Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

11.22.2010

Epístola de Bastiat



Hace un par de días llegó a mi inbox en Facebook, el más extraño de los mensajes que he recibido. El autor de la epístola virtual me pedía encarecidamente (por cierto, en un español afrancesado), que publicara en mi próxima columna extractos de un ensayo que escribió hace algunos años, el cual consideraba trascendental que fuera leído por las gentes de bien del siglo veintiuno. Claro, no hacía referencia sólo a los lectores del diario para el cual escribo. El remitente del correo se refería a todos aquellos que queremos que mejore la calidad de vida de todas las personas, de manera sostenible, en el largo plazo.



El autor de la misiva se llamaba Frédéric Bastiat. Por supuesto, mi desconcierto fue tremendo: el escrito que quería que compartiera se llama “El Estado” y fue publicado por primera vez el 25 de septiembre de 1848, en el “Diario de Debates”. Además, Bastiat murió en 1850. En fin, hace un rato cuando vino a mi memoria el hecho que comparto con ustedes, busqué la carta mencionada y ¡vaya sorpresa! ya no estaba. Sin embargo, como ya me había comprometido con el remitente ¿habrá sido un sueño? decidí cumplir mi promesa:


“¡El Estado! ¿Qué es? ¿Dónde está? ¿Qué hace? ¿Qué debería hacer? Todo lo que nosotros sabemos es que es un personaje misterioso, y seguramente el más solicitado, el más atormentado, el más atareado, el más aconsejado, el más acusado, el más invocado y el más provocado que hay en el mundo”.


“¡Oh! Perdónenme escritores sublimes, a los que no detienen ni siquiera las contradicciones… ustedes ya han descubierto en alguna parte un ser bienhechor e inagotable llamado Estado, que tiene pan para todas las bocas, trabajo para todos los brazos, capitales para todas las empresas, crédito para todos los proyectos, aceite para todas las heridas, alivio para todos los sufrimientos, consejo para todos los perplejos, soluciones para todas las dudas, verdades para todas las inteligencias, distracciones para todos los aburrimientos, leche para la infancia, vino para la vejez, que provee a todas nuestras necesidades, previene todos nuestros deseos, satisface todas nuestras curiosidades, endereza todos nuestros errores y todas nuestras faltas y nos dispensa de toda previsión, prudencia, juicio, sagacidad, experiencia, orden, economía, templanza y actividad”.


“El Estado es la gran ficción a través de la cual todo el mundo se esfuerza por vivir a expensas de todo el mundo… El Estado que puede tomar y no dar por la naturaleza porosa y absorbente de sus manos, que retienen siempre una parte y algunas veces la totalidad de lo que tocan. Pero lo que nunca se ha visto, lo que jamás se verá y ni siquiera puede concebirse, es que el Estado de al público más de lo que de él recibe”.


Ojalá cada día más despierten de la pesadilla del Estado Benefactor/Mercantilista, ya que, como también lo dijo Bastiat: “esta personificación del Estado ha sido y será una fuente fecunda de calamidades y revoluciones”. Genial.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 22 de noviembre de 2010. La imagen la bajé de la Internet.

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6.28.2010

Sombras nada más


Ayer por la noche, pasadas las once, me encontraba en un mood orteguiano, y mientras pensaba en mí y mi circunstancia que debo salvar, y en la complicada situación que vivimos (no sólo en Guatemala, sino en la mayor parte del mundo), reflexiones que se entremezclaban con algún intento fallido de componer un verso, acompañada de esa melodía que varía y que casi siempre ronda mis pensamientos, empecé, sin darme cuenta, a hacer con mis manos figuras con la sombra que proyectaban gracias a la escasa luz que me alumbraba. Esas imágenes que suelen hacer los niños que juegan a ver en la pared un monstruo, un animal, una persona haciendo piruetas o tantas cosas como pueda uno imaginar.

Y como suele suceder en esos aparentemente inconexos brincos mentales que a veces doy cuando, ensimismada, dialogo conmigo, me recordé de un comentario reciente que compartí con mis amigos virtuales en Facebook, idea que nace como producto de mis clases sobre la Ilustración del siglo dieciocho: “El Leviatán guatemalteco –pensé- es un monstruo de varias cabezas, ¿cuál será la más poderosa?”. Por supuesto, la respuesta de muchos no se hizo esperar. Uno de los comentarios más ingeniosos fue el de mi amigo Luis Figueroa: “la cabeza hueca”. Afirmación a la que respondió alguien más: “Entonces, ¿cuál será la que más pesa?”. Total, digresiones nada más.

Y a pesar de que quería divagar sobre otros temas, todo parecía confabular en mi contra, aunque pareciera que no, y regresarme a la realidad política que quería olvidar por unos instantes. Hasta la melodía mencionada al principio de este escrito era parte de la conspiración: “¡Qué vergüenza tener que escribir una canción así!... No puedo creer cuáles fueron las condiciones que produjeron la situación que demandó una canción como ésta…”, sería mi traducción libre al comentario a media interpretación de la genial Nina Simone cuando cantó en vivo, en el Festival de Jazz de Montreal, Feelings.

¿Qué nos ha hecho llegar a un estado en el que domina el caos? ¿Un Estado gobernado por sombras siniestras que evocan monstruos terrestres, no marinos? Un Estado poblado de gente, en su mayoría, atrapada en una especie de caverna platónica. Gente que opta por ignorar las sombras que oscurecen el futuro de nuestro terruño. ¡Que no nos engañe el día soleado!, porque mañana se presenta como una noche sin Luna y sin estrellas, si seguimos recorriendo el mismo camino.

Y al fin, como me acusan falsamente de pensar mucho y sentir poco, para probar que lo cierto es lo contrario, a pesar de considerarlo fallido, decidí compartir con ustedes uno de esos versos que de vez en cuando llegan a mi pluma: “Busqué sin encontrar un poema para dormir, ya que la Luna hoy no me quiso alumbrar. A la cama partí sin verso, pero con ánimo de soñar… puede ser que en el sueño encuentre dónde me perdí”. ¿Dónde te perdiste, progreso? ¿Dónde te perdiste, justicia? ¿Dónde te perdiste, paz?


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 28 de junio de 2010. La fotografía la tomé el 31 de marzo de 2010 en el llamado “Centro Histórico” de la ciudad de Guatemala.

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9.01.2008

Copy/paste


Hace dos semanas, compartí durante unos días con un grupo de intelectuales de varios países de América: desde Estados Unidos hasta la Argentina. En esta ocasión, me tocó ser la única nacida en esta tierra de la eterna agonía, razón por la cual, el entregarme a una parte de la realidad distinta a la de la constante amenaza de la creciente criminalidad, incluida la descarada corrupción de la Administración Pública (de los gobernantes y funcionarios de turno que, por supuesto, NO excluye a quienes ostentaron el poder con anterioridad), significó para mi un verdadero remanso de paz.

Y qué puedo decir de la demandante discusión y debate con personas dedicadas a distintas disciplinas, con un amplio conocimiento de muchos temas y una honestidad intelectual que, sin duda, contribuyeron a enriquecernos a quienes participamos en el Coloquio 78 de “Exploraciones sobre la Libertad”, auspiciado por “Liberty Fund”, en el cual profundizamos en el pensamiento de Frédéric Bastiat, preclaro pensador francés decimonónico.

Reencontrarme con este influyente periodista y redescubrir reflexiones aparentemente olvidadas, aunque ya parte integral de mi saber, me motivan hoy a hacer de mi artículo, como dice su titulo, un “copiar y pegar” lo escrito por otra persona.

“El Estado es la gran ficción por medio de la cual todo el mundo se esfuerza por vivir a expensas del resto”, lo que explica la fascinación que tantos tienen por el fracasado Welfare State, que ha permitido a los gorrones existir gracias a la creación y producción de otros. Principiando por la mayoría de los políticos, continuando con los burócratas estatales y terminando con los cabecillas de los grupos de presión, los cuales crecen inconteniblemente bajo el amparo del poder discrecional, casi ilimitado, de los gobernantes. Las reciente concesiones otorgadas por Álvaro Colom a los delincuentes de la CONIC, financiadas por los agobiados tributarios, son el ejemplo conocido más cercano de este punto. ¿Para eso quieren aumentar, nuevamente, los impuestos?

“El Estado puede tomar y no dar… por la naturaleza porosa y absorbente de sus manos, que retienen siempre una parte y algunas veces la totalidad de lo que tocan. Pero lo que NUNCA se ha visto, lo que JAMÁS se verá y ni siquiera puede concebirse, es que el Estado dé al público más de lo que recibe de él”. Más claro, no canta un gallo. ¿Cuál será el problema de quienes no entienden algo tan sencillo? ¿O será cosa de un conflicto de intereses individuales: no les conviene entender? En fin, la última de las opciones sería una cuestión de ego y pura emoción irracional: el miedo a enfrentar la realidad, reconocer que se equivocaron y aceptar las consecuencias de sus acciones.

Mientras, “el pueblo cree, el pueblo espera y el pueblo hace una revolución”. Yo, me decanto por una evolución radical de nuestras normas que nos permita vivir dentro de un Estado de Derecho, hoy inexistente en Guatemala.


Articulo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 18 de agosto de 2008. En la imagen, Bastiat.

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