Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

1.09.2006

Principios

Principios y yo emprendemos de nuevo el camino que pidió tregua por un período mayor al año sabático. Un placer que hace un tiempo fue interrumpido por Dios, el destino, las circunstancias… por quien sea o lo que sea. Un intervalo que me dio la oportunidad de volar en otros cielos, experimentar nuevas emociones y profundizar en los principios.

Un período en el que, espero, como el buen vino de cepa excepcional y cosecha memorable, añejamos y aumentamos la riqueza de nuestros colores, sabores y olores. Época en la cual el cuerpo consistente de ideas se aclaró: absorbió luz por medio del cuestionamiento constante. Un conjunto de principios que los invito a catar y cultivar como propios.

Sin embargo, al ser los principios un comienzo, un concepto primigenio, estos se fortalecieron y, paradójicamente, simplificaron. Una promesa en especial les hago: no pretendo utilizar el término “principios” de forma vacía. No. Por el contrario, espero darle contenido particular a la palabra.

Quiero celebrar este principio recordando al famoso liberal decimonónico de origen mexicano, Benito Juárez. Pero, como muestra de esa iconoclasta a la que he evolucionado, la mejor manera de hacerlo es parafraseando su celebérrima frase: “El respeto al derecho ajeno, es el bien común”.

Pues, ¿acaso no queremos la mayoría vivir en paz? ¿No es ese uno de los más sublimes anhelos del ser humano?

El respeto es el principio. El principio es el respeto.

El respeto a las posesiones ajenas, si quiero que respeten las mías.

El respeto a la libertad individual de los otros. Por supuesto, reconociendo que el límite del ejercicio de mi libertad se encuentra en los linderos de los derechos de los demás.

El respeto a la vida del vecino: cercano y lejano. El respeto a la vida del conocido y el desconocido. Sin duda, a la vida de todos. Derecho que debemos respetar como condición sine qua non si queremos conservar el propio: nuestra vida.

Me permito soñar y creer que el cambio de paradigmas es posible. Sueño conque todos podamos maximizar nuestros momentos de felicidad. Qué maravilla. Sólo debemos respetar el derecho de cada uno a buscar su felicidad, ¿no es obvio?

Principios que, una vez entendidos, no sólo nos permitan creer en un futuro mejor, sino que nos señalen el sendero para alcanzar ese y otros objetivos que hoy parecen parte de una novela: pura ficción. Los principios pueden hacer realidad aquello que imaginamos: no tiene la realidad que matar la ilusión.

Y, como este escrito es para mí un ensayo, en el presente no pretendo agotar el tema de mañana. Sencillamente deseo empezarlo. O, mejor dicho, continuarlo. Queda a discreción de ustedes acompañarme en este viaje en el que también voy como pasajera, disfrutando del recorrido con un final en construcción.

Sólo les hago una recomendación: guarden los prejuicios en el cajón. Así, el trayecto será menos turbulento y más placentero.

Vamos. Principiemos.

Nota: este artículo fue publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, en la columna semanal “Principios”, el lunes 9 de enero de 2006.