Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

10.06.2005

Tormenta

Llovió.

La lluvia cayó por la mañana. Continuó por la tarde. No deja de llover por la noche.

Al fin amaneció. Un amanecer gris. Sólo gris. ¿A dónde se fueron los otros colores? ¿Se los llevó también la corriente?

Cuánta gente murió. Murieron por la mañana. Murieron por la tarde. Murieron por la noche.

Después del amanecer, el resto de mortales inician su quehacer. “Life must go on”, dicen los gringos. ¿La vida debe continuar? Para algunos sí, para otros no. Hay quienes opinan que es el show el que debe seguir. Sin parar.

Menos mal que hoy fue Stan y ayer Mitch. ¿Qué hubiera pasado si en lugar de ellos nos visitan ellas? ¿Quiénes hubiéramos sobrevivido a las hermanas Rita y Katrina? ¿Las hubiéramos sobrevivido mi familia, mis amigos, yo? ¿Usted? Quién sabe.

Siempre la misma historia con nuevas víctimas. La ayuda “llueve” a las “áreas damnificadas". Cuántos se rasgan las vestiduras y despiertan al súper héroe que en ellos duerme. Hasta que otro asunto, propio de sus intereses particulares, los aparte de esa misión encomendada por Dios.

¿Hay que culparlos? No. Al contrario, debemos agradecerles su pronta reacción a la tragedia. Sin esa solidaridad, que sólo puede ser voluntaria, el mundo no hubiera avanzado hasta nuestros días. Sin embargo, esa ayuda, siendo humana, sólo puede ser momentánea, nunca permanente. O dejaría de ser humana.

Por eso me pregunto, ¿cuál es la verdadera tragedia? ¿No sería acaso el hecho de que haya tanta gente que vive en la miseria? ¿Tantos hombres y mujeres que no salen del estado natural del humano, la pobreza?

La tragedia verdadera es que después de esa ayuda no llega la respuesta necesaria: trabajo y creación de riqueza. Ingresos reales crecientes y sostenibles en el largo plazo que les permitan a los hombres y las mujeres de las “zonas peligrosas” cuidarse a sí mismos y a sus familias como lo hacemos tantos.

Una situación que les permita ver cómodamente desde su hogar la lluvia caer. Talvez disfrutar de una tarde como esta tarde que vi llover, vi gente correr y no estabas tú. Talvez porque te arrastró la corriente. Talvez porque el derrumbe soterró tu futuro. O, simplemente, porque tus esperanzas fueron anegadas.

Una mañana de perturbación violenta, de viento fuerte. Una tarde de ánimo excitado. Una noche de adversidad, desgracia e infelicidad. Un tiempo de tormenta en el alma.

1 Comments:

  • CARPE DIEM
    Solidaridad y mercado
    El sector público no está en capacidad de enfrentar una crisis como la que ahora tiene delante.
    Por: Luis Figueroa

    Durante siglos la humanidad vivió al día; y no fue hasta que se desarrolló el capitalismo, o la economía de mercado, que verdaderamente empezaron a abundar los bienes y servicios.

    El capitalismo y el mercado pusieron al alcance de los pobres los alimentos y los bienes que antes sólo estaban reservados para los aristócratas, para los funcionarios y para el alto clero.

    En circunstancias como la tragedia que dejó a su paso la tormenta tropical Stan, toda la ayuda que, en solidaridad, llegará a los damnificados es posible gracias a los emprendedores y empresarios que hacen posible que haya con qué ayudar, y a los que hacen posible que haya con qué llevar la ayuda.

    Con los diputados no se cuenta. Dicen que el miércoles los representantes tuvieron un día duro al desprenderse de Q4 millones que tenían por ahí ahorrados. Con el presidente Berger, ni digamos. Hasta ese día, el pobre no caía en la cuenta de que la magnitud del desastre era de aquellas proporciones. Según él, la cosa no era para alarmarse.

    El sector público no está en capacidad de enfrentar una crisis como la que ahora tiene delante; y si no fuera por los excedentes que ha generado el capitalismo y que están en el mercado, no habría cómo, ni con qué auxiliar a los perjudicados.

    En un folleto de 1977, del Centro de Estudios Económico-Sociales, he encontrado algo que puede ayudarnos a dimensionar bien cuál es el aporte del capitalismo y del mercado para hacer que la desgracia sea menos.

    Todos los alimentos (agua pura, atol, harina de maíz, sopas, café, azúcar, latas de frijoles y latas diversas, entre otros) que están siendo enviados a los damnificados, han sido producidos por el sector privado, por empresarios de todos tamaños, y gracias a que existe una economía de mercado.

    Toda la ropa (mantas, suéteres, chumpas, linternas y baterías, candelas, colchones, y demás) que llegará a los que han perdido la suya, también ha sido producida por el mismo tipo de gente, y en el marco del mismo tipo de sistema económico.

    Un gran porcentaje de los dólares capitalistas con los que se comprarán medicinas, materiales y equipos para la reconstrucción, están aquí y disponibles porque miles de empresarios produjeron cosas que fueron exportadas y a cambio las cuales recibieron aquellos billetes verdes.

    Digamos que el sector público sí reacciona y colabora con algo. Digamos que Conred es algo más que un hueso para políticos y sus familiares. Conred y todos los recursos del Estado son pagados con impuestos; y ¿quién paga los impuestos? Pues usted, que es el sector privado y que los puede pagar porque tiene un empleo; mismo que es posible gracias a algún capitalista que ha invertido en algo productivo.


    El sector privado paga todos los salarios del país. Unos los paga directamente a sus empleados y ejecutivos; pero el de cada uno de los burócratas y funcionarios lo paga indirectamente por medio de los impuestos.

    Los impuestos que paga el sector privado sirven para pagar los sueldos de todos los trabajadores de los tres poderes del Estado, desde el más, al menos importante.

    Las inversiones del Estado, como carreteras y aeropuertos, la acción cívica y la seguridad social, las paga el sector privado. Adivine con qué. Pues con los impuestos que le quita el sector público.

    Las pérdidas de las empresas del Estado (como el Banguat), las deudas del país y las pérdidas por la corrupción de los funcionarios del sector público, también las paga el sector privado. ¡Las paga usted!

    La universidad estatal, los hospitales públicos, las escuelas públicas, la Cruz Roja, los bomberos, las iglesias y todo eso se paga con dinero producido por capitalistas, por miembros del sector privado como usted y como yo, y gracias a que hay mercado.

    El capital para invertir en nuevas fuentes de empleo, en nuevas fuentes de producción y en nuevas fuentes de impuestos (para satisfacer a los socialistas y a los grupos de interés), todo ese dinero sale de capitalistas, de emprendedores y de empresarios.

    By Anonymous Anónimo, at 9:52 a.m.  

Publicar un comentario

<< Home