El correcaminos
Ahora que los gringos, dicen algunos, van a construir un muro para detener a los “caitudos”, no deje pasar la ocasión. No olvide que lo prohibido es más deseado: mientras más prohibido, más atractivo.
Total, dirán algunos sesudos, tantos tontos que quieren irse a vivir al mismísimo infierno del imperio del siglo veintiuno: el estadounidense. Y lo anterior, a pesar de sus huracanes y la vida desgraciada a la que se enfrentan: la explotación. ¿Por qué se van?
Y lo peor es que son millones los que llegan de todas partes del mundo. Sólo Chapínlandia ha exportado alrededor de dos millones de humanos. Y mientras usted lee este artículo, imagínese cuántos más decidieron irse. Qué tipos estos: no saben lo que les conviene. ¿O sí?
Masoquista que es la gente tercermundista: les gusta ponerse de alfombra para que pise la bota yanqui. No aprecian el estado benefactor que los gobernantes de los países pobres imponen y promueven. No cabe duda, somos una bola de malagradecidos. Suspiro.
Continuemos con la planificación estratégica. Puede publicitar su empresa como una agencia que se dedica a la noble tarea de trasladar al emigrante al otro lado. “Mojados o secos, depende de su presupuesto”. Advierta: “¡Nosotros sí somos honrados! No lo dejamos tirado. Lo ayudamos a hacer realidad el sueño americano”. (Aunque algunos “expertos” lo consideren una pesadilla.)
“Nosotros somos más correcaminos que coyotes: no intentamos almorzárnoslo sino acompañarlo a la velocidad del rayo a recorrer las rutas que lo llevarán a esa otra existencia que desea. Emprenda el recorrido con nosotros”.
¿No le parece que es un negocio con posibilidades de crecer? Así como aumenta la demanda. Déle, anímese a emprender.
Además, recuerde, a diario llega a nuestro territorio, procedente de los más exóticos rincones del planeta (y los no tan lejanos países), gente que nos utiliza de puente para llegar a la "land of the free". ¿No le parece que también ellos hacen atractivo el riesgo de ofrecer servicios de “mudanza” personal?
Coreanos, hondureños, nicaragüenses, ecuatorianos…, en su afán de buscar un mañana prometedor para sus familias, dejan sus hogares para llegar a Estados Unidos, sin conocer a ciencia cierta los peligros que en el camino deben enfrentar. Y aunque los conocieran les da igual: hoy, el futuro no esta en sus tierras.
Al fin, el trabajo es una mercancía más. Si no se la compran en Guatemala, la puede vender en otros lados. En aquellos lugares donde sí se privilegia, más allá del discurso, la atracción de inversión: esa que transforma recursos en riqueza.
Nota: este artículo fue publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, en la columna semanal “Principios”, el lunes 30 de enero de 2006