Musas de telenovela
Entrando en materia, tal vez alguno de ustedes recuerde que el lunes 19 de abril del presente año publiqué en Siglo Veintiuno un artículo titulado “No resuelto: revuelto”, donde compartía con mis lectores una hipótesis, digna de sapos y culebras, que tenía muchas probabilidades de convertirse en realidad:
“No resuelto sino revuelto, es el estado en el cual se encuentra la investigación de los asesinatos de Khalil y Marjorie Musa. Revuelto, turbio, enredado… Y si los presagios de algunas musas que me han visitado se cumplen, la hipótesis de Carlos Castresana, titular de la CICIG, será aún menos creíble que la supuesta verdad interina del personaje citado con anterioridad en lo que respecta a la muerte de Rodrigo Rosenberg”.
“…mis informantes me contaron que es probable que presenten al mismísimo Rosenberg como el cerebro detrás del doble crimen. Por supuesto, continuando con la idea de un thriller romántico, la muerte de Marjorie habrá sido un error de los sicarios contratados para quitar del camino del amor al padre de la desaparecida Julieta que se oponía a sus amores con el Romeo chapín”.
Por eso, no me sorprende para nada que de los acusados de ser los ejecutores materiales ¿serán inmateriales los asesinos intelectuales? de la muerte de los Musa, por lo menos siete hayan sido implicados en el asesinato de Rodrigo Rosenberg. Tampoco me asombra que el pegamento que sostiene la hipótesis en este doble crimen sea similar al del caso de Rosenberg. Me refiero a los testimonios de los colaboradores eficaces ¿eficaces para qué y para quién? que son ¡vaya casualidad! los mismos sicarios acusados. Y en el caso de los Musa resulta que el soplón es el mismo que… ¡se los sopló! En esta ocasión, para que les cuadre el guión, Lucas Josué Santiago López, quien suele contradecirse, reconoce que la muerte de la “señorita” fue un error, lo cual molestó al “señorón” quien, de todas maneras, les pagó el trabajito aunque fuera haciéndoles un descuento sobre el precio acordado.
En fin, es probable que mucha tinta más vaya a correr sobre estos hechos que, a pesar del disgusto de algunos, ya son parte de nuestra historia nacional. Razón por la cual, por hoy, me retiro a leer una obra que me entretiene más que el cuento elucubrado por los señoritos de la CICIG. Mejor me distraigo por el momento leyendo a Sir Arthur Ignatius Conan Doyle, y la novela policía donde nos presenta al irremplazable Sherlock Holmes: “Estudio en Escarlata”. Hasta la próxima, Watsons.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 27 de septiembre de 2010. La imagen la bajé de la Internet.
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