Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

2.25.2019

El poder del soborno




El final de los sobornos llegará cuando no haya favores que comprar. Dejará de haber gente que compra a funcionarios y/o gobernantes cuando estos últimos no tengan nada que vender. Existen los sobornos porque hay quién tiene el poder de complacer a aquel que le ofrece dinero a cambio de privilegios, negocios con el Estado o prebendas que sean de beneficio tanto para el que soborna como para el que recibe ese soborno. Acabará la compra de voluntades cuando no exista nada que comprar. El origen de los sobornos no está en quien lo ofrece, sino en el poder que goza quien lo recibe.

Según la organización “Paraíso Desigual”, que la semana pasada presentó el resultado del informe titulado “Desigualdad y poder en Guatemala: economía de captura”, el 50 por ciento del valor total de los contratos adjudicados entre 2004 y 2017 fue afectado por lo que ellos denominan la economía de captura: a unas pocas compañías les fue adjudicado la mayor parte del excedente, lo que, en opinión de los investigadores a cargo del trabajo mencionado, reproduce una estructura de desigualdad económica.

Harald Waxenecker, responsable principal del proyecto, explicó que analizaron 298 mil 927 licitaciones públicas en infraestructura, salud, alimentos, transporte y seguridad, llevadas a cabo entre los años citados, las cuales ascienden a Q102.7 millardos. Waxenecker y su equipo consideran que lo anterior generó Q19.5 millardos de ganancias extras que incluyen los sobornos a burócratas estatales. Los datos probablemente sean correctos, pero la conclusiones ciertamente no lo son.

Para entender el contexto conceptual detrás de la investigación presentada la semana pasada, es necesario conocer las premisas dadas en un estudio previo realizado por Waxenecker donde plantea, entre otras cosas, lo que entiende por el término “captura del estado”, utilizado como marco de referencia. Como se puede ver en ambos documentos, para ellos el problema no es el tamaño del gobierno ni el poder del cual gozan los funcionarios, en particular el poder de distribuir arbitrariamente nuestros impuestos, sino el poder que tienen las grandes empresas para cooptar a los pobres funcionarios y ¿obligarlos? a otorgarles contratos con el gobierno.

Sin duda, durante el período analizado, durante los años anteriores, los posteriores y los por venir, se repetirá la historia y los datos presentados por la organización nombrada se mantendrán o aumentarán. Pero estos hechos lamentables, tanto los pasados como los futuros, son posibles gracias al poder discrecional que tienen los funcionarios y los gobernantes.

El origen de la corrupción no está en las empresas. El origen de la corrupción está en el sistema de incentivos perversos. Y no es que Guatemala tenga una “capacidad sorprendente, casi infinita, para producir ladrones”, como escribió hace algún tiempo Pablo Rodas, es que es ese sistema de incentivos perversos quienes los atrae al ejercicio del poder, a los ladrones que lo ejercen y los ladrones que transan con ellos.
                                                                            

Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el lunes 25 de febrero de 2019.

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8.27.2018

Estado de extorsión




El Estado que prevalece en Guatemala, es el estado de extorsión sin discriminación alguna. Ni por etnia, ni por grupo social o ni por recursos económicos. Difiere en quiénes extorsionan a quiénes, pero, al final, tan extorsionista es el pandillero de la mara Salvatrucha, el del Barrio 18 o el  de los Crazy Gansters, como lo es el funcionario, el burócrata, el fiscal, el juez… que usa el poder que se le delegó para extorsionar a los ciudadanos con la excusa de alcanzar sus objetivos, cualesquiera que estos sean. Ya sea para bien o para mal de la mal llamada “sociedad”.

Lo que, por cierto, me lleva a preguntarme si todavía podemos identificarnos con los términos de “sociedad” y “Estado”, cuando estamos tan lejos de la definición aristotélica de éstos: “Todo Estado es, evidentemente, una asociación, y toda asociación no se forma sino en vista de algún bien, puesto que los hombres, cualesquiera que ellos sean, nunca hacen nada sino en vista de lo que les parece ser bueno… todas las asociaciones tienden a un bien de cierta especie, y que el más importante de todos los bienes debe ser el objeto de las más importante de las asociaciones, de aquella que encierra a todas las demás, y a la cual se llama Estado”.

La extorsión más burda, y más fácil de identificar y condenar, es la que hacen los criminales de cuello azul: o sea, aquellos que usan un arma para amedrentar a sus víctimas y no se tocan el alma para asesinarlos a ellos o a sus familiares, si no les entregan el dinero que les exigen. La extorsión que hacen los delincuentes comunes, los criminales sin organización y los organizados en maras o pandillas.

La extorsión que hacen los burócratas estales, ya sean los empleados de la SAT, de las aduanas o los que piden una comisión para otorgar contratos estatales, es un poco más difícil de señalar ya que como arma usan la discrecionalidad (arbitrariedad) que les da la ley o la legislación decretada a su antojo. Aunque gracias a los avances tecnológicos de la Cuarta Revolución Industrial, se les puede grabar infraganti al cometer la extorsión.

El problema que tienen la mayoría de las víctimas en estos casos es que para acusarlos tienen que pagar, y en el momento en el cual ceden a la presión, los convierten en cómplices. Luego, la abstracta opinión pública (que suele ser la voz de unos pocos dirigentes de los grupos de presión consentidos por los medios de comunicación) en lugar de referirse a ellos como víctimas de una extorsión, los acusan de corruptos y de sobornar a los cándidos funcionarios del gobierno.

No obstante, la extorsión más difícil de señalar por el temor, casi terror, que sienten los extorsionados de ir presos al infierno de las cárceles guatemaltecas, aunque sean inocentes o la falta no lo justifique, es aquella que hacen los émulos de Robespierre de nuestro país, a quienes ni siquiera les aplican las leyes de Guatemala ni de ningún lugar. Aquellos a quienes se les otorgó poderes casi divinos para, en teoría, combatir a los peores criminales de nuestro país.

La ironía es que ese poder no lo han utilizado para combatir a las peores y más peligrosas expresiones del crimen organizado. Sí han capturado a algunos criminales de Estado, que merecen estar presos y que ¡ojalá!, retribuyan justamente a sus víctimas y paguen sus crímenes, particularmente el abuso del poder que se les delegó. Por supuesto, después de que se cumpla con el debido proceso. Sin embargo, hasta que se limite el ejercicio del poder, exista respeto al debido proceso, certeza jurídica y seguridad, en otras palabras, que todos seamos iguales ante la ley y nadie superior a esta, seguiremos viviendo dentro de un Estado de extorsión.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el lunes 27 de agosto de 2018.

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2.22.2016

El poder se vende



El poder político se vende para otorgar privilegios, conceder prerrogativas, dar prebendas y facilitar la vida de unos pocos en este mundo intervenido por el Estado, con la lamentable autorización de la mayoría de ciudadanos. El poder político se vende a quién quiera y pueda pagar el precio que exigen aquellos que lo ostentan. El poder político lo venden desde el mismo Presidente, pasando por los altos funcionarios, los jueces y los diputados, hasta llegar al burócrata estatal de más bajo rango.

Los sobornos, las comisiones, las mordidas… serían imposibles, por más que los oportunistas quisieran comprar favores políticos, si no hubiera quién tiene el poder de concederle sus deseos a quien quiere un privilegio y está dispuesto a comprarlo. Este es el origen de la corrupción. ¿Cómo adquieren los gobernantes ese poder? ¿Qué papel juega usted en este engaño? ¿Cuál es la responsabilidad de quien decide no ejercer como mandante?

El poder lo adquieren los gobernantes cada vez que en el Congreso aprueban legislación específica y arbitraria que pretende satisfacer las demandas de unos a costa de otros. Cada vez que los diputados le asignan más obligaciones que no les corresponden a los gobernantes, las cuales implican más impuestos y más burocracia estatal INNECESARIA. El poder lo adquieren cada vez que alguien exige que los gobernantes, en nombre del abstracto Estado, satisfagan sus caprichos o las necesidades de otros a costa del resto.
                                                                                                                                                     
El poder lo adquieren los gobernantes con el apoyo de burócratas parasitarios de la élite internacional y supranacional que, más allá de su discurso supuestamente bienintencionado, presionan para que se violenten los derechos individuales con tal de que los primeros puedan exprimir más a los tributarios, de los cuales viven los segundos en condiciones mucho más favorables que las que enfrentan aquellos que crearon la riqueza de la cual ellos disfrutan.

Un ejemplo de lo anterior es la reciente presión del Banco Mundial para que se elimine el debido proceso, al que maliciosamente llaman secreto bancario, en el caso de la información del manejo de cuentas bancarias. Si este nuevo abuso llegara a ser aprobado por los diputados, lo único que se va a lograr es aumentar el precio de las transacciones entre los funcionarios de la SAT y quienes puedan pagar el precio que les exijan: facilitará la corrupción estatal.

“Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare en que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada”. Cita de “La rebelión de Atlas”, escrita por Ayn Rand.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 22 de febrero de 2016. La imagen es la portada del diario guatemalteco "elPeriódico" del lunes 14 de enero de 2013.

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