¿Y los congruesistas? Embolados, celebrando los millones que se han embolsado. Festejando sus güizachadas, con las que pretenden vernos las caras de algo más que babosos. Preparados para aprobar más “leyes pervertidas”, como correctamente calificó en 1848 Frédéric Bastiat a la legislación positivista y violadora de los derechos de los ciudadanos. “¡Ley convertida en instrumento de todas las codicias, en lugar de frenar las codicias! ¡Ley hacedora de iniquidad cuando su misión era castigar la iniquidad!”. ¿Hasta cuándo, compatriotas, vamos a aguantar?

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 10 de mayo de 2010. La fotografía la tomé el 18 de marzo de 2010 en la “Casa Popenoe” en La Antigua Guatemala. El símbolo en la imagen identifica a los esclavos.

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9.21.2009

Mente de súbdito


Durante el mes de septiembre particularmente, suelen exaltarse y confundirse dos conceptos importantes en la vida de toda persona: Independencia y Libertad. Y, algo que considero un craso error, utilizarlos de forma indiscriminada, como sinónimos y aplicables tanto al colectivo abstracto de nación, como al individuo concreto: el ser Humano. Una más de las lamentables confusiones conceptuales de nuestros tiempos, que han hecho tanto daño a la civilización y el aprecio y respeto que nos debemos los unos a los otros. Y, aún más importante, el respeto que nos debemos a nosotros mismos, como miembros de la extraordinaria raza humana, creadora de esa civilización.

En esa fantasía manipuladora, casi mitológica, que se crea alrededor del concepto de nación, siempre sale perdedor el ciudadano que termina sacrificando, poco a poco, su Libertad, a favor de la supuesta independencia de ese colectivo llamado Estado, elevado al reino de los cielos desde que Georg Wilhelm Friedrich Hegel lo sustituyó a principios del siglo diecinueve por la idea del Dios supremo y todopoderoso. Idea falsa que fue, por supuesto, abrazada e impulsada por aquellos cuya principal ambición es llegar al ejercicio del poder. Les convenía que la gente estuviera dispuesta a entregar su vida por ese recién creado por el hombre, omnipotente Estado. Y es así como en el siglo veinte y en el presente vigésimo primero, nos llegamos a encontrar con una gran cantidad de naciones independientes, pobladas por esclavos. El geist, el espíritu nacional, visto como un ente superior a la mente de los hombres y mujeres libres.

Sin duda, uno de los pensadores decimonónicos que de una manera sencilla y directa aclara esta confusión, es Frédéric Bastiat, cuando en su breve ensayo de 1848, titulado “El Estado” escribió: “…el Estado es la gran ficción por medio de la cual todo el mundo se esfuerza por vivir a expensas de todo el mundo”. Una obvia contradicción que al final termina siendo nomás el modus vivendi de quienes actúan en nombre de tal ficción. Y estos gorrones son los gobernantes y todos aquellos que forman parte de su círculo de influencia: familiares, miembros del partido, financistas y líderes de grupos de presión. El resto, terminamos siendo expoliados por los mencionados en el párrafo anterior.

Lo anterior es posible gracias al consentimiento de las víctimas, que se rinden a los pies de los que tergiversan los conceptos y manipulan el sentimiento de culpa por hechos en los cuales no hemos tenido nada que ver. Sentimiento que nos es inculcado casi desde que tenemos uso de razón. Sentimiento que lleva a muchos a temer a la felicidad terrena, por miedo a perder una prometida después de esta vida. Una mentira que ha arruinado la vida de muchos, que viven como súbditos de otros, en lugar de “llegar a ser el que eres”, como deseó hace más de dos mil quinientos años, el célebre poeta griego Píndaro: un ser libre.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 21 de septiembre de 2009. El cuadro es de Salvador Dalí.

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9.01.2008

Copy/paste


Hace dos semanas, compartí durante unos días con un grupo de intelectuales de varios países de América: desde Estados Unidos hasta la Argentina. En esta ocasión, me tocó ser la única nacida en esta tierra de la eterna agonía, razón por la cual, el entregarme a una parte de la realidad distinta a la de la constante amenaza de la creciente criminalidad, incluida la descarada corrupción de la Administración Pública (de los gobernantes y funcionarios de turno que, por supuesto, NO excluye a quienes ostentaron el poder con anterioridad), significó para mi un verdadero remanso de paz.

Y qué puedo decir de la demandante discusión y debate con personas dedicadas a distintas disciplinas, con un amplio conocimiento de muchos temas y una honestidad intelectual que, sin duda, contribuyeron a enriquecernos a quienes participamos en el Coloquio 78 de “Exploraciones sobre la Libertad”, auspiciado por “Liberty Fund”, en el cual profundizamos en el pensamiento de Frédéric Bastiat, preclaro pensador francés decimonónico.

Reencontrarme con este influyente periodista y redescubrir reflexiones aparentemente olvidadas, aunque ya parte integral de mi saber, me motivan hoy a hacer de mi artículo, como dice su titulo, un “copiar y pegar” lo escrito por otra persona.

“El Estado es la gran ficción por medio de la cual todo el mundo se esfuerza por vivir a expensas del resto”, lo que explica la fascinación que tantos tienen por el fracasado Welfare State, que ha permitido a los gorrones existir gracias a la creación y producción de otros. Principiando por la mayoría de los políticos, continuando con los burócratas estatales y terminando con los cabecillas de los grupos de presión, los cuales crecen inconteniblemente bajo el amparo del poder discrecional, casi ilimitado, de los gobernantes. Las reciente concesiones otorgadas por Álvaro Colom a los delincuentes de la CONIC, financiadas por los agobiados tributarios, son el ejemplo conocido más cercano de este punto. ¿Para eso quieren aumentar, nuevamente, los impuestos?

“El Estado puede tomar y no dar… por la naturaleza porosa y absorbente de sus manos, que retienen siempre una parte y algunas veces la totalidad de lo que tocan. Pero lo que NUNCA se ha visto, lo que JAMÁS se verá y ni siquiera puede concebirse, es que el Estado dé al público más de lo que recibe de él”. Más claro, no canta un gallo. ¿Cuál será el problema de quienes no entienden algo tan sencillo? ¿O será cosa de un conflicto de intereses individuales: no les conviene entender? En fin, la última de las opciones sería una cuestión de ego y pura emoción irracional: el miedo a enfrentar la realidad, reconocer que se equivocaron y aceptar las consecuencias de sus acciones.

Mientras, “el pueblo cree, el pueblo espera y el pueblo hace una revolución”. Yo, me decanto por una evolución radical de nuestras normas que nos permita vivir dentro de un Estado de Derecho, hoy inexistente en Guatemala.


Articulo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 18 de agosto de 2008. En la imagen, Bastiat.

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2.05.2007

Estafa en tierra


No tiene que invertir off shore para ser estafado. A diario somos engañados en nuestra inefable tierra guatemalteca. Dicen, por cierto, que esa tierra es ¿nuestra? gracias al Estado: esa ficción, como la llamó Frédéric Bastiat, “mediante la cual tratamos de vivir a expensas de los demás”. Un fraude más que en la práctica sólo es el feudo de los gobernantes y sus amigos que, siguiendo el modelo del rey de España, mantuvieron la restricción colonial de que el subsuelo es propiedad de la ficción mencionada. Quienes utilizan y quienes creen en ese explotado discurso olvidan qué, como dijo Luis XIV de Francia, “el Estado soy yo”. Yo, el rey, el gobernante de turno.

O tal vez no lo olvidan: al menos aquellos que manipulan los anhelos de otros por medio de la ilusión del Estado protector. Sólo apuestan a que el pueblo se compone de gente fácil de burlar. Total, si tantos se han tragado la fantasía bien intencionada del intervencionismo benefactor, ¿por qué no van a creer, por ejemplo, que el subsuelo y los recursos que en éste se encuentran son de ellos?

Leonard Read, fundador de la Fundación para la Educación Económica (FEE) dijo: “Los worrycrats (burócratas preocupados), son una raza especial de burócratas totalitarios que se reproducen a medida que la sociedad es socializada. Se preocupan por nuestra salud, educación, bienestar, seguridad, ingerencia de drogas, dieta… y, sobre todo, se interesan en nuestras propiedades. Hoy, los worrycrats han superado a la mayoría de los profesionales de otras disciplinas. Cuán rápido han proliferado”. ¿Por qué abundan y qué permite su multiplicación?

¿Será porque los adultos infantes creen que el Estado va a protegerlos? ¿De quién los protege? ¿Los protege de sí mismos y las consecuencias de sus decisiones? Dicen, quienes imploran por papá gobierno, que se sienten indefensos, decepcionados, defraudados. ¿De qué? ¿De ese sistema paternalista fracasado al que claman que los rescate? ¿Acaso ese sistema no está administrado por individuos falibles, iniciados en las artes maquiavélicas? ¿Ese sistema que les permite embaucar impunemente a muchos? ¿No son acusados de avorazados, ambiciosos e ineptos, entre otras cosas, quienes manejan ese régimen, cuando se presentan como lo que son: simples políticos? ¿Qué los transforma en defensores de los desvalidos cuando actúan en nombre del Estado? Sólo el autoengaño de quienes se dejan estafar.

En fin, da igual el apellido del pater familia: puede ser Bush, Berger o Chávez. Los pueden apoyar la Reserva Federal, la Superintendencia de Bancos o la Asamblea Nacional. Aunque en unos casos la acción de esos progenitores públicos va a ser menos dañina. En los sistemas que limitan a esos padres patrios, se causa menos daño a sus entenados: los ciudadanos. ¿Cuándo vamos a madurar y asumir nuestras responsabilidades? Probablemente cuando despidamos a la niñera estatal especializada en mayores de edad.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno” el lunes 5 de febrero de 2007.

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