Orgía de intereses
Antonio Furtado, jefe de una misión del Fondo Monetario Internacional que recientemente visitó Bolivia, considera que la situación económica del país andino es “bastante favorable”, según una nota de la agencia de noticias EFE. Como es costumbre en la monserga de los burócratas, la anterior es una declaración “bastante relativa”.
Sin duda, esta afirmación alertó a mi siempre despierta curiosidad que, presto, comenzó a trabajar en el asunto. “¿Cuál es el verdadero trasfondo del comentario de Furtado?”, me pregunté. Seguro, si investigo puedo resolver el misterio.
Más tarde, en un diario local, encontré una pista: otro cable de EFE que comunicaba la disposición de Chávez de prestarle a Morales 100 millones de dólares para que “eche a andar su reforma agraria”.
Luego, recordé que desde hace varias semanas se conoce la crisis financiera del FMI, provocada por los pagos que hicieron los argentinos y los brasileños a su deuda con la mencionada organización. (Por cierto, ¿se irá a animar Rato a despedir “consultores”? ¿Qué harían en tal caso los “analistas” que dependen del endeudamiento “público” de los gobernantes, compromisos que terminan pagando los tributarios? Probablemente estos “expertos” no se preocupan de esa medida, porque, de cómo ser productivos y crear riqueza, saben un montón. ¿O no?)
Inquisitivos lectores, ¿ya agarraron la onda? Elemental, “mis queridos watsons”: interés. Sí: interés del FMI, al igual que Chávez, por otorgarle préstamos a Morales para lo que sea, con la esperanza de cobrar rentas a los agobiados habitantes de la nación sudamericana que aloja a los descendientes de los quechuas y los aymaras. Así, al menos algunos empleados del Fondo lograrán conservar sus “chances”.
El móvil primordial de Chávez es obvio: afianzar su poder sobre el cocalero, alimentando de esa manera su ambición de ascender de un simple teniente coronel a emperador del reino bolivariano.
Es evidente el motivo de Evo: mantener tranquila a la mara hasta que se perciban los cambios en la calidad de vida de sus compatriotas, quienes, efectivamente, sí van a experimentar transformaciones sensibles en el largo plazo. En el mejor de los casos, se van a estancar; y en el escenario más realista, sufrirán un retroceso. Y eso que no soy heredera del adivinador Calcas, protegido del divino Aquiles, el de los pies veloces, ni suelo consultar el oráculo.
En fin, de nuevo queda claro que en política las ideologías son sólo excusas manipuladoras que esconden intereses personales de los protagonistas de la bacanal, donde el “súbdito”, espectador incomprendido, es quien sale bien jodido.
Nota: este artículo fue publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, en la columna semanal “Principios”, el lunes 29 de mayo.