¿Y mañana, qué?
Ahora, ¿qué hacemos con el mañana?
¿Cuál es nuestro objetivo como miembros de una sociedad que comparten una esfera pública? ¿Cuáles son las estrategias idóneas para alcanzar el o los objetivos propuestos? Idóneos no sólo en su capacidad de alcanzar la meta, sino también idóneos dentro del ámbito de respeto ajeno y a lo ajeno, base del desprestigiado “bien común”.
Que la necesidad de ser prácticos no nos convierta en pragmáticos y creyentes de aquella consigna que dice “el fin justifica los medios”. ¿Cuáles son esas acciones que nos llevan a un propósito común sin pasar por encima de los derechos individuales? Esos derechos, compañeros inseparables de obligaciones, cuya existencia, hemos descubierto, es previa a la creación del mismo Estado. No digamos el gobierno y sus necesidades, tantas veces ajenas a las urgencias de los ciudadanos.
Nuestros actuales gobernantes, como lo hicieron los anteriores y probablemente lo van a hacer los próximos, se encuentran “trabajando” dentro un sistema benefactor/mercantilista que reproduce los “cinco principios de la opresión”, como los describe Álvaro Vargas Llosa en su obra “Rumbo a la Libertad”. Esto es una realidad ineludible. Y el error, creo yo, de mucha gente catalogada como “buena” (y también la llamada “mala”) es intentar hacer funcionar lo que tiene décadas de ser un fracaso.
Yo quisiera que mañana los guatemaltecos no lloremos de nuevo la pérdida inútil de tantas vidas humanas y de la poca riqueza que algunos han producido: que dejemos de llorar la pérdida del futuro y trabajemos hoy por él. Por eso considero importantísima la reflexión del largo plazo.
Con el actual sistema y las propuestas que hemos escuchado de poner más impuestos “directos, específicos, circunstanciales, coyunturales… y blablabla” ¿o bonos-bonos? no salimos adelante. ¿Acaso así se le premia a quien arriesgó su vida por apoyar a los más afectados por el paso de la tormenta Stan en nuestro país? Hablando de un sistema de “incentivos perversos”, qué mejor ejemplo podemos encontrar. Así castigan a quienes están dando no sólo dinero y bienes para apoyar a los damnificados, sino están derramando esfuerzo, sudor y lágrimas en ese ayudar.
Cuántos miles han puesto corazón y alma en una tarea titánica, sin que nadie se los haya impuesto hacerlo. Eso es solidaridad, sinónimo de voluntariedad. Si no fuera por la solidaridad privada, ¿a cuánto ascenderían las pérdidas en vidas y bienes?
Hoy, pensando en mañana, debemos entender que lo importante NO es pagar más impuestos: lo vital y necesario es CREAR riqueza para todos.
Puede ser que haya “grandes empresas”, un par de miles, que aguanten los golpes. Puede ser que un grupo de ellas se dé el lujo de pagar más tributos. Pero estas pocas empresas, sin importar lo grande que sean, no pueden sostener la economía de todos los habitantes de nuestro país.
Esa alta tributación impide la multiplicación de empresas pequeñas y medianas, y obstaculiza el crecimiento de las pocas que hay: inhibe la proliferación de fuentes de trabajo productivo y con esos “alicientes” dudo que algún día éstos vayan a ser una realidad. Al menos en Guatemala.
Empresas que se necesitan para darle empleo a toda esa gente que hoy se quedó literalmente viviendo en la calle de la amargura. Y son los emprendedores detrás de estas empresas quienes van a lograr que todos sin excepción seamos parte no sólo de la creación de riqueza, sino que también podamos disfrutar de ella. Son sus “aventuras empresariales” las que nos van a permitir reconstruir algo más que la infraestructura de Guatemala: van a permitir reconstruir vidas.
Debemos alzar la cabeza y mirar hacia delante: pensar en los vivos y no enterrar nuestras esperanzas junto con los miles de muertos que hoy abundan en nuestro país.
Porque, ¿y mañana qué?
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